martes, 31 de mayo de 2022

GUARDIA CIVIL EN SISMO DE 1970 - POR JUAN RODRÍGUEZ JARA (PISCOBAMBA)

 

 

GUARDIA CIVIL EN SISMO DE 1970

 

Por Juan Rodríguez Jara 


"El honor es su divisa",

reza al mundo su lema,  

a hombres en consigna 

que el Perú entero guarda 

de servicio en la SUIZA PERUANA. 


Cuatrocientos servidores 

sienten pasos en movimientos,

ordenan ¡Todos a sus puestos!  

Sorpresa, revientan los suelos, 

 tejados bajan, matan humanos. 

 

La Comisaría está cuarteada,

la Comandancia toda destruida,

local de la Región GC. agoniza 

 Puesto de Centenario en danza,

control de Tacllán en lágrimas. 

 

El polvo de adobes tapó cielos,

en oscuras multiplican auxilios; 

sólo un toque lejano de silbatos 

identifica a guerreros policías,

el sismo ha destruido Huaraz 

 

Policías regados en escombros 

salen en ronda al mar de adobes: 

todos llaman y piden auxilio, 

muchos necesitan camillas 

algunos entierran a muertos. 

 

Policías llevan a hospitales 

tantos heridos y moribundos, 

rebalsan hospitales y calles 

mueren muchos en brazos 

de familiares o salvadores. 

 

Guardia Civil en servicio murió, 

en calle Belén se enterró, 

era Cabo Jefe de Servicio; 

otro en Huayán destrozado 

por una piedra que rodó. 

 

En Yungay, Huascarán celoso 

a la bella Yungay enterró,

donde murieron en su puesto 

  once Guardias Civiles, enterrados

sin saber, el  lodo de dónde vino.

 

Guardias Civiles en luchas 

son los médicos, cargadores 

curanderos, consoladores, 

en el ancho mar de escombros 

días y días luchando callados. 

 

Como recios Guardias Civiles 

de tripa haciendo corazones 

para guardar las ciudades 

que se han olvidado sus hijos. 

al irse a lejanas tierras. 

 


 



YUNGAY, POR SIEMPRE INSEPULTA - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN (CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA)

 

.
YUNGAY, POR SIEMPRE INSEPULTA
.
Danilo Sánchez Lihón

1.

Sidra
y ajenjo bebí anoche en el Goyescas,

herido

por el derrumbe de un alud e infinidad

de muertos

en las faldas de la Cordillera Blanca,

de nieves

eternas y hoy panteón de inocentes.
Así anduve
a tientas, deteniéndome en alguna

esquina,

frente a escudos, blasones y charcos,

mirando

el final de las avenidas; enseñándole

los dientes,

al sol, perro alado, mosca o tábano.

Beber
así, para un hombre desgarrado
y entristecido
hasta el fondo del alma, es grave.
Es rodar
por un abismo sin centro ni orillas.
¡Es fatal!

2.

Después
vino un amigo y me habló largamente
de su muchacha.

Lloró hiriendo sus manos con cardos
y ortigas
silvestres que adornaban la mesa. Yo
no quise
recordar tus ojos, Yungay, ni el clavel
de esa fuente.
Ni la tarde en tu plaza donde la garúa
mojó
mis cabellos y esta pena sin camino
ni posada.

En donde hundí mis manos laceradas
en el agua
quieta de sus pilastras abandonadas.
Ahora
en el cuenco de piedra ya no te hallo
amor
mío. ¿Adonde torcaza has volado?

3.

Hoy al amanecer, copio, loco,
aterido
y otra vez delirante estas notas:

"En Yungay
todo desaparecido. Nada ha
caído
ni se ha roto, porque todo yace
sepulto.
No son restos de una vasija
rota;
ni es un campo sin puertas
expuesto
para las alimañas y las ratas.


Allí
donde Almagro "El viejo" ordenó
acuchillar
a quinientas mujeres grávidas,
cercenando
él mismo sus senos con la mohosa
espada!
Ahora, sólo el hilo de las arañas
queda.
¡Caminos que se quebrarán también
un día!"

