Danilo Sánchez Lihón
1.
Legislar
que los niños tienen derecho
a zambullirse,
con ropa, zapatos, cuadernos,
y todo,
en los manantiales prodigiosos
de la imaginación
sin que nadie intente por ello
reprenderles
sino más bien echarse a volar
al lado
y junto a ellos hacia aquellos
mundos
de utopía distantes, distintos y
hasta
opuestos; otorgando prioridad
al uso
de un par de alas, dispositivo
sencillo
que bien puede ser fabricado
en vez
de producir armas destructivas
y material
bélico, y a fin de que todos se
valgan
de ellas y animarse alucinados
a dar un
par de vueltas por la realidad,
reinventándola
otra vez en nuestros sueños.
2.
Los niños
han de tener derecho –e igual
los seres
humanos en general– a estar
y quedarse
extasiados, estén donde estén.
Y a no ser
reprendidos ni sancionados
por ello:
se olviden o no de realizar tal
o cual
actividad, sea por contemplar
el lento
abrirse de una flor ¡u ocultarse
el sol!
Sea ver el desenroscarse de
una oruga, o
manar las aguas de una fuente.
Que ante
la maravilla de avistar un arco
iris
se cierren cuadernos y cesen
las teorías.
Sea que se trate de pernoctar
en una parva
de trigo, o ante un plenilunio o
ante
un cielo tachonado de luceros.
Sea seguir
paso a paso el lento caminar
de un caracol,
sea guarecerse bajo un alero
arrobados
por el suave caer de la lluvia.
3.
Tienen derecho los niños
a subir
a lo más empinado de una torre
y contemplar
el milagro simple de la creación.
Que
se abran los lugares más altos
de los edificios
y desde allí se pueda avizorar
imaginar
y emprender el reto de hacer
un mundo mejor.
Que haya excursiones obligadas
a las cimas
de las montañas a fin de quedar
arrobados
ante el vasto panorama estelar.
Tienen
derecho a conocer un castillo,
un lago,
una catarata; mojarse en la lluvia,
moldear
la arcilla y navegar en el mar.
A albergar
un gorrión, un caballo y un río
en el corazón.
4.
Los niños
tienen derecho a ser valorados
por la osadía
de sus sueños y por dicho motivo
a ser
enaltecidos, siendo identificados,
valorados
y reconocidos principalmente
por ello. Después
de la exposición de un concepto
a soñar,
dejando a un lado la pregunta
impertinente
del profesor si ésta no alcanza
el nivel
del prodigio, ilusión y delirio.
Que cuando
alguien imagine todos caminen
de puntillas,
se aquieten los artefactos y no
haya ruido sino
una alerta y consigna general
a fin
de no interrumpir el portento
de este
hecho extraordinario cual es
soñar.
5.
Los niños
tienen derecho y plena libertad
de imaginar
un mundo mejor, instalando
el reino
del bien, la belleza y los valores.
Que todos
ellos son atributos de la infancia.
A instaurar
la imaginación en el poder.
Que
ante el anhelo de transformar
el mundo
no se replique que es imposible
hacerlo
ni descabellado intentarlo. Que
al contrario
en este y otros aspectos nosotros
los adultos
vayamos humildemente siguiendo
sus pasos.
6.
Tienen
todo derecho a mirar la realidad
con ojos
fascinados, abiertos de asombro
y admiración.
Ante ello no podemos ser críticos,
ni descreídos
o escépticos, sino asidos a su vuelo
por el ámbito
de la fantasía, subidos y en la proa
de aquellas
naves, trocados en alas y viento,
convertidos
en todo lo que viaja y se eleva.
Siendo
bienvenidas estas tres gracias:
el trabajo
gozoso, el honor de sentirse
hermosos
y la divina locura de amar y mil
veces más
amar convencidos e indivisos
lo creado.
7.
