FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
EL NIÑO
QUE COMÍA
AZÚCAR
“¿Quién es y no es,
que corre y no corre,
que no se detiene
y no tiene pies?
El tiempo
Danilo Sánchez Lihón
1.
El azucarero
reluce
A Fredy, el chiquitín, le encanta comer azúcar rubia que usamos en casa
para endulzar la leche en el desayuno y para tomar el té de la tarde.
Le deleita tanto que su mamá anda escondiendo el azucarero de porcelana
azul en donde se lo deposita y se lo guarda.
Pero hoy Fredy se ha sentado en la mesa de la cocina mientras su mamá
prepara la comida. Más él no deja de mirar el pocillo donde hay esa delicia
suculenta.
Mientras su mamá le habla de distintos asuntos, este niño travieso
escucha distraído la conversación, atento más bien adónde ella esconde la
golosina, ¡que a él le gusta tanto!
– Entonces volvía a posarse en la rama
el ruiseñor de piedra piando con dulce canto... –Le va narrando un cuento su madre.
– ¿Y deshpuesh?
Pero Fredy hace que oye pero no escucha nada, pendiente como está del
azucarero que reluce sobre la mesa y que solo en momentos como este está al
alcance de su mano.
2.
Nadie
responde
De pronto, y mientras ella adereza la comida, Fredy, sin salir de la
fascinación, se baja como puede sin hacer ruido y coge la vasija.
Y en silencio, y lentamente, se introduce en el cajón a medio abrir de
la alacena, casi debajo de la mesa.
Y despacio va cerrando la puerta hasta quedar dentro del mueble para que
nadie le reproche de verle devorar a sus anchas el azúcar que es su delirio y
encanto.
– En eso el ruiseñor ve acercarse
revoloteando a la rama a una mariposa de mil colores y le pregunta...
Sigue en su relato la mamá, como si él estuviera atento y escuchara.
Pero al sentir que nadie le pregunta nada, ni Fredy da signos de vida,
voltea y ve que su hijo no está.
Entonces llama:
– ¿Fredy? –Nada se mueve.
Ni nadie responde.
3.
Va
y
lo busca
Echa agua a la olla antes de salir a buscarlo.
– ¿Fredy? –Llama otra vez.
Silencio absoluto.
– Fredy, ¿dónde estás?
Nada. Otra vez nadie responde.
Se seca apurada las manos en el delantal pensando que debe estar
subiendo las escaleras, y es peligroso que lo haga solo porque se puede matar.
– ¡Fredy! –Grita más fuerte.
Nadie responde nada.
– ¿Habrá ido al patio? –Se pregunta, hablando preocupada consigo misma.
Va y lo busca, llamándolo ya impaciente, pero nada.
4.
¡No
está!
– ¡Fredy! ¡Hijo mío! ¿Dónde estás?
Nada.
– ¿Estará en el baño? –Se pregunta. Ahí va, y nada.
– ¡Fredy! –Grita desesperada, ya con angustia.
Nada. Nadie responde nada.
Se exaspera y corre a la puerta de la calle y mira por todos lados:
– ¡Fredy! –Chilla, ya llorando.
Entonces entra apurada. Y llama hacia el segundo piso:
– Dani, ¿Fredy está arriba?
– No. Aquí no está. ¡Pero qué! ¿No está ahí contigo?
– ¡Aquí estaba, pero ya no está!
– ¡Ya voy!
– ¡Pero corre! ¡Apúrate! ¡Seguro se ha escapado!
5.
¡No
está!
Baja el papá corriendo y resbala por la escalera al sentir la voz
dolorida de su esposa.
Bram. Brum. Bram. Brum. Bram. Rueda.
– ¡Qué ocurre!
– ¡No está nuestro hijo! ¡Corre a verlo afuera antes que se pierda!
–Dice, temblando de nervios todo el cuerpo.
– ¡Pero qué! ¿No estaba aquí?
– ¡Sí! ¡Pero ya no está! ¡Seguro que ha salido a la calle! ¡Ay, Dios
mío! ¡Corre, no se vaya a perder nuestro hijo! –Dice ya con un alarido de terror.
El padre sale corriendo, llamando con todas sus fuerzas.
