martes, 2 de febrero de 2016

2 DE FEBRERO: DÍA DE LOS HUMEDALES - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 

CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2015 AÑO
DE LA DEFENSA DE LA VIDA
Y DEL PLANETA TIERRA
 

FEBRERO, MES DE LOS HUMEDALES,
DE NUESTRAS LENGUAS NATIVAS, DE
RICARDO PALMA Y FEDERICO BARRETO
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO

 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL

 
*****
 
SOÑARSE CON VALLEJO

Yo era un vendedor inverosímil
en el valle de Chicama,
al que todos los días viajaba en tren.
A veces,
recordaba al tren de Menocucho
en que viajaba Cesar Vallejo,
a Santiago de Chuco.
Vallejo había muerto ya en Paris
con aguacero.
Mi viaje era muy monótono,
como Einstein.
Una pampa verde:
sueño de la caña de azúcar.
Halcones, palomas, acequias,
ficus, nada más había.
Los jornaleros serranos
silbaban tonadas muy tristes
y severas como sus machetes.
De regreso a Trujillo,
me quedé dormido en el tren.
Vi que subió un pasajero
y se sentó a mi lado.
Era César Vallejo.
Nos saludamos con sumo respeto.
Yo, en prosa; él, en poesía.
Él iba muy triste como era
su costumbre.
El tren paró en Chiclín.
Me desperté. No había nadie a mi costado.
Ni nadie a quien contarle mi hermoso sueño,
que nadie lo hubiera creído.
Nadie lo hubiera creído por una razón
muy simple:
Cuando Vallejo iba de Trujillo
a Santiago de Chuco.
siempre tomaba el tren a Menocucho
Nunca tomaba el tren a Chicama.  
¿Cómo pude haberlo visto esa vez?

MANUEL JESÚS ORBEGOZO
 
*****
 
2 DE FEBRERO
 
 
DÍA
DE LOS
HUMEDALES
 
Humedal de Huacarpay (CUSCO) - Foto: Nalo AB

FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
 
EL AGUA
DE
MI PUEBLO
 
 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Sustentando
la vida
 
¡Niños y jóvenes!
Hoy día 2 de febrero de cada año ha sido asignado a nivel mundial para hacer conciencia y dedicar atención a los humedales a fin de velar principalmente por su conservación.
Son aquellas zonas de la superficie terrestre por donde aflora el agua, que a veces es visible y otras veces no, y en donde se crea un particular ecosistema biológico en interrelación con el medio ambiente.
Dentro de este orden se incluyen: las ciénagas, los esteros, las marismas, los pantanos, las turberas, los manglares y, sobre todo, y en nuestro caso, las cabeceras de cuencas alto andinas, ¡niños!
Se ha dedicado hoy día a los humedales a fin de reflexionar y hacemos responsables de su conservación, porque hay la idea de que estas presencias no son útiles, no sirven, se los cubre de cemento o se arrojan sobre ellos desechos, y por estar en los lugares alejados y frígidos entonces podemos hacer con ellos lo que se nos antoje.
¿Cómo qué? Utilizándolos como depósitos de relaves de minas, cuando es desde allí que descienden las aguas por el subsuelo para aparecer en lagunas y manantiales como para desembocar en los ríos sustentando la vida.
 
2. En plena
jalca
 
Así, la legendaria acequia de mi pueblo Santiago de Chuco, primero llamada San Antonio y después Vicente Jiménez que trae agua hasta mi aldea, no parte de un río o de una laguna sino de un humedal.
Acequia que fue construida a partir del año 1879, en plena Guerra del Pacífico, como un acto compensatorio de la vida y hasta como un rito, un  exorcismo y un amuleto de agua frente a la muerte, hecatombe y holocausto.
Ahora bien, esa agua se la trae desde Huacamarcanga que es un humedal y promontorio cordillerano, una pradera de altura, en donde parece que hubiera caído un meteorito de rocas y peñas de donde se extraen esas aguas, alturas de donde nace también el río Chacomas.
Es esta agua una ambrosía, buena, limpia, pura; con muchos nutrientes y que incluso tiene poder medicinal. Les aseguro que yo no he bebido agua más rica en el mundo que esta.
Con su bocatoma ubicada en el caserío de Cuajinda, población de Cachayda, sector de Los Toritos, en la quebrada de Huacamarcanga, en plena jalca, de temperatura glacial. Por eso al sorberla en nuestra boca parece agua helada.
 
3. Dijo
zalamero
 
Ahora bien, la acequia Vicente Jiménez de mi pueblo es una proeza en su construcción. Y tanto es el portento de su cauce que hay una leyenda acerca de los vericuetos por donde circula, que nos contamos entre los chiquillos de mi barrio y que ahora la escribo de este modo:
Se había trabajado tanto y apenas logrado hacer unas ranuras que parecían solo rasguños a las rocas unas enterradas y otras salientes por donde debía proseguir la ruta de la acequia y hacer que pasara necesariamente el agua rumbo a nuestro pueblo.
No se podía hacerle un tajo, ni un orificio siquiera, para luego forzarla a reventar con dinamita. Nada. Cuadrillas de otros trabajadores daban vueltas buscando algún atajo y otras opciones por donde llevar el curso de agua. Nada.
Volvían a golpear y las barretas como los cinceles saltaban rotos, magullados y haciendo saltar solo chispas y candela del granito. Todos se sentían agobiados. Entonces se apareció el diablo. Se asustaron de ver la cara horrenda del shapingo, quien ofrece sus servicios, cordial, amable y comedido, diciendo:
– Estoy al servicio de vuestras personas, hombres abatidos por el trabajo ¿Qué quieren que haga? –Dijo zalamero.
 
