PARA
LA LECTURA
Danilo Sánchez Lihón
Para el analfabeto
a quien escribo.
César
Vallejo
1. Lector
fascinado
Decir que debemos lograr que los niños sean grandes
lectores antes de aprender a leer, puede parecer una broma o una tomadura de
pelo; pero no es así; los niños mucho antes de ingresar al proceso de la alfabetización
ya deben corretear o volar con su imaginación por los grandes espacios abiertos
por la fantasía del hombre y que han quedado plasmados en las páginas de los
libros.
Aún antes de saber leer los niños deben pasearse y
holgar por los caminos, bosques y praderas que ha urdido la mente humana y que
felizmente han sido registrados o codificados en escritura. Claro está que ello
sólo será posible si el niño tiene un médium o un intérprete, para lo cual no
debiera haber dificultad, pues para eso es que existen padres, hermanos
mayores, abuelos y tíos; y, en general, adultos que tienen la responsabilidad y
deben estar dispuestos a leerles los libros y textos escritos.
No debemos esperar que los niños deletreen las
primeras letras del alfabeto para que recién ingresen a hacerse contertulios
del mundo de los libros. Será muy tarde si eso ocurre para hacerlo un lector
fascinado. Un niño será casi una causa perdida para la lectura gozosa si es que
realiza su primera experiencia de contacto con los libros a través del texto
escolar o de la cartilla del abecedario.
2. Su fondo
y su clave
Si así aconteciese es probable que ya no sería posible
recuperar a dicho niño para la lectura asidua y placentera; o dicho de otro
modo: si es que recién el niño tuvo contacto con los libros en el Primer Grado
de Educación Primaria será lamentable y triste, puesto que es de suponer que
esos libros serán los textos o materiales escolares, circunstancia que será una
limitación muy seria para poder despertar en él el amor por los libros.
Más bien el niño debe gustar, conocer y deleitarse con
los libros aún antes de saber descifrar sus letras. Antes de esta instancia que
es dura él debe tener la experiencia de que los libros dan placer, que son
gratos, que son varitas mágicas que abren mundos encantados, poblados de seres
y de historietas fascinantes, de situaciones comunes pero intensas, o bien de
experiencias extraordinarias.
Y todo ello mucho antes de ingresar por el portón de
la escuela. Mucho antes de poder desarrollar la relación libro-currículum o
programa de estudios, la persona humana debe haber sentido en su fondo y en su
clave el hechizo que tiene la palabra escrita de encerrar mundos extremadamente
atrayentes, encantadores y significativos.
3. Afición
al libro
El niño debe incorporar el hábito de uso y afición al
libro antes de su experiencia escolar y estudiantil, porque si lo hace recién
cuando ingresa a la escuela relacionará lectura a tareas escolares, a lecciones
en el aula y a trabajo forzado.
Y eso no es bueno que esta asociación ocurra ni se
establezca, porque si las tareas escolares resultan dificultosas –hecho que
casi siempre sucede– vinculará esta misma sensación para con el libro.
En el desarrollo del comportamiento lector de los
niños se ha demostrado que los siguientes factores son los decisivos en la fase
de la motivación y en el orden que se enumera a continuación:
1. La relación del libro y la lectura con el deleite y
el placer.
2. La cantidad de libros con que el niño logra
relacionarse.
3. La vinculación del libro con el juego.
4. La capacidad de desarrollo del niño con en el
lenguaje.
5. La inteligencia.
6. La vocación y dedicación de los padres, incluida
aquí la posición económica en la cual se ubica el hogar.
4. Libros
y placer
Para que haya una actitud motivada hacia la lectura de
parte de niños, jóvenes y adultos, ésta debe relacionarse a experiencias de
agrado y de placer; asociación y vínculo que debe cultivarse con imaginación y
suma paciencia. Para ello, debe haber una ligazón de la lectura con el mundo
afectivo: con lo grato y emocionante; de ahí que, por ejemplo, se aconseja a la
madre hojearle un libro al niño cuando lo acuna en sus brazos, logrando que él
asocie siempre la acción de leer a esa relación tan estrecha, cálida y
entrañable.
A los libros hay que concebirlos como alternativas o
vías terrenales para hacer posible la felicidad, para alcanzar una vida intensa
y orientada hacia lo excelso y sublime; hecho que parece obvio pensarlo así
pero que no acontece de ese modo sino que al contrario, siempre estamos
imponiendo la noción de lectura, como también de libro y biblioteca, como si
fueran obligaciones coercitivas y trabajos penosos a realizar, quitándole
aquello que los hacen más atractivos, cuál es su capacidad de recreación y
esparcimiento.
