TIEMPO NUEVO INTERNACIONAL
Por Addhemar Sierralta
Año 7 No. 266 - Miami 29 de junio de 2015
Año 7 No. 266 - Miami 29 de junio de 2015
ESPECTÁCULOS DENIGRANTES.
Por Addhemar H.M.
Sierralta (Perú).
“El
periodismo, según como se ejerza, puede ser la más noble de las profesiones o
el más vil de los oficios” (Luis Miró Quesada de la Guerra).
Hace unos días en un canal de
televisión peruano, en horario estelar y con gran publicidad previa, se
presentó una “entrevista” a una mujer de la farándula local y fue su entrevistadora
otra mujer que se autotitula periodista. Realmente fue una triste presentación,
que abona más desaciertos a la llamada televisión basura, demostrando ante todo
el país que se puede ejercer el más vil de los oficios con despliegue de
huachafería y carencia total de principios. El antecedente de la “periodista”,
en sus presentaciones, generalmente está plagado de maldad, según señalan sus
críticos.
Por otro lado, los llamados
programas concurso o “realities” donde se presentan jóvenes, de uno y otro sexo,
y devienen en comentarios –también de seudo periodistas- denigran a la juventud
peruana, destrozan los valores familiares y ponen en evidencia la poca moral de
chicas y chicos que piensan que están haciendo bien las cosas.
Si sumamos a todo esto algunos
programas del llamado periodismo politico, que realmente enfatizan sus enfoques
con una pobreza digna de lástima, podemos estar de acuerdo con las expresiones
de otros periodistas que señalan que se está embruteciendo al pueblo. Esto es
penoso porque el verdadero periodismo, más allá de críticas constructivas
alrededor de la noticia, debe orientar y ser objetivo. Y esto se ve que no se
está haciendo.
El levantar a la fama,
reiteradamente, a verdaderos ídolos de barro, como casos de “vedettes”,
empresarios mediocres y escandalosos, delincuentes, cantantes que no lo son, a
seudo periodistas, el hacer apologia permanente de la homosexualidad masculina
y femenina – promoviendo aspectos negativos de estos grupos que merecen todo
nuestro respeto- vemos que con ello se distorsionan los valores éticos que un
periodista debe propugnar en su labor. Los empresarios, empleadores de los
mismos, que lo permiten también están en falta.
Pareciera que hemos perdido la
brújula en la televisión y en parte de quienes tienen a su cargo los medios de
información –no todos- creyendo que lo importante es espectáculo o “rating”.
Debemos reflexionar si queremos mejorar el Perú y no dar más cabida a
periodistas que ejercen con maldad, ignorancia y codicia, la más noble de las
profesiones, que sea esta labor realizada por quienes estudiaron o no
periodismo, pero con ética.
EL HÁBITO NO HACE AL MONJE.
Por Addhemar H.M. Sierralta (Perú).
La fama, el dinero o el poder
no hace mejor ni peor a la gente ni es el resultado de la inteligencia ni de la
cultura personal. Simplemente son circunstancias que se dan, casualidades que
pueden llevar a ello, algunas veces permiten reconocer realmente a buenos
individuos y otras nos ofrecen a seres realmente absurdos.
Esta última semana, en el
mundo, se han presentado algunos casos que vale la pena analizar. El primero es
el de un famoso multimillonario norteamericano, Donald Trump, quien pretende
ser candidato a la presidencia de su país. De arranque sus declaraciones
absurdas en contra de los mexicanos -que engloban en realidad a los latinos- lo
colocan como un racista con poca visión internacional. Obviamente el ser
millonario, por el éxito en sus negocios, no lo califica como un ser humano
capaz para ser presidente de los Estados Unidos.
Otro caso es el de Diego
Maradona, ex-futbolista argentino muy destacado, pero de trayectoria personal muy
cuestionable, pretende ser candidato a la presidencia de la FIFA. Si bien esta
institución atraviesa por una crisis muy grave, este individuo quien fracasó
con la selección de su país, no tiene a la vista ninguna capacidad para ello,
aunque es muy popular.
En Perú tenemos a nuestro
presidente que cada día nos demuestra su poca capacidad de estadista. Ollanta
Humala se presentó con Evo Morales –presidente boliviano- para apoyar
públicamente su posición sobre el acceso al mar del país altiplánico. Esto hizo
reaccionar de inmediato a la presidente de Chile, Bachelet, quien suspendió la
reunión que tendría con el mandatario peruano. La falta de tacto, fuera de la
posición de Humala, pone nuevamente en entredicho las relaciones Perú-Chile,
importantes para ambos países.
