1.
Antes
y
después
– Los globos iluminados que
se elevan la primera noche en que Capulí, Vallejo y su Tierra pernocta en
Santiago de Chuco, ¿dice usted que son fuego y aire? Pero también, ¿que son
tierra y agua?
– Así es.
– ¿Es una imagen literaria,
o qué? Porque, por lo que usted ha explicado ellos son fuego, porque arde una
mecha dentro de su envoltura de papel, que produce aire caliente y es por eso
que suben a lo alto. Y son aire porque es la fuerza motriz del viento quien los
impulsa, eleva y arrastra por el cielo, y esto en la noche lo cual resulta
fuerte e impactante.
– Claro que sí.
– Pero también nos dice que
son de tierra y agua. Pero eso si no lo entendemos. Acaso, ¿porque se utilice
algún material que se produce en la tierra y lo fecunda el agua, como el
algodón de la mecha o el papel?
– También por eso, pero por
algo más.
– ¿Son de tierra y agua
antes o después de que arden?
– Antes y después.
2.
Bajo
sus
brazos
– Explíquenos, por favor,
porque este aspecto no lo comprendemos totalmente. Porque pareciera más bien
que son globos iluminados, en oposición justamente a los elementos tierra y
agua.
– Entonces, para aclarar
esta aseveración les cuento lo ocurrido en la última versión de los Encuentros
Internacionales de Capulí, Vallejo y su Tierra que tienen su última fase en
Santiago de Chuco y en donde se festeja este hecho elevando globos.
– Sí, díganos, ¿qué
ocurrió?
En el último Capulí, en que
se elevaron 15 globos iluminados, y ya cuando esto había pasado hacía buen
rato, estando frente al escenario en pleno desarrollo del Festival Trilce de la
Canción Andina, veo que por un costado de la calle, entre el campanario y el escenario
levantado, que pasan varios grupos de niños que llevan la estructura íntegra de
los globos elevados y ya apagados bajo sus brazos.
– ¿Aquellos que se elevaron
horas antes y desde un costado de la plaza? ¿Lo traían los niños pero ya
apagados?
– Sí. Así es.
– Y, ¿cómo los habían
recuperado si me han dicho que se elevan hasta desaparecer de la vista?
3.
Una
bandera
– Esos mismos que se
perdieron de nuestra vista elevados por el viento en la noche tupida, retornan
hechos tierra y agua del relente de los campos desde donde los niños los
rescatan y los traen doblados en sus sobacos.
– ¡Increíble!
– También a mí me asombró
ver, avanzado el Festival, a los niños desfilar con los globos ya apagados. Ver
que pasan por un costado del escenario, después de una o dos horas, grupos de
niños con los globos ya apagados, capturados indudablemente por los cerros,
cumbres y bajíos.
Y resulta estremecedor
saber: ¿en qué cumbre o quebrada cayeron? ¿En qué montaña? Para ellos llegar
hasta allí como cazando una luz, un cometa o una estrella, porque esos globos
están llenos de la ilusión de la gente.
Mientras ellos están
pendientes de la proeza de traer vivos, enteros, aunque sea dormidos a esos
globos, como un recuerdo y trofeo que guardan en sus casas.
Tal y como se guarda una
espada blandida en un combate, o la capa de un soldado, o la montura de un
caballo que se ha batido en una batalla. O como se guarda una bandera.
4.
Gritos
en
la noche
¡Yo mismo no lo podía
creer! Me quedé sin habla, anonadado. Y cruzaron por mis ojos y mi mente
imágenes de los niños escalando peñas, cruzando el río, venciendo cercas
altísimas, para dar con los globos aún encendidos que han aterrizado y ellos
tienen que apagar antes que el papel se queme.
Y traer el globo íntegro.
Con algo de humo negro en sus bordes, nada más. Y en el camino de venida
escuchar el concierto del Festival Trilce, por los campos azorados, estando
allí entre los cerros o los ríos.
