Danilo Sánchez Lihón
1.
Mirando
a
los ojos
Escuchar es un aprendizaje mayor, arduo
y hasta supremo; sino preguntémonos: ¿cómo es que el niño a muy tierna edad,
casi paralelo a dar sus primeros pasos en la vida, también aprende a hablar? Y
lo hace: ¿con qué recursos? ¿Con qué métodos? ¿O con qué planes y estrategias?
Con ninguno. O mejor dicho, ¡con todos!
O, si queremos decirlo de mejor modo: lo
hace con la actitud infalible, contundente y perfecta, a partir de la cual se
desprenden todos los demás aprendizajes y dones, cual es: escuchando. Simple y
llanamente lo hace escuchando, que es cómo alcanza a realizar el niño el
aprendizaje más cabal, completo y exitoso, como es aprender a hablar una lengua humana.
Y realiza de manera estupenda esta
performance porque el niño es prodigioso en el arte de escuchar. Porque es un
excelente y extraordinario decodificador oral. Porque mientras escucha analiza,
clasifica, organiza y aplica mentalmente las estructuras profundas que va
asimilando y que forman parte de la nomenclatura de una lengua. Hay una
anécdota que cuenta lo siguiente:
2. Mundos
diferentes
Kabir envió a su hijo Kamal al campo
cierto día a cortar un poco de hierba. Kamal se va y no vuelve. Llega la tarde
y llega la noche y Kabir aguarda y las vacas que crían están hambrientas.
¿Dónde se ha ido Kamal? Entonces Kabir decide ir a buscarlo.
El sol se está poniendo, el viento
sopla, la hierba ondula como las olas, y Kamal está ahí cimbreándose con la
hierba. Todo el día se lo ha pasado así, y Kabir llega y le dice, «¿Te has
vuelto loco Kamal? ¿Qué es lo que haces?»
De repente Kamal es traído de vuelta a
un mundo diferente y dice, «¡Oh! me volví como la hierba. Me moví con ella,
bailé con ella y olvidé el por qué había venido aquí. Dímelo ahora, ¿a qué
vine?»
Kabir le dice, «¡A cortar hierba!»
Entonces Kamal se ríe y le contesta,
«¿Cómo puede uno cortarse a sí mismo? Hoy no es posible. Volveré otra vez y lo
probaré, pero no puedo prometerte nada porque he conocido una dimensión
distinta. Un mundo diferente se ha abierto ante mí».
3. Para evitar
las guerras
¿Qué es lo que le ocurre en esta
instancia a Kamal? La identificación plena, la empatía henchida y la totalidad.
Entrar a otro cuerpo, sumirse en otra instancia, dejar de ser parcialidad para
hacerse totalidad.
¿Se puede alcanzar todo esto sin
concentración de los sentidos, sin inteligencia de la mente y sin meditación
del alma y del espíritu? ¿Se puede transformar la vida sin consustanciación con
lo creado y por crear? No.
Ahora bien, el niño para meditar no
necesita apartarse a un lugar solitario ni agachar la cabeza ni arrodillarse ni
juntar las manos en actitud piadosa. Él aprende a hablar y medita mirándonos a
los ojos. El absorbe con empatía total mirándonos de frente y sin pestañear.
Él medita con nuestro cerebro, se
introduce a nuestra manera de pensar. El escucha con el corazón, el alma y la
conciencia del otro, práctica que si lo cultiváramos también los adultos serviría
para evitar las peleas en el hogar y en la comunidad pero también la guerra
entre los pueblos.
De allí que la mirada del niño sea tan
directa, tan transparente, tan fija; y al fondo de todo lo que se puede
alcanzar mirando llanamente a los ojos.
4. Y
todo esto
Aquel saber escuchar del niño para
hablar es el que nosotros debemos tratar de intuir cómo es y luego aplicar en
todos nuestros procesos de aprendizaje. Desarrollar las capacidades de escuchar
y hablar propias de la lengua oral es también preparar las condiciones más
propicias para que se produzcan las de leer y escribir que son propias de la
lengua escrita.
