Danilo Sánchez Lihón
1
Quienes
se
agachan y arreglan la bomba
de
agua
del
baño público, evitando que
el
líquido
derrame
y se acabe. Quien va
y
viene
cansado
pero cede su asiento,
y
eso
le
infunde coraje y le da ánimo.
Quien
antes
de
pronunciar la palabra hiriente
muerde
su
lengua haciéndola sangrar;
está
comprobado:
ellos no salvarán
el
mundo,
aunque
un brillo de esperanza
empiece
a
emerger a partir de la luz
de
sus ojos.
2
Quienes
confían
en que todo saldrá
bien,
infunden
aliento y dan ánimo,
pese
a
que secretamente sientan
miedo
y
hasta vean que es mucho
peor
y más
temible
la herida que sangra.
Quienes
ya
habiendo proyectado y
hecho
cálculos,
aún no han partido
cuando
los
otros ya han regresado.
Quienes
Reconocen,
en la expresión
de
quien
a
diario los denigra y hace
escarnio,
un
rasgo noble, ¡y aquello es
lo
que más
les
interesa! ¡Es lamentable
decirlo:
así
no cambiarán el mundo,
aunque
también
es posible dudarlo!
3
Aquéllos
que
no sólo pesan y dan lo
exacto
sino
que, ¡a sabiendas! se
equivocan
a
favor
del cliente, que a su vez
disimula
y
compensa con una compra
diferente.
Estos
incluso quizá ni existan,
pero
es posible
imaginarlos.
¡Y sería hermoso
si
es que
tú
en ti mismo los encuentras!
Aquellos
a
quienes no importa perder
una
sinecura
con
tal de decir la verdad. Los
que
se quedan
sin
entrar, haciendo que otro
ingrese.
Quienes
escogen para ellos
la
fruta
que
está mal a fin de que otro
sin
ser su
hermano
encuentre y pruebe
la
uva dulce.
4
Aquéllos
que
en el juicio al asociado
le
dicen
la
verdad: ¡que aún confían
en
él!,
pese
a que asesor y abogado
aconsejan
alegar
y sostener lo contrario.
¡Éstos
quizá
no cambien el mundo
ni
lo salven
ni
lo transformen un ápice!
Pero
es
a
partir de ellos que las calles
lucirán
tenues
y frescas, tal como si
se
juntaran
amorosamente
la tierra con
el
cielo.
Es
gracias a ellos que el día
luce
hermoso,
tierno, y el jardín
florece.
5
Quienes
pese
a haber perdido algo
muy
amado,
ni
huyen ni maldicen, pero
tampoco
se
quedan a dejarse morir. Ni
a
lamentarse o
llorar
con los brazos cruzados.
Quienes
rescatan
una pepita de valor
de
un océano
de
lodo. Aquéllos que no se
avienen
a
despotricar de la persona
ausente,
caída
en desgracia y recién
subrogada.
En
definitiva, no cambiarán
el
mundo,
aunque
gracias a ellos alguien
se
sentirá
inexplicablemente
contento y
tendrá
ganas
de abrazar a todos y
reconocerlos
como
hermanos y hermanas.
6
¡Estos
no
cambiarán el mundo que
estamos
todos
obligados a cambiar!
Quienes
dañan
su prestigio por estar
al
lado
del
ser vapuleado. Quienes
poniéndose
a
favor de lo justo se juegan
íntegros.
¡Y
no ganan! Los que alaban
lo
bello,
bueno
y tierno. ¡Y lo celebran,
pese
a
ser de alguien que blande
siempre
contra
él un puñal afilado.
¡Estos
pobres
para nada salvarán
el
mundo!
pero
alivian que una corona
de
espinas
pueda
ser otra de nardos y
jazmines.
7
Quienes
hacen
público que estaban
en
error.
Quienes
limpian una banca
a
fin de
que
un desconocido se siente
en
ella
más
tarde o más temprano.
Quienes
cogen
de la mano a un niño
perdido
y
olvidan una cita de amor
o
de negocios,
pero
encuentran a la madre
desesperada.
Quien
defiende al agredido
y
es herido.
Quien
iba por la calle y un
asaltante
arremetió
contra una persona
y
sin pensarlo
interpuso
su brazo y su pecho
perdiendo
la vida.
¡Ésos
no cambiarán el mundo,
pero
dan
el
primer paso y lo hacen
posible!
8
Quienes
no
huyen, ni piensan que
el
mundo
se
transforma con grandes
batallas,
sino
en los actos cotidianos,
en
cada
minuto
y en cada ínfimo detalle.
Quienes
no
suben el vidrio de su auto,
sino
que
lo
bajan y reconocen a su hijo
en
el niño
que
le limpia el parabrisas. Y
es
su madre
la
mendiga que tiene súplicas
y
solo lágrimas.
Es
lamentable decirlo: todos
ellos
¡no
lo modificarán siquiera un
ápice!
Pero
quizás hagan sonreír
en
sueños
a
un chiquillo que no conoce
ni
padre
ni
madre. ¡Y eso es en verdad
bastante!
9
Quienes
renuncian
a un mundo hecho,
por
el riesgo
de
un mundo por hacer y construir.
Quienes
enderezan
lo torcido y lo acomodan
derecho.
Quienes
dan la mano al desposeído.
Quienes
pagan
bien por mal. Los ingenuos,
los
caídos.
Los
que resultan siempre culpables.
Aquéllos
que
ponen la palma de sus manos
entre
dos
espadas. Todos ellos, es cierto
no
lo salvarán
y
eso definitivamente es una gran
pena.
¡Nada
cambiará es cierto! Pero así
haremos
un
mundo tan digno de ser amado,
que
inventamos
para
cada uno de nosotros y para
todos
los
hombres de la tierra un Mundo
Nuevo.
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