FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
EL ORIGEN
DE LOS
ZANCUDOS
Danilo
Sánchez Lihón
1.
Cuentan
los
abuelos
Yushín, el diablo, un día andaba
merodeando por el bosque. De pronto sintió en el aire del camino el olor de una
mujer.
Era Sunki, quien iba por
agua a la orilla del río.
Era hija de Sasá, el brujo
más listo y conocedor de secretos que tenía la comarca.
Al verla el diablo sintió
un estremecimiento y se escondió detrás de un grueso guayabo. Y después la
siguió saltando entre los árboles hasta donde el río hace una ensenada.
La vio arremangarse y
anudar su vestido, introducirse en las aguas, nadar en el remanso y llenar lo más
lejos de la orilla su cántaro.
Oculto entre el follaje el
corazón le palpitaba intensamente queriendo salírsele por la boca.
Esperó un rato, que le
pareció una eternidad, hasta que ella nuevamente apareció en el borde, con el
vestido pegado a su cuerpo, tiempo en que estuvo tentado de llamarla, pero se
contuvo.
2.
Cómo
conquistarla
Sunki al salir del agua
desabotonó su blusa y peinó pausadamente sus cabellos alisándolos sobre su piel
bruñida. Y alzando su cántaro, con movimientos lentos, subió la playa y se
dirigió de vuelta a su cabaña.
Cuando la vio perderse tras
los árboles Yushín de ardor temblaba.
Todo el día anduvo
cabizbajo mirando las raíces en el fondo del sitio donde Sunki se había bañado,
absorto en los signos que hace el viento en la superficie del río.
Tumbado en la hierba esperó
la tarde contemplando hundirse el sol entre encendidos celajes.
Pasó la noche observando el
fuego y el viento que se alzan y revuelven en la entraña de las estrellas.
En todo ese tiempo no pudo
apartar de su mente ni el olor, ni el hondo rumor a cascada de su cuerpo, ni la
imagen de Sunki.
Y antes que amaneciera hizo
un plan de cómo conquistarla y hacerla su mujer.
3.
La
presentación
– Señor, buenos días.
– Si, diga qué se le ofrece
–respondió una voz.
– Busco a Sasá, el hombre
que cura con hierbas y conjuros.
– Yo soy. Para servirle.
– Soy comerciante del río y
vengo con una dolencia.
La sombra del forastero cubre
el umbral de la puerta.
Sasá sacando la cabeza por
la ventana mira al joven de pies a cabeza. Está ricamente ataviado, con una
camisa tornasolada y una pampanilla celeste. De sus manos cuelgan dos
brazaletes. Le llaman la atención sus ojos rápidos e iridiscentes. Pero lo
invita a pasar.
Se sienta al borde de un
banco, mirando los objetos con gran detenimiento. Con sus ojos fulgurantes
parece atravesar el suelo y las paredes.
Y siente haber captado un
leve impulso de susto del afuerino al ver su imagen reflejarse en el espejo.
4. Pronto
el
día oscureció
– Dígame –pregunta Sasá–
quién es Ud. y de dónde viene.
– Soy hombre de trabajo y
vengo desde muy lejos, más allá de donde nace el río.
– Ajá.
–Sufro de un mal y vengo a
que me cure.
El brujo siente curiosidad
por el extraño. Conversa un rato con él, y constata que le son familiares todos
los caminos, la posición de todas las estrellas y, acerca del bosque y el río, sabe
más misterios que él mismo que ha pasado tantos años andando entre ellos.
– He navegado muchos días
para llegar aquí.
– ¿Y de qué sufre ahora?
– De insomnio, tanto que hace
varias lunas que no concibo el sueño, desde que caí al agua y me envolvió la
muyuna.
Pronto el día oscureció y
Sasá llamó a su hija para que encendiera el fuego.
5.
El
compromiso
Después de varios días,
durante los cuales el joven llegaba puntualmente a las seis de la tarde, Sasá
ordenó a su hija preparar ricos potajes e invitó a comer al recién llegado.
Este hizo traer varias
jarras de masato. Y sorprendentes adornos con que engalanó la casa.
