Maestros: Franscisco Benites Gastañaduí y Francisco Miñano Benites
Foto: Ángel Gavidia Ruiz
SANTIAGO DE CHUCO Y ESTOS DOS MAESTROS
Escribe Ángel Gavidia Ruiz
Santiago de Chuco tiene al frente unos cerros horizontales que no sé si serán de las penas como decía Vallejo y tiene también unos caminos blancos, curvos por donde va el corazón a pie, como sigue diciendo el poeta y de ello sí doy transido testimonio; tiene, además, eucaliptos centenarios, sus cuevas de Huacapongo y su río Patarata. Esto, digamos, como su pertenencia física. Pero tiene, también, personajes tan sólidos y referenciales como los mismos cerros y entre ellos están “los Panchitos”. Digo están aunque ya han partido, porque, como refiere el maestro Carlos Alberto
Seguín, en el mundo real del espíritu solo existen encuentros y nunca
despedidas y así como el río ya no podría irse jamás del roble cuyas
raíces alguna vez regara, o el picaflor del árbol cuyo polen transportó , así, esos hombres que dejaron sus vidas sembradas en las aulas, en las calles y por qué no decirlo, en los acogedores guariques santiaguinos serán para siempre parte de la más alta y fluyente santiaguinidad.
Panchito Benites Gastañaduí fue profesor de mis últimos años de primaria. Recuerdo de él su empeño tesonero porque todos aprendiéramos y su honestidad a toda prueba; claro, está también su vocación por la música y por el teatro y su desprecio por todo lo que fuera figuración y oropel. ¿En qué estante, me pregunto, estará reposando su inseparable diapasón?
A Panchito Miñano Benites lo conocí después, en el empeño por la búsqueda de las huellas del Poeta Mayor. Me sorprendió su versación vallejiana e inquietud intelectual incólume a pesar de sus años. Quedamos mil veces en reunirnos para espulgar los santiaguinismos dispersos en la poesía de Vallejo. Creo que yo fallé. Queda como una tarea pendiente y acaso como un homenaje al maestro santiaguino.
Termino tratando de trasladar al papel aquel encuentro entre los dos Panchitos y este escribidor. Fue en Santiago, en torno a unas cervezas que de tan agradables parecían aladas. En ellas nos remontamos por esos parajes del espíritu en donde solo cupieron un abrazo casi como una ronda infantil y unas lágrimas de emoción y de gratitud por la vida.
Ángel Gavidia, Danilo Sánchez Lihón, Francisco Miñano y José Cruzado Gamboa
Casa de César Vallejo - Santiago de Chuco
Foto: Nalo Alvarado Balarezo