Danilo Sánchez Lihón
1. Signos
de vida
El
año 1950 Genaro Ledesma Izquieta ingresa a la Universidad Nacional de
Trujillo, donde cursó estudios en la especialidad de educación,
graduándose de profesor, pero a la vez siguiendo la carrera de abogacía.
Muy pronto tuvo experiencia de líder de masas al ser Secretario General
Interino de la Federación de Estudiantes de aquella universidad. Y esto
debido a que fueron apresados en aquella época los dirigentes
titulares: Luis de la Puente Uceda y Gonzalo Fernández Gasco.
Al
graduarse de profesor tuvo la necesidad ineludible de trabajar y con
este fin enrumbó a las tres veces coronada villa de Lima. Lo primero que
se le ocurrió fue ir a solicitar empleo en el Ministerio de Educación
del Perú. Y con toda razón puesto que le asistía el derecho, y el deber,
como profesor recién graduado de ponerse al servicio del Estado.
En
las oficinas neutras y apócrifas le negaron todo. Menos la plaza de
maestro que todos despreciaban, porque era para la sección nocturna del
Colegio Nacional Daniel Alcides Carrión de Cerro de Pasco, a 4,500
metros de altura. Allí, a la hora en que los alumnos estarían entrando a
clases el viento, el cierzo, y la nevasca, en ese inconcebible poblado
humano, barren sin piedad las calles sin dejar a su paso signos de
vida.
2. Y se ve
que nunca
Recién
a esa hora también este desprevenido profesor, estaría ingresando a
empezar su jornada nocturnal ante un grupo de personajes fantasmales y
extraterrestres, salidos para colmo de las profundidades de los
socavones más tenebrosos del planeta. Y salen con la expectativa no de
oír ni aprender, y eventualmente ver o contemplar, sino piadosamente de
tumbarse a dormir y anhelar, incluso, olvidarse de que existen.
Sin
saberlo Genaro Ledesma a sus 28 años azorados e ilusos, aceptó el
puesto de ir a trabajar en la sección nocturna de dicho colegio viendo
cómo el Ministerio de Educación, increíblemente ágil y diligente esta
vez cuando se trata de condenar a una persona, ponía apurado y
sarcástico en sus manos un boleto de viaje en el vagón de segunda clase
del tren galáctico que trepa hacia las serranías del centro del Perú.
Y
todo eso lo hacía con premura, antes de que se escape ese distraído e
ingenuo maestro con inclinaciones a ser suicida, héroe o mártir. Como se
ve, y aunque no se pueda creer fácilmente, en aquel tiempo el
Ministerio de Educación facilitaba pasajes para que los profesores se
trasladen a los pueblos a cumplir con su misión de apóstoles del saber;
aunque, como duele corroborarlo, siempre daba a los maestros pasajes de
segunda clase para abajo. Y se ve que nunca para el Ministerio sus
maestros fueron ciudadanos de primera clase.
3. Preguntó
preocupado
Llegado
a la Fundición de la Oroya suspiró con alivio pues pensó que había
pasado lo peor: la altitud de 4,818 metros sobre el nivel del mar, en
Ticlio.
Esperanzado
a que el tren se enrumbara hacia el valle, como hace para ir a
Huancayo, pues pensaba que Cerro de Pasco era un valle. ¡Cuál no sería
su asombro, al ver que el tren, al contrario, empezaba a subir más, y se
empinaba más y más hacia las alturas siderales!
¿A
dónde va? Se preguntó él mismo, al ver que casi ya no había pasajeros,
ni menos afuera en el paisaje rasgos de vida, ni siquiera el ichu.
– Señor, ¿hay todavía pueblos hacia arriba? –Preguntó preocupado.
Ya
el frío era irremediable en ese viaje sin retorno, sobre todo al
comprobar que las piernas para echarse a correr hacia atrás, también se
le habían congelado.
Pero
más terrible y cruel que el frío, de suyo descorazonador, era la
miseria y la pobreza de la gente que se ve en una u otra choza desde las
ventanas destartaladas.
4. Delante
de las bocas minas
Ya
en el salón enhollinado del colegio se sentó, teniendo a su frente a un
puñado de mineros analfabetos esperando en las carpetas a fin de que
los atravesara algún rayo de luz redentora y milagrosa.
Y los despertara, descubriéndoles en realidad quiénes eran. Y si eran seres humanos y no envoltorios de polvo, hollín y apatía.
Corren
para entonces los años 1958 y 1959; cuando de un momento a otro sus
alumnos pasaron de ser sombras subterráneas a esperpentos desempleados.
¿Qué sucede? ¿Qué está ocurriendo?
