Danilo
Sánchez Lihón
Murió
para que tú
comprendas
cómo se vive
de una vez
y para siempre.
Luís Nieto
Volverás en
el agua
que besará el desierto.
Gustavo Valcárcel
1.
De quién
se
habla
Se hizo solo,
se forjó a pulso desde la marginalidad y el mayor ostracismo. Sin embargo, a
los dieciocho años de edad su opinión o comentario en el periodismo en el cual
trabajó, causaba el influjo que puede tener un movimiento telúrico
En palabras
del sociólogo y filósofo Michael Löwy, es: "indudablemente el pensador
marxista más vigoroso y original que América Latina haya conocido”.
Y José Pablo
Feinmann, filósofo y crítico cultural argentino, reconoce en él: “el más grande
filósofo marxista de Latinoamérica".
En quien el
nombre de los sabios incaicos Amauta,
calza cabal y perfecto. Que nadie recusa, siendo Amauta el sabio y maestro en
el antiguo Tahuantinsuyo, quien guía, orienta, ve en la oscuridad; hombre río, fortaleza,
y montaña viviente.
Tanto que
todos reconocemos aquí de quién se habla cuando se dice simplemente y a secas:
El Amauta.
Empero, ese
paradigma de hombre dejó de existir apenas a los treintaiseis años de edad, el
16 de abril del año 1930, suceso que fue toda una conmoción no solo en Lima
sino a nivel nacional y en el ámbito de América Latina.
2.
A escondidas
se
amaron
Nació con
tuberculosis artrítica u ósea, debido a que su madre padeció de anemia crónica
a causa del desgaste vital que tuvo que hacer para criar y proteger a sus hijos
que la muerte los fue arrebatando uno a uno.
Antes de José
Carlos cuatro hermanos suyos murieron de niños, pese al cuidado abnegado de su
madre, una mujer dedicada en cuerpo y alma a su trabajo y al cuidado de sus
hijos.
José Carlos
ya en el vientre de su madre era raquítico y tenía la enfermedad que después se
le agravó y terminó arrebatándole la vida a la edad de 36 años.
Y es que ella
sufrió el abandono constante de quien fuera su esposo, un aristócrata que no se
sabe cómo apareció en Sayán, distrito de Chancay, al norte de Lima. Aunque
luego la familia emigra a la ciudad de Huacho, en donde ella trabajaba en el
taller de su familia dedicada a la talabartería.
Y fue que un
día ella al asomarse a la ventana distinguió a un apuesto jinete montado en un
caballo brioso ricamente enjaezado. Se miraron y quedaron mutuamente
enamorados. Se conocieron y a escondidas se amaron.
3.
Una lápida
de
silencio
Era un
forastero descendiente directo de una familia bien posicionada que llegó a
Sayán buscando destino, pero que más bien huía de sí mismo.
Allí
conquistó a la muchacha más hermosa del lugar que cayó fascinada por la
galanura de quien aparecía como representante de una clase social superior.
Ella era simpática y en su persona se reunían todas las virtudes de la mujer
provinciana y de clase popular.
Aquel galán
le demostró que para él no existía ser más precioso que ella en el mundo. Y se
entregaron el uno y el otro en cuerpo y alma.
Después de
engendrarle la primera hija se casó con ella pero adulterando su nombre. Sin
embargo desaparecía por largo tiempo y volvía solo para engendrar con ella un
nuevo hijo.
No obstante,
tiempo después rompió con él hasta el punto de sellar aquella historia con una
lápida de silencio total, peor que el de un sepulcro, cuando supo que había
adulterado su nombre.
Pero más
cuando ella lo interpeló acerca de si era pariente de un hereje y apóstata,
como fue don Javier Mariátegui y Tellería, que resultaba ser su abuelo, y quien
no quiso confesarse ni recibir los santos óleos en el momento de morir, prueba
contundente para ella de estar endemoniado.
4.
Donde nació
aquel
niño
Por estos
hechos ella siempre creyó que había un estigma en sus hijos, por tener la
ascendencia genética de seres que no eran creyentes, contrarios a la iglesia y
que habían renegado de Dios.
Así la vida
de doña Amalia la Chira fue una penuria constante, cargar una cruz y un
calvario permanentes de quienes se consideran perseguidos por Dios.