4.

Después
me encontré contigo en el parque
¡oh ánima
sobre la luz descorazonada! Y
dijiste
a tientas detrás de la lluvia que
empezó
a caer: que no sentías nada, que
tres
palmeras en un pantano no eran
la clave,
ni el signo ni el gesto de un dios
inclemente
ni despiadado sobre la tierra silente,
y desolada
sino nada, sólo la roca sin alma
y sin mente.

Es decir:
¡nada! Y eso en verdad ¡era cierto!

5.

Vi
después en tus párpados fugaz
congelada
y sin apenas nacer un lágrima.

Fue
allí entonces que te pregunté
por Irene.

Y dijiste:
"Caído el puente, las mujeres
con sus hijos
arrodillados esperaron la avalancha.
¡Piedra
y nieve sepultando a un eterno
y dolido
corazón! Fue en ese instante que
vieron
al diablo escapar con el rabo entre
las piernas
huyendo como a Almagro “El malo”
insidioso
por la Pampa de las Vizcachas".

6.

En Lima Diego de Almagro, tú y yo,
seguimos
salvos, mirándonos frente a frente
en el Goyescas,
sabiendo que es él quien mueve
la tierra,
quien rebusca tesoros matando lo
tierno.
Quien ahoga los gritos y lamentos
con su mohosa
espada, aún no reseca ni de esa
sangre,
ni de esas lágrimas.

7.

Y hoy tú,
amor mío, fuiste conmigo, en esta
tarde
atroz y asombrada al Panteón
de Surco,
donde otra vez escuchamos llorar
a la cuculí
en la tumba de los muertos. Y en ese
sitio
era nuevo y salvaje otra vez
su canto.
.

Texto que puede ser reproducido
citando autor y fuente 

.
https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiGQoPyY7E6jocnwSWoKXx3Pl4O29merixF0iG34On9-kxvFPCjiZ_ktfqVhdNx7wR1QA42stf3KPuZ3uMlDX1aurE784sd6juZrjvL8cq80PxQ1IiKsUmfaeo5WvATxwbJKgVJ0wALYyo/s1600/Danilo_y_...jpg 

31 DE MAYO: OCURRE EL SISMO DE HUARAZ - FOLIOS DE LA UTOPÍA: DE LA TIERRA SOMOS - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 



CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina

MAYO: MES DE LOS TRABAJADORES,
DEL LEGADO DE LA PAPA DEL PERÚ
AL MUNDO, Y DEL MAESTRO ENCINAS
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
 

SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL
 


*****
 
31 DE MAYO
 
 
OCURRE
EL SISMO
DE HUARAZ
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
DE
LA TIERRA
SOMOS
 
 

Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Los pocos
sobrevivientes
 
Aquella tarde fatídica habían asistido a una actuación en la Escuela de Santa Elena donde tenían que participar sus hijos era domingo y marcaba el día 31 de mayo del año 1970.
Cuando de repente se produjo el terremoto que en unos instantes convirtió la escuela, el barrio, la ciudad y casi todo el norte del Perú en derrumbes y despojos, en quejumbres y gemidos lastimeros y miradas estupefactas.
Minutos antes nada podía hacer presentir que en el patio alumbrado por el sol radiante y luminoso a esa hora pronto todo quedaría sumido en sombras y tinieblas, entenebrecido por el polvo y los gritos desgarradores de los pocos sobrevivientes de aquella catástrofe.
Donde el sol momentos antes apacible y esplendente se oscureció con el humo y el polvo de la tierra removida y sepultada. Junto con Marco Yauri Montero quedaron enterrados sus hijos Ramón Boris y Carlota Walewska.
La última vez que él recuerda haber visto vivos a sus hijos fue segundos antes que se produjera el sismo y quedaran sumidos y aprisionados entre adobes y techumbres derrumbadas. Y él también.
Solo su esposa inexplicablemente resultó encima de todo el estropicio de tierra y polvo. Y no se movió de allí en donde habían desaparecido junto con decenas de otros niños y personas mayores.
 
