Danilo Sánchez Lihón
1. Al pie
de las llamas
– ¡Ay!
Escuchamos
un solo grito agudo, lacerante y mortal, que venía de la cocina de
nuestra casa ubicada en el primer piso, a un costado del patio.
– ¡Mi hijo! –Exclamó mamá aterrorizada. Y salió en estampida, como un rayo.
– ¡Dios mío! –Fue lo que oí decir a papá que corrió tras ella encontrando al niño en el suelo, al pie del fogón.
Y
con la olla que estaba ardiendo en la parrilla completamente volteada
sobre sí, casi vacía a un lado del piso convertido en un inmenso charco
de agua. Y él yacente, y completamente empapado.
Se
había despertado sin que lo sintiéramos. Salió al patio. Entró a la
cocina. Se estiró en el fogón y se cogió de la olla que al ladearse se
le vino encima.
Escuchamos ese grito y luego al correr ver el espanto de la olla volteada al pie de las llamas rozagantes.
Fue tal el dolor que nos encegueció a todos de angustia y desesperación.
2. Manos
temblorosas
Era
lo que papá siempre nos advertía. Que no debemos acercarnos a la cocina
cuando las ollas hierven y que nunca debemos permitir que haya un
chiquillo cerca de la candela.
¡Y pese a tanta advertencia y recomendación viene a sucedernos esto!
Lo
cierto es que el agua le cayó desde la coronilla, en pleno rostro hasta
el punto de ahogarlo. De allí que daba esos sorbos desesperados, por el
agua que le inundó hasta la punta de los pies.
Mi
padre que aplica sus lecciones de primeros auxilios al pie de la letra,
tanto que tiene sus cartillas colgadas en la pared, siempre nos
instruye qué hacer, sea a la hora del desayuno, a la hora de almorzar, o
ya sea a la hora de la cena.
Lo alzó en vilo y lo puso sobre la mesa de comer, cual si fuera en una camilla o en la consola central de un quirófano.
Procedió
a desnudarlo con manos temblorosas dejándolo tendido, tal y cual había
nacido, tieso e incapaz de hacer cualquier movimiento.
3. Frases
entrecortadas
Mientras,
nosotros llorábamos y él seguía hipando y botando burbujas con ahogos
de la boca de donde le salía el agua, como si la hubiera tragado aun
estando hirviente.
– ¡Aceite! –Clamó papá.
Y
corrimos alcanzándole una botella de aceite “Cocinero”, que felizmente
estaba llena y que la derramó con mano, que trataba de estar segura,
desde el cráneo hasta los pies.
Líquido que lentamente empezó a escurrir sobre la madera y después se puso a gotear por diversos lados hacia el piso de tierra.
– ¿Qué ha pasado?
Asomó por la puerta preocupada y preguntando mi tía Carmen, quien vive en las habitaciones contiguas de la misma casa.
– Se ha quemado el bebito con agua hirviente.
– ¡Dios Santo! –Dice mi tía, que con frases entrecortadas entendiendo que eran quemaduras graves.
4. Dejen
aire
Y
no sabemos cómo, pero al instante puso un frasco de leche de magnesia,
que papá roció con mano zigzagueante en la cara, el cuello, los hombros,
la barriga; y que apenas alcanzó para la entrepierna de nuestro
hermanito, poniéndole así una máscara blanca que ya parecía una lápida.
Empezamos a gemir. Y otros a rezar.
– Que nada roce la piel, ni siquiera gasas. –Sentenció papá.
En
ese momento empezó a temblar sobre la mesa, que siempre fue
temblequeante por lo desajustado de sus patas y sus tablas; chocando
diente con diente, como si convulsionara.
–
¡Nadie lo toque, que la piel se desprende! ¡Avisen al médico! ¡Díganle
que es una emergencia, quemadura generalizadaaaaa de un niño pequeño!
¡Pronto! –Y varios partieron, incluyendo mi tía.
– Dejen aire, no se acerquen, tiene que haber oxígeno.
5. En ese
cruento invierno
– ¡Y apaguen esa leña!
Elvia, la empleada, se acercó a apagarla recogiendo la olla de la desgracia todavía caída en el suelo.
– Esta agua está helada. –Dijo.
– ¿Qué? Haber, ¡toquen al chiquillo!
– ¡Está helado! ¡Está temblando de frío! ¡Está tiritando!
–
¡Frazadas! ¡Abrigos! ¡Mantas! –Y corrimos a traer hasta pellejos y lo
envolvieron casi hasta ahogarlo, haciéndolo desaparecer entre las ropas y
sin que dejara de samaqueares ni rechinar sus dientes.
– ¡Mi hijo se muere de frío! ¡La olla recién estaba puesta! ¡Está tieso mi hijito!
– ¡Acérquenlo a la candela! ¡Hagan más fuego! ¡Dónde hay más leña!
Más costó abrigarlo a mi hermanito, y revivirlo del frío en ese cruento invierno de la serranía.
6. Luchar
por la vida
Mi
hermano Guillermo así como esta, protagonizó muchas anécdotas de niño. Y
era por su temperamento, por su pensamiento divergente, y su carácter
indomeñable.
Por
eso también es el ser más querido de la familia, también por su ternura
y sus grandes sentimientos. Y por mucho más, porque todo el mundo que
lo conoce lo quiere.
Hoy
cumple 63 años. Y hace quince años emigró junto con su esposa y sus
tres hijos a los Estados Unidos. Ha trabajado denodadamente codo a codo
junto a su familia para abrirse allí un porvenir.
Hace
seis meses hubo una reducción de personal en la fábrica donde
trabajaba. Quedó sin ocupación, junto a otros sesenta empleados. Pasados
los días entró en depresión.
Y a consecuencia de ello le dejaron de funcionar los músculos de la garganta y de los pulmones.
Ahora
él lucha por su vida, respirando ayudado por una máquina artificial. Es
extraordinario cómo se ha recuperado, tanto que tiene asombrado a los
doctores.
7. Victoria
al final
Hoy
13 de febrero es su cumpleaños. Y yo quiero decirle, o más
directamente: quiero decirte, Guillermo, que he contado esta anécdota
que protagonizaste de niño, porque nos enseña que la vida es un río que
tiene dos orillas, una de agua fría y otra de agua caliente, así como
hay dos polos, y siempre tenemos que escoger el polo positivo.
Y
que tenemos que luchar hasta el último centímetro, hasta dar el último
paso, y que este tiene que ser siempre valeroso de afirmación de la
vida. Tenemos que batallar hasta el último aliento de nuestras bocas.
Quiero
decirte, Guillermo, que tú representas a tu pueblo que te quiere tanto.
Y no lo tomes como un estigma individual lo que te ha sucedido, puesto
que son dolencias que se presentan a cualquier ser humano.
Y
tú estás luchando en nombre de todos nosotros. No estás solo. Tú eres
representante nuestro en un frente de batalla. Y tienes que tener
paciencia, fortaleza y resistencia. ¡Y ver la victoria al final!
Tu pelea, tu lucha será la mejor herencia para tus hijos y ´para toda nuestra inmensa familia.
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