Danilo Sánchez Libón
Hay niños, mujeres, ancianos
que duermen a la intemperie
en lugares insalubres y húmedos
como son bajo los puentes o
entre los pedruscos del río
que atraviesa la ciudad indolente.
Yacen en los rincones impenetrables
de nuestro olvido y en los pliegues
oscuros de nuestra mala conciencia.
D.S.L. Ciudad Irreal.
1. Pan
del día
Con
ser tan estupendas y portentosas las obras materiales que se hicieron
aquí, es sin embargo la solidaridad el aporte más importante del mundo
andino a la cultura universal. Es aquel sentido colectivista del hombre
en el Tahuantinsuyo, aquella hermosa epopeya que es la comunidad humana.
Y no solo la familiar, vecinal o regional, sino la del hombre como
totalidad, es decir la utopía ya realizada de desayunar un día todos los
hombres juntos
¡Qué
extraordinario que nuestra cultura sea representativa de lo que es la
solidaridad! ¡Como un valor supremo, porque aquí como en ningún otro
lugar del planeta se la practicó como política de estado y también como
actitud cívica, natural y cotidiana de la persona y la comunidad humana!
Donde
no había hombres buenos y otros matos. Unos bendecidos y otros
condenados, unos ungidos y otros rechazados. Esa utopía aquí ha sido pan
del día. Sería interesante rastrear cómo es que se ideó, implanto y
cultivó una semilla tan acrisolada. ¿Qué fue lo que inspiró e hizo
posible para que surgiera, creciera y se estableciera aquí de manera tan
propia, fuerte y luminosa la reciprocidad y la participación solidaria?
2. La maravilla
de la creación
¿Qué
factor condicionante ha sido la clave para que surgiera una flor tan
honda y tan casta? ¡El desafío de enfrentar un mundo abrupto y abismal
como son nuestros andes! Realidad dura, hosca y temible, condición que
diera lugar para que prosperaran aquellas virtudes ¡tan difíciles de
brotar, crecer y fructificar!
Tanto
es así que a los cronistas de la conquista lo que más les impresionó en
su encuentro con las diversas manifestaciones que veían a su paso, son
los bienes y edificios que tenían un fin social como fueron tambos,
puentes y caminos. También los terrenos de cultivo que eran todos de
trabajo comunal, puesto que eran del sol, del inca y del pueblo; como
las obras de ingeniería dedicadas al bienestar de la población.
Además
de no encontrar aquí ni un solo mísero que mendigara por las calles, ni
un solo esclavo, ni una sola meretriz que vendiera su cuerpo para
sostenerse; nadie que se quedara un día de hambre, desprotegido o en
soledad, en el sentido de abandono o desolación. Nadie que durmiera
fuera de un techo, salvo si quería maravillarse de las estrellas y
observar arrobado las miríadas de estrellas en el firmamento y cantar
una endecha a la maravilla de la creación del planeta.
3. Cabal
y tangible
Nadie
era aquí un desposeído o un desheredado de la tierra. Y todo ello fue
gracias a una avanzada concepción filosófica, mística y religiosa del
mundo y de la vida. Todo devenía de un prolijo y vasto trabajo de
reflexión y praxis social bien concebidos y conducidos que aquí data de
muchos milenios atrás.
Porque,
¿cuánto costó a Europa, por ejemplo, la concepción de los Derechos
Humanos? ¡Solo concebirlos y redactarlos, puesto que nunca se aplicaron!
¡Demandaría ríos de sangre!, pues de ese color se tino el rio Sena en
los días de la Revolución Francesa.
Sin
embargo, aquí fue logro de los amautas, en donde lo que asombra son las
características y claves secretas que tenía entonces la educación
incaica para garantizar dicho orden.
Porque,
¡valores como la solidaridad y el actuar de manera colectiva, entre una
y otra persona, entre uno y otro grupo social, entre una y otra región,
son hechos portentosos y maravillas del alma! ¡El reconocerse y ser
hermanos en todo!, que aquí se lo practicó de manera cabal y tangible.
4. Por herencia
genética
¡Y
ello hacerlo eje de la organización social imperante en un vasto
territorio, sin desmanes ni conflictos es proeza digna de admiración y
encomio! Es un prodigio cultural sin ningún parangón en la cultura
universal.
