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15 DE
DICIEMBRE
NUESTRO
HOMENAJE
A ZULEMA
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
DON MANUEL,
APU
TUTELAR
Danilo Sánchez Lihón
1. Tierra
sagrada
La Biblioteca Municipal de Coracora lleva el nombre de
Manuel T. Vásquez Martínez. Me imagino que debe ser entonces un personaje
destacado de su pueblo y de su región.
Me intereso por él, porque he aprendido que indagando
en esas referencias se descubren vidas ejemplares, tesoros ocultos, perlas y diamantes
que constituyen nuestro patrimonio más preciado.
Los nombres de calles, de plazas, de obras públicas,
vale seguir su huella y su rastro en el suelo porque son de personalidades
egregias que nos muestran facetas desconocidas de cómo afrontaron los hechos,
la vida, superaron retos y dificultades dejándonos alternativas de solución
para los problemas pendientes de resolver.
No dejemos que estos valores continúen soterrados, ni
dejemos morir la esperanza que ellos representan. Revivámoslos para saber incluso
que pisamos tierra sagrada por el coraje y el fervor que muchos de nuestros
antecesores han puesto para darle grandeza y honor a nuestros pueblos y a
nuestras vidas.
2. Defensor
de Pobres
Pero, ¿quién fue Manuel T. Vásquez Martínez? Un
abogado ilustre de la provincia de Parinacochas, departamento de Ayacucho,
poblado de Coracora, en cuyo ámbito se erige el majestuoso nevado Sara Sara y
la misteriosa laguna Incahuasi.
Y se hizo personalidad sobresaliente con una fórmula
muy simple, y que es todo un paradigma sencillo de seguir: defender solo
asuntos justos. Y en ello poner el mayor empeño, interés y pasión porque
sabemos que de no hacerlo dejamos que se imponga la injusticia y el mal.
Ante tal reto él asumía entonces su labor con plena
consagración y como un imperativo moral ineludible qué cumplir.
Nació en Coracora el 14 de junio de 1908, estudiando
la primaria en el Centro Escolar 621 de su pueblo natal y la Educación
Secundaria en el colegio “Nuestra Señora de Guadalupe, en la ciudad de Lima. La
Educación Superior la cursó en la Universidad Nacional de Arequipa y en la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en la capital del Perú, donde optó su
título de abogado, el año 1937.
Fue Defensor de pobres, Juez de Menores, Agente Fiscal
Suplente, Juez de Primera Instancia y Alcalde del Concejo Provincial de su
pueblo natal.
3. Su sueño
y su desvelo
Jamás asumió la defensa de algo que fuera falso,
equívoco o que careciera de verdad y razón. Nada que perpetrara el abuso, la
ventaja del dinero o del poder. Menos el cohecho, la deshonestidad o la
mentira. En suma ninguna concesión al mal, como a lo deforme y corrupto.
Ese era el secreto para que ganara todos los juicios:
defender con denuedo aquello que la convicción del bien obliga a defender con
arrojo. ¡Qué fórmula más elemental y sin embargo tan rara de ser practicada!
Cuando alguna vez un abigeo fue a ofrecerle una jugosa
ganancia a fin de enredar con triquiñuelas el poder de la justicia, no lo dejó
ni sentarse. Y lo despidió diciéndole en la calle:
– ¡Yo me he quemado y me sigo quemando las pestañas
estudiado abogacía para hacer el bien, en aras de un valor y un ideal! Jamás
para hacer daño ni enriquecerme. ¡Hágame el favor de retirarse! Y detrás de él
golpeó la puerta.
De allí que su fama era grande. Y el respeto que le
tenía la gente era inmenso, porque la justicia fue su égida, su emblema, su
sueño y su desvelo.
A ella se consagró e hizo de su vida un dechado de
virtudes.
4. Ejemplo
de probidad
Era tan exitoso abogado que cuando la gente que obraba
bien veía avasallados sus derechos, como si se tratase de un Cid Campeador,
decía.
– Con il códigu del ductor Manuel Vásquez verás que ti
voy hacer pugar tus fechurías.
Esta era la máxima amenaza y juramento que se podía
hacer en un pleito, siempre y cuando la razón asistiera a quien lo profiriera
porque significaba lo infalible, contundente e inapelable, cualquiera fuera la
instancia a la cual se tuviera que recurrir.
