¡FINALMENTE CÉSAR!
Lucy Martínez Zuzunaga
Pude abrazarme a ti César
en tus espacios claros
y de oscuros abismos
de tu Santiago de Chuco
donde empezaste
tus arpegios mayúsculos,
pude agitar mis alas
en el ondeante ritmo
del frondoso capulí
para anidar en el rocío
hasta ver mayo florecer.
Fui César, desborde apasionado
de mi sangre emergente
inundando la planicie
de tus vertientes frías
donde mojé mis carnes
en el imaginario beso crucificado,
donde mi alma sedienta se agitó.
Pude entrar en ti César
en tu fuego acariciado de versos
plena en mis angostos confines,
me dejé invadir de gotas blancas
sobre piedras negras inmoladas
y mis órbitas ciegas quemaron
el tiempo sin tiempos
en tu casa y sin ti
derritiéndome en la nada.
Me confundí en la agonizante entrega
de tu cárcel de fuego, sudor,
por barrotes de ira y terror
sentí humedad perforando el húmero,
la guadaña empezando a sonreír
con agonía de tu soledad sola
tan tuya, hoy, gravitando con la mía
tras tus letras que ya desbordan
por golpes de la vida,
tan fuertes ¡yo no sé!
Me dejé invadir por tu tierra
con el beso que es verso puro
en tus labios de poemas humanos
transitando en cada César nacidos
de tus propias huellas,
volé tras tu piel tan dorada como el trigo
tan andina me sentí en Santiago
te encontré César,
atrapar tus alada vida pude
a Paris me llevó tu propio vuelo
donde universales alas te cubrieron;
hoy, descanso en paz
porque finalmente César
finalmente ¡pude conocerte!
Lucy Martínez Zuzunaga
Pude abrazarme a ti César
en tus espacios claros
y de oscuros abismos
de tu Santiago de Chuco
donde empezaste
tus arpegios mayúsculos,
pude agitar mis alas
en el ondeante ritmo
del frondoso capulí
para anidar en el rocío
hasta ver mayo florecer.
Fui César, desborde apasionado
de mi sangre emergente
inundando la planicie
de tus vertientes frías
donde mojé mis carnes
en el imaginario beso crucificado,
donde mi alma sedienta se agitó.
Pude entrar en ti César
en tu fuego acariciado de versos
plena en mis angostos confines,
me dejé invadir de gotas blancas
sobre piedras negras inmoladas
y mis órbitas ciegas quemaron
el tiempo sin tiempos
en tu casa y sin ti
derritiéndome en la nada.
Me confundí en la agonizante entrega
de tu cárcel de fuego, sudor,
por barrotes de ira y terror
sentí humedad perforando el húmero,
la guadaña empezando a sonreír
con agonía de tu soledad sola
tan tuya, hoy, gravitando con la mía
tras tus letras que ya desbordan
por golpes de la vida,
tan fuertes ¡yo no sé!
Me dejé invadir por tu tierra
con el beso que es verso puro
en tus labios de poemas humanos
transitando en cada César nacidos
de tus propias huellas,
volé tras tu piel tan dorada como el trigo
tan andina me sentí en Santiago
te encontré César,
atrapar tus alada vida pude
a Paris me llevó tu propio vuelo
donde universales alas te cubrieron;
hoy, descanso en paz
porque finalmente César
finalmente ¡pude conocerte!
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Casa de César Vallejo en Santiago de Chuco