LA PROEZA
DE PEDRO
SEVERINO
Danilo
Sánchez Lihón
Lo mejor que
podemos hacer por otro
no es sólo
compartir nuestras riquezas,
sino mostrarle las suyas.
Benjamín Israelí
1.
Camino
que
viene y va
Pedro Severino cuando tenía
nueve años de edad escarbaba distraído la arenisca y los minúsculos trozos de
teja acumulados entre las piedras de la vereda al frente de su casa, cuando el
palito de carrizo con que lo hacía enderezó y empezó a arrastrar una lámina
pequeña y circular, que luego de voltearla por uno y otro lado, de recogerla
curioso y rascarla, descubrió que era una moneda de 20 centavos, común y
corriente.
La pulió del óxido y el
musgo que se le había adherido, e impregnado en los relieves del escudo, de los
bordes y del laurel que lo adornaban, de la inscripción del número 20 estampada
en su superficie apenas presentable y de la palabra centavos que tenía acuñada.
Fue y con la moneda bien
lijada y ya reluciente, que parecía que nada le había pasado ni había estado
enterrada por meses, y quizá años, soportando la inclemencia de las lluvias,
los soles calcinantes como las noches heladas.
Y con ella compró tres
huevos en las afueras del pueblo a la señora campesina que vio de lejos que
avanzaba por el camino que viene y va a Huayatán, Pueblo Nuevo, Chollagueda y
cientos de poblados, anexos y caseríos de las alturas.
2.
Ésta
ha
sido
Después esos tres huevos
los vendió por 20 centavos, cada uno en la tienda de don Lorenzo Risco, situada
a dos cuadras de la Plaza de Armas, en línea recta hacia el cementerio, porque
así era el costo de esos productos en uno y otro sitio.
Con los sesenta centavos de
sol volvió al canto del pueblo y esperó a otra señora a 1uien compró los nueve
huevos que traía, y quien en la tienda de esas primeras calles compró lo que
tenía que comprar y se regresó apurada por el mismo camino por el cual había
venido.
Pero ya a Pedro Severino le ocupaban las manos
nueve huevos que cuidadosamente colocó en una bolsa. Fue y los vendió a la
misma tienda anterior a 20 centavos de sol cada uno.
Se dio cuenta que había
multiplicado en menos de una media mañana 9 veces su capital, lo cual le
pareció extraordinario, más de 900 por ciento.
Ésta ha sido tal vez la
acción financiera más espectacular y gigantesca realizada en mi pueblo, que es
Santiago de Chuco, en el Perú, situado a 3,115 m. de altitud en la cordillera
occidental de la cadena de los Andes.
3.
O
bien
Es decir el negocio más
exitoso y extraordinario que jamás se haya llevado a cabo en estos lares lo
hizo un niño de 9 años.
Porque, al cabo de 2 días,
de ir a volver del canto al centro del pueblo, Pedro Severino ya no compró
huevos sino que dio un salto a un rubro mayor, cual es comprar una gallina y
venderla ya en el pueblo casi al doble de su precio.
Y poco a poco ya no fue una
sino varias pollas y polluelas que las mismas mujeres del campo traían atadas a
sus rebozos y cargadas en sus espaldas. O bien, introducidas en alguna canasta
que sujetan a sus brazos y debajo de sus sobacos, con la gallina atada de patas
para que no se escape.
Pero él mismo Pedro después
ya no esperó en los caminos sino que salió a comprarlas a las casas del campo a
menos precio, y luego a venderlas a un comerciante que llevaba productos desde
Santiago de Chuco a Trujillo.
Pronto, Pedro Severino
estuvo subiendo sus propias jabas de gallinas y comerciándolas en la puerta del
Mercado de la Unión, en la avenida. Centenario, en la propia capital del
departamento de la Libertad, en la ciudad colonial y sumida en su encanto de
siglos, como es Trujillo.
4.
El
atado
Después de vender las
gallinas en esa ciudad capital, compraba cargamentos de fruta directamente de
los camiones venidos de Tumbes y Piura, de Bagua y del Amazonas.
Fruta que luego vendía a la
"Pashanda", en la esquina de la Plaza de Armas de su pueblo de origen,
y a la señora Violeta Flores cuya tienda quedaba al costado de la oficina de
correos y telégrafos; y distribuía a varias otras tiendas extendidas en los
cuatro barrios del pueblo de Santiago de Chuco.