– ¡Fredy! ¡Fredy! ¡Hijo!
Voltea una esquina y ve cómo salen los vecinos asomándose alarmados a
sus puertas y ventanas.
6.
¡Ayúdenme
a
encontrarlo!
Ellos también empiezan a preguntar, a inquietarse, y a buscar.
– Nosotros acabamos de entrar, pero no lo hemos visto ni siquiera pasar.
–Dicen unos a otros.
– ¿A qué hora ha salido? –Preguntan.
– ¡Ahorita! ¡Hace un instante! –Responden los papás.
– ¿No estará en la casa? ¿En alguna parte de adentro? ¡Ahí debe estar!
– ¡No, no está! ¡Ya lo hemos llamado por todos lados!
– Pero no lo hemos visto salir. –Vuelven a comentar los vecinos.
Y nada. Fredy no aparece.
Entonces el papá telefonea a Radio Patrulla y viene la policía.
– Señores, mi hijo ha salido a la calle. ¡Se ha perdido! ¡Ayúdennos, por
favor a encontrarlo! –Suplica, y la voz se le quiebra en llanto.
– Vamos a buscar inmediatamente, señor, por toda la zona. Pierda
cuidado, lo encontraremos al instante. –Dice el capitán–. ¿Pero díganos, señor,
cómo es su hijito?
7.
Hablaron
desde
sus aparatos
– Chiquito. Gordito. De ojos redondos. Despeinado. De grandes cachetes.
Y está con una camiseta roja ya gastada. Y con un pantaloncito que se le cae,
señor. ¡Por favor, encuéntrenlo!
– Pierda cuidado, señor, lo encontraremos pronto. Hasta ahora nunca se
nos ha perdido ningún niño. –Repite el capitán. Y llama por la radio:
– Patrulleros, unidades motorizadas de toda la zona. ¡Atención!
¡Urgente! Un niño: Chiquito. Gordito. De ojos redondos. Despeinado. De grandes
cachetes. Y está con una camiseta roja ya gastada. Y con un pantaloncito que se
le cae... ha salido de su casa. Hay que encontrarlo pronto. ¡Apresúrense!
Esperamos respuesta. Cambio.
– ¡Atención! ¡Atención! Mensaje recibido. Lo encontraremos de inmediato,
capitán.
Hablan los policías desde sus aparatos.
– Pronto le tendremos con nosotros, señor, tenga calma, relájense.
–Dicen sonrientes los policías.
Encienden sus autos, otros sus motocicletas y parten veloces, haciendo
sonar sus sirenas y dejando que fulguren sus luces intermitentes: amarillas,
rojas, verdes y azules.
8.
Se ha
perdido
un niño
Al cabo de un rato los policías regresan con rostros desencajados.
¡Nada! ¡No lo encontramos! ¡Queremos inspeccionar la casa, señor, señora, si
nos permiten.
– ¡Adelante! ¡Pasen amigos! ¡Revisen todo, por favor!
¡Nada! Es como si se lo hubiera tragado la tierra. Llega otra patrulla
en sus motocicletas:
– Ya hemos recorrido y peinado toda la zona, capitán. Y no está.
– Aquí tampoco. ¡Es rarísimo! Acabamos de revisar toda la casa. Y no
está.
– Hay que avisar a la radio y a la televisión.
Marcan el teléfono y se interrumpe la programación de la televisión. La
locutora anuncia:
– ¡Aviso!, ¡Aviso de servicio público! Se ha perdido un niño de tres
añitos: Chiquito. Gordito. De ojos redondos. Despeinado. De grandes cachetes. Y
está con una camiseta roja ya gastada. Y con un pantaloncito que se le cae... ¡Si
alguien lo ubica den aviso a los teléfonos 420-3343 o al 602-3988! O bien
llamen a esta emisora. ¡Como comprenderán, sus padres están desesperados!
9.
las sombras,
al
principio tenues
Pero nada. Hasta los vecinos entran y salen de sus puertas y por sus
ventanas registrando cada palmo de suelo. Nadie encuentra a Fredy.
Avisan entonces al helicóptero que día y noche da vueltas prestando
servicio encima de la ciudad.