Era un señor serio, tajante y riguroso, al punto que
las personas le temían. Muy escrupuloso en brindar su amistad, comprometido
como estaba con la ética en todo sentido, especialmente con la forense.
Debido a que nunca perdía un juicio la leyenda que había tejido la gente rústica
era que tenía pacto con el diablo. Incluso se decía que en su oficina estaba
colocada una Biblia y encima de ella vigilaba un gato negro con ojos colorados.
Pero un ejemplo acerca de su probidad es el siguiente:
En su testamento dejó estipulada esta cláusula, que dice más o menos así:
Ordeno que se devuelva la mitad del terreno que me vendiera la Sra. Juana Arcos
de Huayllahuasi, porque según las averiguaciones que hice después que me lo
vendiera ella lo valoró equivocadamente por la mitad del justiprecio”.
5. En el sitio
que corresponde
Entre los años 1950 y 1956 fue diputado por el
departamento de Ayacucho y ello ocurrió cuando Manuel Odría encargó que se
ubicara a personalidades de gran estimación y prestigio al interior del país a
fin de ganar con ese caudal las elecciones. El nombre de Manuel Vásquez fue el
más mencionado. Lo incorporó a su lista, y salió electo.
Hay un folleto publicado después con el título de:
“Labor parlamentaria del Dr. Manuel T. Vásquez Martínez, Diputado por el
Departamento de Ayacucho 1950-56”, suscrito y firmado por más de un centenar de
personas notables de Cora Cora, Parinacochas y otros lugares de Ayacucho, en
donde se afirma lo siguiente:
“...queremos expresar nuestro pensamiento sincero
sobre su labor parlamentaria. Y lo haremos desvestidos de todo prejuicio o
interés personal, guiados únicamente por el deseo de cumplir una obligación
moral para con el Representante y un deber para nuestros coprovincianos.
“Estudiando la historia política de Parinacochas,
haciendo un análisis sereno y frío de la obra de los políticos que la
representaron, desde 1822 hasta la fecha, no hemos encontrado nada que
signifique un verdadero impulso...
...la presencia del Dr. Vásquez en el Parlamento
Nacional constituye el comienzo de una nueva etapa en la vida de
Parinacochas... ha colocado a la provincia en el sitio que le corresponde.”
6. En su tierra
y con su gente
En dicho folleto se menciona una lista interminable de
obras en relación a escuelas, colegios e institutos de educación superior;
carreteras, puentes, medios de comunicación; desarrollo de la agroindustria;
logros en el campo de la justicia y culto, y en la salud pública;
contribuciones a la ganadería, al saneamiento ambiental, pero sobre todo, dicen
los ciudadanos:
“...queremos dejar constancia expresa de que durante
la gestión del Diputado doctor Vásquez Martínez, la provincia ha gozado, como
nunca, de una era de tranquilidad en la que todos los ciudadanos, sin
distinción de clases ni de ideas han vivido libres de todo atropello y temor.
En ningún momento ha sabido cobrar ofensas ni inferir agravios”.
Pero, además, tuvo iniciativas de interés nacional
como la legalización del concubinato, la obligación de las radioemisoras del
país a programar diariamente alto porcentaje de música peruana, la defensa de
la vicuña, la reducción de los días de carnavales y muchas otras realizaciones
más.
Su gestión fue
excelente. Y es que lo tomó siempre como debe ser: un servicio a la comunidad a
la cual se debe un ciudadano ejemplar.
Pudo continuar su vida exitosa de político en la
ciudad capital del Perú, pero prefirió renunciar a ello. Quería una vida
auténtica. Y regresó a vivir en Coracora, en su tierra y con su gente.
7. Letras
y arte
Cuando dos veces por semana llegaban los carros de
Lima a Coracora salía presuroso al sentir el ruido del motor a comprar un
ejemplar de cada periódico que llegaba.
Los leía y ordenaba de manera minuciosa.
El periódico para él era sagrado: no se podían
arrancar sus hojas, ni recortar sus imágenes. Ni rayarlo, ni escribir sobre él.
Ni utilizarlo para otro fin que no fuera leerlos.
Atesoraba los libros y amaba la lectura que para él
era una práctica ungida y viva.
Y así como leía escribía.
Es autor del poemario: “Flores y saetas del ande”,
integrado por poemas de identificación con la tierra. Y de un hondo lirismo.
Escribió una amplia monografía titulada: “Apuntes para
la historia de la provincia de Parinacochas”.
