Danilo Sánchez Lihón
1. Amor
fervoroso
Mientras César Vallejo estudiaba en la Universidad
Nacional de Trujillo y ya integraba el grupo de amigos intelectuales al cual se
lo identifica ahora como el Grupo Norte, se conocieron con María Rosa Sandóval.
Según testimonia don Juan Espejo Azturrizaga,
mantuvieron durante el año 1916 un amor romántico, devoto y espiritual.
Con enorme simpatía mutua y que fue motivo de mutua
inspiración, y hasta un sentimiento de consagración.
Era hermana mayor de quien fuera luego otro destacado
intelectual también integrante del Grupo Norte, como es Francisco Xandóval,
ocho años menor que ella.
César Vallejo fue amado entrañablemente por esta joven
idealista, sensitiva y amante de la poesía y del arte en general.
Quien al conocer al poeta quedó prendada de él y le
deparó un amor fervoroso, reverente y sutil.
2. Un ventanal
de reja
María Rosa nació en Ascope, pueblito costero al norte
de Trujillo perteneciente al departamento de La Libertad.
Se registra como fecha de su nacimiento el 7 de
noviembre del año 1894, siendo dos años menor que César Vallejo.
Fueron sus padres don Álvaro Gabino Sandóval, Capitán
del Ejército nacido en el Cuzco, y doña Manuela Bustamante y Castañeda,
preceptora de Educación Primaria y cuyo lugar de origen era Trujillo.
Quedó huérfana de padre a los 9 años, y huérfana de
madre a los 19 años.
Vivía María Rosa a una cuadra de la casa de huéspedes
en donde se alojaba César Vallejo, en el Hotel El Arco.
El domicilio que ella ocupaba se sitúa en el Jr.
Mariscal Orbegozo, antes calle de la Libertad 121, y que hace esquina con el
jirón Zepita 513.
Tiene la casa un ventanal de reja que da a la iglesia
de Santa Ana, y que según se cuenta era la ventana por la cual intercambiaban
mensajes César Vallejo y su amada.
3. En su diario
íntimo
Se les vio muchas veces paseando a la pareja por la
Ramada, el Óvalo, la Grama y por Mansiche, sobre todo al atardecer, cuando el
cielo se ensangrienta en el crepúsculo.
En un acceso de tos le vino repentinamente un coágulo
de sangre que manchó su pañuelo de muselina. En sucesivas consultas se le
diagnosticó tuberculosis que en aquel tiempo era una enfermedad terminal.
Conocido por parte de ella cuál era su mal ya no se
dejó ver por el poeta, ocultándose con uno y otro pretexto, hasta desaparecer
rumbo a Otuzco donde murió el 10 de febrero del año 1818, cuando apenas frisaba
los 24 años de edad.
Escribía poemas y anotaba en su diario íntimo
impresiones a modo de semblanzas, perfiles y estados de alma, y lo hacía con
mucho sentimiento y perfección en la estructura del texto.
Al morir de tisis pulmonar que era una enfermedad
estigmatizada, quemaron todas sus pertenencias, sobre todo sus diarios, de los
cuales se han recuperado milagrosamente solo algunas páginas en donde figuran
textos como este, de su autoría:
4. Habrá
otros niños
Hoy me ha sorprendido verme desnuda, de cuerpo entero,
en el espejo.
He visto mis hombros; mis brazos firmes y largos, mis
dos senos. He mirado con atención mis muslos, fuselados y fuertes; el ángulo,
en fino dombo de las caderas; el sexo, mis pies pequeños y ágiles.
En tanto, repaso el aire de mi frente, antigua y muda,
vista todos los días.
Noto la expresión de mis ojos, son negros. Observo el
cerco umbrío de las pestañas de donde pende el sueño…
Pero, con todo, hoy he sentido un terror extraño: no
quería morir. Mi cuerpo es joven y desea nutrirse.