Bebieron y comieron a la
salud de ambos y de todos.
El forastero ofreció
entonces un collar de perlas jamás vistas para Sunki, manifestando también
estar enamorado de ella e insinuó en su deseo de casarse.
El padre estaba tan bien
impresionado por el muchacho y le pareció tan buen pretendiente para su hija que
sin perder tiempo ni ocasión fijaron fecha de boda.
6.
La luna
alumbró
la comarca
La boda se realizó un día
en la casa de Sasá, para ello ricamente ataviada, lustradas las vigas de chonta
con aceite de resina y los pilares con sebo de paujiles.
En puertas y ventanas
colgaron cadenetas de flores, entre las cuales no faltan bromelias, orquídeas y
heliconias.
Animó la fiesta una
orquesta de músicos extraños traídos por Yushín. Todos eran demonios salidos
del infierno pero muy bien disfrazados.
Hubo sabrosísimos manjares
para comer: sajinos horneados, maquisapas en salsa de frutas, taricayas fritas,
huanganas guisadas.
La variedad de licores
también era fastuosa: Los invitados se servían masato, taperibá, refresco de
tumbo, compuesto de ayahuasca.
La luna llena alumbró espléndida
la comarca.
7.
La
huida
Tres días prolongaron los
festejos los hombres de la tribu de Sasá. Pero antes que amaneciera el tercer
día y mientras todos bailaban Yushín llevó a su mujer a la espesura.
Caminaron largo rato y al
llegar la noche durmieron en el hueco oscuro de un árbol.
Allí consumaron el amor y
se unieron como pareja.
Al amanecer Sunki volteó
para abrazarse a su marido y le llamó la atención sus dientes grandes y
filudos.
Vio entonces que sus
piernas eran peludas como de gato o cabra. Distinguió detrás de su espalda un
rabo como si fuera una shushupe. Y observó que sus cabellos se movían cual
serpientes.
Ahogando un grito de
espanto cogió sus vestidos y sin hacer ruido salió, echando a correr por medio
del bosque.
8.
Oyeron
sus
quejidos
Al despertar Yushín
comprendió que su mujer había huido. Reventando de ira se puso a buscarla. Y la
encontró no muy lejos atravesando un riachuelo.
Cogiendo una liana que
colgaba de un arbusto y acercándose a ella comenzó a azotarla ferozmente
desnuda como estaba.
Era tanta su cólera que
ésta le iba dando distintas formas de animales a su cara: de felino, de reptil,
de pájaros, de insectos.
Hasta los árboles se
retorcían y gemían de horror.
Después de dejarla bien
golpeada, burlándose, desapareció entre los matorrales.
Casi al llegar la noche
unos cazadores que oyeron sus quejidos fueron hasta donde ella estaba.
Reconocieron a la bella Sunki
y la trajeron a la casa del brujo en donde aún se bailaba celebrando la boda.
9.
La
decisión
AI recibir la noticia Sasá
al principio no atinaba a comprender qué cosa le había ocurrido a su hija adorada.
Primero mandó
parar la música.
Y poco a
poco fue desenredando el ovillo
de la burla del demonio.
Fulminado por la impresión
y la rabia no se movía. Enfadado primero consigo mismo, por no haber atinado ni
siquiera presentido que con quien hablaba era el shipingo.
A fin de convencerse que no
estaba mareado por el licor, ni dormido de cansancio, ni soñando, quiso que
otra vez le explicaran pausadamente pormenores de los hechos, de dónde y cómo habían
encontrado a Sunki flagelada y moribunda.
Entonces lleno de
indignación y rencor dijo a los que estaban presentes:
– ¡El ultraje hecho a mi
hija es como si ese hijo del infierno hubiera arrojado su excremento a la cara
de todos los hombres de esta tribu!
10.
Mataremos
al
demonio
– ¡Ajá! –asintieron todos.
Y poco a poco se fueron
congregando más comuneros que estaban pendientes de sus palabras.
– ¡Castigaremos de modo
ejemplar a ese maldito!