El niño ha de relacionar el libro con lo más querido
para él, como es su habitación, su hogar: sus hermanos y sus padres. Inclusive,
y pasando a otro plano, debemos tener y alentar una noción mucho más liberada
respecto a la biblioteca, dejando de concebirla como ese ente arcaico, rígido y
solemne, perdido en el tiempo, en donde se hace silencio y donde se establece a
rajatabla la disciplina y la formalidad.
5. Departir
con ellos
En los países desarrollados se fabrican “libros
desechables”, “libros para el jardín”; “libros flotantes para la tina o bañera”, a fin de que el niño juegue
libremente con ellos, hasta tal punto de estar hechos algunos para que sean
rotos y destruidos, acostumbrándolos así a tener un trato muy familiar con
ellos. También ocurre muchas veces, y vale comentarlo porque interviene mucho
en la relación lector infantil y libro, que aquello que desde nuestra posición
de mayores hemos decidido que es inválido e inútil, para los niños adquiere la
dimensión de lo atractivo y sugerente, principalmente porque pueden actuar con
libertad y con propiedad frente a aquello que desechamos.
Hagamos sino la prueba de darles un libro más o menos
apto para su edad, con figuras, colores, letras grandes y encuadernación
fuerte, de carátula luminosa y colorida; diciéndoles que es suyo, que pasa a
ser de su propiedad total y absoluta, que pueden hacer con él lo que quieran.
Es seguro que harán algo que para nosotros quizá este fuera de nuestros
esquemas, pero para ellos significará una fórmula de apropiación. Cuando pongan
sus marcas, recién entonces adquirirá para ellos la dimensión de lo
inapreciable, la categoría de tesoro o juguete, que es lo mismo a hacerlo de su
plena posesión, con lo que queremos remarcar que no solamente es necesario
poner los libros a su alcance sino que debemos darles la plena libertad para
relacionarse y departir con ellos.
6. Ambientes
llenos de libros
Asimismo, tiene mucha importancia en el fomento de
hábitos de lectura, condicionar para los niños ambientes llenos de libros,
tantos en el hogar, en la escuela como también entre las relaciones sociales.
Los materiales de lectura deben estar al alcance de las personas para que los
tomen en cualquier momento y descubran por sí mismas su magia, su encanto y su
valor.
Es bien sabido el proverbio que dice: “Ninguna cosa
puede amarse si no se la conoce”, razón por la cual los encuentros con los
libros deben darse en todas partes, en distintos niveles y bajo múltiples
formas.
Libros de diverso tipo deben esparcirse en todos los
lugares por donde están los niños, en sitios y en horas inesperadas, como seres
vivos que son. Y quienes en cualquier momento se miran profundamente a los ojos
y se enamoran.
Es pues del conocimiento, del contacto y luego del
amor y la posesión, de donde surgen esas uniones felices y matrimonios cabales,
con hijos que son otros tantos libros hechos y derechos. Hay entonces que
sembrar y regar libros en los lugares donde están los niños y, sobre todo,
libros ilustrados para lo más pequeños que recién comienzan.
7. Verdad
y revelación
Si hacemos de la lectura, del libro y la biblioteca
presencias amables, avanzaremos en lograr que ella no sea privilegio de algunas
personas ni de élites minoritarias, sino prácticas mucho más abiertas,
comunitarias y populares.
Inclusive, cuando un niño o joven leen algo divertido
y placentero adoptamos el prejuicio, desde nuestra posición tiesa y formal, de
creer que están perdiendo el tiempo; apareciendo entonces la censura o el no
tomar en cuenta tal divertimento como una actitud constructiva y de la mayor
trascendencia. Y es que hemos caído en el error de concebir que sólo nos
educamos o trabajamos cuando hacemos algo duro, fastidioso y desagradable. No
apreciamos que también trabaja el niño jugando, el adolescente encontrándose a
sí mismo, el joven sintiendo fruición por un descubrimiento, o el profesional
gozando en transformar lo ya conocido anhelando crear un mundo mejor.
Leer es conversar con uno mismo, es un dialogo íntimo,
comparable con el rezo y la oración. No es la soledad, sino una honda
confidencia con el propio yo y los demás, porque podemos estar muchas veces
solos y pensando en nosotros, pero la lectura es mucho más porque nos descubre,
nos revela nuestros propios secretos, nos enfrenta en un conocimiento descarnado
de nosotros mismos, cotejando nuestra vida con los significados que nos ofrece
el texto que de ser así se convierte en el mundo pero como verdad y revelación.
*****
El texto anterior puede ser
reproducido, publicado y difundido
citando autor y fuente
Teléfonos: 420-3343 y 602-3988
Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar
a:
*****
CONVOCATORIA