Danilo
Sánchez Lihón
Hay ciertas
ganas lindas de almorzar,
y beber del
arroyo, y chivatear!
César Vallejo
1.
Mañana
se
florece
Después de las tempestades
con truenos y relámpagos del mes de marzo en que no se ve el sol y las calles
son ríos de agua turbulenta, y después de las lluvias compasivas por ser menos
atroces del mes de abril, en que se abren los surcos y se siembra, emerge el
sol radiante de mayo en la serranía, que es cuando la naturaleza se enjoya de
mil espejos, iridiscencias y efluvios.
En cualquier lugar han
brotado mil flores, hasta en los resquicios que dejan las piedras al juntarse,
y se colman los puquios y manantiales de acelgas, berros y azucenas que elevan
en sus tallos inhiestos sus pétalos y corolas blancas desde la superficie
bruñida de la fuente, extasiadas en alcanzar el cielo ensimismado de la tarde.
Debajo de los troncos de
los árboles se encuentran infinidad de sorpresas: gorgojos, grillos, gusarapas.
Allí se esconde el saltamontes alucinado y las cantáridas verde azuladas que
producen éxtasis y delirios de amor desesperado. Y en lo alto de las pencas
vienen a posarse en las ramas del maguey, parecida a la cabeza del diapasón de
un violín, jilgueros, santa rositas, gorriones y el tordo majestuoso que
mirando la hondonada expande hipnotizado su trino que inunda la comarca tanto
como la lluvia repentina.
2.
Maternal
y
azorada
La lluvia ha cesado pero
podemos palparla contenida en la corteza aún mojada e hinchada de los árboles.
¡Es primavera en la
serranía!, la estación del agua hecha flor y del amor hecho fruto, en donde
todo estalla, fulgura y alcanza esplendor.
Y mañana es primero de mayo
donde se florece amaneciendo en los campos verdecidos y fragantes, donde la
gente mayor baila al son de la flauta y el tambor, a cuyo ritmo se agitan
polleras y sobre las polleras se ventila pañuelos y se baten sombreros.
En las cumbres de los
cerros y en toda loma o altozano donde se erige una cruz se han formado ruedos
de gente con gestos y talantes candorosos y alegría inocente, celebrando a la
tierra y sus dones primigenios: sea el salir del sol por las cumbres, sea el
soplido del viento, sea el crecer de la simiente o el correr de agua.
Donde quitar la corteza a
una rama es descubrir que es agua. Donde mirar dentro de una flor es descubrir
que es agua. Y el camino en cualquier momento es una laguna, para pasarlo hay
que entrar sin zapatos, con las bastas del pantalón remangadas. O bordearlo,
pese a que es agua tibia, maternal y azorada.
3.
Lo albo
y
oscuro
Y quienes somos niños, nos
dedicamos a explorar la tierra y sus maravillas: a recorrer palmo a palmo los
campos registrando la vida incipiente, o aquella que va creciendo, o la ya madura,
hecha y derecha. De allí que un día antes preguntemos:
– Tú, ¿dónde vas a florecer
mañana?
– En Crusgay, en la casa
antigua de mis abuelos.
– Y tú, ¿Manuel?
– En Cotay, donde mis papás
van a ser mayordomos.
– Y, ¿tú?
– Mira desde aquí. Yo,
allí, en Chulite; en esas casitas de arriba del cerro más alto. ¿Ah? Desde
donde todos los días doña Hermelinda nos trae leche fresca, recién ordeñada de
su vaca. Y adonde nos ha invitado a florecer el día de mañana.
Desde donde qué mejor
sensación saber que este mundo es una esfera. Y desde donde mirar las nubes
hacia abajo nos da la sensación de lo fugaz y de lo eterno. ¿Y qué mejor
sensación desde allí tener la experiencia de lo albo y oscuro cuando amanece?
4.
El lucero
del
alba
Por eso, esta noche el sueño se ha espantado.
No podemos dormir, porque amaneceremos bien de madrugada, casi de noche, en el
campo, con el relente que humedece y hasta mojan nuestros cabellos.
Y con el frío cortante que
reseca nuestras mejillas, pero felices de estar empapándonos del universo; y de
gozar de una fiesta es esta: del alma como es el florecer de mayo en estas
cumbres.
Más tarde comeremos
choclos, habas verdes y chungares en los poyos de afuera, hacia donde la cocina
aldeana se abre siempre, sin muros que lo atajen, mirando los sembríos, los
cerros lejanos y el cielo azulino.
– ¿Ya todo está listo en
las alforjas?
– Sí, mamá.
– ¿Ya pusiste manteca, sal,
fideos, azúcar?
– ¡Ya, mamá!
– Y, ¿fósforos?
– ¡Ay no! ¡Verdad! ¿Me
estaba olvidando!
5.
El cielo
límpido
– Ya viste. El año pasado
tuviste que volver a llevar fósforos, porque si no ¿Cómo encendemos la candela
en el campo?
– Entonces, ¡a dormir!,
para salir temprano y ver si tienen suerte de que aparezca el chusgo.
Es noche oscura y hace un
frío que hunde sus alfileres y cuchillos en la piel inocente.
– Y ¿qué es el chusgo mamá?
– ¿Qué?
– ¡El chusgo!
– ¡Ah!
– ¿Qué es? ¿Es un astro, un
cometa, o qué?
– El chusgo es el lucero
del alba que solo este día del año y muy de madrugada luce su atuendo de
príncipe encantado. Es decir se envuelve de arreboles violetas, amarillos,
azules.
– ¡Qué bello debe ser!
– Es un halo de luz
radiante y hermosa que aparece en el cielo despejado y límpido.
6.
¿Qué es
el
chusgo?
– ¡Oh!
–. Y casi siempre muy cerca
de la personas a quien cabe en suerte de que se muestre.
– ¿No a todos se aparece?
– No. No a todos recae la
fortuna de verlo y contemplarlo. Muy pocos son los agraciados a quienes se les
aparece.
– ¿Así?
– Es una bondad infinita de
que se ofrezca. Y es por la misión que deben cumplir en la vida, por un
objetivo grandioso que tienen que alcanzar en su existencia y que les
encomienda la madre tierra.
– ¡Ah!
– Por eso ante un hombre de
destino superior se dice:
– A él se le apareció el
chusgo.
Verlo asegura para siempre
una vida realizada sea en la intimidad de la casa, o ya sea fuera de ella.
7.
El rocío
en
los capullos
De allí que los hombres
esta noche velen, se echan la armada y encogidos de frío esperan verlo. Por eso
hoy al escuchar el primer chasquido y el primer gorjeo hemos saltado fuera de
la cama.
Los campos se delinean
cubiertos de flores lilas, fucsias y gualdas.
Regurgita un arroyo. Cruje
una penca y desde el maguey extiende por toda la hondonada su silbo la gaviota
mensajera.
El amanecer nos coge en el
camino, entre balidos de ovejas, cantar de gallos, zumbido de abejorros y
distantes rebuznos y relinchos de acémilas.
– Pasen niños, pasen.
Todavía está oscuro. Por aquí dejen sus cosas. ¡qué lindo que ya estén aquí, y
hayan venido!
En la ropa traemos
prendidos los cadillos de las cercas, en la boca el dulzor de las cañas de mayo
y en las manos heladas el rocío en los capullos de esas flores amarillas
cogidas en el camino, como ofrenda a la casa que nos recibe. Todo es bueno,
verdadero y hermoso. ¡Es el florecer de mayo!
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