Danilo Sánchez Lihón
Antes no existía la mirada en el amor.
¿Cómo surgió? Y, ¿cómo permanece?
He aquí la maravillosa e inaudita historia:
1. ¿En qué
piensas?
A él le preguntaban compadecidas las personas que vivían a su alrededor:
– ¿En qué piensas tanto?
A ella también se acercaban a indagar:
– ¿Por qué te quedas de repente tan callada y pensativa?
Y es que eran dos seres que se anhelaban uno al otro, con amor intenso, total y consagrado.
Pero no se habían visto nunca sino solo presentido. Sí, más bien, soñado e imaginado. Y esto siempre y a cada instante.
Por
eso, nadie como ellos podía significar tanto el uno para el otro.
Adivinaban sus gestos, sus actitudes y hasta las palabras que se dirían
respecto a cada detalle y a cada asunto de la existencia.
2. ¿Qué palabras
diré?
Cada uno hacía el esfuerzo de ver a la persona que amaba en sus sueños.
Creían
conocerse, aunque difusamente. Como cuando se dibuja un rostro en una
fuente de agua que tiembla y se agita con el viento y lo rozan las hojas
que caen.
Cuando eso ocurría su emoción es intensa y profunda.
A
veces, se sienten muy cerca. Sea escuchando una canción, sea mirando
una calle o un paisaje. Sea estando a la rivera del mar; sea paseando
bajo la sombra de una arboleda.
– ¡Tengo que encontrarla! –Dice él.
– ¡Tiene que habitar en alguna parte! –Dice ella.
– ¿Cuándo la veré aparecer? –Insiste él.
– ¿Qué palabras diré cuando se acerque y esté frente a mí? –Se inquieta ella.
3. Las caravanas
que pasan
Y se buscan siempre: en las plazas llenas de gente. Entre la multitud que avanza por un puente.
Se buscan en la soledad de los amaneceres y crepúsculos. Persiguen sus imágenes incluso por los sitios desiertos.
Se
empinaban a tratar de hallarse y verse en las procesiones de los
santos, entre las bancas de los templos, entre el gentío que asiste a un
concierto.
Se buscan entre las comparsas que desfilan en una fiesta, bajo los sones de los pífanos, las flautas y tambores que atruenan.
¡Pero es tan vasto y grande el universo! Son tan intrincados los pasos y tan enmarañados los senderos.
¡Son
tan variados los afanes, trajines y encrucijadas! ¡Tan confusos los
vehículos, las estaciones y senderos! ¡Y tan embarulladas las caravanas
que pasan!
Al cabo de un tiempo se les reveló a ambos un terrible, atroz y fatal designio:
4. El
destiempo
¡Que habían nacido en tiempos y esferas diferentes, y que nunca llegarían a encontrarse!
El uno había nacido casi al principio del orbe y el otro casi al final de todo.
Sin embargo, se les acrecentó aún más la certeza de que el uno era ineludiblemente y existía para el otro.
Tanto
era así que les encantaba su mutuo aroma, estuvieran donde estuvieran,
fragancia que les llegaba desde lo más lejano y distante.
Tenían
el rostro extasiado y vuelto a la dirección de dónde provenía esa
fragancia, hacia donde presentían que el otro permanecía, sea en el aire
de la mañana, del mediodía o del sol poniente.
Eran dos almas gemelas, solo con la fatalidad de haber nacido en el destiempo de los años, los siglos y las eras.
5. Puros
y valientes
Era el uno para e otro. Porque, la voz de uno encajaba en la voz del otro.
La misma hebra, idéntica torcedura e igual ovillo de fibra era el que componía el tejido de sus anhelos y sus sueños.
El mismo manto de luz interior los arropaba juntos.
Las líneas de sus manos encajaban en las líneas de las manos de otro.
La mirada de uno cabía exactamente en la otra mirada.
Entonces ambos, como si hubieran tenido una misma intención, decisión y acuerdo, se presentaron ante el trono del Destino.
Y ante él ambos le suplicaron que pudieran trasponer el tiempo y el espacio a fin de encontrarse.
El Destino los miró fijamente.
Reconoció ciertamente que el uno era exacto y cabal para el otro; que se pertenecían y que, además, eran puros y valerosos.
6. De un confín
a otro
¿Qué hacer?
– Nadie ha sido capaz de trasponer el tiempo ni las esferas por ningún motivo. Ese es un principio que rige el universo.
– Déjenos intentarlo, al menos. –Suplican.
– ¿Pasar desde un confín hasta el otro confín? ¡Imposible!
– Amándonos como nos amamos, pena y aflicción sería no intentarlo, gran Monarca.
– Nadie ni siquiera lo ha imaginado nunca. Ni menos se han atrevido a hacerlo.
– Nosotros queremos.