Los niños tienen derecho
a reconocer
que sus brazos antes fueron alas
y con ellos
volar por el mundo en su proeza
de ser
amplios y vastos; que sus manos
en el intento
de crear y elevarse puedan romper
esquemas
como trizar objetos y armatostes.
Que las manos
son para modelar y crear un mundo
nuevo
y los brazos para cobijar y proteger
lo que es débil.
Que manos y brazos son perfección
de las alas
guarecidas allí cuando es menester
abrirlas,
para dar concreción a los sueños.
8.
Los niños
tienen derecho a sumergirse
en el mundo
del misterio, embrujo y sortilegio.
A escuchar
los tambores, clarines y timbales.
Las dianas
que resuenan en la tempestad.
A entrever
la sirena que emerge de las aguas
envuelta
en orquídeas. Que en la noche
estrellada
somos dioses actuales y remotos;
vigentes
y atávicos. Que la fantasía no es
falsedad,
que en nosotros reviven a cada
instante
y se hacen cotidianos los arcanos,
la clave
y los signos de lo supremo que
somos.
9.
Tienen derecho a utilizar toda
su paleta
de colores para pintar cualquier
cosa
y asunto. Que en su visión todo
puede ser
otro. Las manzanas pueden ser
azules
y los tomates celestes. Que un
gato
puede tener estampado encima
el arco iris,
el sol un colibrí entres sus rayos.
Y los besos
en las mejillas el color y el sabor
del capulí.
Pedirán sanciones para quienes
todo
lo pintan de un solo color, peor
si es gris,
siendo un agravante mayor pintar
aulas
y colegios de plomo. O de colores
opacos,
mortecinos o lastimeros.
10.
Tienen derecho a colocar su oído
en el hueco
de un árbol, un puente o caracola
y trasmitirnos
en cualquier lenguaje la sabiduría
del cielo
y del mar; de sus profundidades,
estrellas
e inabarcables orillas. Que a partir
de esas
palabras se cambien conductas
y disminuyan
de precio los productos. Tienen
derecho
a sumergirse de lleno en el océano
de la vida,
en los secretos que expliquen
las razones
o sinrazones supremas de esta
efímera,
bella y asombrosa existencia.
11.
Los niños
tienen derecho a transitar
de asombro
en asombro, de maravilla
en maravilla,
de milagro en milagro súbito.
A descubrir
portentos en el naranjo enhiesto
en el patio
que convierte las pepitas de oro
incrustadas
en sus gajos en nuevos árboles.
Pendientes
a dar vida a seres y objetos que
aparentemente
no la tienen. A conversar ilusos
con las nubes,
saber lo que piensan las piedras.
A tener
comentarios de los vínculos
de amor
existentes entre el sol y la luna,
la tierra
y el cielo, el cerro y la colina.
12.
Tienen
derecho que a sus preguntas
las respuestas
que den los adultos sean de igual
o mayor
calidad en cuanto a hechicería,
embrujo
y maravilla. Que ya lanzados
por ellos
al mundo incógnito y misterioso,
como es
felizmente el mundo, también
participemos
de ese juego y de ese asombro.
De tal modo
que si nos preguntaran algo
respondamos
con igual fascinación que tienen
sus hondas
y raigales averiguaciones.
13.
Derecho
a que si creen en algo no se les
desmienta
ni corrija, ni se les desencante
diciéndoles
que eso es errado y es falso.
Que todo ser
se enmiende para ser bueno
ante ellos,
y a fin de mirar el mundo con
esperanza.
Tienen derecho que su selección
de fútbol
gane siquiera un campeonato.
A que
se organicen festivales para dar
lugar
a que los que nunca han ganado
por fin triunfen.
14.
Tienen
el derecho a que fuertemente
se les apoye
en su convicción de que tienen
los mejores
padres del mundo y verdaderamente
se
los reconozca así en una actuación
pública.
Que padre y madre sean coronados
reyes
rey él, reina ella, una vez siquiera.
