DÍA HONDO,
INMENSO Y
CONMOVEDOR
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
LA
CASA
ETERNA
Danilo Sánchez Lihón
1. Sonreír
de sorpresa
– ¡No se vayan todavía! ¡Primero a tomar desayuno!
Armamos la mesa para los chiquillos recogiendo todas
las sillas que están en las habitaciones de al lado y hasta de arriba. Pero
para algunos solo quedan bancos y cajones arrumados.
Hay ñuñas fritas en el centro de la mesa, panes y
bizcochos. Y se sirve el chocolate. Pero también las plantas aromáticas y mates
del lugar: la panisara, el toronjil y la yerba luisa.
Nuestra mesa es la más bullanguera y revoltosa, desde
donde reventamos algún cohete subrepticio que hace cacarear a las gallinas en
el corral y sonreír de sorpresa a los mayores.
Han llegado mi abuela Rosa y mis tías Bety y Zarela,
viniendo de la que llamamos “La casa de abajo”, donde ellas viven.
2. Todos
Retornaremos
Mi madre aviva aún más el fogón restallante que invade
con sus bocanadas de humo haciéndonos entrecerrar los ojos. Y van llegando los platos
con frituras.
Mi padre tiene en la comisura de los labios y los ojos
ese sello inconfundible de estar contento y hasta viviendo la mayor de las
felicidades.
Pero todos ellos ya han muerto. Murió mi padre y todos
mis tíos Solo sobrevive mi madre que ahora tiene 96 años.
Sin embargo para esta Navidad todos nos sentaremos de
nuevo. Todos retornaremos para estar alrededor de la mesa.
Retornarán ellos porque saben quiénes somos y no nos
olvidan.
Estará mi padre, muerto hace treinta años, en esa mesa
de esa casa ya en ruinas y que felizmente mi hermano Jaime ha levantado de entre
los escombros y cenizas.
3. Se mezclan
ilusiones y recuerdos
Y volvemos a juntarnos como hace años a tomar el
desayuno con toda la familia reunida.
Ya han llegado sonrientes mis tías Bety y Zarela, con
mi abuela Rosa.
Ya está sentada otra vez mi abuela Sofía con la
comisura de sus labios extendidos de contento, con sus ojos y semblante
enternecidos.
Aquí están mis tías Carmen y Miguelina que se afanan
por cortar y servir algo.
El olor a café que toman los mayores invade el
universo con su fuerte aroma.
Pero yo y mis hermanos pequeños preferimos el limoncillo
o cedrón cuyo verde tenue y profundo impregna con su aroma el cielo y la tierra.
Y sobre todo porque mezcla bien ilusiones y recuerdos.
4. Para salvar
el mundo
Por la ventana observo hacia afuera el cielo
anubarrado y hacia adentro las recias paredes.
Ellas soportan las tempestades.
Pero me pregunto: ¿el shayape del nacimiento también
extrañará la piedra donde ha crecido?
¿Le gustará y encontrará firme esta casa? ¿Y por qué
es inevitable que yo llore?
Y mirando a todos entre mis lágrimas, más aún a
quienes ya hace años que partieron pero que hoy han venido, ruego en silencio,
que este instante recóndito de ternura no termine nunca, porque este día
vuelven a estar con nosotros y sentarse a la misma mesa los seres queridos.
Ternura que quizá sea la última hebra o hilacha que
quede para salvar el mundo y hacerlo imperecedero.
5. Cuando ella
está todo se colma
Hoy 25 de diciembre al despertar por la mañana el sol
tiende su manto de oro alfombrando toda la casa.
Ya hay tintineo de cucharillas, tazas y platos en la
cocina. Y el chasquido de la sartén donde se cuece alguna fritura.
En la cocina el ambiente es de fiesta. Las lenguas de
fuego del fogón iluminan el iris de todas las pupilas.
Ya está sentada en la mesa la abuela Sofía, y cuando
ella está todo se colma de una profunda dulzura y alegría.
Con los primos que han venido acordamos salir a
explorar los alrededores.
Al salir al patio tengo que poner las manos en visera
para librarme de la luz del sol y reconocer el violeta de las tejas, los
anaranjados de las paredes, los azules y verdes de todas las presencias y las
cosas.
6. Hoy día
no sienten miedo
Hoy día 25 de diciembre, es día hondo, inmenso y
conmovedor porque ya ha nacido Dios.
Lo sienten y saben todos. Lo sentimos y sabemos los seres humanos que hoy día comprendemos lo
que es el bien. Y hasta nos esforzamos por hacernos buenos.
Lo sienten y saben los cerros, los ríos y los caminos
al filo de los abismos que hoy día son dóciles, protectores y amables en sus
talantes, de por sí temibles.
Lo sienten y saben los vientos que silban en sus
zampoñas canciones tiernas de amor entre árboles y peñas. Y tocan más alegres
que nunca sus castañuelas entre las piedras de los apriscos.
Lo sienten y saben pumas, toros y cervatillos de los
potreros, que hoy día no sienten miedo ni venganza sino que intuyen que este
mundo es bueno, incluso en el sacrificio por algo que ni siquiera importa tener
claro cuál es su sentido.
7. Huertas
y jardines
Hoy es fiesta de Navidad.
Lo sienten y saben las aves del cielo que trinan con
más ahínco en el tejado. Y con sus gorjeos hacen que las casas pobres se
enjoyen con los más ricos arpegios.
Y con los atavíos que lucen los plumajes multicolores
de sus alas.
Lo sienten y saben las ovejas, vacas y chivillos de
las majadas que triscan y saltan de contentos cerca de sus dueños, sin
explicarse el motivo que los regocija.
Lo sienten y saben los manantiales que hoy ofrecen su
mejor agua. La misma que brota fresca y luego gorgotea cantarina regando
huertas y jardines.
Lo saben las flores del campo y las aguas que rumorean
en las acequias. Lo sienten y saben las libélulas que entonan con la mejor
armonía su ronroneo misterioso entre las flores.
8. Oran
y velan
Lo sienten y saben los copos de neblina, que se elevan
para ver aparecer los colores de las sementeras y del pueblo.
Y de las casas embelesadas con el blanco de sus muros
y tapiales, como con el añil de sus puertas y balcones.
Los sienten y saben los hombres rudos y fríos que hoy
–sin poder evitarlo– dedican su alma hacia los demás, sonríen y de ella
entresacan, como de un horno caliente, el mejor pan.
Lo sienten y saben los hombres buenos que por saberlo
viven la Navidad todos los días del año.
Y hoy más bien se entristecen que la Navidad, por ser
tan bella, quizá no sea eterna. Y, entonces, oran y velan.
Y agradecen en silencio por el prodigio que nos brinda
la creación.
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