Danilo Sánchez Lihón
“Oh, las ocultas piedras preciosas,
y las ocultas flores"
Arthur Rimbaud
1. Llama uno a uno
a sus pollitos
– ¡Esta es la gallina! –dice Leoncio tumbándose sobre la piedra más grande y enlazándola con sus brazos de niño.
–
¡Y éstos son los pollitos! –Se encoge entre las hierbas Amelia
acariciando unas piedras pequeñas, hundidas en la tierra, esparcidas
alrededor y cubiertas de un musgo suave que aparenta ser un breve y
delicado plumaje. Y estirando los labios como si cacareara y con los
brazos como si los acurrucara, me advierte:
–
En las noches oscuras se despierta la gallina cacareando y llama uno a
uno a sus pollitos que dejan de ser piedras para empezar a corretear
vivos por estas laderas entre las plantas.
– ¿Son reales?
– Son seres encantados
– ¡Son tesoros! –Precisa Gala, que es una prima mayor.
Pero hoy hemos estado jugando en el corredor de la casa cuando ha salido mi tía y ha dicho a Leoncio y Amelia:
2. Prometo
ser bueno
–
Hijos, tienen que ir a Urupamba a decirle al Pedro que traiga mañana
los burros para ir a moler el trigo. Y que no se olvide que hoy nos toca
el turno de regadío. Y que vaya temprano a desviar el agua.
– ¿Tiene que ser ahora mismo, mamá?
–
¡Sí! Vayan ahorita para que no se les haga muy tarde el regreso. Le
dicen al Pedro que vigile que el agua no se pierda. Traen además
cebollas, hierbabuena, toronjil y orégano. ¡Y no se demoren!
Leoncio y Amelia voltean a decirnos a mí y a mi hermana Rosita:
– ¿Vamos?
Dejo todo y me levanto como un rayo.
– ¡Voy a pedirle permiso a mi mamá! –digo.
Cruzo
el patio como una tromba y entro por la puerta. Y le juro a mi madre
ser bueno, para siempre, prometo que voy a cuidar a mi hermana toda la
vida, cargarla en la cuesta cuando se canse.
Que
cuando vuelva voy a estudiar en el mosaico de la abuela, comer las
cebollas de la sopa y no tirarme de rodillas a jugar bolitas. Ni tampoco
voy a romper los pantalones deslizándome por los barrancos sobre hojas
de pencas cortadas.
3. Cacarear
por esta cuesta
– ¡Ya, bueno, bueno! –Consiente–. Pero regresen temprano, que no se les vaya a hacer de noche.
Desde
la loma de las tierras amarillas miramos hacia abajo el pueblo de
Santiago de Chuco, abrazados a la piedra, intentando moverla, poniendo
nuestros oídos para escuchar si late o si respira. Y si cacarea.
O tumbados a las piedras que son los pollitos, si podemos escuchar desde el submundo en que viven sus cristalinos piidos.
Y
trato de adivinar el trasmundo en que habitan, llenándome de asombro y
de lástima que moren en esta cumbre y que sólo en algunas noches del año
despierten de su encanto para cacarear por esta cuesta en donde corre
el viento helado.
– Voy a llamarla, a ver si logro despertarlos. –Digo.
– ¡Te puede oír! –Reclama Leoncio parándose asustado.
– ¡No hagas bromas! –Me advierte muy seria– ¡Mira que es piedra encantada! –Añade enfadada.
4. Batía
sus alas
–
Yo quiero este pollito. –Suplica Rosita acariciando la piedra más
chiquita y que apenas aparece un breve muñón desde el suelo donde
duerme.
– ¡Haber, despierta gallina! –Le grito a la roca.
– ¡No hables así! A mí me da miedo. –Se inclina sobre su pecho y hace su puchero Amelia.
– Pero, ¿quiénes la ven cuando sale de su encierro? –Indago
– Sólo aquellos a quienes quiere presentárse el tesoro.
– Pero, ¡quién la ha visto alguna vez! –Argumento.
– El papá de nuestro alpartidario, don Ricardo. Por eso rápido se le fue acabando la vida, y ahora ha muerto.
–
Yo escuché cuando le contó a mi mamá que una noche venía de Urupamba y
al voltear el cerro vio cómo la gallina batía sus alas y salían sus
pollitos.
– Cacareó por todo este contorno y sus crías correteaban detrás de ella.
5. Son seres
del otro mundo
– ¿Y cómo es la gallina?
–
Es grande. Y brilla, como un arco iris encendido. Es una gallina toda
de luz, linda y transparente. Por eso todo el que la ve y no la atrapa
muere hechizado.
–
En realidad se deja morir. Se va secando, pero contento de su final
porque ha visto algo que ya nunca se borra ni de sus ojos. Ni de su
mente, ni de sus sueños.
– ¿Y los pollitos?
– ¡Ahí, son bellos! ¡Más lindos que la madre!
– ¡Qué tal si los esperamos escondidos!
–
¡De qué te vale! Ellos saben que estás escondido. No olvides que son
seres del otro mundo, que miran y saben cómo es y que estamos haciendo
en este lado del universo.
– ¿Y si los cogemos?
– Nos hacemos ricos, los más ricos de todos los ricos. Porque ese oro se vende por gramitos.
6. De oro
puro
– Leoncio: yo quisiera que nunca a la gallina le cojan un pollito. Ni la cojan a ella. –Se apena Rosita.
– ¡Pero, yo sí quisiera verlos! –Replico.
–
No puedes ni siquiera mirarlos. Son seres del interior de la tierra. Y
si los ves, entonces obligatorio tienes que pelear y cogerlos.
– Si lo logras ellos se vuelven de oro. Pero si no los vences pasas a ser de la otra vida. Y por eso mueres.
– ¿Si? Y ¿a quién le ha ocurrido eso? ¿Ah?
–
¡A don Abelardo!, por ejemplo. Si quieres pregunta qué le está pasando a
don Abelardo. Se está muriendo picado porque vio el encanto y se quedó
quieto, inmóvil y no atinó a hacer nada. El hechizo entonces le sopló su
aire malo. Y ahora todo su cuerpo se desmorona como si fuera yesca y le
hubiera entrado la polilla.
– ¿Pero son de oro los pollitos?
– De oro puro y de piedras preciosas. De toda la riqueza que hay en el subsuelo. Tienen hasta diamante en sus ojos.
7. Te pica
el encanto
– ¿Y si los miro desde lejos?
–
Si los ves, estés donde estés, tienes que elegir a uno, correr y
cogerlo como sea. Si lo logras tienes que taparlo con tu poncho, tu
rebozo o tu saco. O lo que tengas en la mano, pero soplándole además tu
aliento.
– ¿Y si no lo hago?.
–
Si no lo haces entonces te pica el encanto y cuando vas a ver sólo hay
una piedra que por más que caves nunca la podrás sacar.
– ¿Y si eso me ocurre?
–Si
eso te pasa, ya te picó la mala suerte y te irás muriendo poco a poco,
por dentro, sin que haya nadie quien te salve. Después, a los dos o tres
meses tu cuerpo se va cayendo y te entierran.
– ¿Y si cojo a uno y soplo mi aliento?
– Te haces rico, porque es oro, diamantes y esmeraldas.
– ¿Has oído?
– ¡Qué!
– ¡Sus piidos!
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CONVOCATORIA