Que
su casa es su casa y no alquilada
por la inmobiliaria
que quiere desalojarlos. Que nadie
diga
que su país es feo y de ladrones.
que se repita
diez veces mil que no hay nada
en el mundo
más bello, bueno y hermoso que
el lugar
donde él naciera y donde vive. Y
esto
por una razón muy simple, porque
es cierto,
porque no hay verdad más prístina
en el mundo.
15.
Tienen
derecho a creer en su familia,
en sus hermanos,
en la caballerosidad de sus vecinos,
y pundonor
de sus autoridades y gobernantes,
porque
lo contrario
significará dejar de creer
y eso no solo
es triste sino muy grave. Gravísimo.
Los mayores
tenemos el deber de luchar a brazo
partido
porque la realidad no los desmienta.
A pedir
que las personas de su alrededor
sonrían
como ellos lo hacen cada día.
Que triunfen
los seres con los cuales ellos
se identifican.
Pedir el cambio de un maestro
por no sonreír,
por vestir de opaco, por hablar
de catástrofes
desgracias y calamidades.
16.
Tienen
el derecho universal a la alegría,
a celebrar
la vida, a mirar cada una de sus
manifestaciones
con gozo, encanto y arrobamiento.
A caminar
libremente por las playas y colinas;
por valles y
desiertos; a sacarle el jugo y néctar
a los amaneceres.
A rodar frente a los crepúsculos.
A la danza
libre y gloriosa en la adoración
de todo. A
saludar al sol, la luna y el arco iris.
A que
sus miradas de luz y transparentes
sean
respondidas con iguales miradas
quizá ya
sin luz pero eso sí transparentes.
17.
Todo niño
tiene derecho a que su sonrisa
sea
respondida con otra sonrisa, si
es posible
de oreja a oreja, sobre todo por
los adultos.
Se impondrán penas severas
y multas
drásticas a toda persona mayor
que no responda
con la misma devoción, emoción
y cariño.
Al maestro se le suspenderá
con un día
de trabajo si incurriera en este
agravio. Y
si un individuo de edad madura
responde
malamente y con regaños a la
sonrisa
de un niño esto se notificará
inmediatamente
al servicio de Serenazgo del distrito
privándosele
de libertad durante todo un santo
día
y si después volviera a incurrir
en lo mismo
se le encarcelará para siempre.
18.
Tienen
derecho los niños a iniciar un viaje
en busca
de la clave que explique el misterio
del universo;
a dejarlo todo con dicho propósito,
porque
puede ser que este asunto hasta
ahora
irresoluto finalmente lo avisten
y resuelvan
para todos y esto nos convenga
para siempre.
A dejarse guiar por un chispazo,
un latido,
una corazonada. A ser atraídos
por lo ignoto,
porque eso finalmente somos:
misterio,
encantamientos, conjuros, prodigios
y adivinanzas
en la noche intrincada del universo.
19.
Estipular
que el sistema educativo
debe
propiciar la imaginación,
que así
como hay maestros de estética
o lógica
haya maestros de "fantástica",
incluso
funcionarios que inciten el arte
de imaginar,
a fin que a partir de los sueños
las personas
cobremos ánimos a favor
de alcanzar:
lo ideal. Que a partir de ella
se alcen
y echen a flamear banderas
y estandartes
defendiendo la vida que es
hermosa
y no es justo desperdiciarla
ni en falsos
problemas ni en trivialidades.
20.
Reconocer
la importancia, maravilla
y significación
y trascendencia de soñar,
y esto
porque ello es esperanza.
Y esto
como un recurso de carácter
estratégico
y base del desarrollo social,
económico,
y cultural de una colectividad
plena,
precisando que sin la fantasía
e imaginación
la realidad no sería completa.
Y es sólo
con estos atributos que la vida
llega a ser
verdad y merece ser vivida.
A despertar
en la humanidad el anhelo
de hacer
posibles las utopías del bien,
verdad y belleza.
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