Danilo Sánchez Lihón
1. Motivación
hacia la lectura
Motivar
hacia la lectura como una actividad libre, soberana y voluntaria, y
mediante actividades directas y prácticas en donde entremos de lleno y
cabales al goce de los textos escritos con pasión, entusiasmo y fervor,
es la clave y fundamento para activar el plan lector, y a partir de ello
ir construyendo la choza, la cabaña, la casa, el edificio y la ciudad
lectora que anhelamos construir; porque la predisposición al saber es
algo básico y fundamental en la mente y en el alma del niño.
Además,
porque es inherente a la condición humana la inquietud por conocer, por
explorar y encontrar el significado a las diversas presencias y
experiencias que encontramos en el universo. Y, sin embargo, no
extraemos todas las ventajas de esa inclinación natural y ni siquiera activamos con suficiencia y eficacia esta faceta en el quehacer educativo, cuál es la motivación.
Ni
tomamos en cuenta acerca de si el niño está o no está en la aptitud
para aprender tal o cual asunto o materia. Porque respecto a lo que
venimos diciendo: no hay competencias, habilidades y destrezas comunes a
todos, ni hay aprendizajes universales. Cada niño es especial y único
en su manera de manejar sus procesos cognitivos, de construir paradigmas
y hacer con ellos frente al mundo y a la realidad.
2. La gracia
y el humor
Para
ello y relacionado a la motivación, hay que desarrollar para la lectura
una difusión y promoción impactante, valiente y llena de audacia y
estrategias convincentes como poner letreros, llenos de santa locura en
el aula y en la institución educativa, y que ojalá que pudiera salir y
sostenerse de las torres de los campanarios en aldeas y ciudades. Porque
hace falta algo que escandalice con gracia, que ponga los nervios de
punta, pero con chiste, y quiebre a favor de la lectura la paz de los
cementerios.
Hace
falta un poco de humor en nuestro trabajo, donde estamos predispuestos a
ser muy serios, formales y hasta solemnes, entonces frente a los niños y
jóvenes se inhiben y no participan. Y por eso no nos hacen caso ni nos
creen. Necesitamos ganar una presencia en la vida social y cultural
haciendo actos arriesgados y hermosos, ojalá que llenos de encanto,
maravilla y hasta chifladura o gala mágica.
A
los surrealistas nadie los hubiera hecho caso si es que no hubieran
escandalizado con sus actos, sin llegar a los extremos que ellos
llegaron de arrojar pollos degollados en los escenarios de los teatros
donde se exhibían obras clásicas. Porque el entorno cultural es
preponderante en la lectura. El que ella exista en la vida y esté
presente en los medios de comunicación. Que la lectura sea actuante en
la cotidianeidad, que podamos encontrarla no solo en los lugares
formales sino en el espacio real del día a día y en la calle, incluso
como rutina sabiendo que su esencia es extraordinaria y portentosa.
3. La amistad del maestro
con el niño y joven
Cometemos
también el error de asociar siempre niño a educación. Relación que para
él resulta esclavizante y reduccionista ya que el niño quisiera vivir
libremente sin esas cadenas, camisas de fuerza o sesgada rotulación.
Aquella esquematización sobre todo comete el error de negarle al niño su
calidad de persona, puesto que se lo está viendo siempre “en función
de” o en “utilidad a” esto o aquello, en sentido de “ganancia” y “uso”.
Si
esto es inaceptable y hasta indignante, en sentido general, se vuelve
atrozmente deforme en relación a la lectura, a la literatura y al arte,
pues estas expresiones, atributos o dones debieran ser justamente en
donde nunca se pierda la gracia del goce más puro, y de la libertad. Por
eso, no es conveniente convertir la lectura en lección escolar.