– ¿Y cómo se organizan para
ir por ellos y capturarlos?
– Supongo que de la manera
más natural del mundo, como hacen los niños, que se adelantan y corren por los
caminos no importa que estén oscuros. Es un voluntariado gratuito que se hace
por el gusto de hacerlo.
Y es que ser niño es vivir
estas aventuras, donde las canciones que se cantan en el Festival quedan pero
como fondo y base imborrable de todas estas proezas, mientras se alientan con
sus gritos en la noche, antes de que toda señal del globo extinto se pierda y
para lo cual han de conocer de cómo avanzar por todos los caminos.
– ¿Es peligroso?
5.
Más
que
las cometas
– ¡Muchísimo! En mayo
llueve y los campos están anegados y resbalosos.
– Y, ¿cuántos han podido
recoger?
– ¡Los quince!.
– ¿Íntegros?
– ¡Todos íntegros!
Para eso hay que tener ojos
de nictálope, manos y pies de goma, cuerpo de felino, vuelo de cóndor para
avanzar ya a oscuras.
Y adelantarse cuando ya se
van apagando. Y saber dónde esperarlos en tierra para ayudarlos a caer, para
que la mecha hecha brasa no queme el papel, porque bastaría un breve trozo para
que lo consuma todo.
Porque los globos se elevan
mucho más que las cometas, desaparecen y casi no se los ve de lo alto que
bogan.
¡Difícil divisarlos, salvo
los niños que los siguen y han decidido atraparlos calculando su proyección, el
viento, la oscuridad, las rocas y los árboles en donde se enredan al caer.
6.
¡De ningún
modo!
– Y no lo hacen por
competencia ni para ganar algo. No los entregan a alguien, no es para
mostrarlos. Lo hacen como una apuesta consigo mismos, como una lealtad con su
propio destino.
Varios que se admiraron y
sorprendieron de esta proeza de los niños me propusieron que Capulí promueva un
concurso de quién de esos grupos de niños llegan primero y más rápido a la
plaza con un globo apagado pero íntegro recogido entre aquellos que se han elevado
por los cielos esa noche.
– ¿Qué? –Reacciono– ¿Están
locos? ¡Imposible!
– ¿Por qué? –Preguntan.
– Porque es arriesgar a que
los niños por atrapar un globo se ahoguen en el río. O se resbalen de las peñas
que son inhiestas. O que simplemente se caigan y se fracturen estando lejos en
alguna hondonada y en la noche.
– ¿No es sencillo traerlos?
– ¡Es una proeza temeraria!
Hasta suicida, que no la podríamos promover ¡de ningún modo!
– ¿Así?
7.
Agua
y
tierra
– ¡Es que ustedes no
conocen los barrancos, los abismos y las cañadas profundas de que está rodeado
Santiago de Chuco! Como de sus cumbres, pendientes y senderos de abrojos
tupidos.
¿Cómo empujarlos entonces a
ir por esos precipicios? ¿Cómo vamos a exponer a los niños por despeñaderos y a
oscuras? ¿A enviarlos en parvadas por lugares abruptos, de noche y haciendo
competencia de quién gana primero? ¡Imposible! ¡Y mucho más si nosotros
permanecemos aquí esperando impasibles a ver quién llega, y gana? ¡No!
– ¡Pero de todos modos
ellos lo van hacer!
– Quienes lo hacen son
niños que conocen la tierra como la palma de su mano y les encanta afrontar
dificultades. Pero incentivar a que lo hagan otros, no. Quienes lo hacen con
ser muy hábiles de todos modos arriesgan la vida.
Eso sí, haberlo visto y sin
poder evitarlo quedará como página gloriosa de que ser niño es ser arrojado y
valeroso, cuando de lo que se trata es de coger una antorcha de aire y fuego, a
lo cual ellos agregan la cuota de agua y tierra de sus esperanzas y su vida, y
de los caminos que recorren para alcanzarlos.