EL AROMA
PENETRANTE
DEL ANÍS
Danilo Sánchez Lihón
1. Morir
de olvido
Abril es mes dulce porque hoy hemos salido contigo a
las colinas húmedas y verdecidas donde estallan todas las flores de todos los
matices y colores.
Desde donde se divisa la hondonada por donde luchan
las neblinas para desenredarse de los abrojos y elevarse hacia el cielo
azulino.
Desde aquí sentimos el vaho de la tierra que exuda por
sus poros todas las plantas, los abejorros y manantiales.
Porque han calmado las tempestades y amainado las
avalanchas de marzo. Y se han mitigado los cierzos y aplacado los barrizales
interminables que nos detenían en los caminos.
Entonces desde las faldas de los cerros se extiende el
aroma penetrante del anís por toda la comarca.
Que es cuando tus ojos, niña, se vuelven más claros,
tus senos se abultan y tus labios se tornan carnosos.
Todo es anís en las nubes, en las piedras, en cada
pliegue de nuestras ropas y hasta en los nevados lejanos y en sus picachos
blancos.
2. Huele
así
Y como el anís todo es hondo, cristalino y
transparente.
Anís que crece a nuestros pies como hierba silvestre y
que se enreda hasta entre las pencas.
Que invade los campos y lo inunda todo con su
fragancia
Y tú, para perennizar aún más el paisaje con este
incienso, arrancas y ondeas esa rama con sus flores por encima de mis ojos,
diciéndome:
– Para que nunca olvides ni tu tierra, ni tu pueblo,
ni tu gente.
– ¿Y de ti?
– Y no te olvides de mí.
Y luego
exprimes uno solo de esos cogollos cargados de sus pequeñas flores blancas, de
que se cubren los campos.
– ¡Mira, se
huele así, pero cerrando los ojos para que todo se vuelva fragancia! ¡Y para
que ya nunca muramos de olvido! –Adviertes.
3. Tus
dos manos
Y, apenas inclinada, llevando en tus hombros tu leve
rebozo de niña, frotas las hojas con sus capullos y haces que yo huela esa
fragancia en el cuenco de tus manos.
Y entonces allí, con los ojos cerrados, es donde me
convenzo que se concentra todo: el antes, el ahora y el después.
Se juntan los valles profundos, los ríos caudalosos y
serpenteantes como también los riscos lejanos con sus nieves eternas. Y tus
ojos y mis ojos, y tus trenzas de niña tierna.
Allí, en el hueco de tus manos están contenidos juntos
los soles extasiados, las lunas y las estrellas bogando serenas en lo alto del
cielo.
Así como las penas, que ni se dicen ni se cuentan,
sino que se quedan encerradas en un cuenco de plata, como este que han hecho
ahora y para siempre tus dos manos que se curvan hacia mí.
4. Si lo callé
o se lo dije
Eso hiciste conmigo, para que yo nunca más me libre de
ellas, ni en mis sueños ni en la vigilia. Y que arrastro lacerado sus cadenas
por todos los senderos.
Olor del anís
que invade e inunda los campos, no como infusión o mate sino como brisa y
latido que entresaca ese aroma de las colinas y bajíos donde el anís crece como
hierba silvestre.
Y que yo lo recuerdo a pulmón abierto, lleno de tus
gestos y tu falda que mece el viento. Brisa de anís que me embriagó con su
aroma eterno hiriéndome de muerte desde el borde de la taza de tus manos
doblegadas hacia mi frente.
Y ahora es lo único que estoy seguro llevaré de este a
otros mundos, por donde camine con tus manos dobladas hacia mi corazón sangrante.
Entonces era cierto que embruja y la demostración es esta pena.
Y aquello que sólo en aquel instante se pudo soñar y
decir. Aquello que esperabas que yo diga. Y sufro en no saber si lo callé o te
lo dije.
5. La soledad,
la lluvia, los caminos
Sufro en pensar que no podré decirlo nunca. Ahora que
ha quedado confundido a la profundidad de ese momento, a la hondonada y al
paisaje de la tarde.
Por eso, abril es mes transido porque en él se celebra
casi siempre la Semana Santa, atroz y compungida.
Porque en este mes Jesús otra vez es coronado de
espinas. Y atravesado por Longinos con su lanza.
Y nosotros lo vivimos cada paso, porque lo vemos en la
representación que se hace por las calles y en las procesiones lastimadas.
Es mes transido porque en esos días murió César
Vallejo en París, muy lejos de su tierra, hecho que fue su mayor desamparo y lo
agobió de pena.
A quien “le pegaban todos sin que él les haga nada; le
daban duro con un palo y duro también con una soga".
Y "son testigos los días jueves y los huesos
húmeros, la soledad, la lluvia, los caminos...”.
6. Al fin
llegas
Abril finalmente es volver. Es regresar a las aulas.
Es corretear en el patio y corredores de la escuela.
Es entrar a los salones húmedos y abrir de par en par
las puertas a fin de que ingrese la vida.
Es recoger el sol que ha salido radiante por entre los
picachos de la cordillera mostrándole nuestras manos inocentes.
Es trepar a un altozano y acariciar la teja más
cercana diciéndole con el alma lo bien que se ha portado frente a los
aguaceros, sin dejar de mirar las nubes que se apelotonan amenazantes.
Pero en esto quiero ceder la palabra a mi paisano, el
poeta Inti Túpac, alma intensa y trémula, educador inspirado y, como yo,
sufrido amante de su tierra.
Y quien en sus libros ya inhallables: como "Canto
de Navidad", “Canta pajarillo” e “Inti Raymi”, cultivó una literatura
diáfana y encantada, de cedrón, yerba buena y toronjil, diciendo así:
7. Ven
junto a mí
PRIMOROSO ABRIL
Al fin, al
fin llegas,
primoroso
Abril...;
mis puertas
abiertas
tengo para ti.
Cuántas
flores traes,
¡cuántas!,...
un sin fin...
perfumes qué
suaves...!,
dicha de vivir...!
Pasa, pasa,
pasa...
ven para
reír.
tu carga,
Ven, siéntate aquí.
Febrero fue
largo;
Marzo, ¡qué
decir!;
el frío, muy
malo;
constante el sufrir.
Más no esperé
en vano...
¡Llegaste,
por fin!
¡Cuánto sol,
oh, cuánto
traes para mí...!
¡Qué trinos
más dulces
vienen junto
a ti;
cantares,
runrunes...
todo lo feliz...
El río
cantando
también viene
aquí;
y el verdor
del prado
más verde es por ti!
¡Ah! Ya no te
vayas,
delicioso
Abril...
a mi Escuela
amada
vente junto a mí.
Allí
jugaremos
riendo sin
fin,...
sin fríos
inviernos,
en fresco
pensil.
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