En el trayecto del viaje de
Trujillo a Santiago de Chuco y viceversa en algún momento se oía el grito del
chofer que despertaba a los pasajeros adormilados, diciendo:
– ¡A comer! ¡Bajen a comer!
Pedro Severino no bajaba.
Abría su bolso que traía cerca de su asiento y se servía su fiambre que él
mismo se había preparado en Trujillo.
O, si el viaje era a la
inversa, el atado que "su mamita", la señora Margarita, le había
cocinado y arreglado para el viaje.
5.
Parajes
y
hondonadas
No gastaba pues dinero en
la travesía, todo lo ahorraba; tanto que en poco tiempo había reunido un
capital considerable que ya le alcanzaba y estaba a punto para comprarse un
camión.
Y lo compró, cuando apenas
cumplía los 18 años de edad en que él ya tenía la mayoría de años para adquirir
su ciudadanía. Y entonces su fortuna ya era un tema del cual todos hablaban y
se enorgullecían.
Lamentablemente, trayendo
valiosa mercadería y viajando en su propio camión de Trujillo a Santiago de
Chuco, el vehículo completamente cargado se desbarrancó en una curva, antes de
entrar a una pequeña quebrada, faltando sólo dos kilómetros de distancia para
llegar a su pueblo.
En dicho accidente murió Pedro Severino quien
manejaba su propio vehículo, quizás el genio de los negocios más extraordinario
que hayan dado estos ríos, valles y colinas, y estas cadenas conturbadas de
montañas, parajes y hondonadas ricas en dar a luz poetas y escritores, tanto
que por Ley de la República es reconocida como la Capital de la Poesía del
Perú.
Pero que no sólo somos
sensibles al arte sino también a realizar y concretar grandes sueños y
proyectos concretos, prácticos y tangibles en esta vida como lo demostró Pedro
Severino.
6.
Tuna
ya
en flor
Por él lloramos en casa. Y
lo fui a ver de la mano de mi padre, porque era su ahijado, a quien llevó
siendo muy tierno a la pila bautismal. Siempre en la mesa del hogar mi padre lo
ponía como ejemplo por ser hijo mayor de un hogar sin padre y con hermanos
menores qué él asumió proteger.
La huella del camión en esa
curva, cincuenta metros antes del arroyo que baja por la quebrada y donde hay
un pequeño puente, aún lo recuerdo en mis sueños, creo que hoja por hoja y
yerba por yerba que el camión marchitara.
En el trayecto desde que
saliera de la carretera había árboles descascarados por la inercia del vehículo
que no alcanzó a voltearse porque las huellas de las ruedas estaban bien
marcadas en la tierra, sino que fue como si hubiera querido trazar otro camino
que no fuera aquel que ya había.
Había arrastrado pequeños
arbustos y tronchado las espigas que recién estaban brotando en una chacra de
trigo y algunas plantas de tuna ya en flor. Pero no fue en vano el esfuerzo y
sacrificio de Pedro Severino Grados, porque su familia prosiguió su proyecto.
7.
Amor
que
siembra
Tanto es así que sus
hermanos Rogelio Grados, Elvia Grados y Goyo Grados, quien recién acaba de
morir, siguieron sus pasos y su ejemplo y hoy son personas prósperas y con
empresas por uno y otro ámbito. Así: Rogelio es dueño de molinos, tiendas
comerciales y hoteles en diferentes lugares del país.
Pedro Severino creó un
ejemplo. Muchas otras personas forjaron riqueza con esfuerzo y ahora regresan a
su pueblo llevando médicos y reconstruyendo sus casas que prestan servicios
turísticos, participan de las festividades, erogan para distintos proyectos en
su tierra natal y siempre están atentos a lo que en su pueblo se requiere y
necesita.
Pero yo escribo esta
historia para desmentir un comentario y un infundio que se hace en relación a
los hijos de Santiago de Chuco diciendo que todos nos dedicamos a la poesía o a
las letras prefiriéndola a cualquier otra actividad humana.
Pero a la vez la escribo
para corroborar lo que también se dice y comenta, cual es que amamos
entrañablemente a nuestro pueblo. Y es la razón por la cual Pedro Severino
murió, porque le puso tanto entusiasmo en llegar que no quiso ver una curva
apenas dos kilómetros antes en que se desbarranca y muere. Pero es amor que
siembra porque su obra y su ejemplo aún continúan.
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