A
JOSUÉ
Valiente, gallardo, callado, un león,
yo te vi en el sarmiento de mis ojos
y en el triste corazón de tus hinojos,
si pudiera volver al ayer de tus encantos
y encontrar la voz de tus lamentos.
¿Qué paso con los sueños de tu alma?
Y con las luces de tus ilusiones encendidas
¿Quién nos robó la calma?
¿Quién escuchará el encuentro del final?
¿Quién avanzará a los abismos?
¿Por qué ya no pudimos ser los mismos?
Disipados por noches desmedidas
y alejados por el fuego infernal
¿Qué sucedió con los sueños de tu infancia?
tu risa, tu andar, tu mirada y tu ausencia
¿Será que muere la flor antes de nacer?
¿O será la fatalidad de un mísero destino?
¡Oh! qué dolor vivo con el amanecer
qué tristezas son los tropiezos del camino.
Yo moriré en brazos de la noche fría,
en la tierra, en el polvo y en la fantasía.
¿Quién escuchará el grito que me espanta?
¿Quién comprenderá la inmensa soledad?
Y el silencio estremecido con la voz que nos canta,
y los dolores en el llanto que encarnizan
¿Serán cadenas sin candados de libertad?
o quizás sean los temores que agonizan.
Yo quisiera encontrar las voces del infinito
el amargo néctar de mi tarde rota,
y una flor marchita que en mi pecho brota
y que me ahoga con apariencia de delito.
Por ti he vagado por universos extraviados
por ti he soñado turbulentas emociones
así, se me fue la vida con tus seducciones
y así moriré esperando tus encuentros atormentados,
y allá cuando mis sombras hayan desaparecido,
y mi aliento baje por las entrañas de los cementerios,
mirarás los fugaces gorriones sin remedio
y buscarás respuestas en la soledad de tus manos
y en las hojas secas de tus escondidos veranos
y mis lágrimas serán las perlas de tu corazón
que el viento llorará con tu oración
y preguntarás, ¿Por qué la vida es tan cruel?
¡y por qué el tren sin pasajeros se fue con él…!
Carlos Rodolfo Ascencio Barillas
El salvador.