Danilo Sánchez Lihón
1. En pleno sol
del patio
Hoy día yo luzco en el pecho un orgulloso clavel rojo, intenso, ufano y perfumado, porque tú estás viva, mamá.
Y tú eres como yo, si no fueras verdad, siempre hubiera soñado que fueras: linda, preciosa y buena.
Pero en el sitio en donde enfila mi sección hay dos personas a quienes yo miro con curiosidad primero lacerada.
Y después con angustia porque horadan sus pechos unas inmensas e inconsolables rosas blancas.
Y cuando yo pregunto por qué, desde mi costado escucho decir:
– No tienen mamá.
Una
de esas personas es el profesor Wagner La Portilla y la otra un
muchacho pálido, mofletudo y melancólico, que durante todo este día
tiene la mirada más perdida que nunca.
2. Mil
colores
Cuando los chicos salimos a recitar las poesías estas dos personas sacan sus pañuelos blancos, y lloran recostados a ellos.
La
blancura de los pañuelos es tan desolada que su dolor no tiene dónde
apararse, ni les ha dado tiempo sino para esconderse tras ellos.
Y lloran de pie sin buscar la sombra, en pleno sol del patio radiante.
¿Por qué les tocó este sufrir tan inmenso, mientras yo te tengo a ti, mamá?
Pero, ¿qué me pasaría a mí si tú no existieras? ¡No podría vivir ni dar siquiera un paso, jamás!
Al llorar ahora lo hacen a grandes sorbos, con un llanto desgarrado que contrasta con el cielo añil.
Y con las nubes albas de mayo y todo el regazo de la tierra hecha de olores estallantes y flores de mil colores.
3. Razón
irrefutable
¿Qué imágenes dolorosas cruzarán por su desolado corazón?
¿Qué recuerdos o ausencias hacen que se sacudan así sus hombros y sus espaldas, y todo su cuerpo, al gemir?
Ya en el recreo, cuando jugamos, algunos compañeros dicen al ver a aquel muchacho:
– Llamémoslo y seamos buenos con él.
– ¡Sí! –Decimos todos.
– ¿Por qué? –Pregunta alguien que seguro ha estado distraído.
– ¡Porque no tiene madre! –Le gritamos todos como una razón irrefutable.
Pero,
esta frase, mamá, «porque no tiene madre», qué atroz resonó de niño en
mi alma y en mis oídos y me sigue doliendo hasta ahora:
– «No tiene madre».
Porque es inconcebible. ¡Todos tenemos que tener madre en nuestras vidas!
4. Te tengo
a ti siempre
Y no se trata de un origen ni de dilucidar de quién ni de dónde venimos.
¡Se trata de que a nadie puede negarse tener a ese ser que nos ampara en nuestras existencias terrenas!
Porque, otra vez, ¿qué hubiera sido de mí sin ti, mamá?
¡Pero él no tiene madre!
Y yo lo miro sin comprender ni entender. Desolado como él, pero desde la orilla de tenerte a ti.
¡Qué atroz y estremecedor destino!
¡Y qué dicha la mía, mamá, de seguir siendo, hasta ahora, ese niño presuntuoso y engreído!
Aquel ser que se siente confiado y seguro en el mundo.
Porque te tengo a ti siempre en la vida. ¡Incrustada en el fondo de mi corazón!
5. Desde el cielo
donde mora
Te digo, mamá, que dentro de unos días viajaré a Santiago de Chuco, con Capulí.
Caminaré hasta el cementerio y visitaré a papá en su tumba.
Me
acercaré hasta el nicho de mi abuela Rosa, quien murió y es la mamá de
quien no pudiste despedirte, no por culpa tuya sino de ella misma.
Deslizaré mis dedos por la loza áspera y seguiré palpando las letras borrosas de su lápida silvestre.
Arrancaré
esas flores ingenuas que crecen por toda esa colina y las pondré en su
nicho, para que la consuelen en su largo descanso.
Con ella fui, como bien sabes tú, arisco, montaraz y rebelde.
Porque
despreciamos amor cuando la vida nos colma de amor a manos llenas,
siendo que después nos cobra cruelmente por lo indiferentes que fuimos.
Aunque siento ahora que ella me perdona, que también me ayuda y me ampara, desde el cielo donde mora.
6. Sentiré
que tú estás
Así que, pronto estaré comiendo choclos y habas verdes de mayo. Arroz con chungares y chupe de papas.
Choclos frescos, humeantes, como tú los servías a la mesa, mientras que el humo aún sobresale por entre sus granos albos.
Y otro humo, el del fogón deshilacha por entre los resquicios de las tejas, esparciéndose en el cielo azul del mediodía.
Para
luego ya tibios los choclos recién llevarlos a nuestras bocas,
aspirando su aroma y luego exprimiendo sus granos con nuestros dientes.
Probaré otra vez las habas verdes, dulces, translúcidas; suaves como la leche y la miel.
Haré que alguien prepare chiclayito verde revuelto con papas, con sus pedacitos de carne de chancho, como tú lo hacías.
7. Pensando
en ti
Por
si acaso, es comida pobre porque abunda mucho y por eso se lo
desestima, tanto que en las quejas de amor se dice: «Tú me tratas como a
chiclayito verde».
Porque se lo regala o se deja que se seque. Pero con eso nos alimentaste de niños, mamá. Y es muy saludable.
Inclinaré mi frente en el muro de la casa abandonada. Y sentiré que tú estás aquí.
¡Y
pediré cañas a alguna señora que estará al borde de su chacra, seguro
que entrará por ella, y me cogerá las mejores y más dulces!
¡Y lo digo porque siempre es así en Santiago de Chuco!
Y
yo me sentaré a la vera y allí mismo las pelaré con los dientes,
cuidando de no cortarme los labios con el filo de sus cáscaras
desgajadas que son más filudas que un cuchillo, como tú me lo enseñaste.
Y mirando la hondonada lentamente las comeré pensando en ti.
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