Yo amo. Yo amaba. Yo amaría. Conjugación del verbo: ¡amábamos,
amábamos, amábamos!
Me siento tranquila. Pero mi cuerpo cederá mañana…
Quedarán los rosales. En el jardín, las rosas volverán
a brotar.
Habrá otros niños y otros amantes. El día, el sol, el
aire; todo estará lo mismo...
Pero ya será tarde, cuando el tiempo, el cuerpo, el
sueño y los rosales se destiñan… Lloverá…
5. De Trujillo
a Santiago de Chuco
María Rosa presintió como en clarividencia tres
condiciones en su relación con César Vallejo.
Por un lado su grandeza, excelsitud y trascendencia.
En segundo lugar que su vida iba a ser de inmolación,
de sufrimiento constante y profundo dolor.
Y tercero, por lo cual lloró y se lamentó amargamente,
que ella no iba a estar para ayudarlo, cuidarlo y compartir su vida con él como
ella lo anhelaba.
“La vida se me acaba y pronto” –Le dijo.
Ella estuvo convencida de su grandeza y desapareció de
él cuando supo que la enfermedad que tenía era tuberculosis.
Juan Espejo Azturrizaga y Teodoro Rivero Ayllón, connotados
vallejistas ambos, uno de ellos testigo providencial y de excepción, y el otro
discípulo y amigo de Francisco Xandóval, heredero y legatario de su biblioteca
y archivo personal, atribuyen que fue inspirado por María Rosa Sandóval el
poema “Verano”, escrito cuando él viajó de Trujillo a Santiago de Chuco, en
diciembre del año 1916.
6. Ya
no llores
VERANO
Verano, ya me
voy. Y me dan pena
las manitas
sumisas de tus tardes.
Llegas
devotamente; llegas viejo;
y ya no encontrarás en mi alma a nadie.
Verano! y
pasarás por mis balcones
con gran
rosario de amatistas y oros,
como un
obispo triste que llegara
de lejos a
buscar y bendecir
los rotos aros de unos muertos novios.
Verano, ya me
voy. Allá, en setiembre
tengo una
rosa que te encargo mucho;
la regarás de
agua bendita todos
los días de pecado y de sepulcro.
Si a fuerza
de llorar el mausoleo,
con luz de fe
su mármol aletea,
levanta en
alto tu responso, y pide
a Dios que
siga para siempre muerta.
Todo ha de
ser ya tarde;
y tú no encontrarás en mi alma a nadie.
Ya no llores,
Verano! En aquel surco
muere una rosa que renace mucho...
7. Nuevo
evangelio
Federico Esquerre, amigo entrañable de César Vallejo a
quien encarga informarle sobre la salud de María Rosa, le escribe a Lima
dándole la noticia de su muerte. César Vallejo escribe “Los dados eternos”:
Dios mío,
estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber
tomádote tu pan;
pero este
pobre barro pensativo
no es costra
fermentada en tu costado:
¡tú no tienes Marías que se van!
Dios mío, si
tú hubieras sido hombre,
hoy supieras
ser Dios;
pero tú, que
estuviste siempre bien,
no sientes
nada de tu creación.
¡Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!
Hoy que en
mis ojos brujos hay candelas,
como en un
condenado,
Dios mío,
prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado…
Poema desgarrado, estremecedor y profundo; donde el
“barro pensativo” que es el hombre, y lo femenino y el sentimiento de pareja se
plasma en la metáfora “costra fermentada en tu costado”, junto con el estupendo
verso que la alude a ella: “¡tú no tienes Marías que se van!”, es uno de los
reproches más conmovidos y estremecedores que se han hecho a Dios puesto que
parten de lo cotidiano. Y en donde el postulado trascendental es que lo que nos
da verdadera dimensión superior es el sufrimiento, que nos unge como dioses; y
no el éxito, ni el triunfo sino el dolor. Y con ello se esboza el nuevo
evangelio vallejiano de la solidaridad humana universal.
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