Tanto fue así
que para huir de su marido y desaparecer ante sus ojos terminó refugiándose en
una tierra que no era la suya, gracias a la protección de una familia amiga que
se compadeció de ella.
Así se
trasladó a la ciudad de Moquegua en donde nació su hijo José Carlos en cuya
partida de nacimiento su madre figura como “viuda”, pese a que su esposo aún
vivía y con quien tiempo después todavía tendría otro hijo.
José Carlos
por el lugar en donde residía su madre debió nacer en Huacho ya que ella llegó
a Moquegua solo para refugiarse, y en donde sin embargo él nació el 14 de junio
de 1894.
Pero a quien
nunca quiso revelar la identidad de su padre, pese a que él le insistió muchas
veces en querer saberlo; así como ella ponía acero en ocultarlo, por temor a
que su hijo fuera contagiado o quedara bajo el influjo de alguna marca
infernal.
5.
Alcanza
rejones
Por la
enfermedad que padecía José Carlos mientras otros jugaban él tenía que mirar.
Mientras otros estaban al centro del campo de juegos él tenía que estar afuera.
Aunque todo
le interesaba y por todo mostraba curiosidad, esforzándose por participar en
toda actividad.
Por ser así
cuando cursaba el segundo año de estudios primarios jugando con un compañero en
el patio de la escuela cayó, se golpeó la rodilla y ya no pudo ponerse en pie.
Trasladado a
un hospital de Lima estuvo internado cuatro meses en la Maison de Santé. Para
siempre quedó como un hombre que no podía caminar normalmente.
Se le anquilosó
la pierna. Y a partir de entonces se referían a él como: “El cojito
Mariátegui”.
Nunca más
asomó a un aula de clases ni a seguir estudios en una escuela. Fue un
autodidacta consumado.
Ingresó casi
niño a trabajar en los talleres del diario “La Prensa”, ganando el salario de
tres soles semanales en el oficio de “alcanza rejones”, salario que entregaba
íntegro a su madre.
6.
Tocar
las
estrellas
A la edad de
20 años ya había escrito el periodismo mejor elaborado, el más luminoso y
combativo de su época.
Viajó y
permaneció cuatro años en Europa, residiendo principalmente en Roma, seis meses
en Alemania y por temporadas breves en París.
A su retorno
publicó libros como “La escena contemporánea y “Siete ensayos de la realidad
peruana”.
En 1924 le
amputaron la pierna derecha. Tenía 30 años y fue la única vez que sus amigos lo
vieron llorar.
Fundó y
dirigió la revista Amauta y el periódico Labor. Fundó el Partido Socialista en
nuestro país y organizó la Central General de Trabajadores del Perú, CGTP.
En marzo del
año 1930 la tuberculosis inflamatoria le produjo una septicemia que motivo su fallecimiento,
ocurrido un miércoles de Semana Santa. Murió asediado por la enfermedad, por la
pobreza y por la dictadura el 16 de abril del año 1930.
Su defunción
es el óbito de un guerrero, de un visionario y de un prócer. Quien nació
condenado a ser un guiñapo, postrado en una cama, a no valerse por sí mismo y a
sobrevivir por conmiseración, se elevó desde su propia fatalidad hasta tocar
las estrellas.
7.
Una filiación
y
una fe
Ahora es el
símbolo de la fortaleza suprema, dirigente de masas, valeroso, faro y antorcha
encendida que nos guía en lo más oscuro y proceloso del camino.
De quien buen
número de intelectuales a quienes se les consulta cuándo se quebró el Perú
contestan categóricos y compungidos: cuando murió Mariátegui.
Es una
estrella en el firmamento, por su honestidad, su carisma y su genio; por su
renuncia a toda ventaja, halago y concupiscencia.
De allí que
mientras exista mundo, desde cualquier lugar del planeta, cualquier hombre
lúcido, con conciencia social recordará a este gladiador aunque físicamente
inválido, a fin de darse fuerzas para luchar a favor del pan, la justicia; el
bien y la belleza.
Es creador
del socialismo en el Perú, pero más del modelo de cómo hacer política, ética,
coraje e inteligencia. Y no solo es un referente imprescindible para el Perú
sino para nuestro continente y el mundo.
Es el
forjador de la conciencia social del país por su calidad humana y moral,
apóstol con una causa, una filiación y una fe cual es el amor social a la
humanidad en pleno.
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DEL XVI CAPULÍ