ARGUEDAS
Y SU CANTO
DE ESPERANZA
Danilo Sánchez Lihon
1. Y
qué mejor
Fortalece profundamente reconocer que en José María
Arguedas, pese a su inmolación, todo es construcción y todo en él aspira a
forjar un mundo mejor. Y con fuerza moral.
En quien pese a su sacrificio no hay fatalismo, ni
tristeza ni pesimismo en el cual se detenga ni a quedarse ni a morar allí.
Sentimos que la desolación se cierne sobre él pero a
quien él no deja que se pose ni le dé sombra o se cuele hacia su ser.
Nos fortalece profundamente que José María Arguedas se
impuso rastrear la esperanza posible para un Perú de hoy y de siempre en
novelas como “El Sexto”, “Todas las sangres” y “El zorro de arriba y el zorro
de abajo”.
Que los lobos occidentales por esa razón con él se han
ensañado y se han encarnizado porque les duele su fuerza ética.
De allí que su obligación es destruirlo, atajarlo,
eliminarlo, y qué mejor manera de hacerlo que vilipendiando le mejor de sus
logros, cuáles son sus obras.
Y justo en aquellas obras que han dado pábulo y
respuesta a su inquietud por construir una sociedad mejor. Y a despedazarlas se
han lanzado como jauría de fieras, atacando su canto esperanzado en la raza
indígena.
2. Visionario
del mundo nuevo
Y es que en este autor, cuya genialidad es imposible
de negar, es inmensamente significativa su inmensidad moral. Se impuso saber,
conocer, explicarse por ejemplo la gesta de los migrantes en las ciudades de la
costa en una búsqueda apasionada de explicación, en seguir el destino de la
gente.
Y en aras de eso sacrificó su conveniencia de ser
escritor de éxito editorial, o a quien le importase más los aspectos formales y
técnicos de cómo hacer una novela. Considerando lo valioso que para él era el
arte, sacrifica este en gran medida por las ciencias sociales.
Sacrificó sus quereres, sus cariños e incluso lo que
más conocía, cuál es el mundo mágico y en lo cual hubiera alcanzado una mayor
fulguración como creador literario, que eso sí hubiera sido quizá motejarlo
como utopía arcaica.
Quienes lo descalifican expresan que admiran y es
incomparable el Arguedas mágico. Y separan a este del Arguedas visionario del
mundo nuevo, y a quien que se interesa por el destino de los demás. A este lo
critican o al menos dicen que no les gusta ni les interesa.
Pero no son distintos dichos personajes, es uno solo,
resultando claro que recelan del Arguedas socialista, del artista con emoción
social. Y es por esa razón que lo quieren reducir a utópico arcaico, justamente
por sus novelas en las cuales más se interesa por la modernidad.
3. Socialista
y libertario
Sin embargo, ¿qué más profesión de fe de modernidad
que haber escrito “Todas las sangres”? ¿Qué más visión de futuro que postular
un Perú diverso, plural, integrado?
¿Quién es el que levanta el estandarte de Todas las
Sangres? ¿Acaso, no es él?
¿Qué mayor muestra de haberle encontrado sentido a la
modernidad que el haberse interesado por un fenómeno único en el mundo como es
Chimbote, dedicándole una novela y largas temporadas a vivir en ese puerto?
Otra hubiera sido su opción si se hubiese afincado en
su mundo y de él haberlo convertido en un coto; y reducirse a él como ahora
intentan reducirlo otros, no él.
Otra sería la consideración si es que no se hubiera
interesado con tanta entrega, denuedo y exaltación por el destino del Perú, por
su presente y porvenir.
Lo que no les gusta a quienes lo critican son dos
hechos. Por un lado, la ideología que él adopta, socialista y libertaria,
popular y de cambio social; y, por otro, no les gusta su opción por el mundo
andino.
4. Lo estético
frente a lo humano
Se critica y se hace escarnio acerca de su impericia
novelística. Pero una novela no es mejor o peor por sus alardes técnicos, por
sus trucos o argucias en el plano de la narrativa o preceptiva literaria.
Al final no interesa la novela o el poema como objeto
verbal, porque ello es un espejismo, una soberbia y una fascinación por el
oropel.
Anteponer el ideal estético al humano es mezquino.
Aducir asuntos de carácter formal para descalificar algo, cuando lo que nos
incomoda es la filiación raigal de aquello que discriminamos, es perverso.
Quisieran que se hubiera quedado en el escritor
mágico. De él expresan que en ese campo, confinado en esa órbita Arguedas es
incomparable y genial, como por ejemplo en su obra La Agonía de Rasu Ñiti.