Surgiendo
entonces inatajable la inquietud: ¿cómo hacer para que dichas virtudes,
que se mantienen latentes, vuelvan a surgir y manifestarse en una
realidad que permanece a la espera?
Además:
innegable en una situación de pobreza material extrema, y de riesgo
incluso de luchar por su supervivencia, revirtiendo la situación de los
índices de mortalidad, de pobreza extrema y atravesada por el fenómeno
de la miseria, basados en los valores que nuestra realidad contiene y de
que es depositaria por herencia genética.
Convirtiendo
todo lo que es atraso en prosperidad, y en una alternativa viable en el
marco de la globalización, Ahora bien, ¿cómo hacer para que las
desventajas del mundo andino, frente al sistema imperante, se tome en
algo que pudieran ser más bien aspectos promisorios.
5. De vida
o muerte
¿Cómo hacer ahora para recuperar un hecho tan significativo y sorprendente cuál es el colectivismo andino?
Dichas
huellas que están en nuestra propia genética ¿cómo hacer para
continuarlas y darlas esplendor? ¿Cómo hacer para que dicha realidad
cobre total y plena vigencia?
Sin
que olvidemos, de otro lado, que el mundo andino, además de ser cuna y
ámbito de valores es espacio y tiempo donde vibra y es latente la
utopía, ámbito esencial en nuestra cultura, que la impulsa, guía y
orienta.
Utopía
que aquí no es gratuita, ni es delirio, ni es éxtasis, ni mucho menos
alucinación, evanescencia o sustancia etérea, que flote dislocada en el
aire, sin ningún asidero o relación con la realidad.
Sino
que aquí es consustancial al hombre. ¡Y es de vida o muerte! Telúrica,
terrígena e inherente a tas relaciones efectivas de trabajo.
Utopía que es una manera de ser, de vivir y de actuar.
6. Un mundo
mejor
Incluso
tenemos como ejemplo un producto agrícola que es la papa, tubérculo que
es un aporte que hemos dado al mundo y principalmente a Europa.
En
donde se plasma la metáfora del mundo nuevo para salvarnos. Metáfora
con la cual se bautizó nuestro continente para fundar algo distinto a
tas calamidades, persecuciones y pestes que era lo más frecuente que
ocurriera en el viejo continente.
Incluyendo el oscurantismo, la nigromancia, la hechicería, que ahora tratan de endilgárnosla a nosotros.
No
creamos eso, el nuestro ha sido siempre un mundo de alborada, de saludo
matinal al sol, de ofrenda a los apus en lo alto de los picachos y en
las nieves eternas.
Los nativos eran seres sin taras ni dobleces, tanto que al ver esto el europeo vuelve a soñar aquí en un mundo nuevo.
Nos
toca entonces reivindicar la utopía y luchar porque sus contenidos y
esencias sean vigentes y se forje con ella un mundo mejor.
7. Las huellas
han quedado
En
síntesis, como cultura estamos signados por el compromiso de idear
siempre un mundo mejor, elemento que está inserto en nuestra genética
histórica y biológica e implícito en nuestro ser cultural. Somos un
sueño de nosotros mismos que abarca a todos los hombres de la tierra, en
un abrazo colectivo. En donde incluimos a los europeos, escépticos y
decepcionados de ellos mismos, que aquí volvieron a soñar en un mundo
redimido.
El
nuestro es por lo menos, el ámbito de la ilusión y tierra del anhelo
por forjar un mundo nuevo. Fuimos una realidad que ahora parece un
sueño, pero las huellas han quedado en lo más prístino de nuestro ser,
están en nosotros mismos, y de lo que se trata es de hacerlas evidentes y
seguirlas.
Tenemos
esa orla en la frente de lo que fuimos en contraste a este mundo
protervo que se ha instalado ahora pero que es un deber volverlo a
construir. Por eso, es válido recordar aquella esencia, el de la utopía,
como comparación y reto frente a ese orden actual inicuo y nefasto que
ha instaurado el sistema de la usura, la usurpación y el despojo, y
representada en la corrupción generalizada que brota por doquier, como
una pus no de un país determinado sino como característica general del
sistema capitalista.
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