Danilo Sánchez Lihón
1. Retando
a la historia
–
¡Darío ha muerto, viva César Vallejo! –Repiten en coro los asistentes
al acto cultural, después de la alocución y declaración espontánea que
ha hecho Antenor Orrego.
En eso ha ingresado y habla con voz enérgica Víctor Raúl Haya de la Torre:
–
¡Compañeros! Cuando dijiste tus primeras palabras Antenor, que han
sido: ¡Darío ha muerto, viva César Vallejo! mi acuerdo ha sido tal que
he salido directamente al jardín de esta casa, porque varias veces que
he venido a visitar a José Eulogio me atrajo el laurel que aquí brota
pletórico y que yo siempre al entrar me he preguntado: ¿Por qué crecerá
aquí, en esta quinta, un laurel? Y recién hoy día se me resuelve el
enigma. Es para coronar a César Vallejo como el poeta de América. Estoy
completamente de acuerdo contigo Antenor a quien he escuchado
íntegramente porque tu voz resuena afuera de la ventana. Yo también creo
y apuesto por César Vallejo. Y el destino me reserva el honor de ser
quien lo unja con esta corona de laurel que he compuesto con mis propias
manos y ha quedado bien. No fui muy apto para las manualidades, pero,
así como me pregunté qué sentido tenía este árbol de laurel que rebrilla
ante mis ojos y me pregunté qué quería decirme, igual me maravillo de
haber hecho una corona de laurel que ha quedado perfecta, tal cual los
griegos coronaban a sus héroes, en cenáculos como este y se hicieron
mitológicas dichas coronaciones. ¡César!, quiero decirte, que de este
día la historia guardará memoria. Que ella nos juzgue. Pero hoy retamos a
esa diosa a que abra sus arcanos, y ante quien nos adelantamos para
retarla diciendo: ¡Rubén Darío ha muerto, que viva César Vallejo, poeta
de América!
– ¡Viva! ¡Viva! ¡Viva! –Coreamos todos.
2. Siempre
creeré en ti
– ¡Yo también quiero decir algunas palabras, si me lo permiten!
–
Nadie con más derecho que tú para hablar esta noche, María Rosa
Sandóval, ¡la musa y novia del poeta! –Expresa José Eulogio Garrido.
–
Quiero decir unas palabras, sinceramente, con toda la emoción de mi
pecho, aunque el médico me ha prohibido tener emociones fuertes como
también hablar en voz alta, pero esta vez lo hago con gusto, convicción
profunda y cariño entrañable; porque hay momentos y hay razones por las
cuales está justificado el morir. Y una de esas razones es esta, cuando
de creer es el desafío; cuando de creer es el motivo que suscita nuestra
adhesión ferviente; cuando de poner nuestras manos en el fuego se
trata. Y estoy completamente de acuerdo con Antenor, de que con César
los andes expresan milenios de dolor. Yo quiero decir que mi vida la doy
con gusto por él, con total arrojo, ciegamente, como mujer enamorada de
César. Porque en él nada de lo que es terreno o mundano lo toca ni
mancilla. Las mujeres tenemos una intuición muy especial y certera; por
algo somos quienes hacemos nacer al género humano. No estaré yo para
regocijarme con este triunfo, eso lo sé, pero yo te auguro, César, el
valor más alto en el campo del espíritu. No éxito, porque eso no lo vas a
tener, no estás hecho para el éxito, sino para dar significado a
nuestras vidas, ¡a la vida de todos! Quiero decirte que desde la morada
en donde yo me encuentre estaré orgullosa de ti, de haberte conocido, de
haberte amado como te amo. Yo César esté en la vida o esté en la muerte
siempre creeré en ti.
– ¡Bravo! ¡Bravo!
3. Pedacitos
de pan
– ¡Pero que hable el poeta! ¡Queremos escuchar al poeta César Vallejo! –Gritamos, unos y otros.
Por
los ventanales de lunas biseladas y hacia los muebles caobas y hacia
los retratos de marcos bruñidos colgados en la pared, invaden toda su
fragancia las acacias del jardín.
Las
rudas, crisantemos y romeros de las macetas colgadas de los pilares,
emiten su honda fragancia. Relumbran las luces lilas y naranjas que
proyectan sus sombras en los muros descascarados y vetustos. Es esta una
noche tibia de verano, honda y cadenciosa.
– ¡Que hable Vallejo! ¡Que hable Vallejo! –Ahora es la voz unánime.
César Vallejo se ha vuelto a poner de pie y balbucea:
–
Hermanos… Hermanos… Gracias, Antenor. Gracias a todos… Humildemente,
quiero decir... Darío es Darío y yo soy yo. Aquí llegamos al cero y del
cero vamos a contar de nuevo…
– ¡Bravo!
Y continúa:
–
Hermanos, quiero agradecerles de veras a todos ustedes, quiero
abrazarlos a cada uno, quiero ser cortado en pedacitos y repartirme como
pan a todos, como migajas de pan siquiera…
4. Como
si hoy…
Se le quiebra la voz. Y se calla.
