martes, 2 de febrero de 2016

2 DE FEBRERO: SE CREA EL RÍMAC - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 
 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2015 AÑO
DE LA DEFENSA DE LA VIDA
Y DEL PLANETA TIERRA

 
FEBRERO, MES DE LOS HUMEDALES,
DE NUESTRAS LENGUAS NATIVAS, DE
RICARDO PALMA Y FEDERICO BARRETO
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
 

SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL

 
*****
 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Y
UNIVERSIDAD RICARDO PALMA
PANEL CONMEMORATIVO
EN EL DÍA DE LA LIBERTAD
DE CÉSAR VALLEJO
PRISIÓN, LIBERTAD
Y ÉGIDA MORAL
EN CÉSAR VALLEJO
EXPOSITORES
JORGE KISHIMOTO
Director del Centro de Documentación
e Investigación César Vallejo
IVÁN RODRÍGUEZ CHÁVEZ
Rector de la Universidad Ricardo Palma
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
Presidente del movimiento cultural
Capulí, Vallejo y su Tierra
FRANCISCO TÁVARA CÓRDOVA
Presidente
del Jurado Nacional de Elecciones
VIERNES 26 DE FEBRERO. 6.30 PM.
CENTRO CULTURAL CCORI WASI
UNIVERSIDAD RICARDO PALMA.
AV. AREQUIPA 5198, MIRAFLORES
Ingreso libre.
Se agradece su gentil asistencia
 
*****
 
2 DE FEBRERO
 
 
SE CREA
EL
RÍMAC
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
 
UNA FLECHA
ARROJADA
AL AMANECER
 
 

Danilo Sánchez Lihón
 
 
"A vosotros los audaces, buscadores,
y a quien quisiera que alguna vez
se haya lanzado con astutas velas
a mares terribles. A vosotros los ebrios
de enigmas que gozáis con la luz
del crepúsculo, cuyas almas son atraídas
con flautas a todos los abismos.”
Nietzche
 
1. Salven
al niño
 
El primer recuerdo que evoca Ernesto Ráez se remonta y se ubica en un lugar preciso, cual es el balcón de su casa natal en el Rímac donde él nació, con un barandal añejo, desvelado y redondo.
Tenía que ser redondo, como lo es un local para el arte dramático, o como lo es un escenario teatral, o como lo es la vida misma.
Desde allí mira la calle y el vecindario, el universo y los celajes; desde cuando tenía cuatro años.
Y su primera reminiscencia es el terremoto de 1940, que por el antojo de la tierra de jugar al columpio y al tobogán, fue sepultando casa por casa, y con ellas a las personas que moraban dentro, y a otras que por allí pasaban, mientras ante sus ojos fascinados se amontonaban los escombros.
Pero él, en aquel balcón alucinante estaba admirado y casi maravillado de ver cómo el mundo palpitaba, se sacudía y hamacaba con el sismo.
Y cómo, de un momento a otro, el planeta de suyo indolente esta vez tenía el capricho de ir cambiando todo de su sitio, haciendo que  cayeran derrumbados los techos, los postes y ocupase su lugar y hacia arriba el subsuelo desflorado.
Y lo insólito es que él no sentía miedo, al contrario, le divertía ver cómo todo se hamacaba en tanto él en el balcón subía del suelo de un lado al suelo del otro lado en la pared vetusta, mientras la gente gritaba histérica antes de desmayarse:
– ¡El niño! ¡Salven al niño!
– ¿Dónde?
– ¡En ese balcón!
Esta es la raigambre de Ernesto Ráez Mendiola, la contemplación fascinada incluso de una catástrofe.
 
2. Aquel
balcón
 
Toda la alarma de los demás era de ver cómo la casa en donde aquel niño estaba se hundía y volvía a ponerse de pie. Y tanto fue así que él cogió el ritmo del vaivén y empujaba con todas sus fuerzas para dar mayor impulso al columpio inusitado.
Le daba la ilusión que ese balanceo lo iba a dejar trepado al borde de la cornisa de la casa de enfrente que era la única que se mantenía en pie, pero que para colmo justo cuando ya la alcanzaba ya había desaparecido y solo de ella quedaban ruinas humeantes.
Creo que esta evocación, ajustada a los hechos y que no deja de ser tremebunda, es una imagen cabal de lo que Ernesto Ráez es intelectualmente.
Es un movimiento sísmico, telúrico pero donde él es el epicentro. Es un maremoto, un aluvión con sus inevitables derrumbes y desmoronamientos, a fin de cambiar de vez en cuando el lugar convencional y rutinario de los hechos y las cosas.
Con estas experiencias en la base de su existencia ¡imaginen entonces lo que tenía que ser el destino para él! Tenía que ser movimiento, espectáculo y eclosión.
Justamente lo que él es ahora en su vida de artista y maestro, resumido en aquel balcón que a su vez anticipa y recrea el aula, la escuela y la universidad donde él trabaja, redondo, traslúcido y hacia lo alto como una atalaya y como era ese balcón.
 
