Danilo Sánchez Lihón
1. Adalides
de cambios
Si
aún viviera el maestro puneño José Portugal Catacora, hoy día 13 de
febrero cumpliría 107 años de vida, siendo que nació en el año 1911.
En
esta oportunidad lo recordamos fervorosos por su pertenencia a una
estirpe de maestros que hicieron de la educación una profesión de fe,
porque antepusieron cualquier tentación a fin de ser maestros de valores
con el ejemplo de sus vidas y de consagración al Perú, a su destino y a
su identidad andina.
Lo
recordamos plenos de identificación, gracias a su desvelo por el niño
en situación de riesgo y amenaza; por situar el cimiento de su quehacer
en la realidad que se tenía que comprender y transformar; por su
devoción a las culturas nativas y el ahínco puesto en forjar una patria y
un mundo mejor.
Es
él de aquella estirpe de maestros que desde la situación más humilde se
elevaron a las posiciones más expectantes del quehacer intelectual y
del acontecer pedagógico nacional; quienes desde una vida en donde todo
parecía adverso se encumbraron hasta ser adalides de cambios y
transformaciones inspirados en ideales de irrenunciable justicia social.
2. Maestro
de grandes visiones
Es
de aquel contingente de amautas quienes desde las provincias se
erigieron para conquistar la capital del Perú aristocrática, señorial y
refinada y desde allí propugnar una concepción más coherente y fiel con
el Perú profundo, aún irredento, y que constituye un valioso legado y un
tesoro aún escondido.
Y
todo ello para irradiar como hombres de letras, académicos y autores de
obras ya sea literarias, didácticas o de reflexión, o ya sea como
gestores sociales o funcionarios, un magisterio que a la luz de la
inteligencia consagraban valores fundamentales para ser coherentes con
el Perú sufrido pendiente de reivindicación.
¿Cuáles
son dichos valores? La honestidad, en primer lugar, como conducta; la
fe en el Perú como esencia y militancia qué cumplir; y el coraje para
defender el mundo andino, como la clave de nuestro ideario, por ser este
un mundo de fervor, de mística y por la capacidad de resistencia para
afrontar embates y desafíos.
José
Portugal Catacora superó una condición condenada a la marginalidad y a
la inopia; al ostracismo y a la vida disoluta; quizá incluso a la
trasgresión y hasta al delito; para convertirse en un maestro de grandes
virtudes, visiones, trascendentales decisiones a su cargo y enormes
responsabilidades bajo su dirección y tutela.
3. Aunque cueste
defenderlo
Es
de aquella estirpe de maestros que unieron pedagogía a literatura, la
ciencia con el arte, la realidad con la utopía, la dedicación
profesional con la lucha y al activismo social, siendo él un abanderado
de la defensa del niño y sus derechos.
Principalmente
es un defensor del mundo de la imaginación, y de la dimensión mágica
del ser humano donde es posible encontrar nuestra esquiva y turbada
identidad; partidario de alejar más las teorías e informaciones y de
vincularnos más, adultos, jóvenes y niños, en los manantiales del afecto
y de la emotividad, en un tiempo en que a estos dones y facultades se
los negaba para que ni siquiera se asomaran.
Tuvo
un cariño y apego muy grande hacia la infancia y su destino promisor,
hecho que se grafica en los múltiples libros dedicados a su aprecio y
valoración. Y así como a él a las tradiciones; a los mitos y leyendas,
al folclore de los pueblos primigenios, a las poblaciones indígenas
sojuzgadas y desfavorecidas; a todo lo que fuera compromiso don el débil
y desprotegido, ligándose con devoción a las culturas de los pueblos y a
sus reivindicaciones sociales.
De
estas reivindicaciones no nos olvidemos. En el caso de él lo importante
es que lo ha dejado como herencia para todos, y que permanece en sus
obras como testimonios, huellas y vestigios de sus reflexiones y
enseñanzas, las mismas que nos enaltecen por mostrar siempre lo que
edifica y es valioso, aunque cueste defenderlo.
4. Pero
¿quién fue?
Ese
era José Portugal Catacora, quien tuvo el mérito de elevarse desde el
vilipendio, lo escarnecido y condenado a no rendir frutos, para luego
tenerlos abundantes y exquisitos, y a prodigarlos libremente a los
demás.
Para
así pasar a formar la pléyade y la estirpe de los grandes maestros
andinos como lo son: Germán Caro Ríos, Telésforo Catacora, José Antonio
Encinas, César Guardia Mayorga, Antenor Orrego, Julián Palacios, Emilio
Romero, Carlos Uceda Meza, Luis E. Valcárcel.
