Danilo Sánchez Lihón
1. Libertad
de los pueblos
Cuando
José de San Martín, luego de la entrevista que sostuviera con Simón
Bolívar en Guayaquil el 26 de julio del año 1822, deja el Perú, lo hizo
en plena soledad, retirándose porque era un hombre noble y honrado, y no
quería rivalidades ni formar parte de las disputas mezquinas por el
poder.
Y
lo hizo solo llevando una reliquia. ¿Cuál era? El Estandarte de la
Conquista del Perú de Francisco Pizarro, del cual nunca se desprendió en
vida.
Fue
la prenda que más apreció de cuántas tenía. Era su símbolo, su amuleto y
su talismán. Al tocarlo y contemplarlo veía realizado su sueño de haber
dado libertar a gran parte de Sudamérica.
Este
estandarte en su exilio de Europa siempre formaba parte del atuendo en
su propio dormitorio. Yacía colgado en una de las paredes y era lo que
el Generalísimo de los Ejércitos del Perú miraba siempre antes de
conciliar el sueño.
Sueño que fue el punto de partida en donde se iniciara el anhelo de libertad para nuestros pueblos.
2. Fundó
Repúblicas
¿Qué
representaba para él ese trofeo? El sojuzgamiento de nuestras culturas
que él exorcizó con su espada. El despojo, la muerte y la aniquilación
de los indios que él redimiera. Una etapa de oscurantismo y miseria que
él con su acción visionaria empezara a cambiar.
Representaba
la aventura de la Conquista tan llena de crueldad, padecimientos y
despojos. Pero también no se le escapaba que era una bandera de gloria
de quienes arriesgaron su vida imbuidos de codicia, pero también de fe.
Significaba
siglos de opresión día a día del yugo español. Significaba el dominio
de toda la América del Sur de parte del Rey de España y del Imperio
Español.
Era
el tesoro más preciado para él. Al mirarlo imaginaba cómo en él se
reunía toda la gloria de sus hazañas. Era su posesión más preciada.
Era
la prenda que más estimaba el General San Martín. Poseerlo era el
símbolo de haber sido él, como realmente lo fue, el de haber libertado a
nuestros países y haber fundado Repúblicas Independientes, uniéndolas y
no dividiéndolas.
3. Todo
un continente
Al
retirarse del Perú no extrajo ninguna riqueza material. Al contrario:
aquí lo dejó todo. No solo sus muebles que quedaron en la casa de la
Magdalena y en el Palacio de Gobierno.
Sino
que sus libros personales y de cabecera los donó al fundar la
Biblioteca Nacional del Perú. Pero también dejó su ejército
expedicionario que surcó el mar desde Chile y que desembarcara en la
Bahía de Paracas, compuesto de cinco mil hombres, vencedor en las
batallas de Chacabuco y de Maipú
Partió
solo hacia su país pasando por Chile para luego enrumbar a Mendoza,
siempre llevando el Estandarte de la Conquista del Perú.
Y
luego trasladándolo consigo a su exilio en Europa. Fue lo único que
quiso tener como reliquia, emblema del cual no se desprendió nunca en
vida, símbolo de una época de dolor, de despojo y humillación de todo un
continente.
4. La guardó
diligente
Cierto
día estando en la casa que habitaba en Grand Bourg, a 25 kilómetros de
París, donde vivía modestamente con su hija Mercedes y sus dos
nietecitas, llamadas Josefa y también Mercedes como su madre, entró esta
última llorando al gabinete de su abuelo.
Este
a fin de consolarla puso en sus manos una medalla preciosa atada a una
cinta gualda para que juegue y se entretenga. Era nada menos que la
famosa condecoración que él recibiera por acción heroica en la batalla
de Bailén en la Guerra de Independencia de España, en donde por primera
vez fueron vencidas las tropas napoleónicas.
Salió
su nietecita ya calmada y dichosa con el objeto reluciente. Mercedes,
la mamá, al darse cuenta del inmenso significado de esa joya entra a la
habitación de su padre y entregándole la presea le reprochó así a su
padre:
– Papá, ¡cómo vas a dar esta reliquia de héroe como si fuera un juguete!