Una buena comunicación, un adecuado
desarrollo del área de la comunicación integral es el cimiento para edificar
una adecuada y promisoria conducta lectora. Por eso, antes y más que enseñar a
leer y escribir hay que enseñar a escuchar y a hablar, a expresarse bien, a tener
ideas claras y precisas.
Marshall McLujan advertía que la
«Galaxia Gutenberg», en donde había sido casi omnímodo el poder de la letra
escrita, o de la imprenta, llegaba a su fin. Y que ingresábamos a una etapa
mítica, de aldea global, retomando una percepción y relación con la realidad de
una cultura preliteral, en donde la voz, la palabra oral volvía a adquirir
plenitud y poder, y todo esto en verdad constituye una buena noticia.
5. Más
luz
Escuchar es procesar y someter todo a la
rueda de un molino interior que tritura cada brizna en unos alambiques supremos
a fin de extraer de aquella agua bebida un vino nuevo puesto en odres que
celebren la boda que a cada instante es la vida cuando nos presenta el milagro
de la creación y de nosotros continuar existiendo.
Supone también tener dentro de nuestro
ser esos alambiques y un fuego propicio para procesar convenientemente lo
captado. Y en donde todo lo que ingresa se reanima inmediatamente bajo una
forma diferente y más sabia todavía, en donde todo adquiere más encanto y más
luz.
Lo que antes tenía cuernos y podía ser
la luna en su cuarto menguante, ahora es la cuna de un recién nacido o desde
donde se balancea el columpio un ángel. El arte de escuchar como el de leer o
como el Arte de Ver nunca son en su grado superior de carácter sensorial.
6. Sabiendo
escuchar
Escuchar es entonces un largo proceso de
reconocimiento exterior en diversos planos y de procesamiento interior en
diversos alambiques donde participan todas las facultades y dones de que
estamos dotados los seres humanos, para producir una síntesis como un vino
nuevo en odres nuevos.
Oír es una facultad innata, sensorial y
perceptiva. En su sentido más lato es una función mecánica. En cambio escuchar
es un largo aprendizaje.
Es un arte y como todo arte implica
dominios, talentos y arduos aprendizajes hasta el punto de constituir una
sabiduría. Hay muchos hombres que pueden decir cosas buenas, pero pocos son las
que la saben escuchar.
¡Cómo evitarlas las guerras? Con el
entendimiento. ¿De qué manera ponemos las bases para que los conflictos aminoren
o ya desatados se disipen sobre la faz de la tierra? Sabiendo escuchar.
7. Para
gobernar mejor
Por eso el mejor gobierno que ha
existido es el de la nobleza cuzqueña en nuestra cultura primigenia y
ancestral, pero que para gobernar bien tuvieron que agrandarse las orejas y
abrirlas más aún, y no tanto sus bocas, al punto de recibir como apelativo el
de «orejones».
Hay un significado profundo en estos
hechos antropológicos, porque ellos alcanzaron a civilizar a los demás hombres
y pueblos en la más vasta extensión que haya tenido un reino sobre la faz del
planeta. Y cuando más se extendían más se agrandaban las orejas a tal punto que
este rasgo llegó a considerarse como un signo de distinción. Y cuando ya no
podían oír más por sí mismos idearon un tipo de funcionarios que eran los
oidores del reino.
Hay aquí una enseñanza que debemos
recoger cual es que mientras más nos elevemos en dignidad, ampliemos más
nuestra capacidad de oír y atender lo que anhelan expresarnos las personas a
las cuales nos debemos; y mucho más si se trata de las personas a quienes hemos
aceptado representar escuchan do mejor lo que la gente siente, piensa y anhela.
Tengamos más oído a la opinión del colectivo social afinando nuestra
percepción, y todo esto a fin de gobernar mejor.
*****
El texto anterior puede ser
reproducido, publicado y difundido
citando autor y fuente
Teléfonos: 420-3343 y 602-3988
dsanchezlihon@aol.com
danilosanchezlihon@gmail.com
Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:
Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Ediciones Capulí: capulivallejoysutierra@gmail.com
Ediciones Altazor: edicionesaltazo@yahoo.es
*****
CONVOCATORIA