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3 DE
MAYO
DÍA MUNDIAL
DE LA LIBERTAD
DE PRENSA
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
CAMPANA
DE
PALO
Danilo
Sánchez Lihón
1. Campana
de palo
Él poeta César Calvo
Soriano tenía todas las condiciones para ser un áulico del sistema, un
personaje envanecido y soberbio, ufano y ególatra. Y no fue así.
Estaba tallado para
desenvolverse como un cortesano y palaciego, en un favorito del estatus quo:
por ser ingenioso, pleno de un talento espontáneo, bien hablado, con
extraordinario carisma, galante. Pudo entonces ser displicente y despectivo. Y
no fue así.
Pudo arrimarse al poder
señorial y virreinal que subsiste, en algunos aspectos de manera ostensible, y
que incluso tiene ahora más mando e imperio en nuestro suelo. Y no lo fue.
No consintió en ser
señorito ni cómplice. No se dejó tentar por ninguna prebenda, sin que hubiera
Presidente de la República que no fuera su amigo, pero sin medrar ni dentro o
al pie del poder.
Optó más bien por la orilla
opuesta, por la antípoda, alineándose al lado de los pobres y desheredados.
Optó por ser un trabajador consagrado a su misión histórica, escribiendo
incluso en la sombra y a oscuras.
2.
Más
que
cualquier campana
Es a este respecto que
trataremos de la libertad de prensa en nuestro país. Y en relación a un hecho
objetivo y conmovedor, que encierra un profundo significado, cual es que la
columna periodística “Campana de palo”, que escribía César Calvo todos los días
para el diario El Popular de Lima, fue censurada y sacada de circulación en
1986.
¿Por qué? Porque un día se
permitió pensar por sí mismo, escribir lo que sentía y publicar de acuerdo a su
conciencia, difiriendo de las pautas de la dirección del diario.
Se permitió dudar del
Servicio de Inteligencia del Perú y se adhirió y defendió causas nobles y justas, poniéndose al lado de personas que en
ese momento eran satanizadas y perseguidas políticamente.
Y pese a que era César
Calvo, destacado con honores en Casa de las Américas de Cuba con su poemario El
cetro de los jóvenes, y pese a que era el ser humano con más amigos en el
poder, cerraron para siempre su “Campana de palo” que resonaba más que cualquier
otra campana fundida en oro.
Más que la María Angola de
la Catedral del Cuzco que cuenta la leyenda que su tañido lo escuchaban los
indios de Huancavelica y estando enterrados dentro de los socavones de las
minas.
3.
Pensar
distinto
Entonces la columna
periodística “Campana de palo” ya no salió. Pero aquí viene lo tremendo,
conmovedor y trascendental: que igual, el poeta César Calvo la seguía
escribiendo pacientemente día a día, pese a que tuviera la puerta amurallada de
piedras. Y aunque no se publicara de ella ni una sola pizca o línea, él la
hacía como si tuviera ojos y oídos hacia afuera, como si alguien lo escuchara o
lo viera. ¿Quién, digo yo? ¡Nadie! Pero después se publicó íntegra en un libro.
Sin embargo, las empresas
periodísticas se rasgan las vestiduras si les tocan desde cualquier ámbito,
aunque sea con el pétalo de una rosa, su cacareada libertad de prensa. Y son
capaces de escandalizar a todo el mundo con el argumento de que les están
recortando la libertad de prensa, o que se produce una violación fragante a sus
omnímodas facultades, aduciendo que hay una amenaza pendiente y una espada de
Damocles que se cierne sobre sus inocentes cabezas cuando alguna entidad o
personaje les llama al orden ético e informativo.
Pero son incapaces de
conceder la mínima libertad de prensa a los periodistas que trabajan en sus
propias oficinas, y mucho menos a intelectuales o ciudadanos comunes y
corrientes que se atreven a pensar distinto a sus consignas y directivas.
4.
