Danilo Sánchez Lihón
1.
¡Dios!
Por lo menos la vi, la encontré
en este
mundo, de lo contrario ¡andaría
ciego,
sordo y aún más desolado! Hoy
por lo menos
cuando subo a un ómnibus ya
sé en quien
pensar, para que el crepúsculo
que estalla
en la ventana con sus espadas
y mil cuchillos,
con sus rojos incandescentes y
atroces
amarillos, no me hallen vacío;
¡y en general
el mundo no me sea un campo
baldío!
2.
Y así, mi
vida tenga encanto y sentido.
Y la aflicción
de que alguien me hace falta
no sea
indefinida, sino que ella tenga
rostro,
nombre propio y una imagen
que no
importa que sea incluso lejana.
O cuando me
entristezca sea hasta la punta
de los dedos. Y
el rumor hosco de mi cerebro
sepa
hacia qué imagen o evocación
dirigir mi pena.
3.
Andaba.
tú bien lo sabes mi Dios, triste.
En verdad,
muy triste, antes y después de
conocerla,
Quizás más inclusive después.
Pero ahora
debo reconocerme agradecido.
Y que he de
estar contento y lleno de gozo
porque
al menos la he visto, y sé que
existe.
4.
Ya que,
permitiste que la contemplara.
Es más,
consentiste que la escuchase
y la tuviera
muy de cerca, y la viera pasar.
Y esto,
acaso, ¿no resulta inmenso?
No es
acaso milagroso? Debería,
insensato
pretender algo más siquiera?
¿Y no es
delirio y loca fantasía querer
tenerla a mí
lado cuando viajo y cada vez
que cavilo?
Aquí en esta banca donde sin
nadie quien
me mire yo la añore y extrañe
tanto.
5.
¡Oh Dios!
Tanto la he anhelado. ¡Esto tú
bien
lo sabes! Y tanto he creído en
ella
que mi vida era un páramo, un
yermo
helado que solo ahora repara
esta inmensidad,
Basta en el hecho de haberme
permitido
contemplarla, y saber que es
verdad.
¿No es acaso un don supremo
que tú
me hayas concedido que ella
me haya
mirado? ¡Y los dos coincidido
en un punto!
En una calle ancha que ahora
en el recuerdo
se me aparezca gloriosa, alta
e infinita.
6.
Por eso,
¿no debiera ya cambiar mi aire
afligido
por otro de fiesta, júbilo y leal
alegría?
Intentaré que sea así, aunque
haya
penado tanto en la ilusión de
eternizar
mi vida y su vida; una al lado
de la otra,
como hay tantas, mi Dios, en
este mundo,
felices y dichosas. Pero acaso
no deba
yo mirar por sobre el muro al
jardín
ajeno. ¡Ya es temeraria osadía
todo
aquello que concibe la alocada
ilusión,
como la desdichada esperanza
y loca fantasía.
7.
Dios,
mil gracias. Tengo en mis ojos
ya sus ojos,
y arrobada mi pobre alma por
haberla
contemplado y oído hablar muy
cerca.
¿Cómo puede resistirse siquiera
un instante
la cercanía del ángel?, la gracia
de lo sagrado, sin
quedar fulminado y convertido
en piedra
o en un pobre haz de cenizas?
Yo debo
incluso por eso reverenciarte.
8.
Y no solo
por haberme dado el privilegio
de que ella
pasara a mi lado y yo rozara
sus vestidos,
que yo pudiera llenarme de su
lumbre y
su aroma, sin haber tenido que
sucumbir
a este milagro. ¿No es acaso
un don,
un portento y un hecho que en
mi vida
ha quedado inscrito con tanta
intensidad, y
que es una fuente a la cual me
acerco
a cada instante para ver en ella
reflejada
mi dicha, como siempre, e igual,
mi pena?
9.
¿No debería
solo por eso un hombre estar
dichoso y
exultante estallando de júbilo
y no el ser
cabizbajo y el fantasma vacío
que soy?
El que deambula por callejas
en esta ciudad
o en cualquier otra, por donde
paso;
ciudades en donde todo a ella
lo extraña y
evoca, pese a que nunca haya
recorrido
por allí sus pasos ni su sombra
10.
Yo
te bendigo Dios por haberme
concedido el
milagro de conocer a la mujer
que me estaba
destinada, ya desde el inicio
del mundo,
y que solo logré verla por un
breve
instante. Y te pido perdón por
esta pena
inconsolable de haber querido
y querer
todavía tanto que ella estuviera
por siempre
a mi lado, durante toda la vida.
Gracias por
el instante, por esta eternidad
tras
otra eternidad más tupida en que
me cupo
contemplarla. Eso basta y eso
llena y
justifica la explosión del mundo
en donde
estamos sumidos sin redención
posible.
11.
Dios mío,
por lo menos la vi y encontré
en este
mundo. Por lo menos yo decir
en mi vida
que yo llevo su imagen. Que es
cierta y
no sea desolado todo esto que
vivimos.
Y el mundo y la tierra no sean
entonces
solo un dolor y una traición. Es
cierto que
no la toqué, ni que tuve jamás
la sensación y
el milagro de poner mis manos
en su mano,
como se adora a un santo o a
una virgen, o a ti.
12.
No todo entonces fue sentirme
al margen
de toda dicha y de todo halago.
La vi y
eso basta para entonces morir.
Pude
solo verla, pero me otorgaste
el milagro
de verla pasar; estar a su lado
siquiera
un instante. Que ella supiera
que yo también
existo, aunque luego lo olvide,
y no importa
que desaparezca por siempre.
13.
Por lo menos
así mi vida no se apagará en un
dolor
sin límites y podré tener fuerzas
para soportar
los años que me quedan, dueño
del inmenso
privilegio de saber que existe un
ser así,
aunque sin saber ahora si es
cierta,
dónde está, con quién anda. Y
cómo es,
si camina y si en verdad existe.
Aunque
solo sea para unir este mundo
con tu mundo.
Y allí sí te encuentre, y eso sea
la eternidad.
*****
CONVOCATORIA