A estos millonarios, famosos y
aparentemente poderosos individuos, se puede sumar a Maduro de Venezuela entre
otros. Ellos, pese a su fama, dinero o poder, no dejan de ser unos seres
humanos muy cuestionables.
HAY QUE DIRERIR CON EL PAPA.
Por Ian Vásquez (Perú).
Interesante punto de vista aparecido en El
Comercio de Lima.
¿Estamos
condenados la humanidad y el planeta a la ruina si no tomamos medidas radicales
de alcance global? El papa Francisco piensa que sí.
“El estilo de vida actual, por ser insostenible, solo puede terminar en
catástrofes”, dice en su nueva encíclica sobre el cuidado al ambiente. Según el
pontífice, hay que disminuir el consumo y detener el “crecimiento voraz” que
perjudica a la ecología y en particular a los pobres del mundo.
Al
emitir la encíclica, el Papa se une
a una larga tradición pesimista sobre el destino del hombre. Fue hace más de
200 años –cuando alrededor de mil millones de personas habitaban el mundo– que
el reverendo Malthus argumentó que las hambrunas y las enfermedades limitarían
el crecimiento de la población, pues la economía no daba para más gente. Desde
entonces, no han dejado de aparecer predicciones catastróficas.
A
mediados del siglo XIX, el prominente economista William Stanley Jevons acertó
la “imposibilidad” de que el progreso continuara por mucho más tiempo debido al
agotamiento del carbón. En los años 60 del siglo XX, el influyente biólogo Paul
Ehrlich predijo que cientos de millones de personas morirían de hambruna en la
próxima década. En los años 70, el Club de Roma publicitó su reporte sobre los
límites al crecimiento que predecía un agotamiento completo de los más
importantes recursos naturales dentro de 30 años y una catástrofe consecuente.
Por
supuesto, ni esas ni otras predicciones pesimistas se han materializado. Al
contrario, la humanidad está viviendo los mejores tiempos de su historia. Las
mejoras en todo el rango de indicadores de bienestar humano –expectativa de
vida, acceso a agua potable, salud, mortalidad infantil, etc.– han sido
impresionantes, especialmente en las últimas tres décadas en los países en
desarrollo. La brecha entre los ricos y los pobres del mundo, en términos de
ingreso y de estándar de vida, se está cerrando. Desde 1960 la población
mundial ha aumentado de 3 mil millones de personas a 7,2 mil millones, a la vez
que el ingreso per cápita promedio subió en 160%. Los precios de la mayoría de
las commodities han caído –lo que indica que son relativamente más abundantes–
y los del resto han aumentado a un ritmo inferior al de los ingresos.
Detrás
de este progreso inédito humano ha estado el avance del mercado alrededor del
mundo, y el crecimiento económico y desarrollo tecnológico que este trae. Pero
la encíclica del Papa es justamente una crítica al libre mercado que ignora o
minimiza la rapidez y escala del progreso humano. El Papa se equivoca también
al acertar, como tantos que le precedieron, que nos espera la catástrofe si no
implementamos un cambio fundamental que les da todavía más poder a la clase
política y a las burocracias internacionales. No hay razón alguna por qué
prestarle más credibilidad a este argumento actualizado que a los anteriores.
Lo novedoso es
que el alarmismo de hoy se hace en el contexto del cambio climático, al que se
le atribuye un sinfín de daños alrededor del mundo que serán mayores en un
futuro. Pero es una cosa reconocer la realidad del calentamiento global causado
por el hombre y es otra cosa proponer políticas para enfrentarlo. Y allí está
el debate. Lo que propone el Papa –limitar el crecimiento económico y reducir
el papel del mercado– afectaría a los pobres más que a nadie y reduciría los
recursos e incentivos para cuidar el ambiente (son los países ricos los que
mejor han podido cuidar su ecología). Felizmente, la encíclica invita a “un
debate honesto”, cosa que el padre Robert Sirico –quien tilda buena parte del
documento de “imprudente”– y otros en la Iglesia ya empezaron. Aprovecho para
hacer una predicción no alarmista: en vez de aceptar las recomendaciones del
Papa, el mundo seguirá enriqueciéndose y así adaptándose con mayor facilidad al
cambio climático.
