Danilo Sánchez Lihón
1. Como
un manantial
Tal
vez cuando se instaure un orden social que ponga en vigencia la
justicia en nuestra población la imagen del poeta Javier Heraud se
diluya complacida en la sonrisa de los niños, en el regocijo del
labriego que hace una mejor cosecha, o en la expresión feliz de todo
hombre honrado que gana el pan con el sudor de su frente.
Como
también estará esparcida en la paz de los amaneceres inexplicablemente
hermosos, en los momentos gratos y de dicha colectiva, o en la emoción
que sientan entre sí dos o más personas reunidas. O cuando haya un
júbilo universal y compartido. Entonces, quizá, allí se diluya él en ese
mar incognoscible de aquello que es un estar juntos y contentos todos.
Que
ha de ocurrir cuando la gente se sienta conmovida y diga: “¡No sabemos
por qué sentimos tanta alegría en el alma!” Y es que allí ya estará él
habitando en el fondo moral de todos los seres y las cosas. Aunque ahora
ya se lo sienta libre, poderoso, tierno; claro como un manantial;
sencillo como una casa jovial; dulce como una guitarra.
Pese
a aquel carácter trágico y atroz con que aún esté signada su vida de
inmolación; y que es un legado en la perspectiva de construir aquí y
ahora una patria hermosa y una esperanza indestructible.
2. Enhiesta
hacia la aurora
Porque él era el más intenso y claro de los poetas de su tiempo, a quien la vida le sonreía desde todas las puertas.
Y,
sin embargo, lo dejó todo, quizás porque veía otra urgencia aparte de
la poesía, cual es que no se puede ser poeta y ver ufana y campante a la
más insultante injusticia social reinar oronda e impune.
Y
se sublevó, y tomó las armas. Y en el acoso ya cerrado por las hordas
cuando lo perseguían para matarlo lo primero que empezó a romper fueron
sus poemas.
¿Qué
clave secreta hay en todo eso? Era apenas un niño que se hace fuerte y
se hace grande. Y luego se hace viento en las montañas. ¡Imagino cómo le
habrá llorado su familia! Y tiemblo.
Tenía
todo y todo lo dejó: casa, lecturas, amigos, enamorada. Y un hogar
completo, con padre y madre, hermanos y hermanas, abuelas y tías, primos
que se amaban.
¡Él
que era tan transparente! A tal punto que no encuentro ser más puro y
noble en todo este espacio y tiempo conturbados. Y no hay sangre más
generosa que la suya, más prístina e enhiesta sobre el planeta y hacia
la aurora.
3. ¿Qué
lo hizo?
Entonces,
¿Qué hizo que este ser triunfante, siendo así, que lo dejara todo para
irse a lo más intrincado de la selva y a lo más montaraz de una
frontera? ¿Y decidiéndose de ese modo a afrontar el rigor del hambre, de
la inclemencia, de la sed implacable? ¿A ser acosado por toda clase de
mosquitos y alimañas?
¿Qué
puede ser suficiente para hacer que se abandone un porvenir de gloria
como ya le estaba deparado, y asumir privaciones, penurias y finalmente
un sacrificio horrendo y aciago?
¿Qué
puede ser tan fuerte para dejar todo aquello para lo cual se ha sido
formado, y asumir lo incierto, viviendo entre asaltos, abrojos y
penurias? ¿Qué lo impulsó, lo motivó, e hizo sacrificarlo todo?
¡Ah,
lo diré niño! Lo diré, porque necesitas estos referentes para tu vida.
de un ser que renuncia a todos los halagos por la emoción del bien para
todos y no solo para unos cuantos.
El
de no ser indiferente al dolor ni al padecimiento de la gente. Es la
dimensión del daño de los otros lo que lo hizo afrontar el rostro
estremecedor de la muerte sin pestañar, sin clamar nada. El saber ser
solidario. El saber asumir a cabalidad un compromiso y el saber alentar
lo que es nuestra responsabilidad histórica. Eso es Javier Heraud para
nuestras vidas.
4. Con cariño
entrañable
Y
algo más todavía determinó esta decisión: el sentirse fuerte,
entusiasta, vigoroso. El sentirse capaz de realizar grandes hazañas. De
lanzarse al río desde un farallón como él lo hizo. Y nadar en aguas
turbulentas intentando cruzarlas sin arredrarse ni entregarse abatido.
El
ser más digno de abrazar a todos con esos mismos músculos. Porque hay
en él un sano orgullo de sentirse grande, ¡y lo era!; pero igual de
tiritar de angustia cuando del dolor y del sufrimiento de los demás y de
los otros se trata.
¿Por
qué entonces asumió todo aquel trance que tiene el brillo inapagable de
un símbolo? Porque amaba mucho a los niños, a la gente humilde y
sencilla, y a los seres buenos pero que carecen de todo.
Pero
amaba igual su mundo íntimo y casero, como a su hermano menos llamado
Gustavo a quien le deparaba un cariño entrañable. A toda su familia.
