Danilo
Sánchez Lihón
CORO:
¡Oh Madre
Tierra! Arpegio y maravilla en el
vasto
espacio interestelar.
¡Avistada en lontananza eres en el
alba
la trémula esfera azul!
1.
Cada
átomo de que estoy hecho
proviene de
tu entraña.
La arcilla de mis manos, el
albor de mis
ojos,
El repicar de la campana en
mis oídos.
Y el palpar
con la yema de mis dedos el
temblor de
otras manos.
Todo lo mío aletea
palpitante en tu ser.
Así: los rayos
dorados del sol y los
grumos de tiniebla
son de la misma
roca que emergiera inhiesta
al principio
del universo.
Mis latidos ceñidos a los
tuyos estaban
en el primer
instante de la creación.
Juntos siempre
tú y yo.
formando parte del mismo
soplo y plan
vital.
CORO:
Cada
átomo de que estoy hecho proviene de
ti:
la arcilla de mis manos, el albor de
mis
ojos.
2.
¡Oh, Madre
Tierra! ¡Arpegio y
maravilla en el vasto
espacio
interestelar. ¡Avistada tú en
lontananza
yaces
engarzada en el etéreo
espacio sideral
como el planeta
azul!, envuelta suavemente
en el arrebol
de los sueños
y cimbreantes utopías en
cuyos pliegues
vivimos!
perdurando aún festonada
por las aguas
de los mares
estupefactos, porque no
cesa en tu seno
ni en tu frente
el alborear, que ocurre
siempre en algún
sitio
de tu esfera, tendiendo
sobre las colinas
su traje
de novia virginal. Donde la
paloma zurea
celebrando
que la creación se expanda
y el claro día
amanece.
CORO:
¡Oh Madre
Tierra! Arpegio y maravilla en el
vasto
espacio interestelar.
¡Avistada en lontananza eres en el
alba
la trémula esfera azul!
3.
Por eso,
somos uno solo, fusionados.
Porque
nos enlaza
el origen, el centro y
final de lo creado.
En mi destino
está ser contigo de
principio hasta el fin.
Como
hoy que estoy vivo, a plena
luz y siento
que te amo.
Antes y después fue noche y
oscuridad,
y lo será
más tarde. Hoy estoy aquí
escuchando
el canto
del zorzal que sube desde
la hondonada
y el instantáneo
brillo del lucero en la
noche insondable.
¡Y el signo
triunfal! Y sé que mi destino
y el tuyo
están
indisolublemente ligados,
¡oh madre!
CORO:
Por eso
somos uno solo, fusionados. Porque
nos enlaza
el origen, el centro y final de lo
creado.
4.
Porque
en ti es que existo, igual
que el torrente
bajando
cristalino desde la montaña
empinada.
Igual
al cierzo que se esparce. Y
al vendaval
que ulula
en la vasta cañada. El rocío asombrado
y los campos
sembrados de flores
silvestres. Allí brota
y se refleja
el agua clara azulada. En
ti se estremece
el leve rocío
ante el temblor de una
estrella en el cielo
despejado.
Y, ¿qué sería si alguien
alguna vez osara
hacerte
daño? ¿Contaminar tus ríos,
estropear
tus playas,
ensuciar tus mares? ¿Polucionar
tu cielo,
arrasar
bosques y depredar tu flora
y tu fauna?
¡Tocaría
entonces ser paladines y
lidiar arrojados
a los caminos
a fin de cruzar sables,
espadas y morir
en tu defensa!
CORO:
Porque
en ti es que existo, igual que el
torrente
bajando
cristalino desde la montaña empinada.
5.
Si alguien
alguna vez te ofendiera a
ti, ¡oh madre!
qué estigma
en nuestras frentes. ¡Jamás
ya habría
paz ni sosiego
para nuestro brazo y lanza!
¡Qué afrenta
en la cara
a quienes somos tus hijos
que quieren
verte siempre plena
y hermosa. Llenaríamos alma
y corazón
de ira santa.
¡Y ya no habría descanso
hasta lavar
la afrenta!
Si alguna vez alguien osara
hacerte
daño
¡qué coraje en nuestra
sangre y furor
en las adargas!
Allí los hijos nacidos de
tus entrañas
sabremos
entonces elevar clarines,
banderas
y saldar la afrenta.
CORO:
Si alguien
alguna vez a ti te ofendiera, ¡oh madre!
¡Qué estigma
en nuestras frentes! ¡Jamás ya habría
paz ni sosiego!
6.
Porque
yo contigo soy parte de la
misma caricia
y esencia;
de igual pulso y aliento
con que el mundo
se creara.
Idéntico el compás del
tambor en nuestras
venas.
Porque tenemos sincopado el
destino. Si
algo te pasara
es tuya y mía la misma
suerte. Porque
mis átomos
estuvieron contigo en la
misma explosión
nuclear
que dio origen a este
universo. Estuvimos
vivos allí
y abrazados. Ni yertos ni
calcinados sino
con el temblor
primigenio, resueltos y
luminosos tú y yo.
Y al fondo el ave
que bate sus alas, alza el
vuelo y surca
el horizonte.
CORO:
Porque
yo contigo soy parte de la misma
caricia
y esencia,
de igual pulso y aliento con que el
mundo
se creara.
7.
¡Contigo
bajo el mismo sol y para siempre,
adorándote,
unidas mis manos a tus
manos, ¡oh
madre!
palpitaron las partículas
de oxígeno
y carbón
que constituyen tu ser y mi
ser. No
como ceniza
sino como luz y calor
ensimismados.
Un rayo
incesante que estalla,
alarido y llama
que luego
trasmito por herencia a mis
hijos y
a los hijos
de mis hijos que no cesa ni
acaba;
de eslabón
en eslabón, de aquí para
siempre,
vuelta
tras vuelta hasta la honda
eternidad.
CORO:
¡Contigo
bajo el mismo sol y para siempre,
adorándote,
unidas mis manos a tus manos, ¡oh
madre!
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