Danilo Sánchez Lihón
1. La
decisión
– ¡Es Sunki, tu hija! –Le repiten una y otra vez– ¡Es Sunki, de quien estamos celebrando su boda!
– ¡Y qué ha pasado!
AI recibir la noticia Sasá al principio no atinaba a comprender qué cosa le había ocurrido a su hija adorada.
– Con quien lo has casado no es persona, ¡sino que es el diablo! –Le dicen, y hasta le gritan.
Primero manda a parar la música que ha seguido tocando toda la noche. Y poco a poco fue desenredando el ovillo de la burla del demonio.
Fulminado
por la impresión y la rabia no se mueve. Enfadado primero consigo
mismo, por no haber atinado ni siquiera presentido que con quien casaba a
su hija era el shipingo.
A
fin de convencerse que no está mareado por el licor, ni dormido de
cansancio, ni soñando, quiere que otra vez le expliquen pausadamente
pormenores de los hechos, de dónde y cómo habían encontrado a Sunki
flagelada y moribunda.
2. Mataremos
al demonio
Entonces lleno de indignación y rencor dice a los que estaban presentes:
–
¡El ultraje hecho a mi hija es como si ese hijo del infierno hubiera
arrojado su excremento a la cara de todos los hombres de esta tribu!
– ¡Ajá! –asienten todos.
Y poco a poco se van congregando a su alrededor más comuneros que están pendientes de sus palabras.
– ¡Castigaremos de modo ejemplar a ese maldito!
Muchos empiezan a temblar de miedo pensando en encontrarse con el demonio que es temible y conoce tretas.
Pero
hay varios, entre los más valientes, que cogiendo sus machetes y
alzándolos en alto dan aprobación a las palabras de Sasá, diciendo:
– ¡Iremos contigo!
– ¡Mataremos al demonio!
3. La
búsqueda
Despidiéndose de sus mujeres y de sus hijos los hombres de la tribu de Sasá enrumban por la espesura.
Sasá es listo y sabe cómo buscarlo. Se guía por las zonas de silencio, por el rumbo en donde todo está inmóvil y callado.
Porque
cuando el diablo pasa, o en donde permanece todo calla y enmudece. Las
aves alzan el vuelo y se alejan dejando sus nidos vacíos.
Los
grillos y chicharras dejan de emitir sus chillidos y se hunden en la
tierra; y hasta las fieras se suben a los árboles o se agazapan en sus
madrigueras.
Agachados lo rastrean mirando sus pisadas de cabra en los sitios recién llovidos, entre la alfombra de las hojas recién caídas.
Y
persiguen su hedor en las ramas y cortezas de los árboles. Y su imagen
torcida entre las enredaderas que hacen bejucos y lianas.
4. Tumbado
sobre la hierba
A
ratos los hombres, con los machetes desenvainados, se sumen hasta el
cuello atravesando riachuelos, cubiertos el rostro de fango y alimañas.
– ¡No hay!
– ¡No es habido!
Recorren colinas y bajíos.
Cruzan casi todos los pantanos.
Cuando ya muchos desfallecen, Sasá, que va adelante, hace una señal a sus hombres.
– Shshsh.
A la vuelta de un aguajal, Yushín está tumbado y embriagado sobre la hierba, con el tufo de haber bebido.
Se acercan en puntillas. De sus ronquidos se desprende un fuerte olor a licor fermentado.
5. Un
fogón
Aprovechando
que está dormido y a una sola señal cien machetes caen una y otra vez
sobre su cuerpo horrible y peludo que queda dando brincos en el suelo.
Ven que de su sangre regada en el suelo sale humo y candela.
Pero Sasá es suspicaz y está avisado de cómo el diablo revive.
Por eso, antes que anochezca, ordenó que quemen inmediatamente su carne al fuego.
Para eso dispone que se alce una hoguera en medio del bosque.
Y en ella van arrojando los trozos de los restos sangrantes de Yushín, su yerno.
Pero, ¡ah, desgracia! ¡Desgracia para el pueblo de la comunidad de Sasá y alrededores!
6. La
venganza
El diablo ha querido tomar venganza eterna de los hombres de la tribu de Sasá que han tramado su fin.
De las cenizas de su carne quemada, que alza el viento, van saliendo unas cenizas volátiles que cobran vida.
Son: ¡los zancudos!
Que empiezan a zumbar y a dar vueltas en torno a los hombres de Sasá, como vengando a su amo, el diablo.
Y picándoles inclementes los brazos, las piernas y hasta en el rostro y los párpados.
Ellos ahora se multiplican en los aguajales donde Yushín fue muerto y hecho pedazos.
Y
salen al anochecer haciendo sonar sus trompetas, hora en que la carne
del demonio fue quemada horriblemente en el fuego, en la hoguera alzada
por Sasá.
7. Llevan
en sus bocas
Así cuentan nuestros abuelos en noches de luna, sentados bajo los altos mangos, en torno a la hoguera.
Y
explican que así se originaron los zancudos, hace muchísimos años y
hasta centurias y milenios; los que hasta ahora persiguen, desde la hora
en que fue quemado Yushín, el demonio. Y este tomara venganza atacando a
los hombres de la tribu de Sasá, nuestro antepasado.
Y refieren, además, que cuatro hechos demuestran que los zancudos son la ceniza quemada del diablo:
1. Tienen el color de la ceniza y del diablo.
2. Salen al anochecer, la hora en que fue cortado a pedazos Yushín, el demonio.
3. Sólo sirven para hacer daño, chupando la sangre de la gente.
4. Prueba que es obra del demonio el hecho de que los zancudos llevan prendidas a sus bocas las trompetas del Juicio Final.
*****
CONVOCATORIA