EL
INTI
RAYMI
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
DE FIESTA
ES EL MUNDO
ANDINO
Danilo Sánchez Lihón
Y en mi alma hereje
canta su
dulce fiesta.
César
Vallejo
1. El ocre
y el verde
No hay pueblo del Perú por pequeño que sea que no
tenga su fiesta solidaria, fraterna, de unción y celebración de la vida. Fiesta
originaria y esencialmente pura. Y no hay pueblo por humilde que sea en el Perú
que no tenga sus danzas y canciones para celebrar a sus divinidades.
Y sus bandas y orquestas de músicos, por mínimas y
precarias que ellas sean. Aunque lo más probable es que sean buenos y bien
organizados conjuntos musicales porque en ello se pone esmero y desvelo.
Y eso, aunque no lo parezca importante ni
imprescindible a las miradas de la modernidad, es en el fondo grandioso y muy
significativo.
Y es inmensamente revelador y elocuente que el mundo
andino sea una cultura de fiesta, hecha de cánticos, melodías y voceríos de
júbilo porque ello nos habla de su grandeza.
El Perú está hecho de bailes, danzas, celebraciones y
alabanzas que irrumpen en las calles, colman los estadios y prenden el
esplendor de las comparsas en los caminos sobre el ocre y el verde de los
paisajes.
2. Al centro
de su torrente
Pero estas son fiestas del alma, son fiestas sagradas,
son ritos ceremoniales ante los dioses y eternidades; ante las nieves eternas,
los apus y las pacarinas.
Son fiestas ante las níveas montañas tutelares.
Fiestas ante las flores que crecen a la vera de los
senderos, cubriendo con su manto amarillo, azulado y violeta la redondez de las
colinas.
O bien, flores que penden colgadas, para darnos valor
y templanza, hacia lo hondo de los barrancos.
Es la adoración al río con sus ensenadas, vegas y
precipicios. A los cursos de agua traslúcida y fluida que se cimbran sobre las
peñas, sea al centro de su torrente, sea en sosiego al borde de sus orillas.
O son de adoración, gratitud y regocijo ante los
manantiales.
Fiesta ante las violentas cascadas. Y fiesta en la
lluvia batida por los vientos desatados que ululan entre los árboles y las
peñas.
3. Fiesta
que duele
Fiesta que muchas veces no es de alegría sino de
llanto y de pena, conmovida y tierna y a veces desgarrada.
O por no comprender los embates de la vida o bien
porque es dura y hasta atroz con nosotros que le somos fieles.
O bien porque estamos hechos para el dolor y el
sufrimiento. O bien porque somos por naturaleza sufridos.
Fiesta ante la flor del pisonay, al capullo sin abrir
del amancaes y del cactus. Donde se adquiere generosidad, compasión y coraje
frente a las vicisitudes y adversidades.
Fiesta arrobada, cariñosa y cristalina. Fiesta ante lo
hermoso de la vida, que ennoblece y encumbra. Y fiesta que duele.
Fiesta de inocencia y ternura. Fiesta no de pareja que
se divierte y seduce; sino heroica; que hace posible lo imposible como es alzar
andenes al borde de los abismos.
Fiesta ante el arco iris, donde se ama la verdad, lo
bello y amoroso.
4. Ser
transparentes
No es aquella fiesta que se confunde con la jarana. No
es la fiesta nefanda de las discotecas. Ni es tampoco juerga o la francachela
de fin de semana. No es fiesta bajo el modelo y escarmiento del mundo
occidental.
Sino fiesta en que se manifiesta el amor a la
naturaleza, a la tierra, a los dones de la vida. Y al ser humano como esencia y
ensueño.
Fiesta para sentirse hermanos. Fiesta donde podemos
estar, si es que se quiere callados y condolidos hasta el tuétano de lo que
ocurre y de lo que somos.
Fiesta que ha tenido siempre un sentido de
integración, de unidad y reforzamiento de vínculos con los pueblos.
Donde el alma simple se confiesa y el ser del hombre
se vuelve transparente.
Por ese canto, por ese rito y esa celebración, ante lo
abrupto e inclemente, ¡nuestra cultura se hizo grande y poderosa sin dejar de
ser cristalina!
5. Cuatro
fiestas
Sin embargo, en tiempo de los incas, además del Inti
Raymi que hasta ahora subsiste, existían cuatro fiestas ceremoniales de la
mayor relevancia: el Cápac Raymi, el Siluay, y el Aymaray.
Pero es el Inti Raymi fiesta grande encabezada por el
Inca, con la cual se festeja el inicio del año agrícola como también el origen
mítico de la cultura incaica.
Se lo festejó siempre acompañados de sacerdotes,
músicos y comparsas. Y en procesión, ingresando por cada una de las esquinas de
la plaza Huacaypata, hoy Plaza de Armas de la ciudad imperial del Cuzco.
En realidad es fiesta de peregrinación, y cuando lo es
así es de hermandad y de ayuda mutua en el camino. Es compartir nuestro
destino. Símbolo y representación de este viaje que es la vida.
Nuestros incas quisieron inculcarlo como entendimiento
y fraternidad entre los hombres y los pueblos. Y donde la música es la clave y
la base para así sentirlo.
6. Proyección
al porvenir
Tan es así que como ya lo decíamos no hay conglomerado
humano entre nosotros, por mínimo que sea, que no tenga su banda de músicos,
conformada por voluntarios y gracias a la iniciativa propia de sus cultores e
integrantes.
Es posible que en esa población no haya fábricas. Es
casi seguro que no haya empresas en esos lugares. Que ni siquiera tengan luz
eléctrica.
Pero sí la banda de músicos del lugar hacen filigranas
y encajes en el aire del amanecer, o en el mediodía o en el asombroso telón de
fondo del crepúsculo y al atardecer.
Ellas constituyen grupos excelentemente organizados,
imbuidos de normas, códigos de honor y hasta de una mística especial, pues
muchas de sus actuaciones son de sacrificio. Acompañando con fervor las
celebraciones religiosas, cívicas y sociales.
Las bandas de músicos son un símbolo de la fortaleza
del Perú milenario, de su convencimiento y de su decidida proyección al
porvenir.
7. Gritos
de victoria
Ensayan en medio de los bosques, a la orilla de los
manantiales, en las faldas de las colinas, en la cumbre de los cerros frente a
los picachos y al borde de los precipicios.
Ya en la sombra, o a la luz del alba, descorren notas,
acordes y compases que convocan, integran y curan las heridas. Y convocan a
toda resistencia heroica.
Ellas harán regresar a los hermanos, padres e hijos
que se han ido. Atronarán los aires con gritos de victoria.
Y volvamos a refundar el Perú a partir de sus nieves
eternas, de sus punas y sus jalcas, de aquellos lugares donde todo está
intocado.
Donde están las pastoras de estrellas en el
firmamento, la paja brava, el kay pacha asombrado y tembloroso, y donde empieza
a fulgurar alguna abertura y agujero por donde hablarán los cerros.
En ese mundo simple volvamos a hundir nuestro oído
para escuchar esa voz profunda, y nuestro corazón para sintonizar con ese
pálpito y sus gritos de victoria.
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