Danilo Sánchez Lihón
La verdadera felicidad
consiste
en hacer el bien.
Aristóteles
1. aunque
las distancias
La
madre día a día ha ido trayendo el poco dinero que gana y lo junta
lavando ropa, al lado de lo que los hijos también aportan producto de
ayudar en una y otra tarea, semana tras semana.
Han
transcurrido ya los dos meses de vacaciones de principios de año. Y
hacen una lista de los gastos indispensables que necesariamente se
tienen que afrontar, como es pagar la luz, el agua, el gas, los
arbitrios.
Pero
ocurre siempre que hay que hacer supresiones importantes en la lista de
gastos, puesto que no alcanza lo percibido para cubrir lo ineludible,
que siempre sobrepasa lo obtenido.
Por
eso, se ha recortado la ración de pan, suprimido el rubro pasajes para
mejor caminar, aunque las distancias en este verano son largas y
pesadas.
Porque
algo tiene que quedar de ahorros para la matrícula y ojalá alcance para
algunos útiles escolares indispensables de los dos hijos que ya van al
colegio secundario.
Ellos entran, en este año, a cuarto grado el hijo varón, y a segundo año la mujercita.
2. Con toda
paciencia
Justo hoy que es día de matrícula en el colegio, tocan a la puerta.
–
Señora por favor, cámbieme este billete. Tengo que comprar medicinas
urgentes en la farmacia y como es temprano dicen que no tienen vuelto.
– Pero cien soles es mucho.
– Hágame el favor. Es medicina urgente para mi hijita. Y nadie me quiere hacer el favor de cambiarme.
– No sé si me alcance.
– A ver, vea pues, señora. Yo espero hasta que usted cuente.
– Tendrá que esperar, porque voy a demorar contando el sencillo que tengo. ¿No le importa que le dé sencillo?
– No, señora. Justamente es sencillo lo que necesito.
– Primero voy a ver si me alcanza.
– ¡Sí, señora! – Vaya nomás. Yo espero aquí, con toda paciencia.
3. Está
contenta
Y
mientras avanza se conduele pensando en el apuro en que el hombre está
sumido. Además, ¿qué mejor que el sencillo acumulado sol a sol,
cambiarlo con algo más presentable? Sería bueno llevar un solo billete y
pagar el importe de la matrícula de sus dos niños, que cada uno suma 50
soles.
Entra
al cuarto y saca el frasco donde tiene todo lo ahorrado: son algunos
billetes de a diez, y hasta hay uno de veinte soles, cuidados con tanto
esmero y sacrificio.
Pero abunda más el sencillo en monedas de cinco, dos y de a un sol. Y muchas monedas de 50 céntimos.
Después
de contar, sale. Y ahí está el hombre esperando. Y hace que cuente
moneda tras moneda, y los billetes ajados que chequean una y otra vez.
Recibe el billete de cien soles que guarda celosamente en su bolsillo ajustándolo a una ranura para que no se caiga ni pierda.
Está
contenta, porque lo ahorrado justo alcanza los cien soles para pagar 50
más 50; quedando algunas monedas para cocinar el almuerzo de hoy día.
4. ¿Y,
quién?
Ya
en el colegio espera en la cola calculando uno y otro gasto. Llegado su
turno da los nombres de sus hijos, el grado en el cual se matriculan.
Revisan los documentos. Todo está bien. Y ella entrega el billete
doblado en cuatro partes.
El tesorero lo extiende sobre la mesa en la cual atiende, e inmediatamente le dice:
– ¡Señora, este billete es falso!
– ¿Cómo?
– ¡Es falso!
– ¡Cómo va a ser falso! Es el producto de mi trabajo de todos los días.
– Pero, ¿nadie le ha cambiado antes? ¿Dónde le han dado? ¿Y, quién? ¿Alguna persona conocida, o quizás un extraño?
La señora se queda helada. No sabe qué responder. Otros padres se acercan.
– ¡A ver! ¡Yo sé ver cuál es verdadero y cuál es falso! –Dice uno de ellos que aparenta ser hombre de negocios.
– Sí, señora, ¡es falso! –Concluye después de examinarlo–. Pero, ¡qué bien impreso que está! ¡Parece legítimo!
5. Sorprendidos
y pasmados
– ¿No estará bueno, señor, por favor? –Dice la pobre mujer con la voz a punto de llorar.
– No señora. ¡Qué le vamos hacer! No depende que digamos que es bueno, cuando es falso.
A
la señora le cruzan las imágenes del hombre suplicante. Y del sencillo
que moneda tras moneda ha ido contando hasta llegar a cien soles a fin
de cambiarlo.
Avergonzada
sale del colegio y camina tambaleante con el billete falso en la mano, a
ratos deteniéndose en el largo trayecto, llorando a gritos, de
impotencia, de rabia y desamparo. Y ahora, ¿qué hacer?
– ¡Es la matrícula de mis hijos! –Grita.
Al
sentirla llegar sus hijos corren alegres y felices a abrazarla, y a
preguntar si ya están matriculados cada uno en su sección respectiva.
– Pero, ¿qué te ocurre mamá? –Le preguntan, sorprendiéndose de verla entrar tan abatida, y al verla cogerse de la pared.
Está
demacrada. Les cuenta que no ha podido matricularlos y cuál es el
motivo. Y les muestra el billete que pasa de mano en mano de los hijos
que lo escudriñan sorprendidos y pasmados.
6. No podemos
perderlo
La consternación es grande. En el almuerzo no se toca el tema, pero comen en silencio.
En la tarde la madre reúne a sus dos hijos y les pregunta:
– ¿Qué hacemos?
Una amargura total domina los rostros de los muchachos. Habla el mayor de ellos.
–
Lo cierto es que no tenemos otros recursos para matricularnos. Pero el
dinero que hemos ahorrado es honesto, que nos ha costado trabajo,
privaciones y sacrificios obtenerlo.
La jovencita completa la idea diciendo:
– No podemos perderlo. Cambiemos como sea el billete, y yo me ofrezco a hacerlo.
– Yo también puedo intentar cambiarlo. –Se envalentona el mayor.
Pero su madre reacciona, diciéndoles:
– Y si lo logran, ¿entonces van a causar más dolor entre la gente inocente, y ustedes volverse malos? ¡No!
7. Eso
nos salva
Y continúa:
–
Escuchen bien hijos míos. Yo quisiera que me escuchen bien hoy día. El
dinero es útil y valioso. Ya ustedes saben lo escrupulosa que soy en
ahorrarlo, privándonos de todo.
–
Mirado el billete, mamá, ¿quién creería que es falso? ¡Es idéntico a
uno bueno! ¡Hasta tiene el hilo de la marca! ¡Podemos cambiarlo! ¿Por
qué ser siempre las víctimas?
–
¿Y por no serlo ser los victimarios? No, hijos; eso es delinquir. ¿Qué
tal si la engañada en esta cadena es una madre con unos hijos mucho más
débiles que nosotros que tenemos nuestros brazos fuertes? ¡No! ¡Eso no!
¡Nunca consentiré que eso puedan hacer mis hijos! Y lo que hay que hacer
con todo lo que sea falso, es esto: ¡romperlo!
La madre con las manos que le tiemblan coge el billete y lo rompe varias veces en mil pedazos, hasta hacerlo añicos.
–
Porque hay un valor mucho más grande que el dinero hijos míos, ¡y es
ser personas honradas! Esa es la fuerza moral que nos hace vivir y
triunfar venciendo mil dificultades. ¡No se quedarán sin colegio, pero
nunca dejen de hacer el bien, porque eso es lo que nos salva!
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CONVOCATORIA