Danilo Sánchez Lihón
«Un libro es un alma
en infinidad
de cuerpos»
1. Y el verbo
era Dios
La
lectura es una actividad alerta y abierta del hombre frente a los
signos que nos ofrece el mundo a fin de darles un sentido. Y con ello
nos referimos no sólo a las manifestaciones que ocurren en el ámbito de
la cultura sino a los signos y códigos que nos presenta el medio
ambiente físico y el universo.
Establecer
los fines que tiene la lectura como un acto vivencial, racional y
consciente, y de las relaciones que establece con otras actividades de
carácter cultural y social; e identificar las características básicas de
la lectura como fenómeno del lenguaje en el marco de una educación
liberadora es importante y fundamental.
Porque
la lectura es una actividad consustancial al ser del hombre, porque
habitamos el universo como conciencias asombradas y heridas ante el
espectáculo exterior. Y más, cuando se trata de la decodificación de la
palabra, no sólo piedra angular a partir de la cual se construye el
andamiaje de la cultura humana, sino clave de toda concepción del mundo.
Y hasta origen y raíz de toda reflexión metafísica.
“En el principio era el verbo, y el verbo estaba con Dios, y el verbo era Dios”.
2. Un ser
biológico
Así reza al comienzo del “Libro de los libros”, como es la Biblia.
Pero esta referencia a la palabra y a su signo, no sólo está en la
línea inaugural del pensamiento religioso, del cual somos herederos,
sino que reluce también al final, en el grito y la agonía de nuestro
anunciado destino.
Que
es cuando el Ángel del Juicio Final muestra un libro que blande en una
de sus manos, mientras un dedo índice acusador señala la trayectoria
pasada y el resultado futuro de las almas que esperan ser juzgadas.
Tanto que se ha llegado a pensar, por estas y otras razones, que “Dios está en el libro”.
Y
no sólo esto, sino que se concluye que el libro es un ser biológico,
perteneciente –aunque parezca extraño– al mundo de la naturaleza, puesto
que es un ser viviente como un árbol, un ave o un mozo.
Y es al espíritu como el alimento es al cuerpo; de allí que incluso parezca extraña la expresión “promoción de la lectura”.
3. Ahítos
de un banquete
Resulta
forzada porque si hacemos una comparación es como promover la
digestión, o el acto de comer. O el de ver, o el de oír; actuaciones
intrínsecas al ser humano, las cuales no tienen por qué ser impulsadas
debido a que son espontáneas y originales en relación a la vida.
Sin
embargo, vivimos paradojas; mientras nos faltan los frutos de la tierra
para saciar nuestra hambre, nos sobran potencialidades para realizar la
lectura.
Y
abundan también los materiales en los cuales se puede plasmar tal
ejercicio, en obras y autores que proliferan y nosotros apartamos como
si estuviéramos colmados.
Y
ahítos de un banquete que se nos presenta servido y dispuesto y que,
pese a estar famélicos de tal sustento, ni miramos, ni probamos, ni
gozamos.
Y
es que para leer no solamente se necesita tiempo libre para tener el
acceso a los libros, sino haber incorporado dicha práctica como una
manera de ser, adoptándola como conducta personal intrínseca.
4. Los anuncios
de los oráculos
Este
proceso se desarrolla de manera lenta y gradual mediante mecanismos en
los cuales intervienen múltiples factores, deviniendo en una especie de
actitud frente al mundo, alcanzada por el deseo de investigación,
descubrimiento y trascendencia.
De allí que en Egipto las bibliotecas eran consideradas como sitios sagrados cuya denominación equivalía a “casa del tesoro” y adonde se concurría a dar curación a los males del alma.
Por
eso, ¡cómo dudar que hay mucho de mágico en la lectura!, cuando para la
visión de cualquier razonamiento que por primera vez contemplara esto,
la práctica de la lectura es hacer que los papeles hablen, es dar la
vida a algo inanimado, aparentemente.
Es
extraer sentido de los objetos inertes en una suerte de acontecimiento
asombroso, actitud que era la misma con que los primeros hombres
encaraban los anuncios de los oráculos que ellos frecuentaban los
adoratorios y las huacas que existían y ellos frecuentaban.
5. Posibles
e imposibles
Por
eso, la lectura no sólo es un acto racional, consciente, lógico porque
antes que ello diríamos que principalmente es un rito, una oración, un
estado de alma; en donde el ser está atento con todas sus fuerzas ante
el significado que para él le tiene deparado el mundo y la vida.
Leer
no es, pues, un acto rutinario, que se toma o se deja, que se hace o no
se hace. No es una dimensión corriente o un acto cualquiera, sin mayor
significado y trascendencia.
Leer
es mucho más que eso, es una de las grandes posibilidades que tienen
los seres humanos de hacer frente a su destino, de erigir catedrales, y
de construir reinos.
Su
índole se emparienta y confunde con la religión, la magia y el secreto.
Es el acto de mayor confidencia y de mayor comunión que hace el hombre
consigo mismo, con el mundo y con los demás. Es la forma de estar y
recorrer todos los mundos hábitos y por haber, reales e irreales,
posibles e imposibles.
6. Auscultar
y recorrer
La
lectura nos conduce por caminos misteriosos, hondos e inviolables como
los que recorremos en el ensueño y que al otro día apenas recordamos,
pero que nos parecieron los más auténticos.
Siguiendo
esos caminos descubrimos nuevos senderos, paisajes nunca antes vistos
ni hollados por ser alguno; con personajes, voces e imágenes que están
en el rico universo interior, tan vasto y profuso como es el cosmos;
universo interior en donde habitan estrellas y galaxias que el hombre
requerirá muchos siglos para poderlos auscultar y recorrer.
A
través de la lectura se conoce hasta los mínimos detalles, tanto del
mundo de la naturaleza como del mundo del espíritu. Libros tan
fascinantes como –Sólo por mencionar unos cuantos de los nuestros– “Comentarios Reales de los Incas” de Garcilaso de la Vega, “El Perú” de Raimondi, como “Simbólicas” de José María Eguren o “Poemas Humanos” de César Vallejo.
7. Continentes
desconocidos
¿Y
cuántas Atlántidas sumergidas en el fondo de las aguas de nuestros
ensueños y pensamientos no descubrimos cuando nos quedamos absortos y
quietos ante una línea de la cual no atinamos a salir? ¡Cuántas
emociones, fantasías e imágenes se nos agolpan sólo a la evocación de
una palabra encontrada en el contexto de una página!
Leer
es quizá la capacidad intelectual más superior y maravillosa del
hombre, porque es crear, es rescatar lo más profundo de nuestro
pensamiento y de nuestra sensibilidad; es explorarnos y conocernos a
nosotros mismos; es recorrer de puntillas y paso a paso lo más recóndito
de nuestro ser que siempre es desconocido, misterioso y enigmático para
nosotros mismos.
Porque
cada uno de nosotros somos el paisaje y la geografía interior que nunca
acabamos de conocer ni recorrer; porque el universo interior tiene más
caminos, quebradas, valles y ciudades que todo el universo físico
exterior, siendo la lectura la que nos permite viajar hasta esos
espacios, tiempos y continentes desconocidos.
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