Danilo Sánchez Lihón
1. Que fue
y no fue
Desde
aquí uno al subir se apiada de los techos torcidos y ladeados con tejas
donde el musgo extiende sus flores de liquen. Techos con tejas viejas
renovadas por el líquido límpido de las lluvias sorpresivas.
Techos
por cuyas canaletas se desliza el agua rezongona de las tempestades.
Techos por cuyos resquicios, que dejan las tejas cuando se juntan, sube
el humo azul de alguna fritura, o de algún sancochado que se cuece, o de
algún cereal que se tuesta en la sumisa callana.
Desde
aquí se divisan los huertos de higos y manzanas, de membrillos, retamas
y limoncillos. Y las matas de cedrón y yerbaluisa en las orillas.
El olor penetrante a hierba buena y toronjil. Y el rosal en botón al final del sendero.
Desde aquí el rasgueo de la guitarra y la voz de un huayno o de un triste, o yaraví con fuga de tondero.
O la serenata donde se rememora a la mujer amada y distante.
2. Las flores
que vendrán
Desde aquí una lágrima de un amor furtivo y aun así sin límites.
Desde aquí la flor del alelí morada y blanca, recordando un amor que fue y no fue.
Desde
aquí, al amanecer, se encienden los matices rosas, lilas y azules en
los picos de las nieves eternas de la Cordillera Blanca que esplende en
la lejanía.
Y enredados en los balaustres los capullos de las flores que con su hálito hacen imperecedero este día.
¡Ah,
balcones de nuestros pueblos andinos! No se podría comprender la vida
sin ellos. Sin mirarla fijamente a la vida misma desde arriba.
¡Balcones
para mirar que la vida es amplia e infinita! Que sin ellos hasta no
encontraríamos a la vida, en ningún otro sitio, si primero no la
reconociéramos desde sus antepechos estupefactos. Porque ella se hunde y
es solo desde lo alto que se la coge núbil y desprevenida.
3. Ocultar
una lágrima
Con
uno o más maceteros donde hay clavelinas, azucenas y geranios; viejos y
mustios, eso sí; pero al fin expresiones de encanto, gracia y ternura.
Hasta donde se sale para lucir o desajar el traje con que iremos a una fiesta o a un entierro.
O
desde donde se mira pasar una comparsa, una procesión o una banda de
músicos. Miradores para ver y desde donde mirar cómo la vida y la muerte
se urden.
Que
se han torcido por la quejumbre de las serenatas. Y las penas de
quienes se recuestan en ellos; o bien porque añoran días pasados o les
inquietan los días futuros.
Balcones hasta donde uno sale para ahogar un suspiro u ocultar una lágrima.
Razón para que expresemos el siguiente MANIFIESTO O COMUNICADO:
4. ¿Qué mano
ingrata?
No destruyamos los balcones, sean corridos con barandilla, sean los de antepecho con balaustres torneados.
Sean
las simples ventanas que apenas es un vano, pero donde el anhelo para
que entre la luz o para expandir hacia afuera la mirada, pervive.
No lo destruyamos. Dejémoslos así. Son vigías o guardianes de nuestros sueños más acrisolados.
No los matemos, no los desterremos de nuestras casas ni de nuestras vidas.
Porque: ¿Cómo ya mirar el mundo sin ellos? ¿Y la vida, existiría sino se la fija mirando desde esos sitios?
Ni cómo tender la mirada a lo eterno.
5. Se borró
el paisaje
En
mi pueblo, Santiago de Chuco, se están construyendo ahora unas casas
cuadradas que están reemplazando a las viejas casonas de largos y hondos
ventanales.
Desde
el segundo piso ya invaden la calle con una saliente de un metro y que
no dejan lugar a los balcones, sino a ventanas planas y enrejadas.
He preguntado por qué. E indagado qué mano ingrata las confecciona así.
Y
me han dicho, que es un maestro albañil que ha venido de Casmiche, en
la costa, y que ha traído un plano que ahora todos copian y remedan.
¿Qué es eso? ¿Y se puede actuar de manera impune?
Para colmo, tiene un solo plano y con ese, casa que le dicen que edifique, la hace de ladrillo, que pide de Trujillo.
6. Y.
¿el paisaje?
Terminadas
las paredes y columnas del primer piso tiende el techo hacia el segundo
con las tablas que se prolongan un metro hacia fuera de la calle, desde
donde se alzan las paredes del segundo nivel.
¡Adiós balcones! ¿Cómo y dónde ponerlos en esas paredes que son como cubos o cajas en los almacenes?
O como los contenedores de las aduanas enfilados y uniformes unos tras otros, y que los camiones transportan indiferentes.
¿Desde dónde contemplar ya el pasado, el presente y el futuro? ¿Y el paisaje? Se borró con esas perspectivas despiadadas.
Así se está dañando la fisonomía de un pueblo hermoso por el de una barriada precaria de una ciudad marginal costera.
7. ¿Qué
hacer?
Y me digo desconsolado:
¿Hacia
dónde saldrá ahora la andina y dulce Rita, de junco y capulí? Escena
que ocurre en un segundo piso de nuestras casas ensimismadas, cuando
César Vallejo escribe:
Ha de estarse a la puerta mirando algún celaje,
y al fin dirá temblando: “Qué frío hay... Jesús!”
Y si el techo es además de calamina, ¡como ahora se consiente que se ponga! Y, ¿cómo será posible recitar entonces?
y llorará en las tejas un pájaro salvaje.
Por eso, ¡Señor Alcalde Provincial, ¿qué hacer?
¡hay hermanos, muchísimo qué hacer!
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