2. Pasada
la medianoche
 
Por eso decimos que el escritor Marcos Yauri Montero es un resucitado, puesto que en el terremoto en Huaraz del año 1970 quedó enterrado varios metros bajo tierra entre piedras, magueyes, carrizos y tejas rotas. Su esposa que era profesora se quedó allí donde vio que él y sus hijos se esfumaban en el centro del patio bajo los montículos de escombros, diciendo:
– Aquí he visto que desaparecían. Aquí todavía deben estar mi esposo y mis hijos.
30 mil personas murieron en unos segundos en Huaraz y entre 80 a 120 mil personas sumando uno y otro lugar, mientras la tierra fue sacudida por el movimiento sísmico.
De noche pasaron unos jóvenes que saludaron a la señora de Marcos Yauri, en quienes ella reconoció a dos que eran alumnos de su esposo. Y les rogó que la ayudaran a escarbar para encontrar los cuerpos de aquellos miembros de su familia.
Le prometieron volver porque ellos buscaban a sus madres y a otros seres queridos, seguramente enterrados en lo que antes eran sus casas. Y que ahora apenas mostraban rumas de desmonte que manoteaban porque todo era oscuro y el polvo los enceguecía.
Pasada la medianoche y tal como lo prometieron ellos volvieron y escarbaron junto con la señora hasta el amanecer. Y así extrajeron el cuerpo de Marco Yauri abrazado al cadáver de su hijo Ramón Boris.
 
3. En el aire
enrarecido
 
Pero él aún tenía débiles latidos y pulsaciones. Y ahí lo dejaron ya rescatado encima de los deshechos, porque no había sitio llano ni lugar alguno adonde poder llevarlo.
De aquella noche Marco tiene vagos recuerdos de alaridos de algunos pocos sobrevivientes que aún quedaban. De personas deambulando que no encontraban a nadie conocido. Y ni siquiera sabían quiénes eran ellos mismos ni dónde habían quedado antes sus casas. Sin orientación ni noción del espacio y del tiempo vagaban en una locura inexpresiva.
Recuerda Marco que hacia el amanecer ardían cerca y lejos fogatas que él contemplaba apenas pestañando sin poder moverse ni articular músculo alguno. No olvida que la tierra seguía temblando sacudones tras sacudones. Y que seguían cayendo restos de vigas y techumbres que habían quedado oscilando, de magueyes que se rompían con algún chasquido, de piedras y cascajo que parecía que aún flotaban en el aire enrarecido.
Y yo cuento todo esto porque tiene relación con el trabajo que más admiro de Marco, aparte de sus célebres novelas como son: 2La sal amarga de la tierra”, “En otoño después de mil años”, “María Colón”, “Mañana volveré”, “Así pasen los años”, y “No preguntes quién ha muerto”, que han merecido premios nacionales e internacionales.
 
4. Así
el maíz
 
Decía que contaba los hechos que he referido porque se vinculan a la obra que es trascendental dentro de la cosmovisión andina y que tiene su clave en el hecho de resucitar y volver a nacer habiendo estado dentro de la tierra.
La obra donde Marco expone tal concepción se titula Plantas alimenticias y literatura oral andina, en donde sostiene, basado en la mitología andina, que las plantas que nos sustentan son hombres o dioses que han descendido a tierra y que han vuelto en forma de alimentos en el proceso de creación del mundo y de la vida.
Marco Yauri basa principalmente su trabajo en el Mito de Pachacámac, recogido por el cronista Antonio de la Calancha en su Crónica Moralizada; y en el Mito de Mama Raiguana, ubicado en el Archivo Arzobispal de Lima de los años 1656 y 1662.
Pero en realidad son muchísimas y abundantes las alusiones en el folclore oral de que las plantas tienen origen divino y en ellas hay una humanidad escondida.
Así el maíz tiene los dientes y los cabellos de un niño; las papas tienen forma de vientre femenino; las yucas son piernas, tobillos y pantorrillas; y las frutas son distintas partes del cuerpo humano como costillas, brazos, manos y pies; de seres que sufrieron aquel rito de ser enterrados vivos donde se reconoce en las plantas un carácter divino y humano basado en los mitos andinos.
 
