Danilo Sánchez Lihón
1. Su
raigambre
intrínseca
Quiero en primer lugar saludar la realización de este
magno certamen: el II Congreso Nacional de la Música Ayacuchana y su
Trascendencia programado para llevarse a cabo aquí en Huamanga entre los días 3
y 6 de noviembre del año en curso, 2015.
Evento organizado
por la Dirección Regional de Comercio Exterior y Turismo, del cual destacamos
su sentido, su importancia y proyección; así como de parte mía quiero agradecer
la gentil invitación que se me cursara para participar en este gran
acontecimiento cultural presentando la ponencia que con fines de difusión he
titulado: “El yaraví, canto de amor y protesta”.
Destaco la índole genuina, plural y fervorosa de este II
Congreso; su raigambre intrínseca, de síntesis e identidad; su carácter
celebratorio, deliberante y totalizador; la asistencia multitudinaria de
participantes que colma de bote a bote los auditorios, valorando que la música
es la expresión sonora de algo inmensamente vasto y profundo, así como
reconociendo y compulsando su poder movilizador. Concluyendo que es con música como
vamos a hacer la revolución social, cantando y bailando, tal como se construyera
Machu Picchu, Ollantaytambo y Sacsayhuaman.
Tal y como es el yaraví que en el fondo tiene una
clave de sentido social; que es una fórmula o un brebaje en donde se sublima lo
que en la sociedad ocurre, como es: la injusticia, el destino adverso, el
desengaño y la traición, para alentar una fe, la convicción y el amor.
2. Savia
nutricia
Quiero saludar, asimismo, a la tierra pródiga y
generosa de Ayacucho, cuna de nuestra libertad, reconociéndola como tierra
transida, como un corazón flechado que sangra música; tierra a la cual le
corren por las venas música. Y música que llega al alma.
Música en donde si bien se canta la congoja y la
tristeza por la separación o la ingratitud del ser amado, en principio y en
verdad, se canta en primerísimo lugar al amor eterno que es inmenso y
trasciende la muerte. Y eso es lo central. Y he allí su significación y
trascendencia.
Música para tomarle pulso y mayor peso a la vida,
música para amar y para vivir mejor. Y si es música la sangre y los latidos de
esta tierra y que siguen el compás del corazón humano, entonces este es un
pueblo bendecido y salvado y que nos salva a todos quienes nos acercamos
reverentes a esta savia nutricia. Tierra musical, Estremecida de música. Tierra
sensible, fervorosa, que ojalá se consolide.
Tierra empapada así como de lamentos y endechas de
amor que subliman esta vida, igual también es tierra de reclamos, de proclamas
y protestas; tierra gloriosa, donde es sintomático cómo aquí se han gestado los
grandes movimientos sociales coincidente con las aspiraciones más legítimas que
cabe alentar en el Perú.
3. Quejas
de amor
Ahora bien, ingresando ahora al tema que me
corresponde desarrollar, cabe preguntarnos en primer lugar: ¿Qué es el Yaraví?
Es difícil de definir con la razón aquello que se siente tan íntimamente en lo
más hondo y abismal del corazón y que se entreteje en el alma arrebatada de
pasión.
como es el quejido, el desgarro y el lamento que
compromete cuerpo y espíritu. Es el yaraví canción que expresa penas de amor no
correspondido, ausente e imposible, ligado a la nostalgia del amor distante o
perdido, porque su esencia es embriagarse con la pena del amor sentido, es
gozar con la tristeza del amor anhelado; es el gusto de sufrir tan honda y acerbamente
ese ardor y ese cauterio.
Son canciones de ingenuidad y desolada queja, de recuerdo
del amor ausente donde la letra y la música rebozan aflicción, desconsuelo y
amargura. Es la memoria de amados ausentes. Es la pena y el desgarro como imperio.
Es el poder de la pena.
Su tristeza es medular, pero a su vez es tristeza
estética, pero también tristeza con poder de expresión en donde casi siempre se
adopta una decisión, y siendo así es tristeza pero con poder. Son quejas de
amor, a veces de connotaciones fúnebres, y de despedida.
4. El
imposible
El yaraví es genuinamente nacional, indio e hispano. Raúl
Porras Barrenechea nos dice que:
“El yaraví nace alegre en la fiesta jubilar de la cosecha
incaica, silencia su voz en los primeros siglos de la conquista y renace
preñado de pesadumbre en el siglo XVIII en las representaciones escénicas en
las que sorprende, como una expresión nueva de la raza, su infinita
melancolía”.
Siendo su raíz el harawi este no era precisamente
triste, sino variado. Escogimos sin embargo del harawi la parte melancólica
porque esa ha sido la condición de nuestro pueblo sojuzgado en la época de la
colonia.
