EN DEFENSA
DEL PUEBLO
SENCILLO
Danilo Sánchez Lihón
Perdónanos hermano
nuestras deudas.
(Juventud Palermo de Trujillo.
Cartel dejado en la tumba
de César Vallejo en París)
1. El pueblo
sencillo
Homicidio, incendio, saqueo, asonada y otras
acusaciones son los crímenes que el juez ad hoc Elías Iturri, encargado de
investigar los sucesos ocurridos el 1 de agosto del año 1920 en Santiago de
Chuco, imputa a César Vallejo quien era su compañero de aula en la Universidad
Nacional de Trujillo, denunciándolo penalmente.
Por eso, también como en la vida de Cristo, en César
Vallejo también hubo un Judas que formaba parte de su misma casa, con quien
compartían las mismas horas de estudio y se cobijaban bajo el mismo techo. ¿Por
qué esta acritud, deslealtad y falta de juicio histórico? Porque no había una
enemistad ni animadversión manifiesta en el aula. ¿Entonces?
Iturri lo hace por ser dócil al poder, a una directiva
que le dan, por obedecer a consigna venida desde arriba. Porque Iturri fue un
Juez ad hoc, hecho que constituye una aberración jurídica, dado que en Santiago
de Chuco operaba un juez oficial quien hace un informe y levantamiento de
cargos que no involucran a César Vallejo.
Pero el poder local quería que se involucre a los
enemigos políticos de Carlos Santa María quien fue el denunciante. Sin embargo,
César Vallejo no mencionó nunca a Iturri, porque él sí tenía conciencia
histórica y no quiso que este pase de su boca a la posteridad. Ese es tal vez
el máximo castigo que él infiere de su parte.
2. La orilla
opuesta
Refugiado de la persecución policial que se había
tendido sobre él por aquellos sucesos luctuosos en los cuales participó el
pueblo sencillo en plena Segunda Fiesta del Apóstol Santiago el Mayor que se
celebra el 1 de agosto del año 1920 en Santiago de Chuco y en los cuales
resultó involucrado, permanece oculto.
Cabe advertir sin embargo que César Vallejo no sufrió
persecución y cárcel por delitos relacionados a la corrupción e inmoralidad
sino por hechos de protesta social, por sucesos en los cuales el pueblo se
subleva por abusos inconcebibles de una gendarmería beoda, manipulada por un
cacique local y finalmente ella sí homicida.
Porque cometió crímenes como disparar con armas del
Estado y desde el local en donde se habían parapetado a una comisión de
ciudadanos entre los cuales estaba el subprefecto de la ciudad, el Sr. Ladislao
Meza, y que habían concurrido a solicitarles moderación y recato, causando la
muerte de un ciudadano notable como era el señor Antonio Ciudad.
César Vallejo fue capturado y sufrió 112 días de
cárcel por estos sucesos vinculados a la defensa del orden y del bien común, y
no por inconductas de su vida privada en la cual incurren muchos artistas, pero
de aquellas corrientes que representan justamente la orilla opuesta del arte
que César Vallejo cultiva y defiende.
2. Hasta
ahora
Por eso, permanece a partir de agosto del año 1920
permanece oculto, las semanas previas a su captura en el predio que tiene
Antenor Orrego, hombre de letras, periodista y principal animador del Grupo
Norte al cual pertenece también César Vallejo, y que aquél tiene en la zona de
Mansiche, cercana a Trujillo.
Allí pasa las horas leyendo y en tertulia con algunos
amigos que conocen de su paradero. Sin embargo, el día 5 de noviembre de 1920
recibe allí la visita de una persona que le aconseja que se traslade a un nuevo
refugio. Y le dice cuál, en donde habría de estar más seguro.
El día 6 de noviembre sale muy temprano de ese lugar
rumbo a la casa de Andrés Ciudad en la calle San Martín 564 en donde estaba
refugiado Héctor Vásquez, otro de los perseguidos por los sucesos de Santiago
de Chuco.
Ocurre que el juez del crimen ya había detectado el
hecho y dictado orden de allanamiento de aquel domicilio, en coordinación con
el subprefecto Eduardo de la Flor, estando ya en marcha el operativo para
incursionar en ese local y capturar a uno de los implicados en los sucesos de
Santiago de Chuco, pero en este caso sin saber que encontrarían a César
Vallejo.