3. Esas
criaturas
 
De allí deriva también que su mente y su alma estén llenas de horizontes y ensoñaciones. Y de atardeceres descalabrados.
Es decir, esté lleno de realidades e idealizaciones inesperadas, como cabe presentirlo para quien ve el espectáculo del mundo desde un lugar suspendido sobre el abismo, como puede ser un alero para el ave que busca hacerse un nido.
Lugar para el grito cortante y jubiloso del confeso y convicto suicida.
Esta casa, donde nació y se crió Ernesto está, ¡perdón, tendría que decir estaba!, pero me reafirmo está, nada menos que en la calle de Los Barraganes, a una cuadra de la Iglesia Nuestra Señora de La Cabeza, en donde hoy se alza el Puente Santa Rosa de Lima, al final de la avenida Tacna y en lo que ya es la entraña del Rímac.
Al frente quedaba, queda en la memoria, el Callejón de las Carrozas donde se guardaban, se guardan todavía, esos vehículos de la época de La Colonia. Allí, en esa calle, vivió, vive en la memoria, también Adolfo Winternitz, famoso vitralista, pintor y, sobre todo, quijote; en estos tiempos funestos.
Al lado está la calle Camaroneros llamada así porque se expendían, aún agónicos, los camarones que se extraían de entre las aguas terrosas, las arenas y guijarros del río Rímac cuando, ¡imagínense esos tiempos!, el río albergaba suculento a esas criaturas que son las más antiguas del planeta Tierra.
 
4. Nadie
como él
 
Sé que se están riendo, y no me creen, pero ¡qué lo vamos a hacer! ¡Había camarones en el río Rímac en tiempos aún recientes o no muy lejanos!
Pero esa era también la calle tradicional donde se hacían las banderillas para las corridas de toros de la Plaza de Acho.
Es más: vivían allí los banderilleros predestinados, famosos unos; y otros aún niños que soñaban serlo.
De allí es que le han salido y quedado a Ernesto los pasos dobles, los lances de pecho; y la suerte del cerviguillo que él aplica y hace en el campo de las ideas y del arte pero ya de la escritura o de los escenarios teatrales.
Y el lance de espada, y las estocadas que perpetra, y que le vienen de haber sido vecino y contertulio nada menos y nada más, que de Susoni, ¡el famoso torero Susoni!
De él se cuenta que pactó con el diablo para hacer el pase de rodillas al poner las banderillas, hecho jamás visto y que hacía con toros de la Viña primero, y después con los mismísimos toros de Miura, que algunas veces se traían desde España hasta la dorada y acaudalada Lima.
Igual que ¡aquellos pases! que yo le he visto hacer a Ernesto con otra clase de toros más aviesos porque los cuernos los tienen escondidos.
Pero, para cincelar aún más los blasones de su escudo de armas, diré que es un limeño pero con raíces que vienen de Huancayo. ¡Y nadie como él en el Perú para tener de inga y de mandinga!
 