Fundó la Revista “Pumawiri” de letras y arte. Y
estableció una imprenta para impulsar el periodismo y la actividad editorial de
su pueblo.
8. Alta
estirpe
Antes de servirse los alimentos, previo al almuerzo o
a la comida en su casa abría un libro y leía en voz alta para sus hijos y las
personas que los acompañaban en el comedor.
Estando en Lima llevaba a sus hijos a la Biblioteca
Nacional. Y mientras él consultaba documentos de su interés, iba sacando de su
bolsillo, para el hijo o la hija que lo acompañaba, libritos de cuentos
ilustrados de los cuales se había abastecido previamente.
Estirando el brazo los iba alcanzando uno a uno,
sabiendo bien cuando ya estaban terminando la lectura del anterior. Así los
entretenía, inculcándoles el goce de la lectura.
Recopilaba fotos antiguas con las cuales proyectaba
formar un archivo documental sobre Coracora que incluyera una hemeroteca,
fototeca, audiovisuales, etc., es decir cuidar, resguardar nuestro patrimonio
para proyectarlo al porvenir
Distinguía con su amistad a toda persona que cultivara
el intelecto, sea joven o tuviera la edad y la condición que tuviera. Cultivaba
esa alta estirpe y aristocracia del espíritu.
9. Sorbos
de esperanza
Era un señor temido por su severidad, pero sentaba a
su mesa a toda persona, por humilde que fuera. Y compartía los alimentos con
ellos: con el cámayoc, con las cocineras y empleadas de la casa, con los mozos
de servicio que cumplían labores diversas en su hogar, a quienes trataba con
respeto y cariño.
Era orgulloso de su ancestro andino y del valor del
indígena como heredero de este territorio.
Cuando se decretó la Reforma Agraria por el Gobierno
Revolucionario de la Fuerza Armada del Perú, el año 1969, perdió todas sus
propiedades en el campo. Sin embargo envió un telegrama de felicitación al
General Juan Velasco Alvarado y expresó en poesía así su sentimiento:
“No importa
hermanos que sean nuevos señores,
porque Dios
amasó la tierra para todos.
Ténganlo
anegado de mis sudores
y barbechado con mis energías.
Y como él mismo lo dice: Se regocija que el dolor de
centurias entonces y así en algo se disipe, que los pincullos y las tinyas
dancen en las cumbres por este hecho, que el ayni retoce en sorbos de
esperanza. ¡Y que se acaben los desheredados de la faz de la tierra!
10. Maestro
auténtico
Amaba a su pueblo Coracora, al indio, a la naturaleza,
al paisaje nativo.
Y en quechua cantaba:
Apajarita
apancuya
achanchaita.
Llévame a
cualquier lugar
para en esas soledades morir.
Creía que el arte, la belleza, la afirmación de la
vida y toda sabiduría era propia del alma ancestral andina. Dice en uno de sus
poemas:
¡Oh!,
charango trovero de la sierra,
juglar de las
quebradas,
alegría loca
en las huifalas
y lágrimas en
las despedidas.
Cómo quisiera
pulsarte
en mis horas
de tristeza,
y hermanando
mi voz a tus sones
llorar en el cenit de mis angustias.
Por eso, y pese a su alta investidura realizó labor
docente, sea en la Escuela Pre-vocacional 621 donde él estudiara, sea en el
Instituto Industrial Nº 12 de Coracora; y como guía y conductor de niños y
jóvenes fue un maestro auténtico.
11. Honor
al trabajo
No gustaba de las fiestas. Era enemigo de ellas. No
conciliaba ni con el mal gusto ni con la chabacanería. Pero sí era solidario y
amaba las costumbres de su terruño. Siendo así podía aparecerse con arpa y
violín para homenajear a un familiar o a un amigo.
Desde una esquina y reverente observaba la procesión
de la patrona de su comarca, junto a sus hijos que para ese día lucían de pie
en una esquina sus mejores trajes.
Escribió a la Virgen de las Nieves
Te imploro de
hinojos
para que tu
gran poder
penetre a
todos los pechos
y rosas de bien haga florecer.
Tenía muchos bienes, haciendas, ganado que adquirió en
base a su trabajo. Sin embargo era austero, diligente y sin remilgos. Enseñaba
a sus hijos a no tener preferencias de comidas. Y al honor del trabajo por
humilde que él fuera.