EMILIO ODEBRECHT:
“TENDRÁN QUE CONSTRUIR 3 CELDAS MÁS, PARA MI, LULA Y DILMA.
“TENDRÁN QUE CONSTRUIR 3 CELDAS MÁS, PARA MI, LULA Y DILMA.
Ex
presidente de empresa constructora brasileña señaló que eso se dará si es que
su hijo Marcelo, quien está detenido, cae preso.
El
ex presidente de la compañía constructora de Brasil Odebrecht, Emilio
Odebrecht, dejó entrever que el ex mandatario Luiz Inácio Lula da Silva y
la actual presidenta Dilma Rousseff estarían implicados en los actos de
corrupción por coimas que habría entregado su empresa para la concesión de
obras.
Emilio
Odebrecht señaló a la revista Época de Brasil que “tendrán que construir
tres celdas más: para mí, Lula y Dilma” si es que su hijo Marcelo, quien
hasta hace poco se desempeñaba como presidente de la empresa, termina preso.
“‘Terão
de construir mais 3 celas: para mim, Lula e Dilma‘”, dizia Emilio Odebrecht,
sobre possível prisão do filho. O presidente da Odebrecht, Marcelo, foi
preso nesta sexta”, señala Época en
su portal.
Cabe señalar que
Marcelo Odebrecht, presidente mayor de la firma brasilera fue detenido el
pasado 19 de junio. Junto a él también fue restringido de su libertad de el
presidente de la compañía Andrade Gutierrez.
SEIS CLAVES
PARA SER FELIZ, SEGÚN LA UNIVERSIDAD DE HARVARD.
Existe
una asignatura sobre la dicha en el prestigioso centro educativo. "La
alegría también se aprende, como el golf o el esquí", señala un artículo
aparecido en El País de Madrid.
Cada vez parece más claro que la
nueva fiebre del oro no tiene que ver con hacerse millonario ni con encontrar
la fuente de la eterna juventud. El tesoro más codiciado de nuestros tiempos es
atesorar felicidad, un concepto abstracto, subjetivo y difícil de definir,
pero que está en boca de todos. Incluso es materia de estudio en la prestigiosa
Universidad de Harvard.
Durante varios años, algunos de los
estudiantes de Psicología de esta universidad americana han sido un poco más
felices, no solo por estudiar en una de las mejores facultades del mundo, sino
porque, de hecho, han aprendido a través de una asignatura. Su profesor, el
doctor israelí Tal Ben-Shahar, es experto en Psicología Positiva, una de las corrientes más extendidas y aceptadas en
todo el mundo y que él mismo define como “la ciencia de la felicidad”. De
hecho, sostiene que la alegría se puede aprender, del mismo modo que uno se
instruye para esquiar o a jugar al golf: con técnica y práctica.
Con su superventas Being Happy y sus clases magistrales, los principios extraídos de
los estudios de Tal Ben Shahar han dado la vuelta al mundo bajo el lema de “no
tienes que ser perfecto para llevar una vida más rica y más feliz”. El secreto
parece estar en aceptar la vida tal y como es, lo cual, según sus palabras, “te
liberará del miedo al fracaso y de unas expectativas perfeccionistas”.
Aunque por su clase de Psicología
del Liderazgo (Psychology on Leadership) han pasado más de 1.400
alumnos, aún así cabría hacerse la siguiente pregunta: ¿Alguna vez se tiene
suficiente felicidad? "Es precisamente la expectativa de ser perfectamente
felices lo que nos hace serlo menos”, explica.
Estos son sus seis consejos
principales para sentirse afortunado y contento:
1. Perdone sus fracasos. Es más:
¡celébrelos! “Al igual que es
inútil quejarse del efecto de la gravedad sobre la Tierra, es imposible tratar
de vivir sin emociones negativas, ya que forman parte de la vida, y son tan
naturales como la alegría, la felicidad y el bienestar. Aceptando las emociones
negativas, conseguiremos abrirnos a disfrutar de la positividad y la alegría”,
añade el experto. Se trata de darnos el derecho a ser humanos y de perdonarnos
la debilidad. Ya en el año 1992, Mauger y sus colaboradores estudiaron los
efectos del perdón, encontrando que los bajos niveles de este hacia uno mismo
se relacionaban con la presencia de trastornos como la depresión, la ansiedad y
la baja autoestima.