O
como lo son José Carlos Mariátegui, César Vallejo y también José María
Arguedas, este último entrañable amigo suyo, con quien se visitaban
frecuentemente en sus respectivos domicilios.
José
Portugal Catacora representó al Perú en importantes certámenes
nacionales e internacionales y tuvo una actuación destacada en países
como Puerto Rico y México. Fue coordinador Pedagógico de las Direcciones
Regionales de Educación, entre los años 1963 y 1964 y coordinador de la
Dirección General de Educación del Perú, de 1965 hasta su jubilación en
el año 1967.
5. El cielo
se ha roto
Pero
¿quién fue, y cómo nació? Y, sobre todo, ¿qué valor tiene? Para
graficar estos hechos de resiliencia en su vida, que es felizmente el
ejemplo connotado y hasta glorioso del Perú doliente, contaré la
siguiente circunstancia de su vida que le tocó enfrentar y él supo
vencer.
Para
elevarse hasta el nivel sobresaliente en el cual se desempeñó, e
irradiar desde allí la luz que su antorcha expande, para lo cual tuvo
que superar dificultades y adversidades muy duras, siendo su nacimiento
el que de alguna manera lo grafica.
Es
simbólico y representativo en su vida acerca de cómo nació hecho que
ocurrió justamente un día como hoy, hace 107 años, aconteciendo del
siguiente modo:
En
febrero en el altiplano llueve de modo implacable, tanto y de tal modo
que pareciera que el río que pasa por el cielo se ha roto y cayera en
catarata todo el caudal de ese río que se derrama sobre el techo de
nuestras casas y sobre nuestras cabezas, si vamos por los caminos.
Sin embargo, también es el mes en que se barbecha la tierra para cultivar la papa.
Su madre encinta de nueve meses y pese a que había mal tiempo, tuvo que ir necesariamente a ver el trabajo en su aynoga.
6. Del charco
de lluvia
Nadie
más había en casa que pudiera cumplir esta labor. Por eso, montó en su
yegua negra utilizando una sillonera de montar que le facilitaba de
algún modo ir en la acémila en la situación en que estaba.
Había
cumplido su labor y regresaba a su casa con un fuerte temporal de
lluvia, viento y relámpagos. Traspuso la puerta de entrada y entró al
patio de su morada, bajo la lluvia y la tempestad que azotaba.
Entró
y al descender de la acémila resbala y cae, pero felizmente en
cuclillas. Sin embargo, por la brusquedad de la caída y estando el niño
ya acomodado para nacer, éste resbaló hacia el suelo, en un charco de
agua helada de la lluvia altiplánica, chapoteando en la tierra mojada y
ya hecha barro. Y que justo en esos momentos era sacudida por una
descarga de relámpagos y truenos.
Mientras
la mayoría vienen al mundo, aunque pobres, entre paños, gasas y
algodones, entre suaves franelas, sedas y tejidos de lana abrigadora, él
al nacer cayó al barro.
– ¡Dios mío! ¡Mi hijo! –Gritó su madre.
Manoteó y de allí, del lodo, fue recogido, del charco de lluvia adonde había rodado.
7. Y eso
es muy grave
José
Portugal Catacora nació en esa precariedad de la naturaleza, pero
felizmente amparado y protegido de inmediato por lo mejor que tenemos en
la vida: la madre. Pero ella también lo abandonó muy pronto, cuando aún
no había cumplido los ocho años de edad, al morir de tifus
exantemático, dejándolo huérfano y como expósito en la vida.
Este
nacimiento y su infancia truncada, ilustra su vida en donde tuvo que
afrontar adversidades, debiendo trabajar desde muy pequeño. Se debatía
en esta situación cuando su progenitor le dice un día: que a su edad
también murió su padre, defendiendo al Perú en la Guerra con Chile, y
que él de niño tuvo que mantener incluso a su abuela, pero solo. Y
terminó diciéndole, confiesa él:
“Que
me fuera de casa en busca de mi sostenimiento. Aquella actitud de mi
padre me hirió profundamente. Esa mañana deambulé por las calles
atormentado y sumido en el desconcierto”.
Y
no encontró apoyo ni estímulo ni en Ákora, en donde nació, ni en Puno,
adonde huyó. Y eso es muy grave, porque se puede caer en el cieno y en
el fango de a verdad, no de lluvia sino de vicio y de maldad para ya
nunca más levantarse.
Porque
lo difícil es que tu madre muera y estés indefenso. Pero lo terrible es
que tu padre termine botándote de casa. Y, pese a todo eso, lo
grandioso de esta vida es haberse erigido él en luz y antorcha en la
educación del Perú de aquí y para siempre.
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CONVOCATORIA