El piloto baja hasta rozar las copas de los árboles y los techos de las
casas vecinas, observando a través de unos potentes larga vistas.
Van mirando metro a metro, por las calles y plazas adyacentes buscando
al niñito Chiquito. Gordito. De ojos redondos. Despeinado. De grandes cachetes.
Y está con una camiseta roja ya gastada. Y con un pantaloncito que se le cae...
¡Nada! ¡Es increíble! Ya las sombras, al principio tenues de la tarde,
se hacen más densas en el horizonte y se avecina la noche.
Y llega la oscuridad.
Y entonces avisan a los barcos para que con sus potentes luces y sus
catalejos de aumento enfoquen el malecón y avisen si ven a un niño chiquito. Gordito.
De ojos redondos. Despeinado. De grandes cachetes. Y está con una camiseta roja
ya gastada. Y con un pantaloncito que se le cae...
10.
¿Dónde
está?
¡Nada!
La mamá llora desconsolada. Y las tías Carmen y Miguelina que se han
reunido en la casa le dan ánimo diciéndole:
– No te desesperes, Elvira. Ya aparecerá. El ejército ha salido a las
calles.
Los soldados lo buscan por todos los rincones.
Todos los canales de televisión y las emisoras radiales están pidiendo
que toda la población lo busque hasta encontrarlo.
Se ha paralizado el tráfico en las calles y avenidas.
– Ya aparecerá. ¡Es lógico!
– ¡Dónde está mi hijo! ¡Quiero ver a mi hijo! ¡Dios mío! ¡Devuélvemelo
con vida! –Suplica dando chillidos.
– ¡Cálmate, por favor!
– ¡Hijito de mi alma! ¡Hijito de mi vida! ¡Hijo de mis entrañas! ¡Dónde
estás! –Repite llorando a gritos la madre.
– Te prepararé un mate de panisara, para los nervios. –Le dice la tía
Carmen.
Y entonces se pone a buscar el frasco de azúcar.
11.
¡Mi
hijo!
– ¿Pero dónde guardas el azúcar? –Pregunta ya impaciente, abriendo y rebuscando
los cajones.
Y al abrir la puerta inferior de la alacena y mirar hacia adentro
descubre a Fredy, acurrucado, doblado en dos por la cintura y completamente
dormido.
– ¡Elvira! –Grita.
– ¡Elvira! –Vuelve a gritar–. ¡Mira! ¡Aquí está tu hijo!
Fredy se ha quedado inerme dentro del mueble, envuelto como un ovillo.
Está abrazado al azucarero que ha dejado completamente vacío,
embadurnada la cara hasta las orejas de azúcar.
Pero eso sí, con un rostro feliz de haber comido a sus anchas y a su
antojo, hasta dejar limpio el recipiente.
– ¡Mi hijo! –Se abalanza la madre–. ¡Hijito!
– ¡Mira a tu hijo! –Le dice la tía Carmen al papá–. ¡Qué bien duerme
este mozo!
12.
¡Felizmente
apareció!
Ya lo tiene alzado la madre en sus brazos llenándole de besos y
caricias, que por nada del mundo despiertan al pequeño.
Han ido y lo han acostado, durmiendo a pierna suelta en su cama,
abrazado aún al frasco de azúcar.
Han salido y avisado a la policía, que inmediatamente ha avisado al
helicóptero que da vueltas sobre la ciudad; que ha avisado a los barcos que han
apagado sus reflectores; que han avisado al ejército que rastrea en las calles;
que ha avisado a los coches, camiones y autobuses paralizados en las avenidas;
que han avisado a los satélites; que han avisado a la radio; que han avisado a
la televisión, de donde han lanzaron la noticia al mundo entero:
– ¡Flash! ¡Flash! ¡Flash! Chiquito.
Gordito. De ojos redondos. Despeinado. De grandes cachetes. Y está con una
camiseta roja ya gastada. Y con un pantaloncito que se le cae..., y que se había
perdido, ¡felizmente apareció! Estaba dormido en la alacena de la cocina de su
casa después de comerse un pocillo lleno de azúcar. En estos momentos duerme,
sin peligro alguno.
¡Y tan feliz que por nada del mundo quiere despertar!
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