La
cuna o el nido en donde germina y prospera la lectura es la amistad y
la sincera intimidad que pueden establecer un maestro y un niño en el
ámbito de los libros. Y ojalá que todo maestro pueda construir esta
relación con cada uno de los educandos que tiene bajo su cuidado y
atención. Una amistad que surja en razón de una motivación profunda que
embargue y apasione al niño y que comprometa al maestro, y se traduzca
en libros y obras que ellos y nosotros vamos leyendo y construyendo
juntos una relación personal que aliente el cultivo y la afición a leer.
4. Conocer y partir
del alma del niño
En
estos tiempos atravesados de utilitarismos todo tiende a dividir a la
familia, ya que en las circunstancias actuales la exigencia es que padre
y madre trabajen. La situación social y económica determinan que el
niño viva muchos problemas; el más acuciante es el aislamiento y la
soledad. La lectura puede y debe ser en estos casos el recurso para
paliar y exorcizar dichos problemas y para lograr ello se necesitan
buenos guías u orientadores. Los maestros tenemos que ser esas antorchas
encendidas. Para ello el primer requisito es formar a los maestros como
buenos lectores, asiduos y vastos, y en buenos orientadores de la
lectura en niños y jóvenes.
También
ser capaces de reconocer lo que ocurre en el alma profunda de un niño
para conectarlo oportunamente con un libro en donde se trate de
problemas coincidentes con lo que el niño vive, sufre y padece, como
aquellos con los cuales goza y se exalta. Textos que cuenten con
personajes paradigmáticos con los cuales niños y jóvenes se
identifiquen, y en donde encuentren una luz certera que les ayuden a
resolver un dilema y en donde encuentren la hebra que le lleve a la
madeja de una solución como al ovillo de la lectura gozosa y voluntaria y
de un destino promisorio.
La
confidencia, la intimidad y el vínculo afectivo de maestro y niño que
deje atrás una relación mecánica y meramente funcional, reducida a
determinado curso o asignatura, será una senda propicia para hacer
surgir la llama cálida, vivaz y entrañable de la lectura, sin dejarse ganar por el aspecto formal del proceso educativo sino por
la raíz, el nervio y la fuente de lo que es compartir un hecho tan
fecundo y lleno de significados pródigos y hasta providenciales como es
la educación.
5. Vínculo al mundo libre
interno y externo
Asimismo,
desarrollar actividades para vincular la lectura en la realidad, para
mostrarla en relación a las circunstancias que nos han tocado vivir y
afrontar, cotejando siempre lectura con mundo circundante.
En
tal sentido son recomendables los paseos en donde relacionemos los
textos escritos que leemos con la realidad circundante que ellos evocan o
refieren, como ir al río, al campo, al bosque, a la playa para leer
signos y escribir ya sea cuentos y poemas; historias o semblanzas;
crónicas, informes o artículos de fondo.
Porque,
preguntémonos: cuál de las siguientes propuestas será más convincente
en relación a la lectura, y cuál entusiasmará más al niño y le dejará
una enseñanza imborrable para que a partir de ello implementemos en el
hogar y en el aula el leer y escribir como actividades concomitantes,
asociadas y complementarias, siendo la sugerencia:
– ¿Vamos a conocer los animales del bosque?, o
– ¿Vamos al bosque a conocer los animales?
Indudablemente,
la que no solo interesará sino que ha de inquietar y hasta apasionar al
niño será la segunda opción, porque nos vincula al mundo vivo y libre. Y
esta proyección funciona para el mundo interno y externo, ya que aquel
bosque no es un espacio solo físico. ¡Hay tantas referencias y ámbitos
sugestivos en el mundo exterior e interior que arriesguémonos a recorrer
con la lectura creadora que es el acto de escribir, sobre estos temas y
asuntos!
6. Leer
a campo abierto
José
Antonio Encinas, el maestro más egregio del Perú de todos los tiempos,
ante la espiga de la quinua en flor, en los campos del altiplano puneño,
enseñaba todas las disciplinas del saber y el conocimiento; tanto
matemática como química; física como ciencias naturales; lenguaje como
consideraciones acerca del medio ambiente, la geografía y la historia de
la comunidad estaban vinculadas.