Acontece
que la Compañía Minera estadounidense ha despedido de un sólo plumazo a
7,000 obreros sin reconocerles un solo adarme en compensación ni
beneficio alguno.
Ni
siquiera se le extiende un papel en testimonio de que existen. Solo se
les cierran las puertas de alambradas de púas que hay delante de las
bocas minas.
Ante
tal situación el Alcalde de Cerro de Pasco se ha hecho humo, él mismo
se ha defenestrado. Ha desaparecido al instante. ¿Comprado? ¿Vendido?
¡Nadie sabe! ¡Solo que no aparece!, dejando el cargo vacío.
5. Pronto
haría temblar
Encima,
como precaución, el gobierno de Manuel Prado envía una fuerza represiva
de gendarmes y más gendarmes, alcanzando el número de 500 policías y
soldados bien armados.
Y,
ante el salón y el sillón vacío del Municipio los alumnos fantasmales y
sonámbulos del Colegio Nacional Daniel Alcides Carrión, y los obreros
entumecidos ya sin trabajo, lo llevan y colocan en el sillón del
burgomaestre considerando que es el único letrado que sienten que late,
que ve, que oye y que palpa tal y como son ellos.
Es
el maestro de escuela Genaro Ledesma Izquieta, en cuyas manos entonces
le ponen el bastón de la Alcaldía sin que al gobierno le venga en ganas
ni siquiera querer averiguar de quién se trata.
Y
allí lo deja la abulia y la desidia de todos. Y él empieza a despachar
por voluntad de las masas, como justifica él, como si hubiera sido
elegido poniendo su nombre y estampando su firma al lado del sello de la
entidad municipal.
Este Alcalde inesperado, y llevado como hoja por el viento de su destino era Genaro Ledesma Izquieta.
Y
quien pronto haría temblar y sacaría de quicio al gobierno de hierro
más implacable y astuto de la primera mitad del Siglo XX que ha tenido
el Perú.
6. Carbones
hirvientes
Mientras
tanto, la compañía extractora de minerales, la Cerro de Pasco
Corporation, no sólo se ha adueñado de los pulmones y la sangre de los
campesinos, llenándoles de gases tóxicos y polvo mineralizado hasta
hacerlos reventar con la fatal silicosis, sino que ha logrado mucho más.
¿Cómo, qué?
Ha
tendido un cerco de alambres de púas que por las noches, al amparo de
las sombras, crece diabólicamente, enajenando tierras con pastos,
ganados y puquios de agua, como también crece desconociendo y
envileciendo el destino de las gentes.
El
Alcalde imprevisto, de tanta manía de dejar abiertas las puertas del
Municipio para que entren los comuneros pobres y hasta desarrapados, se
ve de pronto encabezando grupos de hombres que a la luz del alba botaban
y cortaban la alambrada.
La
misma que de noche avanza maléficamente por obra del demonio y los
insaciables devoradores de tierras, ya de día el coraje de los hombres
que sólo tienen su pecho tembloroso y sus manos como carbones
hirvientes, lo hacen retroceder.
7. La guerra
silenciosa
Producto
de estas acciones y enfrentamientos el primero y dos de mayo de 1960
los policías asesinaron a varios campesinos, entre ellos al Presidente
de la Comunidad de Rancas. Hirieron además a 60 comuneros que han
entregado sus pechos a las balas, alucinados de que veían al final de
las pampas a sus hijos fallecidos de hambre y de frío, convencidos que
los alentaban a recuperar las tierras que de noche el cerco de la
Compañía minera les había devorado.
A
consecuencia de ello, recién el oficialismo se da cuenta que quien está
sentado en el sillón del Alcalde de la Provincia de Cerro de Pasco es
nada menos que un revoltoso de polentas. Entonces lo cogieron y lo
enviaron de allí mismo a una Colonia Penal en la selva, en donde no hay
rejas sino donde únicamente se lo suelta al condenado.
Tampoco
se le cuida, donde a nadie se hace caso, porque allí en el Sepa la
naturaleza es el peor verdugo. En donde el presidiario es libre incluso
de huir, donde sólo si da un paso en esa jungla ahí está una serpiente
jergón para picarle mortalmente. Allí, en una competencia de quién es
más ingenuo, lo soltaron.
Fue
luego el novelista Manuel Scorza quien lo erigiera en épica tanto la
vida de Genaro Ledesma como la acción de la comunidad de Rancas por
rescatar sus tierras en una saga de novelas titulada “La guerra
silenciosa”, que tienen como escenario Cerro de Pasco, al centro del
Perú, cuya villa fuera fundada el 20 de octubre del año 1578.
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