5. Cada gota
de su sangre
 
Y "¡de aquello que no se nombra!", punza él, o me lo dice. Si no veamos como ejemplo: de su sangre oriental, o más concretamente de chino. Porque su abuelo de parte de madre fue chino legítimo, sin mezclas y venido como esclavo de aquel lejano continente.
De allí que podamos decir de Ernesto que es una síntesis de razas, y no de un horizonte lejano o remoto, como estamos dispuestos a aceptar la mayoría de nosotros, sino de generaciones recientes, de primos y hermanos que han jugado con él la "pega-pega", "el ángel de la bola de oro" o el “Matatírula, tirulá”.
Y que eran: o bien unos indios cobrizos y de silencios más hondos que una cueva. Otros: negros jetones y lisurientos. Otros chinos rasgados y fumadores empedernidos. Sin faltar los blanquinosos indecisos y frecuentemente pusilánimes.
Es decir: ingas de lana, en vez de pelo; mandingas de trago corto y calenturientos, chinos de bodega de esquina y blancos titubeantes.
Esos no son sus "ancestros", como decimos nosotros, sino sus parientes cotidianos de carne y hueso, vigentes y actuantes. ¡Y eso es el Rímac!
Un crisol de razas que generalmente se esconde, se calla y menosprecia; pero que para él son un orgullo que luce en su pecho y en su frente sin ambages. Y lo ostenta sin dilaciones ni subterfugios.
Y yo creo que de esa argamasa, de esa olla de grillos que es cada gota de su sangre, le vienen sus pócimas conceptuales, sus concentraciones mentales, sus aspavientos ciclópeos, sus interjecciones aquí impronunciables.
 
6. La arcilla
que somos
 
Ahora bien, todo ello ya sería bastante si solo fuera herencia. ¡Pero, no! Él participa plenamente de esas vidas, de esos ritos y de esas costumbres.
Ha sido y es miembro activo de sus cofradías, de las famosas encerronas.
Ha sido militante activo en el camión con los cilindros de agua para mojar –¡maldita sea!– a la pobre gente en las calles en días de carnavales en el mes de febrero.
Ha sido puntual en la asistencia a las novenas de San Alfonso y la visita a las 14 iglesias en Semana Santa, que hasta ahora cumple fresco y orondo a ratos, compungido y atribulado en los momentos que esa actitud convenga.
Con su abuelo chino, lacónico y misterioso, y que nunca decía más de 10 palabras por día, prácticamente ha vivido.
Y, como él dice, con sus parientes negros: "se ha hundido hasta el fondo" en las fiestas y aquelarres de estos y otros sitios.
Participa de sus habladurías, picardías y jaranas interminables. ¡Con todo su desbordante entusiasmo y, también, con sus descarnadas penurias y miserias!
Entonces, él es expresión mestiza, plena y total, síntesis de todas las sangres, producto quintaesenciado y vital del Rímac, donde confluyen caudales plenos de amor y desvarío.
Y de donde deriva, creo yo, su adhesión instintiva, visceral y unánime por todo lo popular; por el humus, el barro y la arcilla que somos como pueblo, ¡carajo!
De allí su emoción profunda y conmovedora por la hilacha y el pedazo de cartón tirado a la vera del camino que somos los peruanos de las clases populares.
De allí le viene el registro sinfónico y epopéyico de su adhesión y de su compromiso social y obstinado por la vida.
 
7. Con luces
y resonancias
 
Y hay otro antecedente que para mí explica cómo la existencia para él no solo es contemplación sino pelea, pugilato y entrevero de cuchillos.
Y es lo que él cuenta, que vio desde el balcón de su casa que es el mismo del terremoto, un día también memorable. Y que fue cómo dos morenos hacían flamear en el sol, llevando a la altura de sus ojos estupefactos, el filo de sus navajas en una pelea a muerte de titanes.
En la pelea daban saltos, sacaban y escondían el fulgor a muerte de sus armas, con las cuales buscaban el borbotón caliente de las venas y la sangre de su enemigo.
Eran, en la desgracia e iniquidad héroes homéricos de una Iliada u Odisea, que ocurría en aquel pedazo de calle por alguna Elena de Troya, que vivía sumergida en lo hondo de esas casuchas miserables de barro y esteras.
Y en el fragor de esa batalla, en el minuto aciago, ver la sangre surgir del pecho de uno de ellos inundando a raudales. No olvidemos, ¡por favor!, de decir que la calle de Los Barraganes, donde él nació y vivió, está detrás ¡o delante también, se podría aseverar!, de Malambo, famoso barrio de bandidos que aún reverbera con luces y resonancias perversas.
Porque allí pelearon hasta morir esos cíclopes negros que fueron Carita y Tirifilo, cuya epopeya fuera cantada nada menos que por don Ciro Alegría Bazán en su libro escalofriante "Duelo de caballeros".
¡Barrio infausto, prohibido e innombrable, que espantaba con su sola pronunciación! Allí nació y vivió Ernesto Ráez y es allí que veló su adarga y escudo con los cuales ha ganado mil batallas para el Perú y el mundo.
 
 
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