EN PUNO
NACE
ENCINAS
Danilo Sánchez Lihón
1. Donde se reza
y se baila
Manuel José Antonio Encinas Franco nace el 30 de mayo
de 1886, en Puno, ciudad asentada a las orillas del Lago Titicaca, de donde,
según la leyenda, surgieron Manco Cápac y Mama Ocllo, con el encargo divino de
civilizar a los hombres montaraces y dispersos, y enseñarles el conocimiento de
la naturaleza, de la vida y de las costumbres, orientados por una moral que fue
capaz de fundar, organizar y desarrollar un gran imperio sobre la faz de la
tierra.
Aurora Encinas, devota y adorada hermana de José
Antonio, ha escrito de Puno, y más precisamente del Parque Pino, donde nació el
maestro José Antonio Encinas, lo siguiente:
"Puno era una ciudad pequeña, con sólo dos
plazas, tres o cuatro jirones, con poquísimas calles. La única joya
arquitectónica era la Catedral, de estilo barroco, que se levanta en una
explanada, ofreciendo majestad y belleza.
El parque Pino se encuentra a tres cuadras de la Plaza
de Armas. Este lugar es el salón y corazón del pueblo. Aquí se reúne la gente
para hacer amistades y cultivar amores. En las fiestas patronales, en honor a
la Virgen de la Candelaria, y en los carnavales, es el centro de reunión, donde
se reza y se baila toda una semana."
2. Calles
empedradas
De la ciudad de Puno de aquella época José Portugal
Catacora no dice:
Durante el día, Puno "...parece un joyel de
diamantes y topacios rutilando en un cofre cubierto de terciopelo verde; y
durante las noches semeja un nidal de luciérnagas o un haz de estrellas caídas
del infinito... Ciudad siempre lavada por el agua de las vertientes o por las
brisas lacustres."
Y José Luis Ayala, de otro lado, precisa:
"Puno, a fines del siglo XIX, era una pequeña
ciudad con calles empedradas, donde se distinguía claramente la Catedral
construida a base de piedra, un poema labrado por manos aymarás; la capilla de
San Juan, "para uso exclusivo de los indios"; el local del colegio
San Carlos, cuatro tiendas comerciales grandes, la calle Lima y otras
adyacentes que conformaban la ciudad... Había dos centros de reunión social,
los clubes de la Sociedad Puneña, que reunía a gamonales, funcionarios del
Estado y a comerciantes, y la pastelería París, situada en lo que se llamaba la
Casa de Piedra del parque Pino, donde se reunían contertulios generalmente
intelectuales, profesores del colegio San Carlos, y quienes normalmente acudían a tomar un café
y comprar los periódicos de Lima, La Paz y Buenos Aires."
3. Alta
misión
José Antonio Encinas nace justamente allí, en una casa
hecha de adobe y techada de paja, situada en el Parque Pino que queda en la
esquina que forman las calles Lima, N° 172, y Azángaro. Se ha referido,
asimismo, que en el patio de la casa natal:
Habiendo sido ésta la casa donde vivieron los Encinas
Franco en Puno, hay familiares que sostienen que José Antonio nació en una casa
de la calle Lambayeque de la ciudad de Puno, donde vivía la señora Fortunata
Franco, abuela por parte de madre, aunque Aurora Encinas Franco desmintió
enfáticamente esta versión, destacando más bien que en la casa del Parque Pino:
...se levanta un árbol de eucalipto, el más alto de la
ciudad, de tronco grueso, consistente y vertical, de numerosas ramas y amplio
follaje, que en días de sol proyecta una amplia sombra. .este árbol, (ha sido
dicho) simboliza su personalidad, rectilínea como su tronco, amplia como su
copaje y consistente como su dignidad moral.
José Antonio Encinas fue el hijo mayor de una ilustre
familia puneña, algunos de cuyos miembros habían abrazado la alta misión del
magisterio. Su padre fue don Mariano Encinas, y su madre doña Matilde Franco. Por
el lado materno descendía de Remigio Franco, el honorable y digno Senador que
defendió con firmeza los intereses del Perú.
4. Se apeó
del caballo
Fueron siete hermanos, en el siguiente orden: José
Antonio, Moisés, Enrique, Victoria, María Asunción, Guillermina y Aurora.
Sus estudios primarios y secundarios los realiza en su
ciudad natal, donde los inicia en 1894, en la Escuela dirigida por don José María
Miranda, y los prosigue en 1899, ingresando al Colegio Nacional San Carlos,
fundado por el Libertador Simón Bolívar en los inicios de la República, a su
paso por Puno, en 1826.
Los primeros años de su infancia transcurrieron entre
Puno y Acora, ciudades donde su padre ejercía el cargo de Gobernador.