Y que no debió pasar al escritor ideológico de “Todas
las sangres” ni realizar su turbadora exploración de “El zorro de arriba y el
zorro de abajo”.
Se trata de negarle y no permitir que aparezca el
escritor que depone ante sus intereses personales, particulares e individuales,
el interés colectivo, general y social, hecho que obedece a un afán
persecutorio, a una consigna política y a un interés por hacer de este sistema
un bastión inexpugnable.
Sin embargo, hay a quienes nos conmueve en Arguedas
haber renunciado a sus cariños más hondos por cumplir un deber moral.
5. Imprescindibles
en todo tiempo
En este sentido, quizá tenga valor ilustrativo el de
una metáfora que nos grafica aquella dimensión que acabamos de señalar. Y es el
hecho de que tanto le importaba saber cuál sería el porvenir de aquella
población que migraba del mundo andino viniéndose a la costa, que tuvo que
ocuparse del mar, y de una actividad tan distinta, disímil y extraña a su ser
como es la pesca para un andino como era él.
Y entonces tuvo que dejar aquel lenguaje que había
sido su conquista más preciada, cuál es el español que portentosamente resuena
con las inflexiones quechuas, para infernalmente revelar otro lenguaje, cual es
de la gente que se corrompe bajando de la cordillera hacia el mar.
Entonces tiene que dejar ese lenguaje que había
conquistado por otro nuevo en un mundo tan extraño como pudo ser Chimbote para
él. A esta búsqueda es que denominamos utopía moral.
Todo esto hace de él un escritor signado por la utopía
moral como enseña y baluarte. Y un escritor que supo ponerlo en recipientes a
partir de los cuales las nuevas generaciones pueden proseguir en la
construcción de estas opciones para nuestros pueblos. Por eso, él junto a César
Vallejo y José Carlos Mariátegui son imprescindibles en todo tiempo y lugar. En
el caso de otros hoy muy vigentes, pasarán a ser una referencia curiosa y
triste incluso en el panorama de la literatura.
6. Los rasgos
de la pasión
Al final y frente a todo esto no importa cuán cierto o
equivocado haya estado en relación a lo que es práctico, funcional y
administrativo en este mundo. Lo que nos parece sí gigantesco es su posición,
su prédica, su actitud de un inmenso baluarte moral.
No sabemos si al final el quechua como lengua quizá
desaparezca. N sabemos si el mundo andino también no alcance a irradiar todo su
poder pero la actitud de defenderlo y preconizarlo es moral.
No sabemos al final el devenir y qué curso siga el
rodar del mundo. Lo importante es que viene a una ciudad en aquel tiempo cruel
como era Chimbote. Y lo hace con todos los rasgos de la pasión, la
identificación y el compromiso.
Ahora Chimbote es una ciudad hermosa y mucho más si
sentimos en su cimiento el temblor de José María. Y desde esta perspectiva
moral qué pantomima se reconoce aquella aseveración y calificación de utopía
arcaica.
Y de aquella otra que tilda a las novelas en las
cuales José María Arguedas se preocupa del país como de fracaso y desastre
descomunal.
La vida de José María es la inmolación por un mundo.
Él mismo se ofrece como víctima propiciatoria a esa unidad del país, a ayudar a
salir de esta cultura “cercada”.
7. Late
en su frente
Anhelaba una sociedad integrada, moderna, diversa, sobre
la base de su pasado prehispánico.
Él encendió con su vida y con su muerte una chispa
imperecedera. Y eso es moral.
Otros han visto esto como artificial, como
justificación, como si hubiera acomodado todo para dar esta significación. No
es que desconocen su vida sino que quieren llenar el hueco vacío que es la
suya.
Nada en Arguedas es negativo, jamás. Todo está
alentado por el espíritu, por los dioses, por los apus tutelares. Late en su
frente la divinidad.
Otros dejaron y perdieron hace tiempo su alma para
hacerse como son los ricos, y para aculturarse. Allá ellos. Aunque no se trata
tampoco del placer de ser o hacerse pobres.
Por eso, niños, desde aquí, desde este suelo estos son
nuestros referentes fundamentales: José Carlos Mariátegui, César Vallejo y Losé
María Arguedas. Ellos asumieron el país. Ellos hacen la literatura del
sentimiento y el pensamiento verdaderos.
Porque se pusieron del lado de los desfavorecidos,
defendiendo al que sufre y es a partir de allí que hemos de erigir un mundo
nuevo.
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