–
Déjala que juegue. –Le respondió–. Si una medalla no sirve para que una
niña deje de llorar, ¿entonces para qué utilidad tiene?
Mercedes,
su hija, guardó aquella prenda que don José de San Martín nunca reclamó
ni echó de menos. La guardó diligente en un cajón, prenda que don José
nunca reclamó ni echó de menos. Es por eso que ahora la medalla
permanece en el Museo Nacional de la Argentina en Buenos Aires.
5. después
de mi fallecimiento
Sin
embargo, Ramón Castilla, presidente del Perú le solicitó en una carta
la devolución del Estandarte de la Conquista del Perú de Francisco
Pizarro que el Cabildo de Lima le hizo llegar por intermedio de don
Felipe Antonio Alvarado para que tuviera: “la satisfacción de poder conservar en su poder esa insignia de la tiranía destruida bajo su protectorado”.
He
aquí la respuesta que le dirige José de San Martín al presidente del
Perú, fechada el 8 de diciembre de 1849, en respuesta a la carta de
Ramón Castilla del 12 de setiembre de ese mismo año:
Lo
expuesto no debe dejar la menor duda sobre mi legítima posesión de este
interesante y antiguo signo de la conquista del Perú por los españoles.
Sin embargo, yo había prevenido con mucha antelación los deseos de su
excelencia, declarando en mi disposición testamentaria ser mi voluntad
el que dicho estandarte fuese presentado a la República del Perú por mis
herederos después de mi fallecimiento, como una demostración de mi
agradecimiento a las distinciones con que me honró su primer Congreso.
Este término, no será de la larga duración vista mi edad avanzada y lo
destruido de mi salud.
6. Bandera
que tremoló
El testamento de José de San Martín fechado el 23 de enero del año 1844, dice a la letra:
“En
nombre de Dios Todo Poderoso, a quien reconozco como Hacedor del
Universo, digo yo, José de San Martin, Generalísimo de la República del
Perú y fundador de su libertad, Capitán General de la de Chile y
Brigadier General de la Confederación Argentina, que, visto el mal
estado de mi salud, declaro por el presente Testamento lo siguiente: 1º.
El sable, que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de
la América del Sud, le será entregado al General de la República
Argentina don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción,
que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el
honor de la República contra las injustas pretensiones de los
extranjeros que trataban de humillarla. 2º. Desearía que mi corazón
fuera depositado en Buenos Aires. 3º. Declaro no deber ni haber debido
jamás nada a nadie... Artículo adicional. Es mi voluntad el que el
estandarte que el bravo español Don Francisco Pizarro tremoló en la
conquista del Perú sea devuelto a esa República (a pesar de ser una
propiedad mía), siempre que sus gobiernos hayan realizado las
recompensas y honores con que me honró su primer Congreso”.
7. El sol
naciente
Fallecido
don José de San Martín el 17 de agosto del año 1850 en
Boulogne-Sur-Mer, en una habitación alquilada, sus restos que
inicialmente permanecieron en la cripta de la Basílica de Nuestra Señora
de la Inmaculada de esa ciudad, fueron trasladados en 1861 a la bóveda
de la familia González Balcarce en el cementerio de Brunoy, localidad
cercana de París, cubriendo su féretro el histórico Estandarte de la
Conquista del Perú de Francisco Pizarro.
Fue
en dicha ocasión que se le hizo entrega al representante del Perú en
Francia de la mencionada reliquia, la misma que fue remitida al Perú y
se hizo una exposición de ella en el Ministerio de Relaciones
Exteriores, acto del cual hay un testimonio del tradicionalista Ricardo
Palma.
José
de San Martín fue un hombre que nunca acaparó bienes materiales. Su
vida en su ancianidad y en su retiro fue de austeridad rayana en la
pobreza. Una pensión que alivió sus días fue la que el primer Congreso
del Perú le asignara y que el presidente Ramón Castilla cumplió
fervorosamente en hacer llegar hasta su retiro de París. Igualmente, el
fervor que don José de San Martín guardó por el Perú fue siempre el de
un país al cual relacionó con el sol naciente, el mismo que dibujó son
su propia mano en su primer escudo.
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CONVOCATORIA