Danilo Sánchez Lihón
1. Nuestro
destino
El niño es maravilla y el lenguaje también lo es. Sin
embargo, ¿cuál es la razón por la cual los estudios demuestren que al tercer
año de la Educación Primaria los niños empiecen a perder el lenguaje con que
ingresaron a la escuela, cayendo abruptamente en su uso, gozo y delectación?
¿Cuál es el motivo por el cual el lenguaje fresco y
primoroso del niño, el lenguaje lleno de cadencia, imágenes y enriquecimiento
del mundo con el que venían actuando se desmorone bajo la égida de la escuela?
En donde desde la voz autoritaria del maestro o maestra ya es una muestra para
que el niño o niña desestimen el lenguaje y lo sientan con horror.
El lenguaje espontáneo y libre, lleno de encanto,
prodigio y maravilla termina así entre los estropajos que esta realidad lacerante
nos impone. Y esto aún más, considerando que el niño a tierna edad es un mago y
un genio del lenguaje por la manera cómo lo aprende, lo recrea y extrae de él
los dones más preciados.
Preocupa aún más esta situación si se toma en cuenta
que es en el lenguaje en donde el ser humano se realiza plenamente y cabalmente
de la manera más omnímoda, residiendo en él incluso la suerte de ser felices o
desdichados ya que el lenguaje es el que nos da los significados que luego
adquiere la realidad; y es de la relación que establezcamos con él el
cumplimiento cabal de nuestro destino sobre la faz de la tierra.
2. Tema
y asunto
Quizá la razón por la cual los niños y jóvenes pierden
toda inclinación empática y de identificación con el lenguaje hablado y
escrito, es porque este se torna para ellos en la escuela en una materia opaca
y gris y hasta obstaculizadora de la comunicación.
Y es que no hemos desarrollado en el sistema educativo
actividades y experiencias que les permitan visualizar que el lenguaje de la
palabra es milagro constante, tanto en la vida como en el mundo de las ideas y
los sentimientos.
Hemos cometido el error y seguimos incurriendo en él
de presentar el lenguaje como si fuera dogma, precepto y ley; o como un
conjunto de normas, reglas y sentencias coercitivas que nos hacen
frecuentemente incurrir en error y es condición moral del ser humano a esa edad
no volver a tocar aquello en lo cual se equivocó.
Y esto ocurre cuando enfatizamos en los contenidos
gramaticales, sean estos la morfología, la fonética, la sintaxis o la
ortografía, que son aspectos mecánicos, memorísticos y punitivos; cuyo
conocimiento teóricamente no sirven para el uso y dominio del lenguaje sino
para conocer la estructura de la lengua y el análisis de los elementos que la
componen, lo cual es tema y asunto especializado para los lingüistas o quienes
estudian algún aspecto del fenómeno del lenguaje.
3. Especial
predilección
Sin embargo, de ese modo perdemos lo esencial,
exorcizante y poderoso del lenguaje, cuál es su capacidad para elevarnos y
transformar nuestras vidas a partir de sus múltiples potencialidades.
Y ello por dedicarnos a la parte formal y a los
aspectos especulativos del lenguaje, perdiéndonos lo que este tiene de dones
para hacernos mejores seres humanos.
Por abocarnos a conocerlo nos perdemos el gozarlo; por
someterlo al análisis terminamos paralizando la vida que hay en él hasta el
punto de volverlo inerte.
¿Por qué ocurrimos en estos extravíos, extrañamientos
y exterminios? El maestro enseña el lenguaje de manera cognitiva. Para que
valiéndose de ello pueda sentar autoridad, evaluar cuantitativamente y poder
llenar su registro de notas.
Perdemos así la vivencia, la comprensión y recreación
de sus contenidos afectivos, mágicos, anímicos, estéticos y trascendentales,
dimensión esta última que constituye el prodigio del lenguaje y hacia la cual
los niños y jóvenes tienen especial predilección.
4. Didáctica
del lenguaje
Asimismo, la escuela comete también el error de
enseñar el lenguaje en abstracto, como si este estuviera en la estratósfera y
perteneciera a un mundo distante, lejano e inasequible, solamente conformado de
ideas, como si el habla estuviera confinada en un lugar remoto, desconocido y
ajeno, en la boca o en la mano de los académicos o de los escritores célebres.
En realidad, se lo ubica y se lo reduce en un lugar
irreal en donde mora y campea la gramática y sus categorías, con su corte
celestial conformada por las clasificaciones, los esquemas de las
conjugaciones, la nomenclatura de las desinencias.