5. La Biblia
de esa región
 
Pero lo curioso es que en la vida de Marco Yauri Montero se produce esa misma acción legendaria de haber sido enterrado para luego ser desenterrado y venir a sostener lo que nos afirma.
Igual que los hijos de los dioses que cayeron a tierra y se convirtieron en plantas, tanto las de clima frío como las del temple o de clima cálido. Y más aún las plantas curativas.
Pero además, otro valioso trabajo de Marco Yauri es su labor de recolección de la literatura oral de su región de origen, en su libro: “Leyendas ancashinas”, que abarca mitos, leyendas, cuentos populares y apólogos de aquella región dulce y estremecida.
La colección de relatos orales, recogidos y llevados a la literatura en código de palabra escrita con exactitud y belleza relatan la creación del mundo, del ser humano, y de la fundación de las sociedades andinas a las cuales pertenecen.
Los relatos dan una amplia visión sobre la fantasía popular, además de acercarnos a la sensibilidad del hombre andino.
Tenemos así en esta obra la Biblia de esa región, el termómetro anímico y vivencial del inconsciente colectivo, y en esto Marco cumple con una misión providencial y, es más, sacrosanta.
 
6. Nuestra
identidad
 
Porque como lo dice y reconoce en el prólogo de esta obra, estos relatos cumplen con una labor importante, cuál es la de mantener la cohesión social y de la comunidad. Cuanto más ante lo implacable de la naturaleza y el medio ambiente, y más aún si es que esos textos orales se los vierte al código de la escritura.
Marcos Yauri Montero dedica parte importante de su obra a la valoración de la tradición oral andina, reconociendo que estas expresiones artísticas y culturales están en íntimo contacto con la formación de la conciencia de la persona humana.
Y que guardan directa relación con la fascinación del mundo que ellas descubren, perfilando la sensibilidad del niño y del joven por el bien, la verdad y la belleza, quienes a través de ellas concretan un constante aprendizaje de su sociedad y de su entorno.
Pero este aprendizaje no es enciclopédico o informativo sino sobre todo anímico y vivencial. A través de estos relatos el niño y el joven se acercan al alma y los valores de sus antecesores andinos.
Los mismos que no han caducado con el acoso y asedio que ejerce el mundo moderno sino que son más vigentes y necesarios ahora para la configuración de nuestra identidad, la cual tiende a difuminarse con el fenómeno de la globalización.
 
7. Nuevas
esperanzas
 
Eso piensa y cree, quien nació el 3 de julio del año 1930 en un paraje rural del departamento de Ancash denominado Tukupayok, cerca de Huaraz.
Es Licenciado en Historia, Profesor de la Universidad Ricardo Palma y profesor honorario de la Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo en el Perú. Quien ha escrito narración, poesía y ensayo, así como es compilador de relatos orales quechuas. Ha recibido el Premio Nacional de Novela del Instituto Nacional de Cultura el año 1968. 
En 1969, obtiene el Premio de Fomento a la Cultura Peruana Ricardo Palma. También gana el premio Casa de las Américas de Cuba el año 1975. En 1977 le es otorgado el Premio José Gálvez Barrenechea de Poesía y en 1983, el Premio Extraordinario Gaviota Roja.
Marco Yauri así ha hundido sus raíces en el mundo andino, se ha subsumido al fondo de la tierra: en su humus, su roca, su greda. Ha hincado su rodilla en aquella tierra que le ha quitado todo lo que tenía, que lo dejó sin nada, deambulando sin casa, sin hijos y sin tierra prometida.
Desde donde él ha sido devuelto a este mundo para alumbrarlo con la luz que rescata de las profundidades a las cuales pudo llegar y salir a darnos nuevas esperanzas como han hecho y hacen cada día las frutas y las plantas.
 
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