Pero también a esa familia más amplia, que a la larga somos todos
nosotros juntos o esparcidos.
Porque
no podía permitir una patria con las barriadas donde la indigencia
muestra su rostro horripilante y fúnebre. No podía permitir un país con
los basurales donde hay mujeres que recogen desechos sin saber dónde
vagan los hijos que han engendrado.
5. Igual
que ahora
Donde
el niño sin padre y el perro sin dueño disputan la misma porción de
comida podrida. Donde la madre abandonada y el cerdo arisco y cerril
disputan los mismos hollejos de papa, las mismas cáscaras de frutas, las
mismas sobras arrojadas, malolientes y ya descompuestas.
O
los restos de piltrafas de las mesas de los menos pobres, pero también
explotados. Tanto así que le decía en carta que le escribe a su amigo
Dégale, comentándole esta miseria:
No sé cómo no nos arrancamos la piel en una esquina y aullamos hasta el amanecer.
Supo
al enrolarse en la gesta que emprendió que arrostraba los más fieros
peligros. Se hizo enterizo y fue valiente, porque amaba a su patria y
porque la adoraba con toda el alma.
Porque
no era compatible ser poeta con que hubiera mendigos deambulando por
todos los lugares. Y porque vio a hombres y mujeres condenados a una
vida sin presente y sin futuro. Y porque vio envilecida su patria por
gente de mala calaña enquistada en el poder de siempre, e igual que
ahora.
6. Darte
la mano
Por
eso, emociona el que haya sido tan unido, tan pegado a su pueblo, tan
fiel a su sociedad y a su destino. Pero igual, fortalece también el que
se conmoviera tanto con cada asunto mínimo del interior de su casa.
Que extrañara tanto, por ejemplo, estar sentado a la mesa donde todos están reunidos a la hora de comer.
Entusiasma
esa claridad en sus decisiones. Ese haber dejado todo en la vida, la
subsistencia holgada, la convivencia hecha de sencillas satisfacciones
Dejar
a un lado los pequeños placeres, los halagos de la crítica literaria,
cambiándolos por una causa tan honda, tan bravía y tumultuosa.
Estoy
seguro que si tú, amable lector, a la orilla de una calle no hubieras
podido cruzarla, y si él hubiera estado presente, seguro que venía a
ayudarte. Así era.
Él
de cualquier ángulo donde hubiera estado, si te observaba vacilante es
seguro que corría dejando todo lo que estaba haciendo con tal de darte
la mano.
Y
lo preciso así porque este es el significado final de lo que hizo con
su vida, la misma que aquí ni siquiera mínimamente podremos esbozarla.
7. Hacia
el alba
Y
si es posible te hubiera alzado en sus brazos. Porque era fuerte y
alegre. Ese es el poeta que un día como hoy naciera. Que cargaba a su
madre por toda la casa haciéndola reír y regañar, por el ajetreo en que
la ponía al agitarla con sus toscos abrazos.
Pero,
en el fondo, ella recibía todo aquello plena de honda felicidad, de
tener aquel hijo alborozado y colosal. Pero, ¿qué se sentirá haber
sentido eso y después no tenerlo?
Por
eso, su muerte tal como ocurrió, que fue como la cacería de una fiera,
es un desafío perenne a nuestras vidas. Es una bofetada para que yo y tú
y los demás despertemos.
Para
que juremos ante este inmenso ser, claro y límpido como un manantial,
no olvidarlo jamás en nuestra vida diaria y tomarlo como ejemplo siempre
en todo lo que hagamos. Porque la fraternidad que encarna la tengamos
izada hasta el tope en lo más alto del tremolar de las banderas; y allí
sea inmarcesible su mensaje.
Porque
era un joven con preguntas decisivas. También con incertidumbres
espinosas. ¿Y quién no las tiene? Pero al final confiado y jubiloso y
con la decisión inquebrantable de luchar por un mundo justo. Su muerte
es un grito de alerta y un clarín de victoria hacia el alba, de aquel
que escribió:
8. El cielo
es nuestro
PALABRA DE GUERRILLERO
Porque mi patria es hermosa
corno una espada en el aire,
y más grande ahora y aun
más hermosa todavía,
yo hablo y la defiendo
con mi vida.
No me importa lo que digan
los traidores,
hemos cerrado el pasado
con gruesas lágrimas de acero.
El cielo es nuestro,
nuestro el pan de cada día,
hemos sembrado y cosechado
el trigo y la tierra,
y el trigo y la tierra
son nuestros,
y para siempre nos pertenecen
el mar
las montañas y los pájaros.
*****
Los textos anteriores pueden ser
reproducidos, publicados y difundidos
citando autor y fuente
dsanchezlihon@aol.com
danilosanchezlihon@gmail.com
Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:
Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Editorial Papel de Viento: papeldevientoeditores@hotmail.com
Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
Ediciones Capulí: capulivallejoysutierra@gmail.com
Ediciones Altazor: edicionesaltazo@yahoo.es
*****
CONVOCATORIA