4. La amistad
multánime
¿Quién fue ese ingrato agente de la represión con
máscara de amigo, de familiar, de paisano o de persona conocida, tan preciso y
cabal en su inquina?
Porque fue ese sujeto quien entregó de la manera más
exacta, así como Judas llevando a la cohorte de alguaciles y dándole un beso al
maestro en señal de vendetta bajo aparente cariño.
También hasta ahora César Vallejo se ha negado a
revelar la identidad de la persona que le sugirió ese traslado. Ha callado
aquel nombre. Quizá no ha querido hacerlo pasar a la posteridad al lado suyo,
hubiera sido un premio o un halago inmerecido.
Lo ejemplar de actitudes como ésta, es lo que hizo
posible que él construya la amistad multánime que siempre tuvo, disculpando
flaquezas y perdonando miserias humanas.
Y que se puso de manifiesto también cuando el día de
su liberación, el 26 de febrero del año 1921, fuera una multitud la que
permaneciera de pie y lo acogiera nuevamente en su seno. También fue la razón
para que tuviera un recibimiento tan sentido que se le tributó a la salida de
la penitenciaría.
5. Parte
el contingente
¡Porque él tampoco denunció ni ese ni cualquier otro
día a quien lo traicionó la fecha en que fue arrestado!
La intervención y captura de César Vallejo que
ocurriera el 6 de noviembre, no dejó de ser espectacular:
En primer término, fue numeroso el contingente de
personas que participaron en el hecho.
Como a Jesús en el Huerto de los Olivos hasta donde
fue una turba con lanzas y alumbrados con mecheros, con sogas y cadenas.
En el caso de César Vallejo en primer lugar contamos
con la presencia de Belisario Vásquez, Mayor de Gendarmes, y de Víctor Otiniano,
Escribano del Crimen, quienes actúan con diligencia como si de cazar a un lobo
se tratara.
Los acompañan un pelotón de seis guardias civiles y
una nube de curiosos que se aglomeran para contemplar la escena.
A las 11.30 de la mañana parte el contingente se la
calle San Martín llevando a César Vallejo esposado, como si se tratase de un
avezado criminal. Detrás de él conducen también esposado a Héctor Vásquez.
6. Que no
escape
El recorrido que hace el séquito y la gente que lo
secunda, es seguir el curso de la calle San Martín hasta el encuentro con la
calle Mariscal Orbegozo, en donde la comitiva dobla a la izquierda en su
recorrido.
Los inculpados van rodeados de gendarmes y los hacen
caminar por la parte céntrica de la calle a fin de que no escapen, sea por
alguna esquina o sea por alguna puerta entreabierta. Sin embargo, a quien más
cuidan y de quien están más pendiente es de César Vallejo como si este fuera el
cabecilla.
Al llegar el cortejo al cruce formado por la calle
Orbegozo con Independencia, se produce un conato de nerviosismo, sujetando los
custodios fuertemente a este reo.
Se trata de una diferencia de criterios entre el Mayor
de Gendarmes y el Escribano del Crimen. El primero opina que es mejor cruzar la
Plaza de Armas y el otro es de la idea que mejor sería evitarla rodeándola por
el contorno.
Prevalece el primer criterio. Ingresan a la Plaza de
Armas por la esquina de la Catedral. La atraviesan en diagonal, bordeando el
monumento central.
7. Llevan
a un niño
Así llegan a la esquina de la Municipalidad, para de
allí dirigirse por el jirón Francisco Pizarro, hasta llegar a la penitenciaría
donde son introducidos los acusados.
Allí menudean órdenes, mandatos, palabras soeces. Se
llenan los papeles reglamentarios, se registran las huellas dactilares, siendo
puesto luego César Vallejo en manos del alcaide del lugar, don Cipriano Barba,
para luego ser encerrado en una mazmorra deplorable, sin luz y nauseabunda.
Ah las
paredes de la celda.
De ellas me
duele entretanto, más
las dos
largas que tienen esta noche
algo de
madres que ya muertas
llevan por
bromurados declives,
a un niño de la mano cada una.
Y sólo yo me
voy quedando,
con la
diestra, que hace por ambas manos,
en alto, en
busca de terciario brazo
que ha de
pupilar, entre mi dónde y mi cuándo,
esta mayoría inválida de hombre.
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