Las aguas
con su sorda antigüedad!
César Vallejo
1. Madre
y hermana
No
hay vida sin agua. El agua es la raíz y esencia de la vida. En la mayor
proporción, en casi dos tercios de lo que somos como cuerpos, somos de
agua.
Hasta podríamos vivir sin familia, sin techo y hasta sin amor, pero no sin agua.
Está
en todas partes y es mágica. Adopta las formas más inimaginables. Sea
los bordes de los recipientes que la contienen sobre la mesa, sea los
bordes de los mares en nuestro universo.
Es tenue en una lágrima, es impetuosa en la cascada que se arroja desde lo alto de las montañas.
Es transparente en un vaso de agua. Es un espejo en el lago bajo la noche de plenilunio.
Es infinita en el océano. Es solidaria, es confidente, es madre y hermana compasiva.
2. Se pierden
en el horizonte
En
el Aula Capulí un ex magistrado de la república, probo y ecuánime, ha
expuesto y trazado el siguiente suceso y panorama: Viajó en misión
oficial a establecer varias judicaturas en Santiago de Chuco, en el
Departamento de La Libertad, entonces de regreso ya cerca de Shorey le
dijo al chofer:
–
Ya que estamos por aquí, quiero conocer dónde queda la Laguna del Toro,
que tanto he oído hablar de ella en mi infancia y mi juventud.
Es
día está nublado, con llovizna en plena jalca. Los campesinos detrás de
la cortina de lluvia le orientan y le indican la ubicación señalando
con el brazo y lo ponen en la ruta exacta a seguir. Y allá va, con el
chofer y los dos guardaespaldas que lo acompañan.
Llegan
a un campamento desde el cual se extiende a ambos lados un cerco alto
de alambres de púas, que se pierden en el horizonte, detrás de los
cerros. Hay allí una maquinaria impresionante, volquetes cuyas llantas
son más altas que el tamaño de un hombre estirado y puesto de pie.
3. Es tierra
de la comunidad
Y
nos refiere acerca de un espectáculo dantesco: cerros cortados,
altozanos hechos pedazos, trochas abiertas hacia uno y otro flanco.
Camiones y unidades motorizadas que llevan y traen no sé qué, ni hacia
qué sitios. Y todo parece una movilización impresionante igual o peor que para una guerra.
–
Quiero conocer la Laguna del Toro. –Le dice a uno de los guachimanes,
que cuida la entrada–. ¿Me han dicho que queda por este sitio, es
cierto?
– ¿Quién es usted?
– Le estoy preguntando, primero, si queda por aquí la Laguna del Toro, para yo después decirle quién soy.
– ¡Baje he dicho!
–
¿Qué cosa dices? –Interviene uno de los guardaespaldas, indignado por
el trato insolente–. ¡Primero contesta lo que te están preguntando! –Le
dice tirándolo a tierra y quitándole el arma
– ¡Sí, queda! ¡Pero no puede pasar!
– ¿Cómo que no puedo pasar? ¡Esta es tierra de la comunidad! ¡Es mi tierra!
4. ¡Retírese
o los detenemos!
– ¡Y quién es usted!
– No te voy a decir el cargo que tengo. Pero basta que sea hijo de Santiago de Chuco.
– Entonces no puede pasar.
– ¿Y qué debo ser, entonces? ¿Gringo? ¡Pero si esta es propiedad comunal, de mi pueblo!
–
Ahora es propiedad privada; todos estos terrenos han sido comprados,
con todos sus aires y sus aguas Ahora son propiedad de la compañía
minera.
– Así es señor. ¡Y retírense! –Dice otro acercándose–. ¡De lo contrario vamos a intervenir!
–
¡Pero si la Laguna del Toro es propiedad del pueblo! ¡Siempre ha sido
del pueblo! Y son las lagunas que proveen de agua a la ciudad de
Santiago de Chuco.
– ¿Cómo van a apagar su sed mis paisanos? ¿Qué agua van a beber ahora niños, jóvenes, hombres y mujeres de mi pueblo?
– ¡Retírese o los detenemos!
5. Y luego
lo desaparecen
Ante
esta insolencia los guardaespaldas de este ciudadano, que en ese
momento ejercía un alto cargo de magistrado de la República, sacaron sus
armas. Y uno de ellos le dijo al guachimán:
– ¡Más respeto! Estás hablando con una de las máximas autoridades del Perú.
– ¿Quién es? ¡Entonces que se identifique, pues!
– ¡Cómo que se identifique! ¡Este es mi pueblo y es mi país!
– Comuníquele a quien sea, que vamos a pasar. –Dijo el otro guardaespaldas.
Rastrillaron
sus armas y apuntando pasaron. Y solo así pudo conocer este ciudadano
el hermoso complejo de 92 lagunas que antes eran libres y ahora son
esclavas. Pero si eso le sucede al titular de uno de los poderes del
Estado, ¿qué le ocurrirá a un ciudadano común y corriente que ose
acercarse? Seguramente lo detienen, lo agreden, lo apalean, lo torturan y
luego lo desaparecen.
6. Sin importarles
la vida
La Laguna del Toro y el rosario de lagunas que lo secundan es un bello y encantador paraje.
Es
una maravilla natural, ahora enajenada, y que desde siglos ha sido
propiedad de las comunidades y del pueblo de Santiago de Chuco, ahora
tratada como mercancía y vendida a oscuras.
El
agua límpida, el agua clara, el agua cristalina ha sido capturada para
volverla agua contaminada en los relaves, sucia e infame.
Si se ha vendido el agua de la cual se provee un pueblo y que es alimento de la gente, ¿entonces ya qué no se podrá vender?
¿Qué otras cosas no se habrán vendido a espaldas de sus legítimos dueños y herederos?
¡Y sin importarles la vida de las personas que han de ser afectadas!
7. Y juntar
gota a gota
Loa manantiales que brotaban pujantes e inatajables han empezado a secarse como los del Pozo sagrado.
Algunos
que aún manan titubeantes están contaminados. De allí bebíamos el agua,
que nos servía para prepararnos nuestras comidas y cocer nuestros
alimentos.
En
algunos crecían juncos con los que hacíamos sombreros, canastas y
sillas de paja toquilla. En los de Chambuc crecían cañaverales de
carrizo con los cuales hacíamos el cerco de nuestras huertas, las
paredes de las casas y el techo de nuestras viviendas. Ahora no hay
nada.
Por
eso: ¡Ciudadanos! ¡Pobladores! ¡Estar alertas! ¡Cuidemos nuestro
patrimonio! ¡Echemos de menos todo lo que puede perderse y nos falta!
Estamos
ante una banda de ladrones, de forajidos, de arranchadores de
pacotilla. Y que es la gente que desde hace siglos invadiera nuestras
tierras.
Salvemos el agua y ella nos salvará. Porque no hay diamantes que sea tan valiosos como una gota de agua pura.
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