2. No dé lo bueno por hecho:
agradézcalo. Cosas grandes y
pequeñas. "Esa manía que tenemos de pensar que las cosas vienen dadas y
siempre estarán ahí tiene poco de realista".
3. Haga deporte. Para que funcione no es necesario machacarse en
el gimnasio o correr 10 kilómetros diarios. Basta con practicar un ejercicio
suave como caminar a paso rápido durante 30 minutos al día para que el cerebro secrete
endorfinas, esas sustancias que nos hacen sentir drogados de felicidad,
porque en realidad son unos opiáceos naturales que produce nuestro propio
cerebro, que mitigan el dolor y causan placer, según detalla el entrenador de easyrunning y experto corredor Luis Javier González.
4. Simplifique, en el ocio y el
trabajo. “Identifiquemos qué
es lo verdaderamente importante, y concentrémonos en ello”, propone Tal
Ben-Shahar. Ya se sabe que “quien mucho abarca, poco aprieta”, y por ello lo
mejor es centrarse en algo y no intentarlo todo a la vez. Y no se refiere solo
al trabajo, sino también al área personal y al tiempo de ocio: “Mejor apagar el
teléfono y desconectar del trabajo esas dos o tres horas que se pasa con la
familia”.
5. Aprenda a meditar. Este sencillo hábito combate el estrés. Miriam Subirana, doctora por la Universidad de Barcelona,
escritora y profesora de meditación y mindfulness, asegura que “a largo
plazo, la práctica continuada de ejercicios de meditación contribuye a afrontar
mejor los baches de la vida, superar las crisis con mayor fortaleza interior y
ser más nosotros mismos bajo cualquier circunstancia”. El profesor de Harvard
añade que es también un momento idóneo para manejar nuestros pensamientos hacia
el lado positivo, aunque no hay consenso en que el optimismo llegue a garantizar el éxito, sí le aportará un grato momento de paz.
6. Practique una nueva habilidad: la resiliencia. La felicidad depende de nuestro estado mental, no
de la cuenta corriente. Concretamente, “nuestro nivel de dicha lo determinará
aquello en lo que nos fijemos y en las atribuciones del éxito o el fracaso”.
Esto se conoce como locus de control o 'lugar en el que situamos la
responsabilidad de los hechos', un término descubierto y definido por el
psicólogo Julian Rotter a mediados del siglo XX y muy investigado en torno al
carácter de las personas: los pacientes depresivos atribuyen los fracasos a sí
mismos, y el éxito, a situaciones externas a su persona; mientras que la gente
positiva tiende a colgarse las medallas, y los problemas, “casi mejor que se
los quede otro”. Sin embargo, así perdemos la percepción del fracaso como
'oportunidad', que tiene mucho que ver con la resiliencia, un concepto que se
ha hecho muy popular con la crisis, y que viene prestado originariamente de la
Física y de la Ingeniería, con el que se describe la capacidad de un material
para recobrar su forma original después de someterse a una presión deformadora.
"En las personas, la resiliencia trata de expresar la capacidad de un
individuo para enfrentarse a circunstancias adversas, condiciones de vida
difíciles, o situaciones potencialmente traumáticas, y recuperarse saliendo
fortalecido y con más recursos”, afirma el médico psiquiatra Roberto Pereira,
director de la Escuela
Vasco-Navarra de Terapia Familiar.
EL COLOMBIANO QUE HA VIAJADO A
127 PAÍSES EN MÁS DE 50 AÑOS.
Nuestro querido amigo Enrique Córdoba Rocha, relata sus travesías en el libro 'El
Marco Polo de Lorica'.
Enrique Córdoba
R. lanzó el libro 'El Marco Polo de Lorica'. Como reportero,
diplomático, corresponsal de guerra, conferencista, cronista de viajes y
aventurero, el colombiano Enrique Córdoba Rocha ha visitado 127 países.
Nacido
en la ciudad cordobesa de Lorica en 1948, este abogado, diplomático y viajero
acaba de publicar el libro 'El Marco Polo de Lorica' (editorial Palabra Libre)
en el que relata todas sus travesías.
“Este
libro es el resultado de andar por medio mundo en los oficios más disparejos:
diplomático, reportero, andariego y navegante”, escribió el periodista Juan
Gossaín, amigo del autor.