Conmueve
en estos jóvenes esa adhesión calurosa hacia uno de ellos, sin que
nadie recele, sin que medien cálculos, reticencias ni mezquindades.
A nadie se le nota escondido ni suspicaz, con críticas solapadas, con inquinas o subterfugios.
Y apenas prosigue:
– Estoy lejos de mi tierra… Mi hermano Miguel con quien jugaba ha muerto…
Nos mira a todos con los ojos llenos de lágrimas y se echa a llorar. María Rosa lo abraza y él, hundido en ella, solloza
Todos nos ponemos de pie, proclamando al unísono:
– ¡Rubén Darío ha muerto, que viva César Vallejo!
Repetimos al unísono, convencidos, seguros y fervientes. Es el grito por aclamación de sus amigos.
Es el grito en esta noche que se la siente única, rara, absoluta, como si algo ocurriera para siempre a partir de ahora.
Como si hoy el Perú dejara sus abrojos, sus dolores y se hiciera universal.
5. Desde
que yo nací
César Vallejo dejando su asiento se ha adelantado, y se le escucha decir:
–
Nos hemos olvidado que el motivo de esta reunión es homenajear a Rubén
Darío, que para mí no solo es un gran poeta y maestro, sino mi padre
literario. Y quiero entonces rendir mi pleitesía recitando las
siguientes estrofas de su poema Nocturno, que las repito de memoria
cuando camino:
Los que auscultasteis el corazón de la noche,
los que por el insomnio tenaz habéis oído
el cerrar de una puerta, el resonar de un coche
lejano, un eco vago, un ligero ruido...
En los instantes del silencio misterioso,
cuando surgen de su prisión los olvidados,
en la hora de los muertos, en la hora del reposo,
¡sabréis leer estos versos de amargor impregnados!...
Como en un vaso vierto en ellos mis dolores
de lejanos recuerdos y desgracias funestas,
y las tristes nostalgias de mi alma, ebria de flores,
y el duelo de mi corazón, triste de fiestas.
Y el pesar de no ser lo que yo hubiera sido,
la pérdida del reino que estaba para mí,
el pensar que un instante pude no haber nacido,
¡y el sueño que es mi vida desde que yo nací!
Todo esto viene en medio del silencio profundo
en que la noche envuelve la terrena ilusión,
y siento como un eco del corazón del mundo
que penetra y conmueve mi propio corazón.
– ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Bravo!
6. El de las piedras
preciosas
Luego es Eulogio Garrido quien finalmente expresa:
–
Apreciados amigos: Toda mi adhesión a ti y mi fervor, César Vallejo. Y
ya para sellar esta reunión, esta madrugada Radio México trasmitió un
homenaje a Rubén Darío y pude taquigrafiar este poema de Amado Nervo, quien se hizo presente para decir:
Ha muerto Rubén Darío,
¡el de las piedras preciosas!
Hermano, ¡cuántas noches tu espíritu y el mío,
unidos para el vuelo, cual dos alas ansiosas,
sondar quisieron ávidas el Enigma sombrío,
más allá de los astros y de las nebulosas!
Ha muerto Rubén Darío,
¡el de las piedras preciosas!
¡Cuántos años intensos junto al Sena vivimos,
engarzando en el oro de un común ideal
los versos juveniles que, a veces, brotar vimos
como brotan dos rosas a un tiempo de un rosal!
Ha muerto Rubén Darío,
¡el de las piedras preciosas!
Mis ondas rezagadas van de las tuyas; pero
pronto en el insondable y eterno mar del todo
se saciara mi espíritu de lo que saber quiero:
del Cómo y del Porqué, de la Esencia y del Modo.
Ha muerto Rubén Darío
¡el de las piedras preciosas!
7. Misterio
y designio
Allí culminó la reunión llevada a cabo hace exactamente 101 años, un día como hoy.
Ahora
se reconoce a César Vallejo como poeta universal. Este es un título que
no lo hemos acuñado ni otorgado nosotros, sino que se lo ofrece
espontáneamente.
Hay
otros grandes, inmensos y supremos poetas españoles y latinoamericanos,
pero a ninguno se le adosa el título de poeta universal.
Los
hay también en otras lenguas, que han merecido inclusive el Premio
Nobel, pero a ninguno se le atribuye esa denominación, que se la da de
manera sincera, directa y natural, de poeta universal.
Roberto
Paoli desde su cátedra en Florencia, Italia, afirma que hay dos clases
de poetas en el mundo, en uno están todos los poetas y en otro César
Vallejo.
Y
Thomas Merton, excelso poeta, místico y ensayista belga nacionalizado
norteamericano, dice que hay dos poetas universales: Dante y César
Vallejo.
¿Cómo
lo sabían estos jóvenes, casi apenas adolescentes de Trujillo? Y lo
consagraron una noche clara y sosegada del efímero mes de febrero de
hace exactamente 101 años en que murió Rubén Darío.
¿No
es un hecho sorprendente, maravilloso, como cuando se anuncia un
milagro, una buena nueva que solo cabe y está guardado en los arcanos de
lo que es misterioso y designio providencial? ¡Rubén Darío ha muerto,
viva César Vallejo!
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