1. De agonía
o de triunfo
Haz
el amor cuando escribes. A gritos. Con silencios, éxtasis y arrebatos,
porque estás creando un nuevo ser, tan inmenso y total como un hijo.
Desgájalo de tus entrañas, arráncalo de tu matriz.
Perpetúa
tu especie, tu sangre y tu pulso cuando escribes. Has eterna tu
respiración y el aliento de tu boca, como cuando acezas.
Convoca
desde lejos, sé sigiloso, rodea y asalta a tu presa. Y cuando la tengas
entre los dientes aspira su hondo perfume. Y antes de devorarla
empápala totalmente con tu saliva. Y duerme con ella, esté viva o acaso
haya muerto.
Cuando
escribes arde, enciéndete de pasión, alumbra, estalla. Súmete en el
absoluto, en el hosanna de la creación y en el llanto.
Penetra, sube, alcanza. Emite alaridos de agonía o de triunfo, de infortunio o victoria.
2. Guerrero
y el campo de batalla
Haces el amor arrodillándote. Adorando, agradecido ante todo lo creado y por crear.
Haces el amor cuando a tientas acaricias con palabras en la lucidez del alba, y con la fe más honda.
Haces el amor cuando luchas cuerpo a cuerpo con quien no es tu enemigo sino tu ángel.
Hacer el amor cuando al escribir eres el guerrero y el campo de batalla.
Al escribir dejas tu sangre, dejas tus gritos y gemidos. Y sientes que culminas un largo camino.
Hacer el amor cuando escribes es echar a volar un colibrí, una torcaza o un águila al cielo libre y azul.
Al
escribir siente el rostro de Dios resplandeciendo sobre tu frente.
Siente su luz, su fulgor, pero más sus pasos, su temblor y su fuego.
3. Es
una responsabilidad
Para
escribir hay que vivir intensa, valiente y verdaderamente. Rescata
entonces aquello con esas cualidades que hay dentro de ti.
Al escribir del aquí, busca pensar en lo de más allá. Al escribir del más allá, busca pensar en el aquí.
Se escribe para develar, pero también para esconder y ocultar.
Se
escribe para diferir en la escritura lo que no queremos decir
directamente a los demás, modulando una imagen lejos de los ojos, pero
siempre al centro del corazón.
Se
escribe y se concluye o termina. Esto es lo más difícil de lograr. Hay
miedo en dar por concluido y acabado algo. Y puesto ya el punto final.
Nada con el subterfugio de que escribo y me niego a leer. O, que escribo y no publico.
Se escribe para mostrar lo construido a los demás.
4. Más
dentro del pecho
Aquí todos tienen que publicar. Y se publica tanto como un rito, como por una responsabilidad.
Porque
escribir es un acto genuino de compromiso conmigo mismo y con los
demás, con los seres a quienes se quiere, se ama y con los cuales se es
fervoroso.
Y, ¿cómo lo hago? ¿Con qué recursos me enfrento a la escritura?
–
Se escribe no solo con la mente sino con todo el cuerpo, principalmente
con las entrañas, pero a su vez sin descartar la piel.
– Se escribe con todos los sentidos estallando y escarapelando todo nuestro ser.
–
Se escribe con las manos, con la experiencia y con lo que he sabido
afrontar en la vida. En base a hechos y como una artesanía del cuerpo y
del espíritu.
–
Antes se escribía con la mano derecha o con la mano izquierda. Ahora se
escribe con ambas y escribir así está más dentro del pecho.
5. Peregrino
de lo trascendente
Todos
los sueños se dan al fondo de nuestro ser y casi siempre quedan
sepultos. Solo los sueños de la literatura emergen y se salvan a habitar
en la realidad presente. Los sueños son síntesis, la literatura por eso
resulta más verdad que la historia misma. Por eso:
–
Se toman elementos de la realidad para construir un mundo ficticio que
cobra mayor verdad y sentido que la realidad objetiva. De lo contrario
no tiene sentido escribir sino echarse a vivir.
–
Se escribe en rebelión contra el tiempo. El tiempo casi siempre nos
vence, salvo en la escritura donde nosotros lo derrotamos a tal punto
que él se pone a seguir las huellas de la escritura como un devoto
peregrino obsesionado por conocer y sentir lo que en él hay de
trascendente.
–
Por eso se cuentan historias. Solo que retrátate en ellas. Has que la
gente sueñe que pudo ser él o ella aquel destino fulgurante del texto
que tú escribes.
6. Donde las papas
queman
–
Por eso, escribe con sangre, temblando y palpitante. Que la sangre
permanezca en las letras por siempre, viva, fluyendo y radiante y no
derramada ni hecha coágulos.
–
Por eso, escribe para cicatrizar las heridas, pero también para
volverlas a abrir. Para curar y sanar, para no desangrarse más, pero
también para volverlas a tocar y saber dónde las tuvimos. ¡Y qué hondas
fueron!
–
Por eso, escribe textos que tengan de canto y de conversación, de pasos
y descansos; de derrumbes y edificaciones, de caídas y redenciones. De
lo sublime y carente.
–
Por eso, escribe con todas las fuerzas de tu alma. Debes ir donde las
papas queman. No encandilarse con lo precioso, ni lo ornamental. Evita
el deliquio y la mera ambrosía.
7. Reescribir
con el corazón
La
práctica de la escritura tiene que estar en el centro de la historia,
acercarse a donde ella se urde y se construye. Y a partir de allí:
– Ir a lo raigal del ser, a la fuerza del ciclón, al dedo de Dios y al ojo de la tormenta.
– Ir al nudo, porque se escribe para trasponer todo lo que se es hacia adentro y transvasarlo al mundo de afuera.
–
Ir a la clave, y la clave es escribir, no pensar. La mejor idea no
surge del pensamiento, sino que borbotea en la sangre cuando ella se
hace escritura.
– Ir al hecho, por eso no se ha de pensar lo que se escribe. Se sufre y se goza. El escribir va directo al ser.
–
Ir y captar primero los pasos, luego reescribir con el corazón. Para
después reestructurar con el alma. Para al final corregir ya con la
razón, la lógica o la cabeza.
– Ir a la luz primera. Transfigúrate en letras o en vocablos escritos y yací crea vida.
8. Al escribir
volemos a nacer
Pero también en mucho escribir es morir y volver a nacer.
Porque se escribe con las venas abiertas y cargando toda la pena o el gozo del mundo.
La escritura es un lecho donde se ofrenda la vida, desgarrados.
Sino mira esta página:
Era
blanca y ahora yace estrujada. Era impoluta y ahora está manchada, era
lisa y ahora está llena de surcos y heridas en el rostro.
Esta superficie era tersa y ahora tiene trazos, huellas, marcas atroces en la cara. Era rectilínea y ahora permanece doblegada.
Toda
manchada de tinta fragorosa. Toda como un campo arrasado de una guerra
despiadada y sin cuartel, mucho peor que un lecho donde se ha dormido,
más parecido a un lecho donde se ha gestado y se alza una vida nueva.
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