12. Quien se proyecta
al infinito
A este respecto, quisiera contar el siguiente pasaje:
Cuando ya las sábanas blancas del ropero de su casa
estaban viejas las hacía hervir y lavar lo mejor que se podía en las tinajas de
su lavandería.
Luego las cortaba él mismo en tiritas. Y de eso hacía
vendas que utilizaba para cualquier herida que veía. Mucho más si eran de sus
hijos. Corría inmediatamente a vendarlas prestando su auxilio cuando alguien
sufría algún percance.
¿No hay en esto un simbolismo inmenso en relación a
nuestras angustias de pueblo sufrido?
¿No hay en esto implícitamente una atención a las
heridas de nuestra historia?
Escrupulosamente sacaba sus vendas y curaba amarrando
la parte lastimada con un hilito cuyo lazo él mismo amarraba de manera
minuciosa, ingenua y candorosa.
¿No hay en esto la actitud madura de quien siente,
piensa y actúa por encima de las circunstancias pasajeras y se proyecta al
infinito y a la eternidad?
13. Con sus libros
y sus ideales
Fue un hijo y un padre amoroso. Nunca abandonó a su
madre a quien la cuidó hasta el final de su vida atendiéndola siempre con
esmero delicado.
Luchó siempre por conservar la unidad familiar, sea en
su hogar o en otros, para los cuales fue alivio, cura o bálsamo. Sin embargo,
crió y atendió solo a sus hijos: Manuel, Zulema y Diana.
Amaba los dulces y compraba las golosinas más finas.
Alentaba a utilizar las recetas de los libros de cocina para hacer nuevos
manjares con materiales que él suministraba de manera profusa.
Entre sus manos se abrían y cerraban las latas de
chocolates que compartía con familiares y amigos en la intimidad del hogar.
Vivió solo, criando y educando a sus hijos a quienes
él mismo aseaba. Lavaba su cabelo y peinaba primorosamente a sus hijas a
quienes las colmaba de joyas y vestidos.
Ellos fueron su consuelo, su orgullo y la compañía
fortalecedora en su soledad, junto con sus libros y sus ideales.
14. Picachos
nevados
Era protector y paternal. No de caricias sino
hierático y distante. Una montaña que protege quieta y sin aspavientos, un ser
con sabiduría, quien sabe mirar desde lo alto y desde lo lejano. Quienes
soportan la soledad de ser admirados pero no siempre de ser comprendidos y
amados.
En los momentos de peligro relucía sereno. En las
grandes pruebas del alma se lo vio imperturbable. Una roca de seguridad cuando
todo tambaleaba. Pero a solas sabía enternecerse y llorar.
Se mostraba muy susceptible respecto a la salud de las
personas, para lo cual leía libros de medicina a fin de dar el consejo
adecuado. Y curaba a sus hijos de las enfermedades que contraían.
Era sabio. Porque sabiduría es amor a la verdad, al
trabajo, a la justicia. Y a poder encontrar en las cosas cotidianas la
trascendencia.
Patriarcal, íntegro y niño. Destaca como aquellos
picachos nevados. Es de esos apus tutelares que saben inclinarse y condolerse
de su pueblo y, a veces, porque viven solitarios, de sí mismos.
15. Piedra
angular
Fue y es Manuel T. Vásquez Martínez un abogado, un
político y un intelectual eximio. Un lector, un padre amoroso y un ciudadano
ejemplar.
Murió a la edad de 67 años el 10 de julio de 1975, con
su periódico en la mano. Había estado leyendo cuando la empleada dio aviso que
estaba exánime. Tuvieron que abrirle la mano que la tenía apretada y quitarle
el periódico con una de cuyas noticias viajó al infinito y se presentó ante
Dios.
Es don Manuel de es esos seres que son ríos profundos,
cordilleras imponentes, picacho de nieves eternas.
Es de esas prominencias del paisaje que pasan
desapercibidas por su modestia pero finalmente grandiosas no por lo que
sobresale de ellas sino por la inmensidad en las cuales se hunden.
Es él de aquellas cumbreras que sostienen los tejados
del mundo.
Que la juventud lo conozca, que siga sus huellas y su
senda. Que todo Parinacochas se sienta amparada y fortalecida por tener este
apu tutelar, esta piedra angular de nuestra identidad, verdadera fortaleza de
Sacsayhuamán.
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