HISTORIAL:
–I CAPULÍ, VALLEJO Y EL MUNDO
Barcelona, Valladolid, Madrid y París.
– II
CAPULÍ, VALLEJO Y EL MUNDO
New York, Universidad Lehman,
y Utah, Universidad Brigham Young
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EL BIEN
DE
SER
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
¿QUIÉN
ES DUEÑO
Y SEÑOR?
La belleza no hace feliz
al que la posee sino a
quien
puede amarla
y adorarla.
Herman Hesse
Danilo Sánchez Lihón
1. La más
fina
alpaca
El amo y potentado de la
casa era un señor rico y distinguido quien adquiría todo siempre y cuando
tuviera prestancia, clase y relevancia. Y fuera de una marca bien cotizada.
Tenía un gusto refinado y
exquisito que las personas de su entorno admiraban con un dejo de sorpresa y
también sutil y oculta codicia.
Las fuentes y escalinatas
de su mansión estaban construidas con los más refinados mármoles de Carrara.
Adornaban las paredes cuadros y esculturas de artistas renombrados de la época.
Los muebles de su mansión
eran fabricados de madera expresamente encargada que fuera traída del Senegal.
La vajilla que lucía su
mesa era china de la más lujosa calidad, y los cubiertos eran labrados de la
más fina alpaca peruana; así como los jarrones y ornamentos eran de porcelana
de Febres.
2. Entraban
y salían
Las plantas más exóticas y
los mejores retoños de árboles, eran embarcados para ser sembrados en sus
jardines desde las selvas tropicales de Borneo, Malasia y Singapur.
Las semillas de las más
primorosas flores las encargaba cultivar a jardineros japoneses de la tradición
zen.
Sus preocupaciones eran
muchas, sus inquietudes arduas y con frecuencia tensas y hasta amargas.
Su mansión era encantadora,
pero sus desvelos eran arduos y las deudas y las nuevas adquisiciones
atenazaban su corazón.
A su puerta siempre acudían
los correntistas, los tesoreros y los financistas.
Entraban y salían de su
morada los hombres de negocios, los comisionados de las compañías de seguros.
¡Y los acreedores!
3. Pero
eso sí
Pero tenía un empleado que
era de carácter completamente contrapuesto al suyo.
Era un hombre tranquilo,
sosegado y silencioso que se ocupaba del arreglo de la residencia, y del
cuidado de los jardines y de la poda de los árboles.
No tenía apego a los
negocios, era indiferente para comprar y transar. Evitaba ocuparse de todo lo
que fuera acumular bienes y ostentar.
Era atento y más bien
inclinado a apreciar el valor de cada asunto y manifestación
Su vida era sencilla,
modesta y parecía más bien de carácter contemplativo. Era el polo opuesto de su
amo avasallante y carismático.
Parecía hasta un poco
tímido de carácter, pero eso sí prudente y cordial en todo.
4. De qué
modo
Un día el señor de la casa
se excedió de copas. Se lo notaba nervioso y agitado como si sobrellevaran una
gran preocupación.
Daba vueltas en torno a la
sala, estaba envuelto en un embrollo financiero. Impaciente ante la calma y el
sosiego de su empleado le interpeló
– ¡Tú! –Le dijo a su
dependiente, mirándolo de arriba abajo y largamente–. ¡Hombre infeliz que no
miras más allá de tus narices!
– ¿En qué puedo servirle,
mi señor?
– En revelarme, ¿en qué
piensas? ¡Eres pasivo y hasta indolente!
– ¿De qué modo, señor?
– Te resignas a tu mísera
condición, a tu puesto de empleado y dependiente. A ser casi un siervo. ¡No
aspiras a nada! ¡Veo que nada te inquieta ni te altera!
5. En cambio
yo
Sonrió tímidamente el
aludido, pero miraba con comprensión y hasta con ternura a quien era su patrón.
– ¡Qué me dices!
– ¡Yo solo quisiera
reiterarle mi aprecio, mi respeto y mi cariño, señor!
– Te expresas bien, eres
amable y cortés, pero ¿qué ambicionas?
Y volvió a increparle:
– ¿Qué pretendes? ¿Qué te
impones alcanzar? ¡Nada!
– Yo, cumplir bien mi
trabajo. Servirle y serte fiel, patrón. –Se oyó decir tímidamente.
– Eres apocado, pusilánime
y hasta tonto. –Y carraspeó el patrón.
– Quizá lo parezca.
– En cambio yo, mira lo que
hago: trabajo, gano dinero, me afano, tengo una reputación y negocios y,
lógicamente, muchos bienes.
6. La razón
de tu vida
Sonreía el aludido, sin
atreverse a responder algo más a su señor.
– ¡Contesta! –Le llamó la
atención el dueño. ¡No te quedes ahí parado, hecho una piedra!
– Yo-, le dijo el
sirviente, –me apeno y conduelo de su incesante trabajo, mi patrón, que no
tiene reposo ni tiene consuelo. Permítame en servirle una infusión.
– ¡Quédate aquí y escucha!
¡A mí me agita el deseo de superación! ¡De poseer, de hacer mío todo lo que
anhelo, quiero y se me antoja!.
– Y yo cuido de manera
esmerada lo que usted adquiere.
– Yo sé lo que quiero. ¡Me
mueve el afán de progresar! Pero a ti infeliz y mediocre, ¿qué te anima?
– Yo gozo con los bienes
que Ud. tiene, mi señor.
– ¡Pero explícame cuál es
la razón de tu vida!
7. Mi dueño
y señor
– Yo me extasío con las
flores hermosas del jardín, con los árboles que como un milagro cada uno tiene
una melodía distinta por el viento que agita sus ramas.
Acaricio los mármoles que
usted trae pero que lamentablemente no tiene tiempo, ni tranquilidad, ni paz
para admirarlos. Y al final no sabe usted lo que tiene.
Yo me complazco con las
preciosas esculturas y pinturas que adquiere en las subastas, pero que después
ni se acuerda de ellas. Y trato de desentrañar cuál es la hondura de su
significado, pero que usted ni se fija en ellas. Y que solo toma en consideración
de ellas en cuanto al precio que le costaron.
Yo palpo conmovido y
deslizo mis dedos por la madera nacarada de los muebles y veo la luz que
relumbra en la hermosa vajilla y en los cubiertos que tiene.
Yo gozo lo que usted compra
y adquiere, mi dueño y señor.
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