En lo poético es de actitud noble, señorial y romántica,
que se entronca con la poesía trovadoresca del amor fino, galante y cortés. En
donde la actitud del compositor e intérprete es caballeresca, imbuida de
grandeza y señorío, y de renuncia cediendo el paso incluso a su enemigo.
De métrica variable, por lo general de versos cortos
con uso frecuente del pie quebrado. Donde se canta el amor imposible, hecho que
no deja de ser inmenso, legendario y trascendental.
5. Anónimo
y transido
El yaraví se acompaña con instrumentos de cuerdas,
principalmente guitarras y bandurrias, pero también con arpa y violín. Empero, inicialmente, en aquella etapa oculta en que el yaraví
adquiere su mestizaje, para aparecer después robusto en su reclamo y en su
queja, se acompañó con la quena y con la flauta de hueso.
Caracterizan al yaraví los quiebres o hundimientos del
compás y la voz que grafican aquellas caídas del alma que son su textura y su
matriz, puestas en las notas, en las sílabas y en las vocales que los conforman.
Aquellas caídas graves en la modulación de la canción y que lo produce el pie
quebrado del verso, son las inflexiones que le dan el carácter dolido y
solemne, de agonía y hasta de rapto trágico.
Donde se da la alegorización de los amantes como aves,
principalmente palomas y tortolicas que se alejan del nido, que complementan su
peso hacia abajo elevándose al hanan pacha, que es el mundo de arriba, etéreo y
volátil. El yaraví es una revelación de la capacidad de amar. Y de amar a
traición incluso a tu enemigo, diríamos parafraseando a César Vallejo.
El yaraví es gesta colectiva que se empapa de pueblo,
que el pueblo lo hace suyo. Pero no es música para bailar sino para sentir y
pensar. Sin embargo es popular. Tiene el hálito del pueblo sencillo, y como él
es consustancialmente anónimo y transido.
6. Canción
de denuncia
Es un entronque y una unión de caminos. En donde hay
un puente por el cual se va y se viene. Por ejemplo, es un puente de plata
entre la cultura oral y la cultura escrita, lo cual constituye un hecho
extraordinario y sorprendente, puesto que es raro este vínculo en donde se unen
dos ámbitos casi siempre irreconciliables en nuestra historia.
También hay un vínculo entre el harawi incaico, que
hunde su raíz en la tradición andina más honda y que se manifiesta oralmente
desprovista de escritura, que ha sido cultivada por nuestro pueblo como
resistencia cultural heroica a la dominación, pero que a la vez se junta y pone
al lado de la tradición ibérica del pueblo llano en el romance español del medioevo,
y con la poesía trovadoresca y castiza del amor cortés.
El yaraví es un puente de plata entre el campo y la
ciudad, entre lo urbano y lo chacarero, entre lo tradicional de la canción
indígena y la poesía letrada occidental.
Hay un vínculo entre el folclor y la poesía o la canción
de autor, donde los límites infranqueables en otros espacios, aquí se difuminan
y se pierden. Y lo singular que quisiéramos resaltar es que es una canción de
denuncia a la opresión, que pese a su aparente pesimismo decide hechos con
valor y hasta arrojo así sea que haya que franquear las puertas de la muerte.
7. Un mundo
mejor
El yaraví es canción de despedida, de adiós, incluso
de este mundo. Son canciones que establecen distancias, separaciones, rupturas
y alejamientos. Es canción de caminos de arrieros y de gente de a pie. Y que se
lo ha asociado a la desilusión y al desengaño, pero que hay que mirar estos
reproches en donde se reconviene y se increpa la deslealtad, la traición, el
abandono, a todo lo que socialmente merece ser corregido, eliminado y transformado en
nuestras vidas
No debemos conceptuarlo entonces ni permitir que se lo
confine como un canto de desilusión y desengaño, y nada más, como si de allí no
pasara, porque ubicarlo en esa condición es hacerlo perder su fuerza de
rebelión, de aquello que no concilia con el estado de cosas y con el orden y
sistema imperantes. El yaraví si bien es lamento amoroso desde la posición de
quien posee el bien, el amor y la voz que lo canta es canción de denuncia y de rebelión,
de protesta y de motín, en donde algo se decide incluida la muerte.
El yaraví sublima una emoción y un sentimiento de
sufrimiento y de dolor pero de parte de quien tiene una inmensa pasión, emoción
y hasta arrebato, arrogándose además la verdad y el poder de decidir, hecho que
resulta valioso para nuestra liberación. Tener de nuestra parte la ilusión es
contar a su vez con la esperanza de revertir la situación y poder construir el
mundo que es anhelo de todos construir aquí y ahora con justicia y libertad.
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