Entre los parientes se cuenta la anécdota que cuando
José Antonio cumplió los seis años de edad, sus progenitores decidieron
trasladar a la familia de Acora, donde el padre ejercía la autoridad política,
a fin de llevarla a un ambiente más desarrollado como era el de la capital del
departamento de Puno.
Siendo así, se alistó escrupulosamente el viaje, pero
al cruzar la caravana la Plaza de Armas del pueblo, despidiéndose de aquel
lugar pobre y confinado, el niño se apeó del caballo y se aferró a un poste,
manifestando que él no quería dejar ese lugar.
Lo curioso es que no hubo razones, promesas ni
seducciones que valieran antes sus ojos para convencerle de que era bueno dejar
ese lugar.
5. Voluntad
de acero
Se le insistía que el pueblo al cual iban era grande
lindo y con muchas diversiones, que este era feo, pobre y sucio, hecho que más
lo enfadaba. Se le pintaba que en aquel pueblo al cual irían había autos, cine
y grandes tiendas comerciales:
– No, no quiero ir. No quiero dejar a mis amigos. Yo
aquí me quedo.
Se trató de utilizar la fuerza y fue peor: se aferró
aún más al poste. Al final, ni resondros ni castigos valieron para hacerle
cambiar su terca idea de no abandonar lo que él consideraba su terruño. Y hubo
que desensillar acémilas, volver a acomodar cuantas cosas habían sido recogidas
de las habitaciones, y retomar actividades y asuntos diarios sólo porque el
niño de apenas seis años era inquebrantable en su decisión de no alejarse de
Acora.
En ello se nos muestra los dos componentes que fueron
esenciales de su personalidad: su amor por la tierra, es decir, sus afectos
irrenunciables a los pueblos y a su gente, por pequeños que sean. Eso de un
lado, y de otro: su voluntad férrea, implacable así le cueste todos los
sacrificios imaginables. Y fue esa voluntad de acero, de granito y diamante
aquello que más resalta en su vida. De allí que, después, déspotas y tiranos
encontraron en Encinas a un resuelto e irreductible defensor de sus propias
convicciones.
6. Los mejores
alumnos
Desde muy joven, José Antonio debe asumir el
sostenimiento de su familia, trabajando primero como amanuense en el Concejo
Municipal y, después, como secretario en la Prefectura de Puno.
Ahora bien, ¿cómo lo recordaban físicamente a José
Antonio Encinas las personas que lo conocieron en aquella época? Así: De
contextura recia, rostro severo y siempre sereno, frente amplia y despejada, de
ojos pequeños y penetrantes. De estatura más bien baja. De amplias espaldas,
De pie semejaba más bien una estatua pétrea. Su rostro
de perfiles circulares ostentaba una frente amplia, con convexidad propia de
los hombres de talento superior. Sus ojos negros y pequeños parecían estar
escudriñando el trasfondo de las cosas o proyectándose hacia lejanías
inalcanzables.
Sin embargo, en 1905 llega a Puno la noticia de que se
inauguraba en Lima la primera Escuela Normal del Perú, puesta en funcionamiento
por el ministro Juan Manuel Polar, siendo presidente de la República don José
Pardo, encargándose la dirección de ese flamante establecimiento educativo al
educador belga Isidoro Poiry. La primera Escuela Normal del Perú funcionaba en
base a becas otorgadas a las diversas regiones del Perú, buscando atraer a los
mejores alumnos que querían ser maestros.
7.
Trascendental
y
legendaria
Es en ese contexto que surge, representando a su
departamento, José Antonio Encinas, quien viajó directamente desde Puno hacia
Lima, siguiendo el llamado de una vocación que lo atraía profundamente. Sus
estudios los realiza de manera brillante, en los años 1905 y 1906, siendo uno
de los alumnos sobresalientes de su Promoción. Así, José Antonio Encinas se
convierte en uno de los primeros maestros graduados con título profesional,
integrando la primera promoción de la primera Escuela Normal del Perú.
Por ser egresado de esa institución de élite en el
campo educativo a él le correspondía el cargo de Inspector de Educación, pero
solicita el puesto de docente de aula de la escuela más pobre de su
departamento, nombrándosele director del Centro Escolar de Varones 881 de Puno,
escuela fiscal destartalada y sin local aparente del cual se hizo cargo, y en
donde inició, a los 21 años de edad, una experiencia de innovación pedagógica
que apenas duró cuatro años, hasta 1911.
La experiencia realizada por José Antonio Encinas en
dicha escuela de Puno, la daría a conocer posteriormente en el libro Un ensayo
de Escuela Nueva en el Perú, escrito en París veinte años después de culminada
dicha proeza. Mirada desde la perspectiva de poco más de un siglo, aquella
práctica pedagógica resulta trascendental, legendaria, y visionaria en sus
planteamientos válidos para el Perú de todos los tiempos.
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