En donde operan las reglas del buen uso y de las
correctas costumbres, que ante los ojos del niño no pueden ser menos que unas
señoronas dictatoriales, antipáticas y abusivas.
Peor aún ocurre con las drásticas disposiciones de la
ortografía, prosodia y sintaxis, donde todo son reglas tajantes, endriagos y
espantos. Y donde al enseñar se muestran ejemplos de equivocaciones, un mar de
errores entre pocos, desvalidos y minúsculos aciertos.
Y más son malos usos, gazapos y equivocaciones porque
la norma es una sola y los usos múltiples, variados y hasta inmensos, tal y
como es la vida. Y a una caída de aquellas se la vuelve tan grande y garrafal
que ante ella el niño se hace súbdito, paria y esclavo.
5. Genios
del lenguaje
Y le rinde servidumbre y pleitesía al leve error que
se torna por arte de la preceptiva en inmenso fracaso.
El ser humano en general terminará consintiendo en que
debe reconocer la superioridad de la preceptiva lingüística y,
consecuentemente, en ser él su siervo, vasallo y prisionero.
Y entonces pasa de ser amo, dueño y señor del lenguaje
a ser reo, encarcelado y hasta andrajo. Y su relación con la palabra de
espléndida pasará a ser precaria,
inservible y de triste enajenación.
¿Qué hemos logrado? A los niños, que son genios del
lenguaje, condenarlos en vida a ser parias, haciéndolos ilotas y apátridas de
la expresión verbal.
Ese universo de abstracciones poco a poco el niño y
todos empezamos a creer que existe de un modo inapelable, coercitivo e
imperioso.
Uno de los primeros engañados acerca de ese hecho es
el profesor para quien el mundo de la academia y de la normatividad lingüística
se vuelve en su icono, en poder absoluto, despótico y hasta en ciencia infusa.
A ese estatus el niño poco a poco empieza a temerle. Y
si al principio le era indiferente, aburrido e insulso, con el correr del
tiempo, más y más, resulta que altera y amarga su vida sustancialmente.
6. Fiesta
y poesía
Y como le teme y produce rechazo se aparta de él. Huye
entonces del oír atentamente, del hablar fascinado, de la lectura arrobada y de
la escritura que permite el encuentro con uno mismo; y con todo ello huye de la
narrativa, del teatro y de la literatura. En conclusión lo hemos enajenado
haciéndolo un réprobo del lenguaje.
De allí que se escabulla y deserta del encantamiento
de la palabra hecha fiesta y poesía que tenía al principio, cuando él aprendió
a hablar y gozaba con el habla propia y de la gente a la cual reconocía cordial
y afectivamente, Lo hemos convertido en culpable, en maleante y renegado.
A cuenta de ese mundo artificial, fantasmagórico, de
tinta y papel dictatoriales; de los manuales y textos de gramática, está el
universo intenso, pletórico y extasiante del lenguaje ligado a la vida.
Pero de él terminamos por olvidarnos, del verdadero
mundo en el cual el lenguaje y la literatura existen de manera henchida,
abrumadoramente hermosa y mágica. Dejamos el habla real por crear esa otra
plataforma formal, estática y malsana del lenguaje como sombra y espejismo.
7. Fascinante
y feliz
De allí que debamos hacer el esfuerzo por volver a
instalar el lenguaje y su enseñanza de tal modo que tenga sentido y valor en la
circunstancia ineludible del mundo cierto, el de este el de la vida temblorosa
y transida, azorada y convulsa siempre llena de entrega y pasión.
Y enseñemos a conversar, a exponer, a debatir.
Enseñemos a resolver problemas mediante el ejercicio cabal y eficaz de la
palabra luminosa que esclarece, convence y mejora a todos los ciudadanos de una
nación, perspectiva que nos permita formar los líderes que necesita nuestra
sociedad.
Y enseñemos a ejercer medida y control sobre la
palabra, como también a exaltarnos, emocionarnos y vincularnos amorosamente con
ella y con todo lo que es el prodigio de la creación.
Ámbitos todos estos que desarrollados adecuadamente
nos permitirán atraer a niños y jóvenes hacia un pleno ejercicio y dominio del
lenguaje oral como también de la lengua escrita ya sea en la lectura o ya sea
en la escritura de textos, hecho que lo lograremos haciendo que el lenguaje sea
actuante, fascinante y feliz.
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