Danilo Sánchez Lihón
A mí solo me matarán.
Pero mañana volveré
y seré millones.
Túpac Amaru
1. Que impere
el bien
Hoy
día 4 de noviembre del año 1780 estalla el movimiento insurreccional de
Túpac Amaru en Tinta, en el Cuzco, capturando al corregidor Antonio de
Aliaga para ejecutarlo seis días después en la plaza de Tungasuca.
Incendiada
la pradera que se extendió por el Virreinato del Perú y el Virreinato
del Río de La Plata y que involucró a un ejército de cuarenta mil
hombres principalmente armados de hondas y garrotes, ha sido señalado
como la gran rebelión anticolonial más importante del siglo XVIII y
precursora de la independencia de Hispanoamérica.
Pero
más allá de aquella contingencia el significado de esta gesta en la
historia humana es el de la fortaleza moral del hombre y del pueblo en
su anhelo de hacer que prevalezca sobre la faz de la tierra un orden de
justicia social, de bien y de fraternidad, sublevándose ante cualquier
poder despótico, y tiránico.
Es
lección y mensaje moral y ética del espíritu, de echarse a los hombros
el problema humano, el asumir nuestras responsabilidades cívicas y
sociales. El de luchar por algo que no obedece a ningún apetito personal
ni de ningún otro orden que no sea el límpido, transparente y generoso,
de que impere el bien común.
2. Nada
más natural
Movimiento
que no fue una manifestación repentina, ni improvisada ni ocasional
sino un clamor de siglos, una cólera acumulada, una indignación cribada
que se hizo consigna y estandarte de liberación.
Ahora
bien, ¿qué inspiró a Túpac Amaru para su movimiento insurreccional?
¿Acaso alguna ideología en boga? Acaso, por ventura, ¿el influjo de
algunas ideas en auge en aquel período de tiempo?
¿Quizá
la efervescencia de lo que nos venía en los barcos desde el exterior?
¿El contagio favorable, sentido e iluminador que nos venía de otras
regiones y latitudes del planeta?
Acaso,
¿tal vez un dogma filosófico con el atributo de ser infalible? ¿Algún
fulgor de inteligencia centelleante y consagrada? ¿Alguna intuición
gestada por un profeta, un vidente, un redentor?
No.
Nada de eso. Fue un hecho sencillo: cuál es constatar el dolor de la
gente, ser partícipe del tormento que sufrían sus semejantes, día a día y
noche a noche.
3. Siquiera
ser escuchado
Corroborar
el abuso, la iniquidad y el oprobio del ensañamiento de los mandones de
la época, más aún foráneos, para con la gente desvalida e indefensa.
El
habernos cansado de hacer tantas gestiones y reclamos a las instancias
correspondientes en nombre de la ley, de la religión cristiana.
Y
hasta invocando la causa del Rey de España para que hubiera autoridades
honestas y decisiones justas, sin lograr jamás dicho propósito, ni
siquiera ser escuchado. Nos hartó el desprecio.
Y la impaciencia de ya no aguantar tanto abuso, tanta crueldad y tanta depravación e infamia para con sus hermanos de raza.
¡Nada más natural, sencillo y evidente para sublevarse! ¡Nada más moral para declararse en rebelión, adherirse y entenderlo!
4. Por todos
los confines
La
gesta tupacamarista insurreccional no es un movimiento ideológico que
parta desde una teoría o una elucubración acerca de la realidad.
No
es el corazón de piedra de lo obcecado, intransigente y partidario; de
una cúpula que lo que persigue es el poder. Su sentido era la protesta
pura.
De
allí que su movimiento no tiene nombre ni rótulo ni siquiera un lema o
un slogan, sino que es cólera pura, es indignación del alma. Y es guerra
santa.
Es
la revolución de los ofendidos y humillados de siempre a quienes se les
somete como esclavos a sangre y fuego y se los trata peor que a bestias
de carga.
Tampoco
es historia sino presente, es problema actual, vigente y pendiente de
resolver; de papas que queman aquí y en cualquier otro sitio del planeta
Tierra.
Es grito universal de indignación que se escucha por todos los confines.
5. Corazón
del universo
De allí que no le interesó a él capturar el Cuzco, hecho que tanto se le reprocha hasta ahora y con ello detentar el poder.
Porque aunque predica restaurar el imperio incaico, no es para arrogarse el mando ni detentar privilegios que él se subleva.
Sino
en cuanto a instaurar la justicia social, el bien colectivo y sentir el
calor de la gente, por eso deambula por pueblos y caminos hasta ahora.
Le
basta sentir la hermandad, le basta saber que su protesta es el clamor
de todos; le basta conmover y sembrar conciencia social.
De
allí que sea el movimiento de un ser que sabe querer, que sabe amar y
condolerse de los demás, no de un caudillo que quiere arrasar.
No es una rebelión gestada desde la razón ni desde la pasión sino desde el corazón del universo.
6. Bandera
flameante
Apunta
a lo que debemos sacar brillo, pulir y desenterrar, cuál es el bien que
cada día está más confinado, rezagado y hasta sepulto.
Refiere al valor de que seamos capaces de afrontar la solución de los problemas arduos y pendientes por resolver.
Y
no tanto identificarlo como un rayo fugaz, violento y pasajero, y al
cual se le teme, sino con el sol tan querido, pródigo, generoso y tenaz.
Donde
Túpac Amaru es símbolo de coraje y heroicidad; de pundonor y
compromiso, de asumir los asuntos sociales sin escamoteos ni medias
tintas.
Poniéndose
a la altura de una cultura prístina e intachable, siendo la expresión
más valerosa de ese pueblo y de esa cultura amante de la paz, y que
alcanzara a consolidar como política de estado la fraternidad humana.
Desde
donde Túpac Amaru es ejemplo de compromiso, sensibilidad y conciencia
social, como es bandera flameante de fortaleza y tenacidad.
7. Semilla
que brota
De
allí que lo que más lo identifique y represente sea un campo de quinua
recién sembrado, que ya ha brotado y ya ha empezado a dar flor.
De
allí que lo que más se le parezca sean las semillas de todo lo creado,
de todo lo que existe y su poder es germinar, elevarse frente al sol, de
ennoblecerse y hacerse fruto. Y de dar aroma y servir.
De allí que decir Túpac Amaru es señalar los horizontes abiertos cuando va a amanecer e irradiar el sol.
Es
recurrir a un nombre que es símbolo de que se es capaz de sentir,
condolerse y prometerse para hacer un mundo nuevo y mejor, en base a
semillas que puestas en tierra van a fructificar.
Pero
que por ahora apuntan a recoger lo más dolido de la condición del
hombre por reivindicar y resarcir, y a la injusticia por corregir; y a
la maldad por desterrar de la faz de la tierra.
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