Danilo Sánchez Lihón
1. Mayor
respeto
– De su boca ha salido.
– Pero repítanme qué ha dicho
– Yo lo he oído clarito que ha dicho: “La vaca Tránsito”.
– ¿Eso ha dicho de mí?
– Eso mismo. ¡Yo también igual lo he oído!
– ¡Júrenme, por Dios y la Virgen que eso ha dicho de mí el subprefecto!
– ¡Lo juramos!
– Y yo juro, por Dios, por mi madre, por mis hijos y por Santiago de Chuco, que mataré al subprefecto.
– ¡Por favor, tampoco es para tanto, mujer!
– ¡Juro que lo mataré!
– ¡Por Dios, serénate! ¡Cálmate! ¿Qué es eso, Tránsito?
Al
contrario, la señora Tránsito Bracamonte, vecina de Santiago de Chuco,
rolliza y temperamental, no soportó la burla perpetrada.
2. Los cabellos
hirsutos
Es ella una mujer de un metro ochenta de estatura, testaruda, pero buena madre de sus hijos y buena amiga de sus amigos.
Aunque
terrible e incendiaria de carácter, “de armas tomar” como la gente
dice, le ha parecido una ofensa para todo el pueblo el hecho de que el
subprefecto afuerino se exprese de ese modo.
Que un forastero venga aquí a burlarse de la gente del lugar y encima a poner apodos, ¡no señor! ¡Tiene que haber mayor respeto!
Por eso, ha considerado desde todo punto de vista ofensiva dicha alusión.
Y
ya salió a media calle y, bajo el sol espléndido y luminoso, con los
cabellos hirsutos por la cólera, ha proferido estas palabras
imborrables:
– Juro que mataré al subprefecto el día domingo a las diez de la mañana.
Y ha cerrado su puerta.
2. Con sus ojos
enrojecidos
Las
señoras que han ido con el chisme están atónitas, arrepentidas, y se
santiguan a cada rato. Saben que ella lo que dice lo cumple.
– ¡Y ahora qué hacemos! –Cuchichean.
Es
más, quedándose allí paradas y mirándose entre ellas mismas, no saben a
quién acusar por la ligereza de haber venido con el improperio dicho
por el Subprefecto, respecto a esta mujer de cólera descomunal.
Y
allí ven estupefactas cómo se abre de un solo golpe el balcón y sale
otra vez doña Tránsito con una carabina y grita, dirigiéndose a los
muchos vecinos que han salido a sus puertas:
–
¡Juro por Dios, por mi familia y por Santiago de Chuco que con esta
carabina mataré al subprefecto el día domingo a las 10 de la mañana!
Y
mira con sus ojos enrojecidos por la cólera, cierra su balcón y deja a
su anonadado auditorio más sumido en el desconcierto y la confusión que
nunca.
4. No hay
nada qué hacer
La
noticia ha corrido como un reguero de pólvora y ha llegado
inmediatamente a oídos del subprefecto que no hace mucho se ha hecho
cargo de su puesto viniendo desde Trujillo.
Es
un hombre alto, colorado y gordo, quien se ríe a carcajada batiente,
celebrando que el apodo la ha herido tanto a la mujer que ya ve como un
obstáculo en su gestión, y que ya es tiempo de neutralizar. Y esta es
una fórmula, según él, en sus medidas de política pueblerina.
–Así
que la ha disgustado que yo diga “La Vaca Tránsito" ¿no?, pero ¡qué le
vamos a hacer pues! “Dios nos dio de más y nos quitó de menos”.
–Sentencia de ese modo, riendo otra vez a mandíbula batiente, sin que la
concurrencia sepa qué ha querido decir con las frases que ha dicho.
Los
dos días siguientes de la semana, al lunes en que ocurriera el
malhadado suceso, toda la gente comenta entre risas lo bien que está
puesto el apodo de “Vaca Tránsito” a doña Tránsito Bracamonte. Se ríen
de la precisa ocurrencia del subprefecto que no hay duda es un criollazo
de fuste, hombre de mundo, de gracejo y campechano a flor de labio. No
hay nada qué hacer, la gente se pinta por sí sola.