4. ¿Qué
les parece?
 
– ¡Uf! –Resoplaron todos.
– ¿Qué se les ofrece? Díganme y yo lo haré como un servicio de sincera amistad. Pregúntenme con toda confianza. Aquí estamos para ayudarnos. Hablen, digan sin ningún compromiso.
Se miraron. Y uno se atrevió a decirle:
– Abre la acequia por en medio de estas rocas.
– Hagamos un trato de caballeros. –Contestó inmediatamente el Satán.
– ¿Cuál es?
– Que si termino la obra, –que ya vieron que es difícil y complicada– antes que raye la luz de la aurora tienen que darme sus almas.
– Y, ¿si no terminas?
– ¡Ah! Entonces ustedes ganan. Y tendrán este tramo de su acequia completamente gratis.
– ¡Ah!
– ¿Qué les parece? ¿De acuerdo?
 
5. Atento
y escondido
 
Otra vez se miraron los hombres agobiados, sabiendo que de no hacerlo por ese rumbo no habría agua en nuestro pueblo, y asintieron:
– ¡De acuerdo!
Estaban tan cansados los peones que aceptaron.
Pero más lo hicieron pensando que era imposible incluido para el propio diablo que pudiera avanzar ni un metro abriendo la trocha por esa roca.
El demonio con pico y pala se puso a trabajar y la roca se le abría como mantequilla.
Pero era mucho el tramo, tanto que da la vuelta a ese cerro.
Sudaba a chorros el pobre diablo y aún más en este frío tremendo de la jalca, que es gélido. Pero aun así avanzaba con presteza.
Ya por eso de las cuatro de la mañana estaba casi por terminar la obra.
Todos los peones se habían quedado dormidos por el agotamiento.
Solo el hijo de un trabajador se había quedado despierto, atento y escondido, vigilando la tarea del diablo.
 
6. Agua
niña
 
Al ver el peligro que corrían todos los comuneros, incluido su padre fue corriendo a su choza. Sacó un espejo, se introdujo en el corral y lo puso delante del gallo.
Entonces el gallo para no ser ganado por el otro que veía en el espejo, cantó:
– Kiquirikí. Kiquirikí. Kiquirikí.
Allí fue que el diablo dando un brinco desapareció arrojándose por el barranco, pensando que ya había amanecido.
Felizmente toda la acequia en ese tramo de roca granítica ya estaba hecha. Y corría el agua cristalina discurriendo por esa peñolería.
Así salvó el alma de los campesinos, el niño, el gallo y el espejo. Por eso a ese lugar se lo llama hasta ahora “El gallo” y a otro cerca “El espejo”, y no porque las aguas reflejen el cielo estrellado sino por la leyenda que les he narrado.
Ahora, esta acequia, cuando llega a mi pueblo lo hace desde lo alto, precipitándose el agua rumorosa y cristalina por el cerro de Quillahirca.
Y se contiene en los estanques del pueblo que se llaman: La Poza, en plena falda del cerro. Agua niña, agua virgen, agua bendita.
 
7. ¡Ponte
el alma!
 
Sin embargo, la cabecera de cuenca desde donde el agua que bebemos se recoge y nos sustenta cada día, y que siempre fueron tierras del común o del pueblo, con títulos de propiedad registrados ante notario público, ha sido, ¡niño!, enajenada y expropiada por una empresa minera que para confundir los hechos ha cambiado de nombre a los lugares.
Y ella misma para enredar estos hechos los ha cedido a un banco por 99 años, ha cercado las tierras con alambres de púas, ha puesto hombres armados dotados de wokitokis, camionetas que se trasladan a cualquier punto de esa periferia, y letreros en los contornos de que esa cabecera de cuenca es ya propiedad privada.
Aquellos humedales de nuestra tierra que están relacionados a nuestra fe; que están vinculados a nuestros sueños con el ichu de esos pajonales techamos nuestras casas; y que están relacionados a nuestra sed y a nuestro hambre, desde que desde allí traemos el agua con que cocemos nuestros alimentos, es probable que esa agua que era pura y fresca sea ahora agua ácida.
Es más, ya se comprobó que el agua que bebemos está envenenada. ¿Qué hacer? ¡Ah, hermanos humanos! Nuestro César Vallejo incorruptible nos lo dijo con estas palabras que son una consigna: “¡Ponte el saco!”, es decir ¡sal!, ¡anda!, ¡ven! Y, “¡Ponte el alma!”
 
 
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CONVOCATORIA
 

XVII ENCUENTRO INTERNACIONAL
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
 
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