Y
animaba a leer sobre dichas realidades vívidas y palpables, vinculando
los libros a aquellos elementos de la realidad que se ofrecían ante sus
ojos y rodeaban a los niños que él enseñaba.
Otro
maestro legendario entre nosotros fue Nicanor Rivera Cáceres hacía lo
mismo: rompía todos los esquemas, abolía todos los horarios, superaba
todas las normas y no se reducía a abrir su libro y dictar la lección de
una manera inerte, en encierro y desconectada del mundo circundante.
Él
llevaba a sus niños al campo, les hacía portar sus cometas y sus
juguetes para compartir y aprender alrededor suyo; confrontados con el
juego y la vida misma, en esta aventura que es la existencia humana,
como también les narraba cuentos que luego invitaba a leerlos en los
libros.
De
allí que hay que establecer el vínculo de la lectura con la vida, la
calle, la plaza pública, la realidad y la libertad del niño para
construir por sí mismo su orientación y su atalaya en esta existencia.
7. El acceso
al libro
Ya
se ha comprobado que la disponibilidad de libros, el acceso y la
cercanía, es un aliciente de primer orden en la estimulación a la
lectura.
Libros
adecuados a los intereses y edades de los niños y jóvenes, libros que
se los puedan hojear sin limitaciones, reticencias ni temores, libros
que pudieran tener características atractivas de edición, con variedad
de temas y autores.
Todos
ellos deben estar al alcance de las personas sobre todo en proceso de
formación, en los espacios donde éstos se desenvuelvan, aspecto que
tiene importancia trascendental en la motivación y promoción lectora.
Si
no los hubiera, o si resultara inasequible poder adquirirlos, entonces
hay que elaborarlos en base a dinámicas que se implementen; por ejemplo
utilizando periódicos y revistas que se reciclen, u otros materiales
muchos de ellos desechables. O valiéndose del Internet a fin de
conformar con ellos bibliotecas de aula.
El
mejor libro es el que el propio niño lo elabora, aquel que se le ocurre
hacer a él; el que se le antoje de acuerdo a su parecer y hasta
producto de su sano capricho. Que surge
de acuerdo a lo que él crea en función a las preferencias y aficiones
que ellos acunan y albergan. Ayudar entonces a producirlos mediante
prácticas que les den aliciente y creatividad.
Epílogo:
Leer es un acto
de amor y devoción
En
la Declaración de los Derechos del Niño, es necesario advertir que no
se estipula ni recomienda que los adultos en general y los padres en
particular, estemos obligados a dedicarles tiempo libre a comunicarnos
con ellos placenteramente, aspecto que es básico para la lectura.
Es
fundamental el tiempo que dediquemos a divertirnos y a jugar con ellos,
y a compartir la vida en función de lo maravilloso, y en ese orden
están los libros; relación que ellos necesitan y anhelan y que es base y
cimiento para que la lectura prospere cuando esta se logra acompañar
con esa relación grata, feliz y empática.
Se
debe cultivar la lectura como placer y también la lectura como
construcción de sentido. Pero es más, la lectura como un acto de
devoción y un acto de amor. Y no hay amor solitario, sino compartido. O,
por lo menos, en referencia a otro ser.
Ya
que se lee por un compromiso con la existencia, por una relación
intensa, fuerte, riesgosa. Se lee como una pasión, y para eso
necesitamos referentes, no como si este fuera un mundo vacío sino ahíto
de sentido en donde la actitud que más cabe y corresponde es la alegría
por descubrir y por crear. Necesitamos alentar la lectura desde el amor a
la familia, a la realidad que nos ha tocado vivir y a nuestra
realización en el mundo. Y eso se logra compartiendo el tiempo concreto
en función de cariños e ideales muy presentes, sentidos y compartidos.
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