5. Temible
amenaza
Pero
nadie se atreve todavía a dejar pasar al fuero de su conciencia el
juramento solemne que ha hecho, por Dios, sus hijos, sus ancestros y por
Santiago de Chuco, que consiste nada menos que en matar al subprefecto
que la ha ofendido. Pero, a partir del día jueves ha cobrado peso más
bien la amenaza y el pueblo ha empezado a ponerse tenso y nervioso.
El
subprefecto también ha ido perdiendo el buen humor; se le ve ahora más
bien silencioso y han empezado a presentarse los achaques que padece por
su corpulencia. Siente punzadas aquí, ahogos allá, opresiones en el
pecho, dificultades para respirar, todo motivado también por la abultada
gordura que lo aqueja.
El
día viernes pide consejo a sus amigos y colaboradores inmediatos,
quienes se deshacen en análisis de la situación, puntos de vista,
debates y advertencias, tomando ya en serio la terrible amenaza de la
señora Tránsito, cuidándose muy bien de no decir “Vaca Tránsito”,
seguida de la sonrisita con que han acompañado a la alusión en los días
anteriores.
En
lo que a doña Tránsito se refiere, ha clausurado sus puertas, no habla
con nadie, mantiene hermetismo absoluto, se la ve cejijunta. Cuando
atraviesa por los corredores del segundo piso de su casa, que a retazos
se divisa desde la calle, se le nota hierática, indescifrable, lo cual
hace más nítido y temible su ultimátum.
6. Nadie
la cambia
Las
conversaciones, e incluso hasta los juegos entre los niños es: “Lo
mata, o no lo mata”. “Lo mata, o no lo mata”. Hay quienes hasta deshojan
pétalo a pétalo las margaritas de las acequias para saber cuál es el
pronóstico que tiene mayor incidencia respecto a este cada día más
espinoso y explosivo suceso.
– ¡Irá a la cárcel! –Dice uno.
– Pero a ella qué le importa con tal de lavar su orgullo y su honra que han sido mancillados.
– ¡Oye! ¿Pero qué tanto es “Vaca Tránsito”? ¡Si hay peores apodos!
– Sí, pero ella ya dio su sentencia, y eso nadie lo cambia.
–
Y aquí nadie deja de cumplir su palabra. Así nos han enseñado. Como
también a no coger ni una aguja ajena, a no robar ni un pan. Eso aquí es
sagrado, y ley.
– Pero ¡vamos con las chismosas que inmediatamente fueron con el cuento! Y, ¡miren el conflicto que se ha armado!
7. De allí
que
– ¡Toda maledicencia es nefasta!
– Pero de esto podemos aprender que, así como es malo el chisme, igual son de malos los apodos.
– Porque estas son minucias, ¿cuándo vamos a desarrollar verdaderamente?
–
¿Cuándo vamos a encarar los verdaderos problemas que nos aquejan, como
es la falta de luz eléctrica, como es el agua potable, las tuberías de
desagüe, las vías de comunicación, los servicios de salud?
De
allí que, en sesión solemne del día de hoy, el Concejo Municipal ha
llegado al acuerdo de sugerir al Subprefecto, Sr. Augusto Gildemeister
que, para guardar la tranquilidad del pueblo, se ausente del lugar por
unos cuantos días.
La
recomendación del Concejo se ha discutido entre los allegados del
amenazado y se ha concluido que la huida del subprefecto deterioraría
completamente su imagen haciéndola objeto de burlas ante la población,
al punto que haría ingobernable la provincia.
8. Rodean
los contornos
– ¡Mejor que renuncie! –Sugiere otro.
– ¿Pero renunciar sólo por poner un apodo?
– Es que: ¿cómo es posible que una autoridad venga aquí a poner apodos?
– Sí pues, eso también es cierto; ¡en eso tienen toda la razón!
– ¡Y miren el conflicto en que nos ha sumido!
Pero
se ha optado más bien, por pedir telegráficamente refuerzos policiales a
Trujillo y la dotación de una guardia especial que custodie y brinde
protección al subprefecto, día y noche.
El
día sábado por la tarde la máxima autoridad política, para mayor
seguridad, ha dejado su casa y se le ha instalado su cama y demás
implementos en su oficina situada en la Plaza de Armas.
La Guardia Civil, más un cuerpo especial de la subprefectura, rodean los contornos.
9. Ocuparnos
de obras
– Doña Tránsito ya arregló sus cosas para ir a la cárcel. Porque está decidida en matar al subprefecto.