Son
cincuenta años de viajes condensados en un libro. Desde la primera página hace
al lector su compañero de aventuras y lo transporta a los cafés y a las plazas
de mercado; invita a probar cocinas en cada país y a hacer amigos en Brasil,
Marruecos, Egipto, India, Tailandia, Sicilia o Madeira, y en otros tantos
destinos.
“Mi
vida ha sido una aventura en clave de viajes. Viajar se convirtió en mi estilo
de vida. A los 14 años, siendo monaguillo, dije: 'Yo quiero ver con mis propios
ojos cómo es el mundo y me fugué de Lorica dejándolo todo: familia, comodidades
y estudios' ”, recuerda el autor. Y así, con esa escapada adolescente que lo
animó a nunca dejar de viajar, comienza el libro, de 216 páginas, ilustradas
con fotos de todos los destinos visitados”.
Viajar, la mejor inversión
El
nombre de la obra (El Marco Polo de Lorica) está inspirado en el célebre
mercader y viajero veneciano Marco Polo, famoso en el mundo por sus aventuras y
relatos.
“Escribí
este libro en homenaje a ese hombre que inspiró mis sueños infantiles y para
celebrar mis cincuenta años de andariego, trotamundos, navegante y aventurero.
En este libro demuestro que hay mil maneras de ver el mundo y que viajar es la
mejor inversión”, dice Córdoba.
“Los viajes multiplican por dos una carrera en la universidad. Viajando he descubierto diferencias culturales y he aprendido a usar un filtro de tolerancia para entender y aceptar las ideas y costumbres de otros pueblos. Conocer nuevos amigos justifican los viajes”, añade el autor, quien en el pasado mes de marzo regresó de un viaje en el que le dio su quinta vuelta al mundo, en 50 días, en Oceanía y Asia. Junto con su esposa y cómplice de viajes, la venezolana Maripaz Pereira, visitó algunos países que no estaban aún registrados en su lista de pasaportes.
Desde la
primera página, Enrique Córdoba hace al lector su compañero de aventuras y
lo transporta
a todos los lugares.
“Los viajes multiplican por dos una carrera en la universidad. Viajando he descubierto diferencias culturales y he aprendido a usar un filtro de tolerancia para entender y aceptar las ideas y costumbres de otros pueblos. Conocer nuevos amigos justifican los viajes”, añade el autor, quien en el pasado mes de marzo regresó de un viaje en el que le dio su quinta vuelta al mundo, en 50 días, en Oceanía y Asia. Junto con su esposa y cómplice de viajes, la venezolana Maripaz Pereira, visitó algunos países que no estaban aún registrados en su lista de pasaportes.
“Este
loriquero ─que ostenta sobre sus cien pasaportes más timbres que El Judío Errante─
es un fabulista empedernido. Es un viajero que resuelve entuertos y acepta
desafíos tan complejos como demostrarnos que su mundo es cuatro veces más ancho
que el del famoso Marco Polo”, expresó Armando Caicedo, periodista, publicista
y diseñador del libro.
El nombre de
la obra (El Marco Polo de Lorica) está inspirado en el célebre mercader
y viajero
veneciano Marco Polo, famoso en el mundo por sus aventuras y relatos.
Titulado en derecho internacional y diplomacia, ha desempeñado cargos diplomáticos en Ecuador, Moscú, Lisboa, Tokio, Chipre, Praga, Tánger, Helsinki, Italia. Casado, con dos hijos, está radicado en la ciudad estadounidense de Miami, donde es toda una institución, gracias a un programa de radio dirigido a la comunidad hispana.
Titulado en derecho internacional y diplomacia, ha desempeñado cargos diplomáticos en Ecuador, Moscú, Lisboa, Tokio, Chipre, Praga, Tánger, Helsinki, Italia. Casado, con dos hijos, está radicado en la ciudad estadounidense de Miami, donde es toda una institución, gracias a un programa de radio dirigido a la comunidad hispana.
“A
fuerza de cincuenta años de recorrer el mundo, Enrique es una especie de
enciclopedia, menos parecida a la Británica y más cercana al 'Libro Gordo de
Petete'. Porque lo que relata son historias profundas y muy serias, pero con la
ingenuidad de la que hacen gala quienes escriben cuentos para niños”, concluye
Caicedo.
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