Muchos empezaron a temblar
de miedo pensando en encontrarse con el demonio que es temible y conoce tretas.
Pero hubieron varios, entre
los más valientes, que cogiendo sus machetes y alzándolos en alto dieron aprobación
a las palabras de Sasá, diciendo:
– ¡Iremos contigo!
– ¡Mataremos al demonio!
11.
La
búsqueda
Despidiéndose de sus
mujeres y de sus hijos los hombres de la tribu de Sasá enrumbaron por la
espesura.
Sasá era listo y sabía cómo
buscarlo. Se guiaba por las zonas de silencio, por el rumbo en donde todo está
inmóvil y callado.
Porque cuando el diablo
pasa todo enmudece. Las aves alzan el vuelo y se alejan.
Los grillos y chicharras
dejan de emitir sus chillidos y hasta las fieras se suben a los árboles o se
callan.
Agachados lo rastreaban
mirando sus pisadas de cabra en los sitios recién llovidos, entre la alfombra
de las hojas recién caídas.
Perseguían su hedor en las ramas
y cortezas de los árboles. Y su imagen torcida entre las enredaderas que hacen
bejucos y lianas.
12.
Tumbado
sobre
la hierba
A veces los hombres con los
machetes desenvainados se sumían hasta el cuello atravesando riachuelos,
cubriéndose el rostro de fango y alimañas.
Recorrieron colinas y
bajíos.
Cruzaron casi todos los
pantanos.
Cuando ya muchos
desfallecían, Sasá, que iba adelante, hizo una señal a sus hombres.
– Shshsh.
A la vuelta de un aguajal,
Yushín estaba tumbado y embriagado sobre la hierba, con el tufo de haber bebido.
Se acercaron en puntillas.
De sus ronquidos se desprendía un fuerte olor a licor fermentado.
13.
Un
fogón
Aprovechando que estaba
dormido y a una sola señal cien machetes cayeron una y otra vez sobre su cuerpo
horrible y peludo que quedó dando brincos en el suelo.
Vieron que de su sangre
regada en el suelo salía humo y candela.
Pero Sasá era suspicaz y
estaba avisado de cómo el diablo revive.
Por eso, antes que anochezca,
ordenó que quemaran inmediatamente su carne al fuego.
Para eso dispuso que se
alzara un fogón en medio del bosque.
Y en él fueron arrojando
los trozos de los restos sangrantes de Yushín, su yerno.
14.
La
venganza
Pero, ¡ah, desgracia!
El diablo quiso tomar venganza
eterna de los hombres de la tribu de Sasá que habían tramado su fin.
De las cenizas de su carne
quemada, que alzaba el viento, iban saliendo unos seres volátiles que cobraban
vida.
Eran ¡los zancudos!
Ellos empezaron a zumbar y
dar vueltas en torno a los hombres de Sasá picándoles inclementes los brazos,
las piernas y hasta los párpados.
Ellos ahora se multiplican
en los aguajales donde Yushín fue muerto y hecho pedazos.
Y salen al anochecer haciendo
sonar sus trompetas, hora en que la carne del demonio fue quemada horriblemente
en el fuego.
15.
Llevan
en
sus bocas
Así cuentan nuestros abuelos
en noches de luna, sentados bajo los altos mangos, en torno a la hoguera.
Y explican que así se originaron
los zancudos, hace muchísimos años, los que hasta ahora persiguen, desde la
hora en que fue quemado Yushín, a los hombres de la tribu de Sasá, nuestro
antepasado.
Y refieren, además, que
cuatro hechos demuestran que los zancudos son la ceniza del diablo:
1. Tienen el color de la
ceniza y del diablo.
2. Salen al anochecer, la
hora en que fue cortado a pedazos Yushín, el demonio.
3. Sólo sirven para hacer
daño, chupando la sangre de la gente.
4. Prueba que es obra del
demonio el hecho de que los zancudos llevan prendidas a sus bocas las trompetas
del Juicio Final.
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REUNIÓN DE COORDINACIÓN
HOMENAJE MUNDIAL
A LUIS DE LA PUENTE UCEDA