– ¡Y todo esto solo por los chismes, señor!
– Eso es lo que atrasa a nuestro pueblo, ¡los chismes!
– ¡Y los apodos, oiga usted! Porque este en realidad no fue un chisme. Lo que dijo el Subprefecto fue verdad.
– Chisme es cuando inventan cosas o las aumentan. Y cuando tergiversan los hechos.
– ¡Entonces el chisme es peor incluso!
– Claro, ¡es peor!
– ¡Pero éste también no deja de ser chisme, el correr e ir a contar cualquier cosa!
–
Pero es sencillo arreglar todo esto: ella sale con su carabina, los
guardias la atrapan, va un día al calabozo y pasa toda esta alharaca que
hace tanto daño al pueblo.
– Pero, ¡eso no es cumplir su palabra!
– Eso sería hacer una pantomima o payasada.
10. Apenas
falta un día
Así es el comentario de niños y muchachos en la esquina:
– Preferible que hacer eso es que se vaya. ¡Tendrá que irse!
– No hay duda, ya es un problema difícil ¡Y con el genio que ella tiene!
– ¡Dicen que ya encargó todo a su familia y a sus conocidos!
– Pero otra vez caemos en el “dicen...”, ¡que es chisme! ¿Cuándo nos acostumbraremos a ocuparnos más de hechos y de obras?
– Bueno, apenas falta un día y mañana sabremos el desenlace de esta historia.
Así, unos cavilan y otros pierden la cordura en el asunto que se ha planteado:
A
partir de las cinco de la tarde del día sábado nadie pasa por el centro
del pueblo. El día domingo se han suspendido las misas y han enmudecido
todas las campanas.
Minuto
a minuto se cuenta el tiempo con el nerviosismo de ver a qué hora sale
la señora Tránsito Bracamonte o “Vaca Tránsito”, como se atreven a
llamarla con el aliento los muy audaces, aquellos que no le temen a
nada, aunque de todos modos solo lo dicen susurrando entre dientes y con
la voz en sordina.
11. A las 10
en punto
Cinco
minutos antes de las diez de la mañana del día domingo los policías han
rastrillado sus armas y el Subprefecto Gildemeister, más nervioso que
nunca empieza a toser, a ahogarse y agita sus manazas dentro del saco
con su vientre abultado.
A
las diez en punto se escuchan dos disparos trepidantes y mortales que
han retumbado en todo el pueblo y los contornos levantando a la gente de
sus asientos. Y sobre todo hiriendo nuestras almas y haciendo temblar
nuestros cuerpos expectantes, simples pero que han sacado de quicio el
cimiento de nuestras casas de este nuestro pueblo.
Y
se abre de un golpe y de par en par la puerta de la casa de la señora
Tránsito Bracamonte. Y aparece ella con la carabina echando humo entre
sus manos y diciendo con voz solemne:
– ¡Pasen a ver! ¡He matado al Subprefecto a las 10 en punto de la mañana!
En el centro de su patio un inmenso chancho sangra de dos certeros balazos que ella misma acaba de asestarle en la cabeza.
12. Disparos
y sangre
–
Ése es el Subprefecto que tenemos. “El Chancho Gildemeister”, que ya
está muerto para bien de nuestro pueblo. –Dice premonitoriamente. Y
pasamos reverentes a observar la escena luctuosa.
Y
para siempre quedó perpetrado otro apodo, con la misma fuerza de los
disparos y de la sangre que sellaba ese apelativo, hasta el día de hoy
que se recuerda en mi pueblo: “El Chancho Gildemeister”.
Doña
Tránsito dejó que todo el que quisiera pasara y contemplara solemne y
extasiado la parodia del chancho victimado. Y así desfilamos callados y
reverentes ante este atentado o desvarío, como si desfiláramos ante un
ritual.
Eso
sí, a partir de entonces, es inevitable referirse a los apodos de
“Chancho Gildemeister” para nombrar al subprefecto, como también “Vaca
Tránsito” para designar –entre dientes, pero con disimulada sonrisa– a
doña Tránsito Bracamonte de Rodríguez.
Sellaron
así, con dimes y diretes, chismes, cóleras y lágrimas ocultas y
manifiestas; y con dos disparos certeros, su paso por la historia, rumbo
a la banal, veleidosa y atrabiliaria posteridad de que somos también
víctimas propiciatorias.
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