El fondo
de
lo que somos
¡Imagínense! Si eso pasó
con César Calvo, ¡qué no pasará en nuestros países con escritores de menos
ánimo!, que en su caso era gigantesco, puesto que para los demás ¡era él quien
habría todas las puertas!
Sin embargo, a él se las
cerraban en sus propias narices. Pero, pese a que su columna no entraba a
prensa, la seguía haciendo puntualmente. ¡Tremendo por este hecho!
Que es un símbolo de lo que
le ocurre a un escritor del brillo y de la magnitud de César Calvo, si es que
no sigue las pautas que le ordenan seguir.
Y es que él no se acomodaba
a las normas y reglas de asco de los grupos de poder aquí y ahora.
Y es que César Calvo
escribía para el fondo de lo que somos y no para la superficie; escribía para
el futuro, para los niños y jóvenes de la posteridad.
Por eso, muy pronto se
apartó del mundo complaciente, hedonista y maloliente de las relaciones
públicas en función de cofradías, de favores que se prestan o se alquilan.
5.
Sincero
y
transparente
Muy pronto se auto expulsó
de los cotillos, armados en base a llamadas melosas, infestadas por los
favoritismos cómplices y los intereses espurios o bastardos.
Muy pronto se dio cuenta
que una vida auténtica se funda no siendo merodeador de canales de televisión,
ni de suplementos de periódicos, ni de revistas con secciones oficiosas de
literatura.
Muy pronto se dio cuenta de
lo importante que era no estar en el escaparate, sino ser genuino, laborioso y
hombre íntegro, y digno.
Muy pronto se curó de no
inquietarse por ostentar un premio, ni tener un programa en la televisión para
desde allí sembrar obsecuencia e impostura. Gran poeta, inclaudicable en sus
ideas socialistas y libertarias, pero sobre todo coherente en los actos de su
vida con sus ideales.
Y es también por eso que a
él en todo momento se lo sienta sincero, transparente, diáfano y virtuoso.
6.
No debió
haber
muerto
Y la muestra es esta: murió
en un hospital de caridad. Pese a ser querido por mucha gente pudiente, amado
por mujeres de muchos caudales, incluso habiendo hecho sucumbir a reinas de belleza
y tener las puertas abiertas de los palacios,
Pudo hacer del perfil de su
vida la de un convenido, como muchos de los falsificados e ilegítimos que ahora
hay en todo sitio en donde hay poder y dinero, una feria y un carnaval.
Sin embargo, murió en el
Hospital Rebagliatti, pero antes estuvo en el Hospital Dos de Mayo, abandonado
por esa clase que dice representar la cultura y el mundo académico en el Perú.
E incluso “él no debió haber muerto”, me dice Max Silva Tuesta.
Murió porque según este
entrañable amigo suyo hubo una intención de matarlo o dejarlo morir.
¿Quién? Esa cultura nefanda
y mezquina.
7.
El guerrero
que
fue y que es
Meses ante de su muerte se
tuvo que recurrir a una colecta pública para curarlo de una enfermedad al oído.
Y si hubiera habido fosa común es casi seguro que sus restos hubieran ido a
parar a ese sitio.
Tal y como fueron arrojados
los restos de los sublimes de todos los tiempos: Francisco Villón, Amadeus
Mozart, Gustavo Adolfo Bécquer u Oquendo de Amat.
La pregunta que se abre
como grieta es: ¿por qué, pese a su talento, a su estampa de príncipe y a su
don con la palabra de embrujador de serpientes, tuvo aquel destino aciago?
¿Por qué el ostracismo
luego de haber sido adorado tanto? La respuesta es sencilla: por su
indoblegable verdad, por su honestidad de artista a toda prueba, por su genio
profundo, incorruptible e incapaz de claudicaciones.
De allí que auguremos para
César Calvo el mejor de los destinos, cual es desaparecer por un tiempo muy al
fondo y muy adentro de la tierra, entrando al seno de la Pacha Mama. Porque allí ha sido acogido como el guerrero
que fue y que es.
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