–Tiene un riesgo el intentarlo, cual es quedar eternamente vagando fuera del tiempo y el espacio.
– Asumimos ese riesgo. ¡Es preferible a no encontrarnos nunca!
– ¡Pedirme un hecho así es una osadía! –Se dijo para sí mismo.
7. Tres
pruebas
¡Porque nunca el Destino había concedido una posibilidad semejante! Se recriminó, asimismo, pero ya había empeñado su palabra.
El Destino volvió a mirarlos, esta vez compadecido. Y por último dijo:
– Serán tres las pruebas a cumplir.
La
primera es simple: consagrarse a un amor eterno; para lo cual se
arrodillaron y juraron en el lugar donde están, aunque como sombras
vibrantes.
La segunda es:
–
Tú. –Le dice al joven– Descenderás hasta los abismos en donde estallan
las rocas. De allí traerás una brizna de fuego en tus manos, pero sin
que se apague en la subida, ni deje de arder por el camino hasta que
llegue.
–
Tú –le dijo a ella– cruzarás el hondo y gélido lago de la muerte, y
vendrás hasta mí con la pluma del ave que mora a la orilla de su más
honda grieta.
8. De principio
a fin
El
joven bajó a los infiernos. Y extrajo una flama desprendida de una roca
llameante. Y la hizo llegar con llama viva y reciente entre sus manos.
Ella
cruzó las aguas atroces y gélidas de la muerte. Y regresó con una pluma
blanca extraída del ave que mora en el fondo de la más profunda cañada.
El Destino estaba sorprendido y admirado.
Mirándolos otra vez detenidamente, con gesto tranquilo, aunque indescifrable, les habló de esta manera:
–
Ahora, cada quien fabricará un arco y una flecha. Lo harán tensos,
agudos y veloces. Con ellos cada uno disparará un venablo que cruce de
principio a fin el espacio y el tiempo. Las saetas deben llegar a los
pies del otro, sin herirle.
9. ¿Qué
ocurrió?
Prepararon sus arcos y sus flechas con paciencia y amor infinitos.
Él pensó hacerla volar hacia el futuro creyendo que era el pasado.
Ella creyó que debía arrojarla al pasado creyendo que era el futuro.
Reunieron todas sus fuerzas, todo su coraje y toda su esperanza.
Y dispararon.
Pero, ¿qué ocurrió?
Hasta
ahora no se sabe si se lanzaron en el sentido inverso, o en el sentido
exacto del encuentro. Lo cierto es que no han llegado todavía.
No se sabe si fue en el sentido de la coincidencia o de la separación definitiva y para siempre.
No se sabe si acertaron o se equivocaron.
No se sabe si se encontraron o si se perdieron. Es más: ¡no se sabe dónde están ahora ellos!
10. Se han amado
sin encontrarse
El Destino se reprocha asimismo de haber olvidado asignarle un tiempo en la llegada a cada dardo.
Ahora
mismo conmovido es quien los busca. Y en su honor ha determinado que se
hicieran eternos en la mirada de quienes se enamoran.
En su propia nostalgia ha querido que existan cotidianamente, no en el beso ni en el abrazo, sino en la mirada de los amantes.
–
Yo los consagro eternos, hijos míos. Ustedes estarán en la mirada, sin
vagar ya fuera del tiempo ni de las esferas celestes. Pero también, como
han sido sus destinos, sin juntarse. Allí se encontrarán, ¡en la
mirada! Allí estarán juntos. Y, como ocurriera en ellos, las flechas de
las miradas serán tensas, agudas y veloces. Y cruzarán de principio a
fin el universo. Y declaro tajantemente, en su honor, que sin la mirada
no habrá amor verdadero. Y mucho de lo que aparente serlo, no lo será
sin la mirada, porque solo habrá amor cuando las personas se miren con
pureza y con afecto infinitos. Es en honor a ustedes quienes se han
amado sin encontrarse.
Colofón
Y de esta manera el Destino sancionó algo muy cierto:
Porque
en el amor, así como hay encuentro también hay desencuentro. Así como
hay felicidad hay desdicha, como entre quienes se anhelaron mucho y
nunca se encontraron.
En honor a ello el Destino instituyó la mirada en el amor. En eso se convirtieron los “Dos que se amaron sin encontrarse”.
Fue
hermoso que se hubieran anhelado tanto y unido de algún modo, porque en
la mirada ya ambos están juntos, aunque a la vez separados.
En
la mirada, ¡que duele tanto! Que produce tanto gozo y pena. Que es
llama viva y es sombra. Mirada lenta, detenida, sin tiempo. Mirada que
tiene lenguaje, pero más incógnita y misterio.
Y
prueba que viene de ellos es que de ambos la mirada ha tomado el
principio y a la vez el final del tiempo y las esferas. Y es eterna, no
es que se acaba, sino que se va, como fue el destino de estas dos almas.
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